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: Identidades nacionales en América Latina

Identidades nacionales en América Latina

Discursos, saberes, representaciones

Inhalt

INTRODUCCIÓN. IDENTIDADES NACIONALES EN AMÉRICA LATINA: DISCURSOS, SABERES, REPRESENTACIONES

La identidad nacional se cuenta entre las más influyentes construcciones socio-culturales de la modernidad. Hoy en día, en una era de conexiones sociales casiilimitadas, de movimientos globales e integración transnacional en la política y laeconomía, las competencias de los estados nacionales se hallan cada vez máscuestionadas. Michael Hardt y Antonio Negri han descrito la pérdida de soberaníade los estados nacionales frente a la “imparable e irreversible globalización delintercambio económico y cultural”, así como el potencial existente para nuevasfusiones sociales postnacionales.1

Sin embargo, de modo aparentemente paradójico, el nacionalismo disfruta enla actualidad una coyuntura alcista. América Latina representa en este contextoun caso especial en lo tocante a la robustez y la prevalencia social de las identida-des nacionales y del nacionalismo en general. Esto quedó claramente de mani-fiesto a raíz de los debates tanto científicos como políticos abiertos en el marcode las respectivas celebraciones nacionales del Bicentenario de la Independencia.En ellos se pudo constatar una reactivación generalizada de los viejos mitos ymetarrelatos asociados al surgimiento del estado nacional, mientras que el pro-yecto de una conmemoración de ámbito continental bajo la coordinación delGrupo Bicentenario entre 2009 y 2011 no pudo llegar a concretarse debido alfuerte nacionalismo imperante en la región. Lo mismo cabe decir de las dificulta-des que sigue planteando una redefinición de los contenidos de la asignatura deHistoria en los programas educativos de los distintos estados latinoamericanos,que hasta hoy siguen estando anquilosados y anclados en la autorreferencialidadnacional y la dialéctica confrontacional con los respectivos vecinos. Ello se debeen parte a la específica impronta cultural derivada de su común pasado de domi-nación colonial española y portuguesa. En este caso no son diferencias religioso-confesionales o lingüísticas las que determinaron el trazado de las fronteras inter-estatales hace 200 años. Fueron más bien el surgimiento y la consolidación de1Michael Hardt/ Antonio Negri: Empire. Cambridge, Mass. 2000.

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10 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance ‘historias nacionales’ durante los siglos XIX y XX los que facilitaron el diseño yla imposición discursiva de identidades nacionales que siguen demostrando unatremenda fortaleza a comienzos del siglo XXI. Por mucho que en América Latinaexistan ofertas de adscripción transnacional, ya sea en términos de reivindicaciónde una tradición cultural común o de cooperación económica a nivel continental,lo cierto es que la nación sigue siendo el principal marco de referencia identitaria.

Pero no sólo en América Latina se observa este fenómeno. También en Europa,bajo condiciones ciertamente distintas, se constata igualmente la potencia de dis-cursos identitarios de radio nacional. A pesar de los éxitos históricos del euro-peísmo y de la existencia de al menos una generación de europeos completamentesocializada en circunstancias ‘postnacionales’, la resolución de la crisis financierade la Unión Europea abierta en 2008-2009 ha venido acompañada por el fortale-cimiento de tendencias ‘re-nacionalizadoras’ en muy diversos frentes. No se tratatan sólo de que en los países más recientemente adheridos, especialmente en losde la Europa Central y Oriental, se considere absolutamente normal el retornodemocrático del discurso nacional, suprimido o convenientemente manipuladodurante décadas de dependencia tácita (y, en el caso de las repúblicas bálticas,también formal) de la URSS. La vitalidad de una visión acentuadamente nacionalde los problemas y de sus posibles soluciones es igualmente notable en el resto dela Unión, y desde luego también entre sus miembros fundadores. Partiendo deposiciones reactivas con una amplia base electoral, la deriva re-nacionalizadoratambién hace estragos entre los más antiguos protagonistas del proceso de cons-trucción europea ( Front Nationale en Francia, Geert Wilders en los Países Bajos,AfD en Alemania, pero también UKIP en Gran Bretaña). A esto se añaden losmovimientos separatistas a escala regional (Escocia, Cataluña, Flandes), que fun-damentan igualmente sus reclamos de soberanía y su vocación estatal-nacional enargumentaciones identitarias. En el contexto de la llegada masiva de refugiados einmigrantes durante los últimos dos años, se recrudecen de nuevo debates ya co-nocidos sobre la definición de las ‘identidades nacionales’ respectivas (“DeutscheLeitkultur” en Alemania, “identité nationale” en Francia). Este ‘rearme identita-rio’ no se limita al nivel retórico, sino que va de la mano del progresivo blindaje(cuando no directamente del cierre, deseado por algunos) de las fronteras exterio-res e interiores de la Unión Europea. De esta forma, el auge dramático de las ar-gumentaciones nacionales amenaza tanto la vida de los migrantes como el futurode la integración europea en su conjunto.

Ni siquiera es necesario llegar al extremo de Fernando López-Alves, quientraza paralelismos entre los problemas de nuestra época y el crecimiento de losnacionalismos inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial, para poder

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11 formular un diagnóstico de situación considerablemente pesimista.2Ya es sufi-cientemente inquietante constatar que mientras los conflictos crecen a escala glo-bal, la toma de decisiones se encapsula una y otra vez dentro del Estado, que seperfila como legítimo defensor de supuestos ‘intereses nacionales’. En este sen-tido, sociólogos como Saskia Sassen o Ulrich Beck llevan más de una décadallamando la atención acerca de las insuficiencias de un “nacionalismo metodoló-gico” cada vez menos capaz de comprender (y con ello de afrontar) los fenómenossurgidos en el nuevo contexto mundial.3

Una mirada a la evolución histórica de las identidades nacionales en AméricaLatina puede resultar enriquecedora para el debate en el que nos hallamos inmer-sos. Reflexionar acerca de sus sucesivas etapas, sus actores, sus límites y riesgospermite salir de la inmediatez de la actual crisis para poder repensar las cuestionesen un marco temporal y geográfico más amplio. L AS IDENTIDADES NACIONALES EN EL DEBATE ACADÉMICO

Mientras el estado nacional sigue estructurando la agenda de investigación his-toriográfica en América Latina, la conformación de estados-naciones en el sub-continente no atrajo hasta la década de los ochenta el interés de los estudiosos delnacionalismo a escala internacional.4La investigación anterior a 1980 ignorabamás o menos a América Latina e insistía en el carácter supra-estructural del fenó-meno, asociado siempre a los intereses de las oligarquías y sin ninguna o con muypoca fundamentación en la realidad social de los estados. La descalificación delnacionalismo como ideología característicamente manipuladora encontró su ex-presión más extrema en el provocador título de Víctor Alba Nationalists without

2 Fernando López-Alves: Introduction. Dossier: National Identities in a Globalizing Sys- tem: Nationalism and Nationality. En: Historia Actual Online vol. 37, no. 2 (2015), pp. 72-73.

3 Ulrich Beck: Der kosmopolitische Blick oder: Krieg ist Frieden. Fráncfort del Meno 2004; Saskia Sassen: Denationalization: Territory, Authority and Rights in a Global DigitalAge. Princeton 2005; Idem: A Sociology of Globalization. Chicago/ Londres 2007.

4 Según Miller los estudios comparativos sobre nacionalismo relegaron a América Latina a las notas de pie de página debido a que el subcontinente ni encajaba en el debate acerca de laproporción entre elementos étnicos y cívicos en la construcción de los estados-naciones, nitampoco se adecuaba a las periodizaciones más comunes, con su distinción entre las viejasnaciones europeas con raíces en el siglo XVIII y una segunda eclosión nacionalista con motivodel proceso descolonizador subsiguiente a la Segunda Guerra Mundial: Nicola Miller: In theShadow of the State. Intellectuals and the Quest for National Identity in Twentieth-centurySpanish America. Londres/ Nueva York 1999, p. 11. Para una reflexión más amplia sobre el

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12 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance Nations. The Oligarchy versus the People in Latin America (1968), pero tambiénllegó a ser apoyada con diversas contribuciones desde la Ciencia Política y susaledaños. En Alemania, por ejemplo, la interpretación más difundida hasta bienentrados los años noventa fue la del historiador y politólogo Hans-Jürgen Puhle,según la cual la existencia de naciones en la época de la Independencia habríasido, tanto en el plano objetivo como en el subjetivo, una quimera, y el nacimientode naciones propiamente dichas sería en América Latina el producto de naciona-lismos verdaderamente “modernos” a partir de finales del siglo XIX. Tales análi-sis evaluaban principalmente la eficacia relativa de los respectivos protagonistase instrumentos en la construcción de los estados nacionales, cuya necesidad his-tórica aparentaba derivar mecánicamente del proceso de modernización a nivelglobal. Por eso, se solían enfatizar las anomalías de la historia política latinoame-ricana, tales como el “carácter artificial y provisorio” de las estructuras estatales,la falta de integración económica o el anclaje en la producción cultural de unaminoría letrada de élites urbanas.5

La renovación de los estudios sobre el nacionalismo, uno de cuyos aspectosprincipales fue precisamente el intento de superar una cierta fijación eurocéntricade la perspectiva, ha pasado sin embargo más o menos de puntillas sobre el casode América Latina, mientras que el discurso historiográfico de los países afecta-dos, en el contexto conmemorativo del Bicentenario, en lugar de propiciar un exa-men crítico del propio concepto de nación, más parece experimentar una cierta re-nacionalización. En el mejor de los casos, mediante el recurso al concepto –com-plejo y polisémico, como se verá en estas páginas– de ‘identidad nacional’; en elpeor, mediante el retorno al más trasnochado primordialismo de las narrativas tra-dicionales.6

La evolución de la investigación sobre el nacionalismo se caracteriza desde co-mienzos de los años ochenta por una ampliación del enfoque a cuestiones cultu-rales, frente a la fijación tradicional a cuestiones de acción y/o organización polí-tica, así como por el tránsito de una interpretación básicamente esencialista de lanación como ‘unidad de destino’ conformada y predeterminada genealógicamente

5 Hans-Jürgen Puhle: Políticas de desarrollo y nacionalismo en América Latina en el siglo XX. En: Michael Riekenberg (ed.): Latinoamérica: enseñanza de la historia, libros de texto yconciencia histórica. Buenos Aires, p. 25; Oscar Oszlak: The Historical Formation of the Statein Latin America: Some Theoretical and Methodological Guidelines for its Study. En: LatinAmerican Research Review vol. 16, no. 2 (1981), p. 21; Angel Rama: La ciudad letrada. Ha-nover, New Hampshire 1984.

6 Algunas excepciones parciales a la regla se encuentran en Francisco Colom González

(ed.): Relatos de la nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispá-

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13 a partir de una aparente unidad étnico-cultural, a otra, radicalmente distinta, quesubraya su carácter construido en tanto que “comunidad imaginada”, diseñada,propagada y establecida por élites con intereses sociales y políticos concretos.Cuando se cumplen ya más de tres décadas desde este empuje renovador de lainvestigación sobre el nacionalismo, hay que recordar que en varias de las obrasen que éste se plasmó se aborda, de forma directa o más bien indirectamente, di-gamos ex negativo , la dimensión latinoamericana del fenómeno nacional. La in-novación teórica y metodológica asociada a los trabajos de Benedict Anderson,Ernst Gellner, Eric Hobsbawm y Terence Ranger y otros,7atañe de modo inme-diato al estudio de la construcción nacional en América Latina, no sólo por laposible aplicación de sus enfoques al estudio de ésta, sino también porque la pro-pia historia de América Latina viene a jugar un papel importante en la formulaciónde alguno de sus planteamientos.8Benedict Anderson (1983) adjudicó al subcon-tinente un rol modélico: por una parte, acuñó la influyente definición de la nacióncomo comunidad política imaginada –imaginada como limitada y soberana; porotra, vio en los funcionarios criollos a auténticos pioneros de la conformaciónpráctica de comunidades nacionales. Para Anderson, la creación, especialmente‘imaginativa’, de las naciones latinoamericanas es una pieza argumental relevanteen su explicación de los orígenes y la difusión del concepto de nación y del propionacionalismo. En los años siguientes, el concepto de ‘invención de la tradición’9,junto a la corriente de historia cultural encabezada por el historiador francés PierreNora, con su concepto de “lugares de memoria” ( lieux de mémoire ),10enfatizaronla dimensión figurada del nacionalismo y relativizaron la importancia de factoresestructurales como la modernización.11De esa manera, contribuyeron a la proli-feración de investigaciones sobre los aspectos simbólicos de afirmación colectivaen el caso de los estados nacionales latinoamericanos. Desde el punto de vista dela ‘cultura histórica’ se abordaba en este tipo de trabajos el conjunto de prácticaspúblicas que recurrieron a una visión común del pasado como fundamento de laintegración política y la construcción de una identidad colectiva. Paralelamente,

7 Benedict Anderson: Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Na- tionalism. Londres 1983; Ernest Gellner: Nations and Nationalism. Ithaca 1983; Eric J.Hobsbawm/ Terence Ranger (eds.): The invention of tradition. Cambridge 1983.

8 Sara Castro-Klarén/ John Charles Chasteen (eds.): Beyond Imagined Communities: Reading and Writing the Nation in Nineteenth-Century Latin America. Washington/ Baltimore2003.

9 Hobsbawm/ Ranger: Invention.

10 Pierre Nora (ed.): Les lieux de mémoire. 7 vol. París 1984-1992.

11 Miller: Shadow of the State, p. 40.

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14 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance la investigación empírica sobre los procesos independentistas latinoamericanospropiamente dichos ha puesto de manifiesto la importancia de una concepciónpolítico-voluntarista de la nación que, al socaire de la Revolución Francesa, trans-forma el lenguaje y las formas de participación de modo decisivo y con enormesconsecuencias para la conformación institucional y la cultura política de los nue-vos estados surgidos del proceso independentista.12

En fechas más recientes también se ha revisado críticamente la definición an-dersoniana de ‘comunidad imaginada’. Entre otros Claudio Lomnitz ha advertidode los riesgos de sobreestimar la solidaridad horizontal dentro de la comunidad;por el contrario, los discursos de identidad nacional serían tan eficaces precisa-mente porque permiten negociar y (re)articular jerarquías y dependencias al inte-rior de la colectividad.13

Por otra parte, frente a la multiplicación de estudios sobre identidades naciona-les, algunos sociólogos y antropólogos han abogado por abandonar el término de‘identidad’ como categoría analítica. Critican la falta de nitidez de la expresión yel riesgo implícito de su esencialización, por muy constructivista que sea el enfo-que aplicado. Confundir el proceso de construcción identitaria con el supuestoresultado de una determinada ‘identidad’ significaría atribuir ciertas característi-

12 Christian Büschges: Nationalismus ohne Nation? Spanien und das spanische Amerika im Zeitalter der Französischen Revolution. En: Comparativ vol. 12, no. 4 (2002), pp. 67-90; An-tonio Annino/ François-Xavier Guerra (eds.): Inventando la nación: Iberoamérica: siglo XIX.México D.F. 2003; José Carlos Chiaramonte: Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguajepolítico en tiempos de la independencia. Buenos Aires 2004; Idem/ Carlos Marichal/ AimerGranados (eds.): Crear la Nación. Los nombres de los países de América Latina. Buenos Aires2008; José M. Portillo Valdés: Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de laMonarquía Hispana. Madrid 2006.

13 Claudio Lomnitz: Nationalism as a practical system. Benedict Anderson’s theory of na- tionalism from the vantage point of Spanish America. En: Miguel-Ángel Centeno/ FernandoLópez-Alves (eds.): The other mirror. Grand theory through the lens of Latin America. Prince-ton, NJ 2001, pp. 335-339. Para una revisión de las diferentes teorías de nacionalismo aplicadosa los casos de México, Argentina y Perú desde una perspectiva sociológica vid. Matthias vomHau: Nationalismustheorien in Lateinamerika: Mexico, Argentinien und Peru im Vergleich.En: Manuela Boatcă/ Willfried Spohn (eds.): Globale, multiple und postkoloniale Modernen.Múnich 2010, pp. 171-192.

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15 cas a individuos y/o grupos como si éstas fueran propiedades inherentes e intem-porales.14Específicamente Brubaker y Cooper consideran el concepto de ‘identi-dad’ como un obstáculo heurístico y recurren por ello a un vocabulario analíticoque diferencia entre perspectiva externa e interna, así como entre nivel individualy grupal.15

Conviene precisar que las contribuciones reunidas en este volumen no aplicanel concepto de identidad como un instrumento analítico en sí, sino que toman laactual coyuntura de reclamos y debates identitarios como punto de partida deltrabajo analítico. Los conceptos ‘identidad’, y aún menos ‘identidad nacional’ noexplican nada por sí mismos, sino que requieren de diferenciación y problemati-zación para poder generar un valor de conocimiento añadido.

Brubaker y Cooper aciertan al recordar que la proliferación de los argumentosidentitarios en la práctica social no tendría por qué implicar su uso acrítico comocategoría analítica, pero aun así está claro que la polisemia del término no impidesu vitalidad en discursos y prácticas.16Justamente la caracterización de la identi-dad como ‘oxímoron sugestivo’ que los autores perciben como ‘trampa verbal’17puede dar indicios para una primera aproximación. Las contradicciones y ambi-güedades del término identidad dificultan tal vez el trabajo analítico; sin embargo,testimonian una gran productividad que ha de ser puesta en valor.18

No se trata por tanto de esencializar ‘identidades colectivas’ mediante nuevosrelatos teleológicos, como temen Brubaker y Cooper, sino más bien de elucidarlas condiciones históricas de su éxito. Es crucial indagar sobre la interdependenciaentre la producción de saber y la consolidación de los estados nacionales parapoder cuestionar el papel de los científicos en tanto que ‘observadores neutrales’.Desentrañar el proceso de institucionalización de las disciplinas científicas (por

14 Rogers Brubaker/ Frederick Cooper: Beyond “Identity”. En: Theory and Society vol. 29, no. 1 (2000), pp. 1-47; Alejandro Grimson: Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de laidentidad. Buenos Aires 2011; Floya Anthias: Identity and Belonging: conceptualisations andpolitical framings. KLA Working Paper Series No. 8 (2013). Kompetenznetz Lateinamerika -Ethnicity, Citizenship, Belonging. <http://www.kompetenzla.uni-koeln.de/fileadmin/WP_Anthias.pdf>.

15 Brubaker/ Cooper: Identity, pp. 14-21; vid. también la introducción de Tobias Schwarz a la primera sección de este volumen, en la que aborda posibles categorías alternativas.

16 Brubaker/ Cooper: Identity, p. 5.

17 Ibidem, p. 34.

18 Lutz Niethammer/ Axel Dossmann: Kollektive Identität. Heimliche Quellen einer un- heimlichen Konjunktur. Reinbeck 2000.

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16 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance ejemplo, de la Historia) facilita también una posible explicación del éxito y laproliferación de discursos de identidad nacional.

Además, conviene recordar con Craig Calhoun que el carácter polifacético dela ‘identidad’ está ligado a un largo proceso de formación de estados en Europa yAmérica, en el que se interrelacionan epistemología y reclamos políticos. ‘Identi-dad nacional’ refleja la herencia liberal que vincula el concepto del individuo(como titular y portador de derechos inalienables) con la nación en tanto que su-jeto soberano en las relaciones internacionales y formalmente igual a sus homó-logos. En este sentido, la nación prolonga los derechos individuales a nivel inter-nacional, o sea, concretiza los derechos imaginados como universales. ‘Identidadnacional’ se refiere en este caso a una fuente de legitimidad política que tambiénpuede ser invocada por comunidades que todavía carecen de participación a nivelglobal.19

Desde otra perspectiva, la de los Cultural Studies , Stuart Hall aportó en su díala reflexión de que la identidad resultaba en cualquier caso relevante como puntode cruce entre discursos y prácticas, es decir como identificación al menos tem-poral con posiciones subjetivas que las prácticas discursivas han construido.20Laidentidad no constituye una entidad fija, sino un posicionamiento momentáneoque permite actuar; funciona de modo análogo a un autobús sin destino fijo, peroal que es necesario subir para poder desplazarse.21Así entendida, la identidadnacional sería sólo una opción más entre las varias disponibles para cada sujeto,una adscripción que nace del recurso a la historia, el idioma o la cultura, y que seinterrelaciona a su vez con otras categorías de pertenencia como la etnicidad, laclase y la confesión.

La estrecha relación entre política e historia, junto a la naturalización de dife-rentes niveles de pertenencia (particular/colectiva), explica cómo es posible queen un manual decimonónico llegase a definirse a la Historia “como la Biografíade los Estados”.22La historia nacional se proyectaba de esa manera sobre la his-toria individual dotando las características adscritas a la colectividad de una di-mensión ontológica. Por consiguiente, sería oportuno incluir en el análisis los

19 Craig Calhoun: Nationalism matters. En: Don H. Doyle/ Marco Antonio Pamplona (eds.): Nationalism in the new world. Athens, Georgia 2006, pp. 21-25.

20 Stuart Hall: Introduction: Who Needs “Identity”? En: Idem/ Paul du Gay (eds.): Ques- tions of Cultural Identity. Londres 1996, pp. 4-6.

21 Stuart Hall: Fantasy, Identity, Politics. En: Erica Carter/ James Donald/ Judith Squires (eds.): Cultural Remix. Theories of Politics and the Popular. Londres 1995, p. 65.

22 Agustín Pressinger: Lecciones de Historia Nacional. Buenos Aires 1880, p. 6.

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17 efectos del concepto de identidad con su aspiración ontológica,23sin obviar desdeluego el empleo de un vocabulario analítico mucho más matizado.

Por último, cabe abordar la frecuente crítica hacia el constructivismo en el sen-tido de que su insistencia en la hechura de la nación descuida las condicionessociales dadas y no logra explicar las condiciones históricas del éxito de una ma-nifestación específica de identidad nacional.24La argumentación desde las cien-cias sociales complementa en cierto sentido el largo debate historiográfico sobrela relación entre elementos ‘construidos’ y las supuestas bases étnico-culturalesde la nación.25Mientras la historiografía latinoamericana parece confirmar am-pliamente la hipótesis constructivista, últimamente algunos historiadores prefie-ren hablar de una compleja dialéctica entre la innovación y los elementos preexis-tentes26para enfatizar el carácter no-lineal del proceso:

Se puede afirmar que la historia de cada nación concreta es un cementerio de otras nacionesposibles, de otras comunidades imaginarias posibles; que por cada nación finalmente existentehay varias decenas de otras que se perdieron en algún momento en el camino de la historia.27

En las cuatro secciones de este volumen se considera desde diversos puntos devista la cuestión de si se trata en los casos respectivos de elementos identitarioscon raíces en la época colonial o el siglo XIX –“sedimentos culturales y políticos”,según Grimson28– o si bien prevalecen las rupturas, camufladas tal vez por unacontinuidad puramente terminológica. Frente a ese complejo debate, el objetivode las contribuciones es analizar la dinámica de las identidades nacionales en elcontexto de sus respectivas condiciones históricas, al objeto de poder identificary diferenciar coyunturas tanto en su invocación política como en su uso social.Aquí, la ‘nación’ no se esencializa, sino que se entiende como una oferta de iden-tificación abierta a ser complementada mediante el recurso a diferentes marcado-res colectivos: etnicidad, género, confesión o clase, por nombrar solamente losmás comunes. Según la situación histórica y la posible interacción entre variascategorías se desarrollan diferentes mecanismos de inclusión y exclusión.

23 Wolfang Bergem: Nation, Nationalismus und Nationale Identität. En: Samuel Salzborn (ed.): Staat und Nation. Die Theorien der Nationalismusforschung in der Diskussion. Stuttgart2011, pp. 175-176.

24 Grimson: Los límites, p. 162; Bergem: Nation, p. 177.

25 Anthony D. Smith: Theories of Nationalism. Londres 1991.

26 Nicola Miller: Latin America: State-Building and Nationalism. En: John Breuilly (ed.): The Oxford Handbook of the History of Nationalism. Oxford 2013, pp. 378-379.

27 Tomás Pérez Vejo: La construcción de las naciones como problema historiográfico: el caso del mundo hispánico. En: Historia Mexicana vol. 53, no. 2 (2003), p. 298; vid. ahora: JoséÁlvarez Junco: Dioses útiles. Naciones y nacionalismos. Barcelona 2016.

28 Grimson: Los límites, pp. 163-169.

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18 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance C ONTEXTO CIENTÍFICO Y ESTRUCTURA DEL VOLUMEN

La presente obra es el resultado del coloquio internacional “Identidades nacio-nales en América Latina: discursos, saberes, representaciones” que se llevó a caboentre el 27 y 29 de septiembre de 2012 en Colonia con el apoyo de la FundaciónFritz Thyssen ( Fritz Thyssen Stiftung ). El coloquio fue organizado por los inte-grantes del proyecto “Inclusión, exclusión y excepción. Discursos de identidadnacional en Argentina y Chile” financiado por la Deutsche Forschungsgemeins- chaft (Consejo Alemán de Investigaciones Científicas) y radicado en el Institutode Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

El diálogo abierto entre jóvenes científicos e investigadores experimentadosprocedentes tanto de América Latina como de Europa les sirvió a todos ellos paracompartir y someter a discusión sus diferentes análisis históricos, complementa-dos con aproximaciones desde la Antropología, la Sociología y los Cultural Stu- dies . El coloquio se convocó para abordar los indicios presentes de (in)certezaidentitaria nacional y enfrentarlos con una discusión histórica crítica que indagarasobre las siguientes cuestiones: ¿Qué contradicciones y rupturas históricas acom-pañaron a la formación de identidades nacionales en Latinoamérica – un procesohabitualmente presentado como lineal y carente de alternativas? ¿En qué medidalos mecanismos de inclusión y exclusión operaron como principios inmanentesen la concepción de los estados nacionales? ¿Qué papel jugaron los movimientosmigratorios y las expediciones científicas en la conformación de discursos de ex-cepcionalidad nacional? ¿Cómo se constituyeron sujetos tanto nacionales comosubalternos a partir de discursos, representaciones y producciones intelectuales?Esta multiplicación de perspectivas permite distanciarse de las narrativas maes-tras29y abandonar pautas de análisis principalmente centradas en las élites políti-cas y sus ‘verdades’ históricas heredadas. En lugar de ello, se pretende considerarlos cambios sociales y culturales como procesos de negociación, en el curso delos cuales la idea de la nación pudo popularizarse y transformarse hasta la actua-lidad.

Para comprender estos procesos de la formación de identidades nacionales ensus respectivos contextos históricos y regionales, los participantes del coloquio

29 Entendemos ‘narrativa maestra’ como una presentación historiográfica casi exclusiva- mente enfocada en el estado nacional, la cual ha acabado predominando no sólo al interior dela academia, sino también entre un público más amplio; vid. Konrad H. Jarausch/ MartinSabrow: Meistererzählung – Zur Karriere eines Begriffs. En: Idem (eds.): Die historische Meis-tererzählung: Deutungslinien der deutschen Nationalgeschichte nach 1945. Göttingen 2002, p.

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19 subrayaron en todo momento la importancia de analizar los modos concretos desu articulación, que hemos intentado estructurar para este volumen mediante latríada conceptual de ‘discursos’, ‘saberes’ y ‘representaciones’. Si se toma en se-rio la no-esencialidad de la nación, es imprescindible investigar por parte de quié-nes, cuándo, dónde y de qué manera se formó la identidad nacional hasta llegar aadquirir su carácter ‘natural’ actualmente constatable. El concepto de ‘discurso’ha sido muy útil a estos efectos. Entendiéndolo en el sentido que le dio MichelFoucault, abarca todas las articulaciones (incluidas las no-verbales), identificablespor su similitud, mediante las cuales la nación pudo construirse como una verdadhistórica.30Es posible seguir las huellas históricas de estos discursos: se encuen-tran materializados en los libros escolares, en la correspondencia de los contem-poráneos, en compendios y monografías sobre la respectiva historia nacional, enrevistas populares, en libros de cocina y en muchas otras fuentes utilizadas por losautores. Estas fuentes se produjeron en diversos ámbitos y estaban dirigidas a gru-pos bien diferentes. Junto a los discursos académicos, de los cuales se excluía alas clases populares, también hubo otras vías de articulación y circulación de dis-cursos nacionales capaces de hacerlos impregnar el conjunto de la sociedad. Te-niendo en cuenta esta diversidad de canales de difusión, se puede diferenciar entre‘saberes’ populares y científicos, aun reconociendo las múltiples interrelacionesentre ambos que caracterizan la emergencia de la nación como elemento funda-mental de la modernidad. Con la noción de ‘saber’ enfatizamos el carácter pro-ductivo del discurso, que no sólo instaura límites y silencia voces, sino que tam-bién genera conocimientos y ayuda a institucionalizar disciplinas como la Histo-ria. El último integrante de la tríada, las ‘representaciones’, abarca la amplia gamade medios y soportes materiales para la articulación nacional. Aparte de la palabraescrita, los autores de este volumen ponen de relieve la importancia de lo visual,incluyendo la fotografía, la caricatura y el retrato. Entendemos representación enclave constructivista: no refleja simplemente la realidad de una supuesta naciónpreexistente, sino que es un testimonio histórico que muestra cómo se constituyóun imaginario social de la nación, cómo se lo empleó e interpretó.

La estructura del volumen retoma las pautas del coloquio. Comienza con unaintroducción histórica sobre la formación de los estados nacionales y los naciona-lismos en América Latina. Análogamente a las secciones del coloquio, los artícu-los se agrupan a partir de cuatro ejes temáticos: 1. Ciudadanía y políticas de per-tenencia en América Latina; 2. Ciencia y discursos identitarios; 3. Migraciones y

30 Para un tratamiento más extenso de la idea de discurso, vid. Michel Foucault: La arqueo-

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20 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance comunicación cultural; 4. Popularización de las culturas nacionales. A fin de res-petar el carácter dialógico e interdisciplinario del coloquio, cada sección se iniciacon un artículo breve que reflexiona sobre los conceptos comunes a las contribu-ciones que siguen, e interroga a éstas en sentido transdisciplinario, ya sea desdela Sociología, la Antropología o los Cultural Studies . Los estudios de caso que sepresentan a continuación analizan la construcción, la popularización o el cuestio-namiento de identidades nacionales en América Latina a partir de diferentes es-pacios geográficos y marcos temporales. Los ejemplos incluyen desde el inci-piente México de las postrimerías de las guerras de independencia al más candentedebate sobre el mestizaje en la Bolivia del siglo XXI. A partir de la hipótesis deque el proceso de construcción de identidades nacionales se desarrolló según pa-rámetros similares en toda Latinoamérica (y en Europa), se prioriza el desplieguede los cuatro ejes temáticos a partir de ejemplos diferentes respecto a un análisisdetallado de patrones peculiares en ciertas regiones o épocas. También por estarazón, se estima pertinente incluir dos estudios de caso sobre Brasil, los cuales, apesar de la existencia de notables contrastes (en especial el hecho de completarsela independencia y la conformación estatal en clave monárquica, así como la prác-tica ausencia de fenómenos de disgregación regional), aportan elementos muy va-liosos al debate sobre la construcción identitaria.

A modo de entrada en la discusión, Xosé M. Núñez Seixas proporciona un pa-norama transatlántico del estudio de nacionalismo y la construcción nacional enEuropa y en América Latina. Resalta la necesidad de analizar ambos fenómenosen conjunto para evitar reducir el nacionalismo a una ideología conservadora-au-toritaria de principios del siglo XX netamente diferenciable del patriotismo liberaldecimonónico. Partiendo de la noción de Latinoamérica como laboratorio de laconstrucción nacional, Núñez Seixas conceptualiza la historia de los estados na-cionales como parte de una historia global y llama la atención sobre la falta deestudios acerca de la transferencia de conceptos nacionalistas desde el subconti-nente hacia Europa. Después de enumerar varias particularidades latinoamerica-nas, concluye preguntándose qué pueden aprender los investigadores del nacio-nalismo de la experiencia del subcontinente. Destaca como principal enseñanza elhecho de que estados estructuralmente débiles (según el criterio modernizador)puedan llegar a crear identidades nacionales fuertes. Por consiguiente, resulta im-prescindible evitar la confusión entre el funcionamiento estatal a nivel político yadministrativo y el éxito social y cultural del proyecto identitario.

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21 1. C IUDADANÍA Y POLÍTICAS DE PERTENENCIA EN A MÉRICA L ATINA

Las categorías de ciudadanía y de pertenencia manifiestan una compleja inter-relación, con implicaciones muy relevantes para los procesos de construcciónidentitaria. En su introducción a la sección, Tobias Schwarz aclara que el acceso(igualitario) a derechos implícito en la idea de ciudadanía también conlleva laimpresión de formar parte de una comunidad (pertenencia). En lo tocante a lascríticas al concepto ‘identidad’ a resultas de su empleo inflacionario, Schwarzpropone diferenciar entre el nivel colectivo (“narrativas nacionales”) y el nivelindividual (“identificaciones”). Dado que la fundamentación de las pertenenciasnacionales no permite ser reducida a la clásica dicotomía entre un modelo cívicoy un modelo étnico de ciudadanía, Schwarz sugiere investigar los procesos deetnización y desetnización y su plasmación (jurídico-formal y simbólica) en lasregulaciones de la pertenencia política.

En el primer artículo de la sección, David Grewe estudia los reclamos jurídico-políticos de tres comunidades indígenas durante la convulsa década que sigue alinicio de la independencia mexicana (1820-1830). Grewe describe su complejoentramado de viejas y nuevas identidades demostrando que el reclamo de ciuda-danía, es decir de derechos representativos en el sentido constitucional, se reali-zaba mediante el recurso a categorías premodernas de pertenencia corporativa (elvecino/el común de indios), a las que se seguía considerando una fuente de legi-timidad. Los ejemplos estudiados son de gran interés porque ponen de manifiestoque no se trató tanto de una mera sucesión cronológica de sistemas –una identifi-cación que reemplazaría a la otra–, sino que las identidades nacionales podían re-significarse en el marco de las viejas pertenencias mediante disputas y negocia-ciones entre los diversos actores implicados.

Florian Petersen nos presenta un segundo ejemplo de políticas de pertenenciaa través del estudio de las festividades estatales en Guatemala después de la Re-volución Liberal en 1871. Examina el proyecto liberal secular y su reformulaciónidentitaria mediante las batallas simbólicas entre Estado e Iglesia por la ocupacióndel espacio urbano. El catolicismo fue sucesivamente restringido y excluido delespacio público festivo para ser reinsertado luego en el marco de una simbologíapatriótica que se había ido cargando de valor religioso. Petersen estudia esa com-penetración mutua de lo cívico y lo sacro no sólo a nivel visual, sino también ensu dimensión acústica.

Albert Manke analiza la transformación de las relaciones entre ciudadanía eidentidad nacional tras el triunfo de la Revolución Cubana (1959). Identifica una

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22 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance primera fase de carácter progresista-reformista con un modelo de ciudadano re-publicano cuyo patriotismo se definía por la lucha contra el dictador derrocado.Explica la transición hacia la identificación de la ciudadanía con la revolución yel socialismo a raíz de la presión anticomunista desplegada por los EE.UU. frentea la Reforma Agraria, y en paralelo a la estrategia de polarización de Fidel Castroal objeto de cerrar filas tras el proyecto revolucionario. Aparte de esos factoresmomentáneos, Manke enfatiza el anclaje histórico de la nueva identidad en el na-cionalismo independentista decimonónico personificado por el héroe nacionalJosé Martí. 2. C IENCIA Y DISCURSOS IDENTITARIOS

El proceso de construcción de identidades está estrechamente vinculado a laconformación de las disciplinas científicas. En su prólogo, Irina Podgorny refle-xiona acerca de las condiciones de existencia de la historiografía y sobre los efec-tos derivados de sus propias limitaciones para representar la realidad. En este con-texto advierte que la obsesión archivística propia de la historiografía a partir delsiglo XIX acarrea el riesgo de sobrestimar la importancia de la verborragia iden-titaria y descuidar el análisis de su soporte material, económico y visual.

En el primer artículo de la sección, Katharina Motzkau se dedica a buscar ellugar de los pueblos indígenas en las historias nacionales chilena y argentina com-parando dos libros de texto de historia (enseñanza secundaria) publicados a prin-cipios del siglo XX. A partir del diagnóstico de una gran ambivalencia discursiva(inclusión-exclusión) propone analizar las obras didascálicas recurriendo al con-cepto de ‘constitución moderna’ (Bruno Latour), que permite entrelazar y separardiscursivamente nación y población indígena. Motzkau identifica estrategias tex-tuales similares, sin embargo los dos libros de texto crean diferentes discursos deexcepcionalidad mediante el (des-)vínculo con el pasado indígena.

Ignacio Telesca elabora una genealogía crítica del nacionalismo autoritario pa-raguayo a partir de un detallado repaso del período de entreguerras (1870-1932).Telesca analiza el vínculo entre los discursos historiográficos que tendían a reha-bilitar a los dictadores decimonónicos, la formación de una identidad étnica ba-sada en la idea de una ‘nación mestiza, blanca sui generis’ y el marcador lingüís-tico del guaraní que permitía enaltecer al pueblo como excepcionalmente ague-rrido y trabajador. Esos tres componentes identitarios –la llamada ‘naturaleza pa-raguaya’– dotan al modelo de estado autoritario de una justificación aceptadahasta la actualidad.

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A continuación, Antonio Sáez-Arance resalta la importancia de los contenidoshistóricos en otra narrativa maestra: el discurso de la chilenidad (como ejemploexcepcional de estabilidad y orden). Por un lado, reconstruye la formación de una‘historia nacional’ de corte conservador a partir de instituciones y científicos cla-ves en el siglo XIX; por otro, recuerda la existencia de disidencias y cuestiona-mientos del discurso hegemónico. Al hilo de debates histórico-políticos actuales,como el del ‘problema mapuche’, Sáez-Arance cuestiona las tendencias apologé-ticas de una historiografía nacional que retro-proyecta sistemáticamente sobre elpasado conflictos modernos y contribuye de esa manera a restarles potencial crí-tico a discusiones auténticamente nucleares acerca de la estructura social y polí-tica del país. 3. M IGRACIONES Y COMUNICACIÓN CULTURAL

La tercera sección del volumen, que se abre con una introducción histórica acargo de Silke Hensel, coloca bajo la lupa los procesos migratorios y la circula-ción tanto de personas como de ideas. La cuestión principal que se plantea es suincidencia en los procesos de construcción identitaria a diferentes escalas.

Carlos Sanhueza propone considerar la identidad nacional no tanto como per-tenencia, sino como argumento estratégico y criterio de legitimidad. Estudia lapolémica desatada en el Chile de finales del siglo XIX con motivo de la importa-ción masiva de docentes alemanes para el sistema educativo nacional. Utilizandola metáfora del “embrujamiento alemán” para criticar este fenómeno, algunos in-telectuales chilenos movilizaban tanto estereotipos generales como argumentospedagógicos propiamente dichos frente al supuesto peligro de la influencia forá-nea. Al rechazar la investigación científica de lenguas indígenas (mapudungún),los intelectuales chilenos evocaban el tópico de la ‘nación amenazada’ para de-fender su propio monopolio de la definición del carácter nacional.

En el siguiente artículo, Débora Bendocchi Alves estudia un caso de conforma-ción de una identidad trans-nacional. Al abordar el caso de la inmigración alemanahacia las provincias del sur de Brasil durante la segunda mitad del siglo XIX y laresultante cristalización de una identidad teuto-brasileña, Bendocchi Alves de-muestra que ese complejo proceso sólo se puede explicar teniendo en cuenta lainterrelación de varios factores: el proyecto imperial de inmigración, la difusiónde los conceptos propagados por intelectuales alemanes y el accionar concreto delos colonos. Además, ilumina aspectos centrales de los procesos de construcción

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24 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance identitaria: la ‘cultura teuto-brasileña’ fue producto del sincretismo, es decir, re-sultó compuesta a partir de elementos de diferentes tradiciones regionales, y nonació en absoluto del aislamiento de los colonos, sino muy al contrario del con-tacto y el conflicto con las autoridades y la sociedad de acogida.

Desde la perspectiva de las ciencias sociales, Carmen Ibáñez reflexiona en suartículo acerca del impacto de las migraciones internas sobre la construcción iden-titaria en la Bolivia contemporánea. Ibáñez contrasta el acalorado debate sobre lanoción de mestizaje (alabada como vía de integración social, pero rechazada almismo tiempo en tanto que categoría eurocéntrica que coadyuva a la invisibiliza-ción de la presencia indígena) con la práctica social de los migrantes. En el con-texto de los muy diversos conflictos regionales, políticos y étnicos característicosde la compleja sociedad boliviana, Ibáñez argumenta que la presencia de migran-tes de procedencia rural, que trasplantan e incluso desarrollan sus formas de or-ganización comunitaria en el ámbito urbano, contribuye a atenuar la virulencia deproyectos secesionistas previamente existentes. 4. L A POPULARIZACIÓN DE LAS CULTURAS NACIONALES

La última sección, que se abre con un comentario de Jens Jäger, retoma lastemáticas hasta aquí presentadas desde el ángulo de la difusión y popularizaciónde los discursos identitarios. La dimensión cotidiana de los productos y prácticasculturales resulta de enorme relevancia, porque permite calibrar el potencial, lavelocidad y los límites de la identificación colectiva con el imaginario nacional.

Vanessa Höse presenta en este contexto cómo el nuevo formato de las revistasilustradas bonaerenses en el periodo 1920-1930 constituyó un dispositivo de po-der que no sólo reflejaba, sino también creaba y popularizaba a partir de textos yfotografías un determinado orden simbólico urbano. A partir de concepto foucaul-tiano de biopolítica, Höse demuestra que los reportajes sobre grupos marginados(los delincuentes que habitaban las orillas de los ríos y los menores abandonados)interrelacionaban discursos excluyentes e integradores: por un lado, marcaban losámbitos subalternos como límites internos y amenazas a la nación; por otro lado,reclamaban la inclusión de los grupos subalternos y su conversión en futuros ciu-dadanos productivos.

Maximiliano Salinas sondea otra modalidad de negociación publicística acercade la delimitación interna de la nación. Su artículo expone en qué medida la re-presentación cómica del prototípico “roto chileno” –encarnado por Juan Verdejo–

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25 en la revista Topaze entre 1931 y 1970 puede considerarse como un contra-mo-delo al dominante proyecto identitario del conservadurismo chileno, que excluíaa todo elemento proletario. En este sentido, Salinas muestra cómo el humor grá-fico no sólo servía para ridiculizar las convicciones conservadoras (autoritarismo,dependencia política-económica de EE.UU.), sino que también fue capaz de con-tribuir al establecimiento de un discurso identitario alternativo de trazos dionisía-cos.

La última contribución del volumen, a cargo de Tim Wätzold, se aplica en mos-trar el lado sensorial de los discursos identitarios. Wätzold estudia el proceso deconstrucción de ‘sabores nacionales’ a partir de los libros de cocina publicadosdurante el Imperio de Brasil. Por una parte, el artículo nos recuerda el carácterperformativo de títulos como el de Cozinheiro Imperial : se trataba de una suertede proclamación, que apuntaba a juntar un mosaico de diversas recetas bajo undenominador común. Por otra, Wätzold se refiere a la base material del fenómenogastronómico, en forma de las tradiciones alimentarias regionales considerable-mente distintas a las recogidas en las colecciones publicadas, una tensión que noimpidió sin embargo la identificación y la incorporación posterior de alimentosautóctonos.

Las cuatro secciones se entienden como invitación a leer los diferentes análisisen función del eje temático respectivo, al objeto de compararlos, contrastarlos oparalelizarlos. Dentro de las diferentes lecturas posibles cabe enumerar algunosresultados a modo de provisional conclusión. En las sucesivas mesas del coloquiose discutió la cuestión de qué rupturas acompañaron a la formación de identidadesnacionales en América Latina. Se invitó también a reflexionar sobre el grado decontinuidad implícita en la construcción identitaria. A la vista de los trabajos aquíreunidos, es lícito mantener el diagnóstico ya mencionado, según el cual habríaexistido una dialéctica de continuidad y cambio. Adicionalmente, es útil distinguirentre el nivel de discursivo retrospectivo y la perspectiva de los actores en el mo-mento de la negociación. Las investigaciones de Ignacio Telesca y Antonio Sáez-Arance demuestran que la impresión de continuidad es en buena parte efecto dediscursos historiográficos labrados o reforzados por diferentes actores estatales.En los casos de Paraguay y Chile esos discursos cumplen la función de invisibili-zar o relativizar cesuras significativas como la Guerra de la Triple Alianza, a finde anclar la nación en la ficción de un glorioso pasado sin fisuras. El ejemplo deChile enfatiza además la función inmovilizadora de tales discursos de continui-dad, al retrotraer a un lejanísimo (y por ello inalcanzable) pasado conflictos so-ciales y disfunciones políticas de origen mucho más reciente, e intentar con ello

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26 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance restarles legitimidad a reclamos actuales perfectamente justificados. Al repasarlos análisis de diferentes procesos de negociación y reivindicación de derechos enmomentos de (re)construcción identitaria, nos podemos percatar de una segundafunción de la continuidad. El trabajo de Albert Manke sugiere que el proyectorevolucionario cubano –sin ninguna duda una ruptura histórica significativa– seapoyó en la idea de continuar y culminar una tarea histórica iniciada por la figurahistórica de José Martí. En la misma dirección apunta el análisis de David Grewe,que muestra cómo representantes indígenas reclamaron sus nuevos derechos re-publicanos a partir de la reafirmación de sus identidades corporativas. En estoscasos la proclamación de continuidad también cumple una función movilizadora:opera como fuente de legitimidad y facilita de ese modo la identificación con unnuevo proyecto político (nacional). Aparte del aspecto estratégico, que rige en laselección de elementos históricos a preservar o enfatizar por parte de los actores,así como de la atracción inmanente de ciertos símbolos o personajes, la coyunturahistórica también juega un papel considerable. Como explica Florian Petersen, elreacercamiento entre Estado e Iglesia en Guatemala se verificó en el contexto delas celebraciones del cuarto centenario del ‘Descubrimiento’ (1892). La situacióncontemporánea, documentada para todo el subcontinente, de revalorización de la‘Hispanidad’ posiblemente facilitó reinterpretar la relación entre lo sacro y lo cí-vico de un modo aceptable para los dos actores en disputa.

Respecto a la eficacia de los mecanismos de inclusión y exclusión inmanentesal concepto de estado nacional, es importante subrayar el papel central que juegala categoría de etnicidad dentro del proceso de construcción identitaria.31En lamayoría de los casos presentados, la delimitación identitaria se produce al interiorde los nuevos estados nacionales.32La etnicidad, es decir la demarcación de gru-pos a partir de diferencias culturales, interacciona con el marcador de clase paranegociar nuevas jerarquías al interior de la nación. A nivel discursivo, y partiendo

31 Vid. en general: University of Cologne Forum “Ethnicity as a political resource” (ed.): Ethnicity as a Political Resource: Conceptualizations across Disciplines, Regions, and Periods.Bielefeld 2015.

32 En los trabajos reunidos en este volumen se constata cómo es precisamente en los estados de tamaño más reducido donde éstos se construyen sobre todo frente a un ‘otro externo’. En elcaso de Paraguay, es la Argentina republicana y liberal, el vecino triunfador en la Guerra de laTriple Alianza, en oposición al que se puede perfilar un modelo de estado decididamente auto-ritario (Ignacio Telesca). El segundo ejemplo, especialmente claro, es el de la Cuba revolucio-naria, cuyo proyecto identitario resultó indudablemente condicionado por la imagen de losEE.UU. como superpotencia capitalista avasalladora de los legítimos intereses nacionales cu-

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27 del criterio de la civilización, se generan diversas categorías de subalternos (indí-genas, criminales, pobres, marginados, menores) marcados como los ‘otros inter-nos’ de la nación. El cruce entre etnicidad y clase genera un lado inclusivo quepresupone la convertibilidad de los individuos subalternos en ciudadanos produc-tivos, tal y como expone Vanessa Höse para el caso de los niños callejeros enBuenos Aires. La coexistencia e imbricación de mecanismos de inclusión y ex-clusión es por ello un elemento constitutivo de los discursos de identidad nacional(Katharina Motzkau). Ello sería una posible explicación para la paradoja expuestapor Xosé M. Núñez Seixas: la coexistencia de una modernización deficiente conidentidades nacionales relativamente estables. La peculiar estructura de los dis-cursos de identidad nacional permitió la integración de una población heterogéneaal precio de ocupar el escalón social más bajo. Volviendo al plano de los actores,la etnicidad, en su dimensión colonial de fundamento de derechos corporativos,se reveló como un recurso central a la hora de reclamar participación política (Da-vid Grewe) y sigue estando presente en los debates del siglo XXI, al menoscuando se trata de jugar la carta esencialista en debates identitarios, como ilustraCarmen Ibáñez en cuanto al caso boliviano.

La actual coyuntura de los debates sobre identidad nacional –y así lo demues-tran los estudios sobre América Latina aquí reunidos– no es casual. Dependiendodel contexto respectivo, la identidad nacional se prestó a los intereses de los acto-res y grupos en tanto que recurso político, como instrumento de poder y comomecanismo de integración y de exclusión. Se confirmó como ámbito preferentepara negociar, reivindicar o negar derechos de participación y pertenencia simbó-lica. Los autores de este volumen intentan descifrar las claves de la construcción,deconstrucción y reconstitución de las identidades nacionales en América Latina,desmenuzando los discursos, saberes y representaciones que forman la herenciade nacionalismos transformados pero absolutamente vigentes de la actualidad.

Queremos expresar nuestra profunda gratitud a todos los participantes en elcoloquio y a los autores de este volumen por su paciente trabajo de exposición,redacción y corrección de sus trabajos. El agradabilísimo ambiente que rodeó elcoloquio de Colonia se debe al generoso auspicio de la Fritz Thyssen Stiftung , lacual apoyó, además, en la persona de Lene Schwerdtfeger, el desarrollo prácticode las sesiones. El Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universi-dad de Colonia, y en especial su directora, Barbara Potthast, facilitaron la realiza-ción del proyecto en sus diversas fases. También la Red de Investigación sobreAmérica Latina con sus gerentes académicas Sarah Albiez-Wieck y Bea Wittger

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28 Katharina Motzkau, Vanessa Höse, y Antonio Sáez-Arance nos brindó valioso apoyo. Estamos muy agradecidos a Laura Theissen por su efi-caz acompañamiento en las tareas de organización. Esta introducción se beneficióde las sugerencias críticas de Teresa Huhle, mientras que Roberto Fernandes deCarvalho, Omar Cornejo Caldera, Milagros Pacco y Carmen Ibáñez nos prestaronuna gran ayuda a la hora de revisar y corregir el manuscrito. Finalmente, estapublicación se concretó gracias al generoso apoyo de diferentes organismos de laUniversidad de Colonia: expresamos nuestro más sincero agradecimiento al Pro-rectorado de Asuntos Internacionales, al Global South Studies Center y al UoC Forum Ethnicity as a Political Resource por la financiación. Agradecemos porúltimo a Stefan Rinke su amable disposición a acoger el volumen en la serie “His-toramericana” que él codirige.

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X OSÉ M. N ÚÑEZ S EIXAS

NACIONALISMO Y CONSTRUCCIÓN NACIONAL EN AMÉRICA LATINA: ALGUNAS REFLEXIONES COMPARATIVAS

Tanto el estudio de la nación y el nacionalismo en la época contemporánea,como los procesos de construcción estatal en América Latina, son tradiciones his-toriográficas asentadas, que a menudo, sin embargo, han discurrido de forma pa-ralela y no han establecido un diálogo fructífero. No es nuestro propósito abordaren esta sede una comparación sistemática del tratamiento historiográfico de lasidentidades nacionales y de los nacionalismos en Europa y América Latina en lossiglos XIX y XX. Nos limitaremos, por el contrario, a esbozar algunas líneas deinterpretación y debate, que se deben entender como sugerencias para futuras in-vestigaciones. Y que, generalizables a toda Europa y América Latina, sólo puedenabordar una panorámica global, que tampoco pretende rendir cuentas de cada unade las peculiaridades en ambos espacios geográficos.

I.

Hasta fechas relativamente recientes, la evolución de los nacionalismos y delos procesos de construcción nacional en América Latina constituía para el gruesode la investigación comparativa y de las aproximaciones teóricas al nacionalismoun terreno casi ignoto, a menudo aludido de forma esquiva en las síntesis genera-les o simplemente ignorado.1A diferencia del proceso de construcción nacionalen los Estados Unidos de América, o más tarde, de la evolución del nacionalismo

Este texto se basa en la conferencia inaugural del coloquio “Identidades nacionales enAmérica Latina: discursos, saberes, representaciones” Colonia, Universität zu Köln, 27 de sep-tiembre de 2012. El autor agradece los comentarios críticos de Felipe Gracia, Fernando Devotoy Tomás Pérez Vejo.

1 Para un primer ensayo de síntesis bibliográfica sobre la cuestión vid. Nicola Miller: The Historiography of Nationalism and National Identity in Latin America. En: Nations and Natio-

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30 Xosé M. Núñez Seixas en Quebec durante el siglo XX, el mapa mental de los investigadores del nacio-nalismo se reducía a Europa y, como mucho, a la América anglófona; y aun dentrode ella era poco frecuente superar el marco del propio Estado nacional, de la pro-pia nación o del área geográfica de referencia (Europa centro-oriental, Europaoccidental, Islas Británicas, Europa nórdica, Balcanes, Cáucaso…).

Aunque se reconocía en algunos casos la necesidad de profundizar en el cono-cimiento de estos y otros fenómenos, el nacionalismo en América Latina apenasaparecía como una nota marginal en las síntesis sobre los nacionalismos y la his-toria de la nación en el mundo. En parte, porque la preocupación científica por elnacionalismo como objeto de estudio de las ciencias sociales nació en los EE.UU.,Gran Bretaña y Europa central en el período de entreguerras, y sus primeros teó-ricos estaban mucho más interesados en conocer los orígenes de los nuevos Esta-dos sucesores del imperio austrohúngaro o zarista, que en áreas del mundo cuyosidiomas, además, resultaban exóticos.2Desde los años setenta, los ‘nuevos’ na-cionalismos anticoloniales ganaron un espacio cada vez mayor en la investigacióncomparativa; mas, aun en este caso, los movimientos nacionalistas desarrolladosen las periferias imperiales británica, francesa, portuguesa u holandesa a partir de1945 constituyeron un objeto preferente de atención, así como los procesos deconstrucción nacional a partir de los nuevos estados surgidos en África y Asia trasla descolonización. Una línea paralela fue el interés creciente por los movimientosnacionalistas desarrollados en los territorios ultramarinos de los imperios euro-peos desde finales del siglo XIX (como en la India, Indonesia o los países árabes),así como los nacionalismos ‘blancos’ o de colonos, a menudo denominados ‘im-periales’, de esa misma periferia, desde el nacionalismo bóer hasta el neozelan-dés.3

Sin embargo, América Latina todavía quedaba en buena parte fuera del campode interés. Sus movimientos anticoloniales del primer tercio del siglo XIX, y laconstitución de nuevos estados nacionales, habían sido procesos demasiado pre-

2 Todavía a fines del siglo XX, un conocido investigador de los nacionalismos centroeuro- peos nos manifestó su perplejidad por tener que asistir a un tribunal de tesis de licenciaturasobre el “nacionalismo uruguayo”. Y se preguntaba qué elementos de identidad nacional podíantener los habitantes de la Banda Oriental del Río de la Plata. Le tuvimos que contestar que erannumerosos: el mate, el mito charrúa, la memoria de Artigas, ser un país avanzado en derechoshumanos y en libertades democráticas, y, last but not least , dos campeonatos mundiales defútbol...

3 John Eddy/ Deryck Schreuder: The Rise of Colonial Nationalism: Australia, New Zea- land, Canada and South Africa First Assert their Nationalities, 1880-1914. Sydney 1988.

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31 coces; no parecían existir fenómenos de codificación de idiomas y despertar ro-mántico de literaturas en idiomas vernáculos, de construcción de historias nacio-nales con base en un futuro lejano o una Edad de Oro idealizada; todos (o casitodos) hablaban la misma lengua, o al menos compartían un idioma cuya varianteculta y escrita era prácticamente idéntica. En los años de efervescencia del nacio-nalismo anticolonial, los estados latinoamericanos permanecían estables, pues yase habían emancipado siglo y medio antes.4Tampoco experimentaban, al menosen apariencia, grandes tensiones etnoterritoriales internas. Cuando se manifesta-ban conflictos étnicos en su seno, como en los EE.UU. del movimiento antisegre-gación racial de los sesenta, aquéllos se ceñían a la demanda de plena incorpora-ción de todas las minorías de color, y en especial de los nativos americanos opoblaciones originarias, a la nación, empezando por su disfrute de los derechosinherentes a la ciudadanía, mediante movimientos que buscaban no la instaura-ción de derechos colectivos territorializados, sino la plena participación y disfrutede las ventajas y derechos ciudadanos. Hasta el siglo XXI, los conflictos étnicosen América Latina no parecían revestir una dimensión territorial, ni siquiera (sal-vando algunas excepciones, tanto en México como en Brasil y otros países) segúnel modelo norteamericano o canadiense de reivindicación de derechos especialespara poblaciones originarias que residían en reservas o territorios específicos.

Si el nacionalismo era un fenómeno global, Latinoamérica no parecía haberloexperimentado, o cuando menos no parecía haber desempeñado un papel rele-vante en su difusión o adopción. Pocos eran los que en la década de 1980 procla-maban la necesidad de estudiar los nacionalismos latinoamericanos partiendo depresupuestos teóricos y de herramientas metodológicas semejantes a las utilizadaspara abordar la cuestión en Europa.5Pero fue a partir de la irrupción del paradigmaconstructivista en la investigación sobre los nacionalismos desde mediados de losochenta que América Latina empezó a ser vista como un área de posible interéspara la investigación histórica transnacional sobre el nacionalismo y las identida-des nacionales. En particular, desde la publicación de las influyentes obras deRanger y Hobsbawm La invención de la tradición (1983) y de Benedict Anderson Comunidades imaginadas (1983) y la cierta atención que este último autor, espe-cialista en Asia suroriental, concedía al llamado “nacionalismo criollo” y a losprocesos de construcción de la nación desde el Estado mediante la invención de

4 Algunas excepciones fueron por ejemplo: Gerhard Masur: Nationalism in Latin America. Nueva York/ Londres 1966; o Víctor Alba: Nationalists without Nations: The Oligarchy vs. thePeople in Latin America. Nueva York 1968.

5 Hans-Jürgen Puhle: Nationalismus in Lateinamerika. En: Heinrich-August Winkler (ed.):

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32 Xosé M. Núñez Seixas una geografía, una frontera, una imagen visual y una narrativa sobre el pasado,por parte de élites de origen europeo o metropolitano que se apropiaban de formaselectiva de mitos, tradiciones y materiales culturales originarios de los otrora co-lonizados. Un interés que ya se había manifestado en el papel de Latinoamérica ylos procesos de emancipación dentro de las revoluciones atlánticas. Más tarde, lamirada se amplió al papel de las élites y los estados sucesores de los imperiosibéricos en la elaboración de imaginarios nacionales específicos, cuyas fronterasy ámbitos de aplicación habían sido a menudo trazados, como había ocurrido conlos estados postcoloniales de África y Asia en el siglo XX, de forma caprichosa,no tanto por el colonizador como por las élites criollas, o los intereses de potenciascoloniales o regionales, fuesen éstos los Estados Unidos, Brasil o Gran Bretaña.6Del mismo modo que en la Europa balcánica, por ejemplo, también en Latinoa-mérica las fronteras habían surgido por azar, como resultado de los avatares de lapolítica internacional. ¿Cómo explicar, si no, el origen de Uruguay? ¿Cómo en-tender el proceso de constitución de Panamá como república independiente?

A partir de entonces ha crecido considerablemente el número de trabajos quese han centrado, sobre todo, en la categoría de la invención de la tradición: Lati-noamérica pasó, implícitamente, a ser vista como un laboratorio, en el que el pa-radigma constructivista de la nación como ‘invención’ hallaba una temprana ex-presión. No obstante, incluso en la historiografía internacional acerca de los na-cionalismos ‘criollos’, anticoloniales o postcoloniales, los nacionalismos latinoa-mericanos siguen ocupando un lugar más bien secundario, al igual que la atencióndispensada a América Latina en algunas de las mejores muestras de historia globaldel siglo XIX.7La bibliografía sobre la construcción de la nación y los naciona-lismos latinoamericanos también estuvo muy marcada por dos factores condicio-nantes: el influjo intelectual de las teorías de la dependencia a la hora de analizarla historia y el presente de América Latina, por un lado, y el interés predominantepor la irrupción de movimientos insurgentes y guerrilleros desde la década de1960 y 1970, por el otro. Aunque esos movimientos aunaban componentes dereforma o utopía social, indigenismo (en algunos casos) y una reinterpretación dellegado de los “padres fundadores” de la nación, el componente específicamente

6 David Brading: The Origins of Mexican Nationalism. Cambridge 1985; Nicolas Shum- way: The invention of Argentina. Berkeley 1991.

7 Jürgen Osterhammel: Die Verwandlung der Welt. Eine Geschichte des 19. Jahrhunderts. Múnich 2009.

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33 nacionalista de su discurso, simbología y praxis permaneció oculto para buenaparte de los investigadores.8

Esto era así, en parte, porque seguía pesando una acepción tradicional del tér-mino nacionalismo en América Latina, que era muy semejante a la imperante enAlemania, Portugal o Francia hasta fechas recientes. Según esa acepción, el na-cionalismo como ideología y movimiento social se identificaba de manera auto-mática con pensamiento conservador-autoritario, y era visto como un precedenteo un fenómeno paralelo de la irrupción de formas de fascismo autóctono, cuyoproducto final más característico serían las sangrientas dictaduras militares y au-toritarias del siglo XX en el Cono Sur. La construcción de la nación por parte delas élites criollas en el siglo XIX era contemplada, por el contrario, como un pro-ceso de articulación del Estado y la administración, de afirmación de principiospositivistas y de avance hacia el imperio de la ley y la consolidación de las liber-tades republicanas (aunque no siempre fuese bajo esta forma de gobierno).9Deeste modo, Mitre o Sarmiento serían patriotas liberales argentinos, pero no nacio-nalistas. El nacionalismo argentino propiamente dicho sería el de Leopoldo Lu-gones, la Liga Patriótica Argentina, el general Uriburu y sus sucesores; el nacio-nalismo brasileño, el teorizado por el integralista Plínio Salgado.10Desde esaperspectiva, la identidad nacional sería un fenómeno claramente diferenciado delnacionalismo, que carecía de la carga normativa negativa del segundo. Es ésta unainterpretación que, en nuestra opinión, continúa lastrando en buena medida laaproximación crítica al nacionalismo y la construcción de la nación en la Latinoa-mérica contemporánea, al no utilizar categorías analíticas equiparables a las utili-zadas en buena parte de los estudios sobre el nacionalismo.

Aun así, el hecho de que gran parte de Latinoamérica se haya caracterizado porla permanente inestabilidad sociopolítica, así como por la continuidad de estruc-turas sociales y políticas oligárquicas teñidas de caudillismo y clientelismo, y que

8 Fue el caso, por ejemplo, de los tupamaros uruguayos, quienes elaboraron una teoría emancipadora a partir de la apropiación y reinterpretación del pensamiento y figura del prócerde la independencia uruguaya José Artigas. Vid. Eduardo Rey Tristán: La izquierda revolucio-naria uruguaya, 1955-1973. Sevilla 2005.

9 Vid. por ejemplo Pilar González-Bernaldo: Civilité et politique aux origines de la nation argentine. Les sociabilités à Buenos Aires 1829-1862. París 1999.

10 Fernando J. Devoto: Historia de la inmigración en la Argentina. Buenos Aires 2003; Idem: Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia.Buenos Aires 2002; Leandro Pereira Gonçalves: Entre Brasil e Portugal: Trajetória epensamento de Plínio Salgado e a influência do conservadorismo português. Tesis doctoral,

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34 Xosé M. Núñez Seixas a ojos europeos la mayoría de los estados latinoamericanos aparezcan como ejem-plos de fracaso modernizador y clientelismo, ha contribuido quizás a la falta deinterés por el proceso de articulación de estados nacionales que, pese a sus insu-ficiencias, alcanzaron un notable nivel de éxito en el siglo XX a la hora de nacio-nalizar a sus habitantes, convirtiéndolos en ciudadanos imbuidos de una concien-cia de pertenecer a una entidad trascendente y joven llamada nación.

II.

Una mirada atenta y sin prejuicios a la historia latinoamericana de los siglosXIX y XX permite constatar que Latinoamérica constituyó un precoz campo depruebas de los ensayos de construcción del Estado nacional a partir de la diversi-dad etnolingüística, social y (en muchos casos) racial. Un laboratorio en el que,además, los constructores de nación (elites estatales) fueron a menudo más aven-tajados y obtuvieron resultados más exitosos que los que obtuvieron los nation- builders europeos en quienes explícita o implícitamente se inspiraban. Empe-zando por el propio empleo y consolidación del nuevo término nación en el len-guaje político del liberalismo criollo, en el tránsito de la monarquía católica a lasnuevas “repúblicas virtuosas”.11Pero América Latina también se erigió en un la-boratorio de la eficacia de las políticas de construcción de la nación a través de laagencia institucional del Estado, a través del servicio militar obligatorio, el sis-tema educativo, las políticas públicas de la memoria y la codificación y difusiónde una narrativa histórica propia. Los ritos decimonónicos de sacralización de lanación y educación de la infancia en los símbolos y mitos de la identidad nacionalse adoptaron en América Latina con ahínco e intensidad, dentro de un modelo queconsideraba crucial el papel de la escuela para forjar ciudadanos y consolidar lasnuevas identidades nacionales.12

Pocos Estados-nación han sido capaces de avanzar en la homogeneización lin-güística de sus poblaciones como los estados latinoamericanos en los siglos XIXy XX. A diferencia de otros territorios coloniales, no se desarrollaron apenas enel mundo hispánico o lusófono hablas criollas, más propias de las Antillas britá-nicas, francesas u holandesas –el papiamento de Aruba, por ejemploque de las

11 Anthony Pagden: Identity Formation in Spanish America. En: Nicholas Canny/ Anthony

Pagden (eds.): Colonial Identity in the Atlantic World, 1500-1800. Princeton 1987, pp. 51-94

12 Esos rituales y prácticas pedagógico-patrióticas han pervivido a lo largo del siglo XX y se mantienen, en buena medida, en la actualidad. Ceremoniales sencillos, pero recurrentes,como cantar el himno en las escuelas primarias o izar la bandera, por ejemplo, son moneda

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35 áreas sucesoras de los imperios ibéricos, en parte porque el proceso de asimilaciónlingüística ya estaba notablemente avanzado antes de las independencias graciasal intenso poblamiento de los territorios ultramarinos (excepto Filipinas) con co-lonos ibéricos desde el siglo XVI. Aunque no en todos los países, las poblacionesindígenas se aculturaron de forma masiva en castellano o portugués, sus lenguasnunca fueron consideradas, aun por los indigenismos modernos, como unvehículo de cultura y de uso pleno en la esfera pública, que supusiese una compe-tencia real para las lenguas heredadas de los colonizadores. Incluso en el caso delextendido idioma guaraní en Paraguay, por ejemplo, su papel ha sido sobre todosimbólico, a pesar de su extensión social.

Por otro lado, la asimilación de minorías y poblaciones alófonas llegadas deultramar, en particular desde Europa meridional y oriental, pero también de Asia,además de la población descendiente de los esclavos africanos, en aquellos paíseslatinoamericanos que experimentaron una inmigración masiva desde el segundotercio del siglo XIX también fue un proceso implacable.13Poblaciones que enotros contextos mantuvieron su idioma durante generaciones fueron aculturadasen Latinoamérica en apenas dos generaciones, se tratase de alemanes del Volga eitaloalbaneses en la Argentina, o japoneses en Perú y Brasil. Aunque buena partede los estudios sobre inmigración en estos y otros países ha tendido a acentuar ladiversidad de los aportes migratorios y la persistencia de numerosos rasgos de laidentidad primigenia entre sus descendientes en forma de etnicidad simbólica, locierto es que mucho más relevante desde el punto de vista de la historia de losnacionalismos es comprobar cómo, al igual que en los EE.UU. y Canadá, los in-migrantes se transformaron en nacionales de sus países de destino, fuese si-guiendo el camino de los ingredientes fundidos en un ‘crisol’, fuese integrándosecomo elemento de un ‘plato de ensaladas’, por traducir los dos extremos entre losque osciló la visión de la inmigración en el continente.14En todo caso, el modelodel ‘crisol francés’15parece haber funcionado mucho mejor en Argentina o Brasil,en buena medida, que en la propia Francia, al menos en lo que respecta a los

13 Vid. varias de las contribuciones para Latinoamérica recogidas en: Fernando Del Valle: A Political History of Spanish. The Making of a Language. Cambridge 2013.

14 Fernando J. Devoto/ Hernán Otero: Veinte años después: Una lectura sobre el crisol de razas, el pluralismo cultural y la Historia nacional en la historiografía argentina. En: EstudiosMigratorios Latinoamericanos vol. 50 (2003), pp. 181-227.

15 Gérard Noiriel: Le creuset français: Histoire de l’immigration, XIXe-XXe siècle. París 1988.

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36 Xosé M. Núñez Seixas inmigrantes foráneos, aunque existiesen mayores barreras, paradójicamente, res-pecto a los mestizos del propio interior.16

Las dinámicas de asimilación cultural corrían paralelas a las de invención deun pasado, proceso que siguió en el siglo XIX pautas semejantes a las experimen-tadas en la Europa contemporánea, en la que en buena medida se inspiraban.17Las nuevas narrativas nacionales incidían en la idealización o tipificación de unconjunto de elementos diacríticos como caracteres propios de la nación y su espí-ritu nacional o Volksgeist , a menudo individualizados en arquetipos literarios,como el gaucho en Argentina.18A eso se unía una clásica dicotomía entre euro-peización, por un lado, y mirada nostálgica y selectiva hacia el pasado indígena,por otro. Los fenómenos no eran miméticos, y las influencias externas en nombrede valores universales podían ocupar el lugar de los héroes y los pasados míticos.Mientras nombres de pila como Cuauhtémoc, por ejemplo, se podían imponercomo moda nacionalista mexicana, apelando a raíces aztecas, al igual queAtahualpa en Perú, en Uruguay se difundieron como auténticos ‘nombres nacio-nales’ Nelson o Washington, en honor del adalid de la independencia norteame-ricana y de la libertad de los pueblos.

También en Latinoamérica la guerra se convirtió en un elemento catalizador dela propagación de identidades nacionales, aunque con intensidad desigual segúnlos países. Las guerras fronterizas con los Estados Unidos y la oposición a la ocu-pación francesa de México (1862-1867) desempeñaron un papel crucial en la con-solidación de la identidad nacional mexicana durante el siglo XIX. Algo seme-jante se puede afirmar de las guerras de independencia cubanas, de la guerra delPacífico entre España, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú (1864-1866) o de la Guerrade la Triple Alianza para Paraguay (1864-1870), elemento fundamental de su au-topercepción como sociedad construida gracias al esfuerzo de las mujeres que so-brevivieron al conflicto, tras la pérdida de casi el 90 % de la población masculinadel país,19o de la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Bolivia y Paraguay. Esosconflictos dejaron victorias mutiladas y culturas de guerra, militarización de la16Devoto: Historia de la inmigración.

17 Guillermo Palacios (ed.): La nación y su historia. América Latina, siglo XIX. México, D.F. 2009; Stefan Berger/ Christoph Conrad: The Past as History. National Identity and Histo-rical Consciousness in Modern Europe. Basingstoke 2015.

18 Adolfo Prieto: El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna. Buenos Aires 1988.

19 Barbara Potthast :“Paradies Mohammeds” oder “Land der Frauen”? Zur Rolle der Frau und der Familie in der paraguayischen Gesellschaft im 19. Jahrhundert. Colonia/ Viena/ Wei-mar 1994; Luc Capdevila: Una guerra total. Paraguay, 1864-1870. Ensayo de Historia del

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37 política y asociaciones de excombatientes que influyen en ella, así como reivin-dicaciones persistentes de algunos territorios irredentos, de lo que un ejemplo fueel Chaco Boreal para la Bolivia de la segunda mitad del siglo XX. Igualmente,para la identidad nacional argentina moderna, la reivindicación de la soberaníasobre las islas Malvinas y el recuerdo de la perdida guerra de 1982 contra GranBretaña también constituyen un acicate permanente. Las disputas territoriales sonun vector permanente de movilización, y su recuerdo en permanente (re)afirma-ción de la propia identidad, como recuerdan periódicamente rituales como el car-naval de la localidad chilena de Arica, o los crónicos contenciosos chileno-argen-tinos en la Patagonia y en la frontera venezolano-colombiana, que se reactivanperiódicamente según las conveniencias de cada gobierno en política interior.

Es importante señalar que también los procesos de intercambio cultural entreAmérica Latina y Europa las ideas no circularon únicamente en una dirección. Yeso afectó igualmente a la transferencia de imágenes y modelos acerca de la na-ción como comunidad política y cultural. No sólo se trató de la importación de losprincipios del liberalismo, de la nación como nueva comunidad imaginada y legi-timadora de la comunidad política, por parte de los libertadores criollos desdeEuropa, ni de la asimilación y trasplante de los modelos de construcción nacionalaplicados en Europa (Francia, Alemania o Italia, pero también España o GranBretaña) por parte de élites políticas e intelectuales latinoamericanas a lo largodel siglo XIX. Los nacionalismos y las dinámicas de construcción nacional en laLatinoamérica del siglo XIX y XX también dejaron cierta impronta en los nacio-nalismos europeos, de la que aún sabemos demasiado poco. Un buen ejemplopuede ser el nacionalismo risorgimentale italiano, paradigma de la ecuación entrenación y emancipación republicana: ¿Qué influjo dejó en Giuseppe Garibaldi suparticipación en las revueltas federales de Rio Grande do Sul, la revolución fa- rroupilha con su lema de liberdade, igualdade, humanidade ? ¿En qué medida losrepublicanos españoles expatriados en Argentina desde 1874 aprendieron del paísreceptor estrategias discursivas y simbólicas para fundir república y nación, y parainstaurar una pedagogía patriótica en el sistema educativo, que fueron trasplanta-das a la exmetrópoli?20Son aspectos todavía poco abordados en la historia globaldel republicanismo europeo y americano. Del mismo modo que todavía conoce-mos poco acerca del papel de la circulación transnacional de modelos de naciónentre distintos territorios y estados latinoamericanos: por ejemplo, el papel del

20 Ángel Duarte: La república del emigrante. La cultura política de los republicanos espa- ñoles en la Argentina, 1875-1910. Lleida 1998.

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38 Xosé M. Núñez Seixas régimen de Modernidad Católica de García Moreno en Ecuador como gran refe-rente de la Regeneración Colombiana.21O de los distintos exilios latinoamerica-nos dentro del propio continente.

El impacto que ejercieron los conflictos tardocoloniales de Cuba y Puerto Ricoen la evolución de la cuestión nacional en la España metropolitana desde la Guerrade los Diez Años de 1868-78 es un aspecto más conocido. Esa influencia se ma-nifestó en el curso del debate político acerca de la autonomía insular y sus imbri-caciones con los regionalismos y protonacionalismos periféricos en España: hastacierto punto, los proyectos de autonomía para Cuba y Puerto Rico, y el ejemplode los autonomistas cubanos, ejercieron cierto influjo sobre los fueristas vascos,y los regionalistas catalanes y gallegos, hasta fines del siglo XIX. Y la indepen-dencia de Cuba y Puerto Rico en 1899 fue también un acicate para algunos secto-res de esos movimientos, más efectivo tal vez en el plano de la simbología (la estelada catalanista es una transferencia cubana, y a su vez la bandera cubana loera de los anexionistas a los EE.UU.) que en el del pensamiento político y losmodelos intelectuales. Con todo, un lector atento hallará numerosas referencias alnacionalismo humanista de José Martí en la publicística galleguista o catalanistade fines del XIX y principios del siglo XX. El intercambio de ideas y modelos deorganización territorial no sólo circulaba en ambas direcciones dentro de los im-perios o los antiguos imperios;22también se registraba entre las distintas periferiasde los imperios europeos. Así, los autonomistas se inspiraban en el estatuto de losdominios imperiales británicos, y en particular en Canadá, para su propio modelode autogobierno para la isla de Cuba: fue el caso, por ejemplo, de Antonio Govín.Un modelo que, en parte, también se plasmó en los diseños de autonomía colonial,que influyeron a su vez en algunos planteamientos del catalanismo político o enalgunos modelos de Constitución federal para España, y que se enmarcaban enuna circulación constante de imaginarios e ideas sobre la construcción nacionalentre la metrópoli y sus todavía colonias.23

21 Juan Maiguashca: El proyecto garciano de modernidad católica republicana en Ecuador, 1830-1875. En: Marta Irurozqui Victoriano (ed.): La mirada esquiva. Reflexiones históricassobre la interacción del Estado y la ciudadanía en los Andes (Bolivia, Ecuador y Perú), SigloXIX. Madrid 2005, pp. 233-259.

22 Josep María Fradera: La nación imperial: 1750-1918. Barcelona 2015.

23 Delphine Sappez: Ciudadanía y autonomismo en Cuba en el siglo XIX: El compromiso de Antonio Govín y Torres (1847-1914). Tesis doctoral, Universitat Jaume I, Castellón de laPlana 2013; Xosé M. Núñez Seixas: Nation-Building and Regional Integration: The Case of theSpanish Empire (1700-1914). En: Alexei Miller/ Stefan Berger (eds.): Nationalizing Empires.Budapest/ Nueva York 2015, pp. 195-245.

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39 III.

¿Cuáles son, contempladas desde la perspectiva global de la investigación so-bre los nacionalismos, las peculiaridades de los procesos de construcción nacionalen América Latina?

En primer lugar, Latinoamérica es probablemente el ejemplo más temprano ymejor acabado de una de las modalidades de matrimonio entre Estado y naciónque citaba Ernest Gellner en algunos de sus escritos.24Si en algunos lugares deEuropa la novia (la nación) tuvo que esperar en el altar al novio (el Estado), enLatinoamérica fue justamente al contrario; primero surgieron los Estados, y a par-tir de esos Estados y fronteras, delimitados en parte por antiguas demarcacionescoloniales y en parte por las relaciones de fuerzas entre los distintos focos inde-pendentistas y sus aspiraciones, surgieron las naciones. Como bien han explicadoAdelman, Pérez Vejo, Rinke o Portillo, entre otros, las independencias no tuvie-ron lugar a partir de la existencia de nacionalismos o movimientos de construcciónnacional que les precedieron; fueron el resultado de complejos procesos políticosy sociales, de los que surgieron diversos estados o comunidades soberanas.25Lasnuevas repúblicas de ciudadanos que surgieron tras la descomposición del ordencolonial siguieron un proceso sinuoso, en absoluto concebido siempre como cons-trucción de una nueva soberanía y una nueva identidad nacional, sino al principiotambién como recreación de ‘otra España’como se ha mostrado para el caso delMéxico de Iturbide.

En segundo lugar, la temprana dialéctica, que adquiere caracteres más agudosque Francia, España o Italia durante la primera mitad del siglo XIX, entre federa-lismo y centralismo. Ciertamente, los federalismos latinoamericanos no sólo seexplicaban por la ruptura entre liberales moderados y radicales, o entre republica-nos más o menos socializantes y conservadores. El fenómeno del caudillismo tam-bién reforzaba su intrincada evolución y sus peculiares características; reivindica-ciones territorializadas y hasta indigenistas en clave no regionalista se hallabantambién detrás de sus apoyos y sus dinámicas sociales. Pero, igualmente, se puederecordar que entre Europa y América tuvo lugar un intercambio y circulación delos modelos de organización federal, de los que todavía sabemos relativamente24Ernest Gellner: Nationalism. Nueva York 1997.

25 Jeremy Adelman: Sovereignty and Revolution in the Iberian Atlantic. Princeton, NJ 2006; Tomás Pérez Vejo: Elegía criolla. Una reinterpretación de las guerras de independencia hispa-noamericanas. México, D.F. 2010; Stefan Rinke: Revolutionen in Lateinamerika: Wege in dieUnabhängigkeit, 1760-1830. Múnich 2010; José María Portillo: Crisis atlántica: Autonomía e

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40 Xosé M. Núñez Seixas poco. A eso se añadía el particular caso de Brasil como recreación ultramarina delantiguo imperio metropolitano, y cuya dinámica de expansión bebía en modelospremodernos.

En tercer lugar, también en el caso latinoamericano surge la disputa historio-gráfica acerca de la interpretación del éxito o del fracaso del proceso de construc-ción nacional a partir del Estado.26¿Cuáles son sus debilidades, y cuáles sus fla-quezas, en relación con los contemporáneos procesos de nation-building que te-nían lugar en Europa de forma contemporánea? Sin duda, como ya reseñamos, unéxito fue la notable homogeneización lingüística, que se impone de forma casiapabullante. Otro éxito fue la extensión social de un relato sobre la historia patriay los valores de la nación, sus símbolos y sus fronteras, a través de la educación,que tuvieron como resultado la ‘naturalización’ del relato nacional, como algoasumido de forma semiconsciente por los ciudadanos. El papel del Estado comoagente modernizador estuvo sometido, empero, a fuertes altibajos: sin duda, fuefundamental en la articulación de la conciencia nacional argentina, chilena o uru-guaya, a pesar de coexistir en muchos casos con dinámicas clientelares, prácticasoligárquicas en las provincias periféricas o dinámicas de patrimonialización de lopúblico que minaban la eficacia del Estado. El imperio de la ley en buena partede Latinoamérica fue una asignatura pendiente de la construcción estatal. El papelde la Iglesia católica como gran agente de incorporación de las poblaciones indí-genas a las nuevas naciones a través del bautizo cobró gran relevancia en las re-giones amazónicas y selváticas, sin duda: ¿Fue su papel complementario al delEstado, o perpetuaba la supuesta autonomía de las misiones jesuíticas de la épocatardocolonial? Esos déficits de penetración del Estado, sin embargo, no han cons-tituido necesariamente un impedimento en la consolidación de fuertes identidadesnacionales por parte de esos estados, algunos de los cuales (Argentina, Uruguay)fueron particularmente exitosos en la difusión de un sistema de enseñanza públicoy transmisor de los valores y símbolos de la nación. Que la inestabilidad política,la profusión de golpes de estado o la querencia por la política en las calles27mer-masen el imperio de la ley, no menoscaba el hecho de que esas disputas se diri-mían entre actores y colectivos que deseaban encarnar y dirigir la comunidad na-cional, no negarla.

26 Uno de los primeros, en el ámbito germanófono, fue: Ricardo Krebs: Nationale Staaten- bildung und Wandlungen des nationalen Bewußtseins in Lateinamerika. En: Theodor Schieder/Peter Alter (eds.): Staatsgründungen und Nationalitätsprinzip. Múnich 1974, pp. 161-182.

27 Hilda Sábato: La política en las calles. Entre el voto y la movilización: Buenos Aires,

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En cuarto lugar, una sólo relativa peculiaridad latinoamericana es el papel delas identidades territoriales de ámbito subnacional o subestatal, en particular delas identidades locales y regionales, en los procesos de construcción de la nación.¿Hasta qué punto se pueden comparar los procesos de construcción de las identi-dades regionales en Latinoamérica con los procesos paralelos que tenían lugar enEuropa? De modo general, se puede afirmar que los “regionalistas” mexicanos oargentinos siguieron estrategias culturales y discursivas muy similares. Los este-reotipos regionales se acentuaron, la historia, el paisaje, las peculiaridades dialec-tales, incluso la presencia de colonos o conquistadores determinados y de pobla-ciones precolombinas distintas, fueron argumentos utilizados por los historiadoresy eruditos de Guadalajara o Jalisco, Patagonia o Rio Grande do Sul para resaltarel carácter diferencial y la especificidad de sus territorios.28Sin embargo, al igualque en el caso francés o en buena parte alemán, existe una frontera nítida entreidentidad regional o nacionalismo regionalizado, por un lado, y regionalismo po-lítico, por el otro. Aunque surgieron partidos con base territorial en varios paíseslatinoamericanos (por ejemplo, la Liga del Sur en la provincia argentina de SantaFe en la segunda década del siglo XX),29se puede afirmar que, al contrario de loque a menudo ocurría en Europa, no había una escala evolutiva que llevaba de laafirmación del terruño a la reivindicación de una descentralización político-admi-nistrativa de índole territorial. El regionalismo cultural servía de instancia inter-mediaria para la afirmación de la identidad nacional a partir de referencias locales:un nacionalismo ‘regionalizado’ a la patagónica o a la yucateca, diríamos parafra-seando a Anne-Marie Thiesse.30Por el contrario, en la dialéctica territorial lati-noamericana las grandes ciudades, las capitales y las ciudades que aspiraban a eserango, cobraron un papel tanto o más importante: Buenos Aires versus las provin-cias, Bogotá versus las ciudades litorales, Iguala y Tierra Caliente, Rio de Janeirofrente a São Paulo…

En quinto lugar, otro factor específico en el caso latinoamericano es el papelcontradictorio de los mitos históricos originarios. Por un lado, de los mitos de

28 Natividad Gutiérrez/ Rosamaría Núñez: Arquetipos y estereotipos en la construcción de la identidad nacional de México. En: Revista Mexicana de Sociología vol. 60, no. 1 (1998), pp.81-90; Ricardo Pérez Montfort: Expresiones populares y estereotipos culturales en México.Siglos XIX y XX. Diez ensayos. México 2007; Susana Bandieri: Historia de la Patagonia. Bue-nos Aires 2005.

29 Carlos Malamud: Partidos políticos y elecciones en Argentina. La Liga del Sur (1908- 1916). Madrid 1997.

30 Anne-Marie Thiesse: Centralismo estatal y nacionalismo regionalizado. Las paradojas del caso francés. En: Ayer vol. 64 (2006), pp. 33-64.

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42 Xosé M. Núñez Seixas liberación: los libertadores son a menudo compartidos, disputados y apropiadospor las narrativas nacionalistas de cada uno de los Estados y diversos proyectospolíticos posteriores, como muestra en particular el caso de Bolívar, pero tambiénel de San Martín y otros caudillos de la época de la independencia.31Por otro lado,el papel del legado precolombino, y en particular el de las civilizaciones azteca,incaica o maya, así como los mitos de la resistencia indígena frente a los conquis-tadores ibéricos, fue a menudo ambivalente.32¿Hasta qué punto se podía invocarde modo atemporal el legado de esas civilizaciones indígenas por parte de lasélites blancas, sin despertar las reivindicaciones de las poblaciones descendientesde aquéllos (indios y mestizos) a quienes se glorificaba, y que permanecían enuna condición de ciudadanos de segunda? ¿Podía haber indigenismo historiográ-fico y cultural sin indigenismo político?33A diferencia de Francia, nos ancêtres les gaulois tenían descendientes directos, que podían invocar mejor que cualquierotro grupo social o étnico derechos históricos originarios sobre el territorio quehabitaban. Allí donde, sin embargo, la presencia indígena había desaparecido otenía un peso poco relevante, esa reivindicación podía adoptar diversas valenciasy extenderse a todo el espectro político: la apelación idealizada a los charrúas enUruguay, o a los boricuas por parte del nacionalismo puertorriqueño, constituyenbuenos ejemplos.

En particular en las antiguas colonias del imperio español, entra aquí un nuevofactor: el papel de la apelación al legado cultural del colonizador, en este caso ala hispanidad , como factor (re)constituyente de las identidades nacionales a partirdel segundo tercio del siglo XIX. La antigua metrópoli devino a menudo en objetode idealización e instrumentalización. La relación hacia España por parte de losnacionalismos latinoamericanos decimonónicos transitó, con mayor o menor in-tensidad según las épocas y los países, desde un primer rechazo a lo que era con-

31 Antonio Sáez-Arance: Simón Bolívar: El libertador y su mito. Madrid 2013; Alejandro Cattaruzza: Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910-1945.Buenos Aires 2007.

32 Greg Urban/ Joel Sherzer (eds.): Nation-States and Indians in Latin America. Austin 1991.

33 Cecilia Méndez: Incas Sí, Indios No: Notes on Peruvian Creole Nationalism and Its Con- temporary Crisis. En: Journal of Latin American Studies vol. 28, no. 1 (1996), pp. 197-225;Günther Maihold: José C. Mariátegui: Nationales Projekt und Indio-Problem. Zur Entwicklungder indigenistischen Bewegung in Peru. Fráncfort del Meno 1988.

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43 siderado como una herencia colonial negativa y una civilización inferior, caracte-rizada por el oscurantismo y el atraso,34a una posterior revalorización, en parti-cular por las élites conservadoras desde los años setenta del siglo XIX, del legadohispánico como factor de cohesión nacional y como anclaje seguro con la tradi-ción preliberal. El discurso de la hispanidad promovido desde España a partir dela primera década del siglo XX, y su función instrumental como contrapeso de lainfluencia política, económica y cultural norteamericana, incidió en esa revalori-zación, que se extendió a sectores más amplios del espectro político de buenaparte de Latinoamérica. En cierto modo, la revitalización de una imagen atempo-ral e idealizada del legado y la cultura hispánicas sirvió a los distintos nacionalis-mos latinoamericanos como una eficaz estrategia de reforzamiento de las peculia-ridades propias, mediante un proceso de apropiación selectiva que en algún caso,como en el de la Argentina de la Belle Époque , aspiraba también a disputar a laantigua metrópoli el papel de centro difusor de la cultura hispánica.35El lusotro- picalismo elaborado por el brasileño Gilberto Freyre en la década de 1950 cons-tituyó una manifestación tardía, y adaptada al contexto del imperio colonial (yexcolonial) portugués, de esos planteamientos.36

La inmigración masiva desde Europa (y más tarde desde Asia, en algunos ca-sos) a partir de mediados del siglo XIX también se convirtió en un factor queinfluyó en la configuración de las identidades nacionales latinoamericanas, enparticular de la mitad meridional del continente. ¿Fue un factor de progreso ymodernización, o constituyó una amenaza creciente a una identidad nacional to-davía poco consolidada, en la percepción a menudo acomplejada de las élites crio-llas? En general, las posturas mantenidas por las élites políticas de los estadosreceptores oscilaron entre la aceptación casi incondicional de los recién llegados,siempre y cuando los pobladores viniesen de los países deseados y perteneciesena las ‘razas’ nórdicas, y su rechazo o resignada aceptación cuando los pobladorese inmigrantes pertenecían a grupos étnicos poco deseados (italianos meridionales,

34 Frédéric Martínez: El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construc- ción nacional en Colombia, 1845-1900. Bogotá 2001.

35 Aimer Granados García: Debates sobre España: el hispanoamericanismo en México a fines del siglo XIX. México, D.F. 2005; Felipe Gracia Pérez: Hijos de la Madre Patria. El his-panoamericanismo en la construcción de la identidad nacional colombiana durante la Regene-ración (1878-1900). Zaragoza 2011; Tomás Pérez Vejo (ed.): Enemigos íntimos. España, loespañol y los españoles en la configuración nacional hispanoamericana, 1810-1910. México,D.F. 2011.

36 Cláudia Castelo: O Modo Português de estar no Mundo. O luso-tropicalismo e a ideologia colonial portuguesa (1933-1961). Porto 1999.

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44 Xosé M. Núñez Seixas ibéricos, judíos de Europa central y oriental, asiáticos…). Bastaba con que losinmigrantes no fuesen indeseables. Estamos aún lejos, empero, de dar una res-puesta plenamente satisfactoria a una cuestión fundamental, que fascina a los es-tudiosos de las migraciones: ¿Por qué fue tan exitosa, e incluso rápida, la integra-ción política y cultural de los diversos aportes inmigrantes entre 1850 y 1960?Los teóricos del melting pot estadounidense y sus virtudes atribuían el éxito delmodelo de fusión norteamericano a la movilidad social, la integración en el sis-tema político mediante el derecho de sufragio y la creencia compartida en un idealde progreso.37Sin embargo, en varios países latinoamericanos la integración so-cial no siempre fue acompañada de un aumento de la participación política de losinmigrantes, ni de una extensión de los derechos de sufragio y de las libertadesciudadanas. A pesar de ello, hasta 1960 no fue elegido en los EE.UU. un presi-dente que no fuese anglosajón y protestante. En Brasil, por el contrario, el nietode un inmigrante checo de etnia romaní podía llegar a ser presidente del país entre1956 y 1961 (Juscelino Kubitschek). Y, por otro lado, las élites dirigentes latinoa-mericanas también fueron permeables a los descendientes de los inmigrantes re-cién llegados, aunque fuese por mecanismos informales (cooptación, cliente-lismo) que no se vinculaban directamente con el derecho de sufragio.

Una peculiaridad latinoamericana, como en parte se expuso más arriba, es ladébil y tardía aparición de reivindicaciones étnicas territorializadas en demandade derechos políticos para entidades subestatales, una vez superados los conflictosentre federales y unitarios del siglo XIX. Cierto es que, como señala buena partede la historiografía postcolonial latinoamericana, las reivindicaciones de variospueblos originarios no siempre se expresaban en términos europeos de soberaníao descentralización, sino que adoptaban expresiones, vocabularios y reivindica-ciones diferentes; y que su apoyo late detrás de diversas manifestaciones de cau-dillismo territorial, resistencias campesinas al Estado o rebeliones indígenas. Perohay que esperar a los años finales del siglo XX para encontrar algo parecido a unseparatismo, a un movimiento nacionalista subestatal, en territorios como SantaCruz (Bolivia) o las regiones mapuches en Chile, y aun en este último caso latransición desde la demanda de plenos derechos ciudadanos a la territorializaciónde esos derechos tuvo lugar de forma desigual y en época muy tardía, en compa-ración con Europa. En general, se trató más bien de un “etnismo”, como sostendríaAnthony Smith: los representantes de las minorías (indígenas) demandaban ante

37 Nathan Glazer/ Daniel Patrick Moynihan: Beyond the Melting Pot. The Negroes, Puerto Ricans, Jews, Italians, and Irish of New York City. Cambridge, Mass. 1963; Idem (eds.): Eth-nicity. Theory and Experience. Cambridge, Mass. 1975.

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45 todo igualdad de condiciones en su acceso a los derechos y ventajas de la ciuda-danía del Estado al que pertenecían, no la preservación de espacios autónomos depoder y/o la construcción de ciudadanías alternativas.38Tampoco surgió un na-cionalismo ‘blanco’ o de colonos o inmigrantes asentados desde la época premo-derna, al estilo de los bóers sudafricanos o los francófonos de Québec, en parteporque las colonizaciones de territorios interiores por parte de los colonos euro-peos no hispano o lusohablantes nunca dieron lugar a zonas homogéneas de po-blamiento alemán, suizo o judío, sino a enclaves más o menos peculiares (comopodía ser el caso, por ejemplo, los galeses que se asentaron en la Patagonia a me-diados del siglo XIX).

Existen, por tanto, algunas peculiaridades genéricas latinoamericanas, que a suvez se pueden subdividir en distintas variantes. Los procesos de construcción na-cional no siguieron una misma dinámica en países predominantemente blancos ycon amplios porcentajes de población europea inmigrante (Chile, Argentina, Uru-guay), que en países de mayoría indígena o mestiza, dominados por minorías crio-llas blancas y donde la pirámide social se superponía a la pirámide racial (México,Centroamérica), o países donde la divisoria fundamental separaba a descendientesde europeos y descendientes de población africana (Antillas), pasando por diver-sas gradaciones intermedias.39En países de la dimensión de Brasil, esas situacio-nes se pueden dar en diversas zonas de su territorio, lo que también sucede enColombia. Como ocurre en otros continentes, sería más propio destacar las pecu-liaridades de determinadas regiones de Latinoamérica, que las particularidadeslatinoamericanas en su conjunto.

IV.

¿Son los instrumentos y modelos que se aplican para el análisis de los naciona-lismos europeos, africanos o asiáticos también aplicables al caso de Latinoamé-rica? La respuesta es, sin duda, afirmativa. Una cuestión adicional es: ¿Qué pue-den aprender los investigadores sobre el nacionalismo del caso —de los casos—de América Latina?

38 Anthony D. Smith: National Identity. Londres 1991; Will Kymlicka: Multicultural citi- zenship. Oxford 1995.

39 Un temprano ejemplo es el análisis comparado de: Carl E. Solberg: Immigration and Na-

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46 Xosé M. Núñez Seixas

En mi opinión, varias lecciones complementarias. Ninguna de ellas plenamenteoriginal, pero su combinación sí lo es. Primera, el papel contradictorio de la etni-cidad (entendida como construcción social objetivable de la diferencia) en losprocesos de construcción nacional y en los repertorios culturales de los discursosnacionalistas: en el caso latinoamericano, apelar a sus características más visiblesiba en contra de los intereses, en muchos casos, de las élites dirigentes y construc-toras de los nuevos Estados nacionales. De ahí el péndulo permanente entre refe-rentes indigenistas y referentes europeos, y dentro de estos últimos entre cosmo-politas o ibéricos.

En segundo lugar, que la ecuación que identifica Estado-nación fuerte, inter-ventor y modernizador, por un lado, y éxito de un proyecto nacional, por el otro,al estilo de los clásicos paradigmas de la teoría de la modernización y del modeloarquetípico de la Francia republicana estudiado por Eugen Weber, no siemprefunciona.40América Latina es un ejemplo de cómo estados estructuralmente dé-biles han sido capaces de crear identidades nacionales fuertes y una apreciablehomogeneidad cultural. En ello, la sociedad civil desempeñó un papel a menudomás importante que el Estado, en particular en los contextos urbanos.41

En tercer lugar, la polivalencia de las apelaciones al pasado, en particularcuando ese pasado se debate entre la reivindicación de lo indígena y la apropiaciónde la herencia del colonizador. Lo que incide en un fenómeno no por conocidomenos destacable: el carácter profundamente performativo de los discursos nacio-nalistas. Un discurso identitario, e incluso una identidad nacional, se puede formara partir de modismos dialectales, una tradición política y/o de valores cívicos, uncaudillo mitificado y la conciencia de excepcionalidad, por volver al caso de Uru-guay que mencionamos al principio de este artículo. Y si además gana de vez encuando a vecinos mucho más poderosos jugando al fútbol o al rugby, miel sobrehojuelas.

En cuarto lugar, la original imbricación entre los nacionalismos de Estado, porun lado, y diversas formas de pannacionalismo (la hispanidad, pero también lacompetidora latinidad), en especial el esporádico latinoamericanismo, la gran pa-tria latinoamericana tan viva en los discursos de la izquierda del continente en elsiglo XX y rara vez realizada en la práctica, por el otro. Como en el caso de otros

40 Eugen Weber: Peasants into Frenchmen. The Modernization of Rural France, 1871-1914. Stanford 1976.

41 Eduardo Míguez: La integración social de los inmigrantes en la sociedad argentina. Un balance metodológico. En: Nicolás Sánchez Albornoz/ Moisés Llordén Miñambres (comps.):Migraciones iberoamericanas. Reflexiones sobre economía, política y sociedad. Colombres

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47 pannacionalismos (como el árabe o el eslavo), los nacionalismos particulares decada estado siempre han acabado por prevalecer. Mas un análisis comparado dellatinoamericanismo con otros pannacionalismos constituye aún una tarea pen-diente.

En general, podemos concluir que un somero análisis comparado de los diver-sos casos latinoamericanos no hace sino reforzar los postulados constructivistasacerca de la interpretación de la nación como fenómeno histórico, y del naciona-lismo como su gran demiurgo. Son arquetípicos casos de naciones inventadaso,si se prefiere un matiz menos normativo, construidas, con las peculiaridades queen cada caso se quieran. Constituyen igualmente modelos de nacionalismo post-colonial antes de la gran descolonización del siglo XX, que prefiguran muchas delas características de esos nacionalismos asiáticos o africanos, y de sus vicisitudesa la hora de construir la nación a partir del Estado; pero a su vez se desarrollan enla época del florecer de los nacionalismos europeos y del proyecto nacional nor-teamericano, en una época en que la construcción de la nación también lo era delnuevo orden liberal, de la derrota del absolutismo, y de la ecuación entre homo-geneidad cultural, modernización social y progreso económico. Con toda proba-bilidad, los precursores del constructivismo metodológico en el estudio de los na-cionalismos habrían sido más radicales si hubiesen mirado más hacia Latinoamé-rica y menos hacia Asia u otras realidades (pos)coloniales.

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I. NACIONALIDAD, CIUDADANÍA Y POLÍTICAS DE PERTENENCIA

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T OBIAS S CHWARZ

NACIONALIDAD, CIUDADANÍA Y PERTENENCIA

Para poder ocuparse de las identidades nacionales en América Latina, tal ycomo se tratan en este volumen, es recomendable ofrecer un marco teórico inclusoen lo referente a los elementos presuntamente evidentes de lo nacional. Con estome refiero a la definición de la ‘pertenencia nacional’, a la negociación continuade esta pertenencia, así como a los derechos y deberes ciudadanos asociados aésta. Los artículos de David Grewe, Albert Manke y Florian Petersen contenidosen esta sección tratan de los respectivos conceptos de pertenencia nacional de losactores, es decir, analizan la puesta en práctica de las ideas cotidianas sobre per-tenencia nacional y explican el uso de la ciudadanía, la cubanidad y lo cívico comosu verbalización concreta por parte de los contemporáneos respectivos. Todas es-tas facetas de la lógica nacional, así como los significados de la nación o de un‘nosotros’ colectivo, se convierten en objeto de negociación.

Por esta razón, propongo aproximarse a esta temática tomando como punto departida algunas breves consideraciones respecto a la estrecha relación entre ciu-dadanía y pertenencia. Llamaré la atención sobre el hecho de que ciudadanía, a lavez que es expresión de pertenencia, también transmite la impresión de pertenen-cia. En especial quiero resaltar el hecho de que ambas variables remiten la una ala otra. Como segundo paso de mi argumentación, quiero señalar que tan sólo pormedio del análisis de casos empíricos es posible determinar cuáles manifestacio-nes de relación y vínculo, cuáles suposiciones de colectividad y pertenencia, cuálcreencia en una procedencia o en una cultura común y cuáles percepciones dealteridad y diferencia respecto a ‘otros colectivos’ conforman los cimientos de lassupuestas pertenencias nacionales. R ELACIÓN ENTRE CIUDADANÍA Y PERTENENCIA

El término ciudadanía se aplica en igual medida a la pertenencia nominal a unadeterminada comunidad política como también al conjunto de derechos asociadosTraducción del alemán: Antonio Sáez-Arance.

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52 Tobias Schwarz a esta pertenencia.1Desde mi propia comprensión de la ciudadanía, el estatus for-mal de pertenencia (por ejemplo, a una determinada nacionalidad) y la calidad yla configuración de los derechos asociados a la misma2resultan mutuamente cons-titutivos. Su relación se presenta como necesaria en ambos sentidos: tanto porquela pertenencia formal no sería objeto de controversia si ésta no conllevara la ob-tención de determinados derechos (y se entiende precisamente de aquellos dere-chos que no se les confieren a los no-pertenecientes), cuanto por el hecho de queeste conjunto de derechos dependen de una relación específica, a saber, la perte-nencia a una determinada unidad política (si bien ésta no tiene por qué ser siempreun estado nacional o imperial). Yuval-Davis sintetiza esta relación al resaltar elcarácter dialéctico del nexo existente entre los respectivos colectivos y la perte-nencia a los mismos.3

La ciudadanía está entonces estrechamente ligada, primero, a la pertenencia,porque depende necesariamente de una poderosa definición de ‘membrecía’.Dado que los derechos de ciudadanía son siempre derechos diferenciales, es decir,no conferidos a todos, sino sólo a aquellas/-os ciudadanas/-os pertenecientes a lacomunidad política, esta categoría tiene que estar limitada hacia el exterior. Me-diante la aplicación de criterios claros y verificables, ha de ser posible diferenciarlos pertenecientes de los no pertenecientes. Es este procedimiento de demarcacióny distinción frente al ‘otro’ (exterior) el que genera una relativa, aunque ficticiaigualdad –o “identidad”– entre los miembros de la nación.4

Esta atribución de derechos específicos a sujetos específicos se verifica de igualmodo para el caso de los estados nacionales así como para aquellos grupos parti-culares subestatales cuyos miembros son –o pretenden ser– también sujetos conderechos específicos. Desde finales del siglo XX se viene procediendo a juridifi-

1 Klaus Holz: Citizenship: Mitgliedschaft in der Gesellschaft oder differenztheoretisches Konzept? En: Idem (ed.): Staatsbürgerschaft: Soziale Differenzierung und politische Inklusion.Wiesbaden 2000, p. 195.

2 “[A] collection of rights” según: Engin F. Isin/ Bryan S. Turner: Citizenship studies: An introduction. En: Idem (eds.): Handbook of citizenship studies. Los Angeles 2008, p. 7.

3 Nira Yuval-Davis: The politics of belonging: Intersectional contestations. Los Angeles 2011, p. 10.

4 La afirmación de una “identidad” colectiva no presupone jamás una igualdad completa, sino sólo una coincidencia relativa en comparación con otros; véase: Lutz Niethammer: Kollek-tive Identität: Heimliche Quellen einer unheimlichen Konjunktur. Reinbek, Hamburgo 2000, p.43.

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53 car crecientemente la pertenencia a grupos “indígenas”, “tradicionales” o “margi-nalizados”, y a concederles derechos especiales a sus miembros.5Por ello, desdela perspectiva de las instituciones que confieren estos derechos diferenciales, semultiplica la necesidad de definir con precisión la pertenencia y de hacer operativasu verificación.

En segundo lugar, existe una conexión muy estrecha entre ciudadanía y perte-nencia, ya que la conciencia de tener derechos puede crear la impresión de ‘formarparte’ de algo. Ello se debe a que la categorización estatal de los miembros enforma de nacionalidad proporciona una necesaria limitación en sentido político,generando una igualdad jurídica allí donde en realidad existe una gran heteroge-neidad, y posibilitando con ello la generación de un credo comunitario ( “Gemein- samkeitsglauben” , en palabras de Max Weber). Los actores entienden el vínculoentre su estatus nominal y la posesión de los derechos correspondientes comoprueba de una pertenencia sustancial, e interpretan la negación de esos derechoscomo la puesta en cuestión de la pertenencia. Mediante el acceso a determinadosprivilegios otorgados sólo a los miembros, puede generarse un credo comunitariotambién en aquellos casos donde las diferencias sociales son tan grandes que unaccionar común no podría esperarse. En especial, esto es válido cuando la ‘mem-brecía’ es un bien limitado como en el caso de una determinada nacionalidad (ode otras formas de pertenencia subestatal). Un posible efecto de los derechos deciudadanía reside entonces en la posibilidad de conferir pertenencia y posibilitarcon ello tanto la legitimación del poder como su aceptación por parte de la pobla-ción.

Tales afirmaciones clasificatorias de unidad se cimentan institucionalmenteademás a través de prácticas como las ceremonias de nacionalización o los jura-mentos a la bandera, mediante las cuales se materializa e individualiza la perte-nencia nacional. De esta manera se repiten periódica y ritualmente actos de con-firmación pública de la pertenencia, los cuales desarrollan incluso un carácter se-misacral. En su contribución sobre la sacralización de lo cívico en Guatemala,Florian Petersen nos recuerda con razón que la ficción identitaria nacional puedeser activada como recurso de poder: la conciencia de ser ciudadano funda el sen-timiento de pertenencia y facilita la anuencia del individuo a someterse a una do-minación institucionalizada.

Estos rituales de pertenencia nacional son escenificaciones tanto de las coinci-dencias como de las diferencias. El concepto de nación no sólo se fundamenta en

5 Sérgio Costa/ Guilherme Leite Gonçalves: Human Rights as Collective Entitlement? Afro-Descendants in Latin America and the Caribbean. En: Journal for Human Rights vol. 5,

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54 Tobias Schwarz la existencia de mitos de una historia común, sino también en la distinción y lademarcación respecto a un ‘otro’ externo a ella. Pues todo sujeto colectivo precisaenfrente de sí de un ‘no-nosotros’ para poder percibir la consistencia y congruen-cia propia respecto a un contrario ajeno. Por esta razón, aparatos simbólicos co-lectivos tales como la arquitectura, los discursos públicos, las conmemoraciones,festividades y rituales no sólo sirven en la búsqueda de una homogeneidad nacio-nal, sino que también escenifican o complementan la distancia respecto a otrasnaciones. Petersen muestra en su análisis de las escenificaciones de la nación enforma de rituales colectivos que éstos influyen decisivamente sobre la subjetivi-dad del ciudadano, precisamente en la medida en que interpelan sólo a algunossectores de la comunidad como ‘dignos’ de ciudadanía y legítimos miembros dela nación.

El concepto de ciudadanía, tal y como se utiliza comúnmente por historiadoresy científicos sociales, está por tanto necesariamente vinculado con relaciones depertenencia. Dicho de otra manera: la ciudadanía expresa tanto la aceptación delas pertenencias ya existentes como posibilita, vía concesión de derechos, que lapertenencia nacional pueda ser efectivamente experimentada por sus titulares. Lastres contribuciones de esta sección tratan la cuestión del significado que los con-temporáneos le otorgan a este vínculo condicional entre ciudadanía y pertenenciaefectiva a la nación. Así ocurre tanto que determinados actores concentren susfuerzas en reclamar su pertenencia a la nación para exigir los derechos asociadosa ésta, como que, alternativa o complementariamente, a determinados grupos seles niegue su pertenencia a la nación con el fin de privarlos de los mismos.

Como ya se mencionó anteriormente, se trata en cualquier caso de procesos denegociación cuyos resultados no están fijados de antemano. Y más aún, es precisoreconstruir en cada una de las constelaciones históricas las diversas fórmulas enque se sustancia la relación entre pertenencia y derechos, así como las diferentesinterpretaciones de las mismas por parte de los grupos afectados. El mejor ejem-plo de esto es la negociación del estatus de ciudadano a comienzos del siglo XIX.Como consecuencia de la Revolución Francesa se produjo una auténtica “citizen-ship revolution”, mediante la cual se reconfiguraron la naturaleza y los roles delos ‘ciudadanos’ en su conjunto.6Los movimientos independentistas en la Amé-rica Latina de comienzos del siglo XIX precisaron de un prolongado lapso de

6 Peter Sahlins: The Eighteenth-Century Revolution in Citizenship. En: Andreas Fahrmeir/ Olivier Faron/ Patrick Weil (eds.): Migration control in the North Atlantic world: The evolutionof state practices in Europe and the United States from the French Revolution to the inter-warperiod. Nueva York 2003, pp. 11-24.

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55 tiempo para definir consistentemente tanto el estatus de ciudadanía como los de-rechos a él inherentes. Los estudios históricos sobre ciudadanía en este periodo(en el sentido de citizenship ) se ocupan por ello de la cristalización paralela de unabanico de derechos ciudadanos y de la definición de categorías modernas de per-tenencia política (‘membrecía’) basadas en los mismos.7Desde esta perspectivade las negociaciones sobre la pertenencia social se pueden interpretar también losconflictos abiertos en torno a las diversas formas de representación política. Elestudio de David Grewe, por ejemplo, muestra cómo en determinadas situacionesen el México de la Independencia no se hacía referencia tanto a la categoría gene-ral del ciudadano, sino que se recuperaban las clasificaciones tradicionales delperiodo colonial, con sus distinciones entre “indios”, “españoles” y “castas”, conel objeto de poder hacer valer intereses que, a la vista del acontecer político, ha-bían quedado en inferioridad. P ERTENENCIAS NACIONALES Y SUS SUPUESTOS FUNDAMENTOS

Llegando a este punto, se hace necesaria una precisión conceptual. Hace ya másde diez años que Brubaker y Cooper criticaron el amplísimo uso del término iden-tidad. Su argumento se dirigía contra la utilización inflacionaria del concepto ensu sentido más general e inespecífico, mientras que la acepción más limitada delmismo se revela en su opinión como poco adecuada para la mayoría de los con-textos.8Por ejemplo, solamente en casos (poco frecuentes) en que las estructurascomunitarias son muy estrechas tiene sentido hablar de ‘identidad colectiva’ refi-riéndose a grupos reales; y no lo tiene cuando se trata de categorizaciones o iden-tificaciones externas con un sujeto colectivo abstracto. Floya Anthias propone in-cluso abandonar por completo el uso del término identidad.9Si bien no pretendoexcluir que ‘identidad’ pueda servir en determinados contextos como herramienta

7 Sobre la imbricación histórica entre la generación de derechos y la fijación del estatus de pertenencia véanse por ejemplo Rogers Brubaker: The French Revolution and the Invention ofCitizenship. En: French Politics and Society vol. 7 (1989), p. 34; Andreas Fahrmeir: Citizensand aliens. Nueva York 2000.

8 Rogers Brubaker/ Frederick Cooper: Beyond “identity”. En: Theory & Society vol. 29, no. 1 (2000), pp. 1-47.

9 Floya Anthias: Identity and Belonging: conceptualisations and political framings. KLA Working Paper Series No. 8 (2013). Kompetenznetz Lateinamerika - Ethnicity, Citizenship,Belonging. <http://www.kompetenzla.uni-koeln.de/fileadmin/WP_Anthias.pdf>.

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56 Tobias Schwarz conceptual, para las representaciones colectivas positivas de la nación que trata-mos en esta sección, prefiero optar por el concepto de narrativas nacionales.10Enel caso del autoposicionamiento del individuo frente a un sujeto colectivo ‘na-ción’, tiene más sentido en mi opinión usar el concepto de identificaciones; en elcaso de las categorizaciones administrativas de la pertenencia, prefiero hablar declasificaciones. El concepto de ficción identitaria, que ya he utilizado más arriba,me parece especialmente operativo para describir la reivindicación de una su-puesta unidad nacional en circunstancias de una heterogeneidad real (pero par-cialmente camuflada) de los miembros de la nación.

Como ya se ha dicho, el ‘nosotros nacional’ precisa necesariamente de la con-frontación con un ‘no-nosotros’. Por ello, cualquier ficción identitaria entre losmiembros de la nación sólo puede ser aceptada cuando tanto las diferencias visi-bles entre ellos mismos, como las aparentes coincidencias respecto a otras nacio-nes puedan ser efectivamente escamoteadas. Esta necesidad de distinguirse sedaba especialmente en todas las naciones americanas hispanohablantes, puestoque en ellas no eran constatables diferencias lingüísticas o culturales esencialesentre las élites de un estado nacional y las de otro. Por esta razón, algunos estadoslatinoamericanos procedieron a retroproyectar un supuesto ‘pasado nacional’ a lahistoria precolombina,11o bien diseñaron, hasta bien entrado el siglo XX, mode-los distintivos de mestizaje (como producto de la mezcla biológica de los coloni-zadores europeos con la población local), con el objetivo de poder sostener unacomposición poblacional específica, ‘típicamente nacional’.12El ‘otro’ nacionaljuega en estos casos un rol constitutivo, ya sea en su percepción como amenaza

10 Nos apoyamos aquí en la propuesta de Nira Yuval-Davis para entender aquellas iden- tidades expresadas en interacciones como “narratives, stories that people tell themselves andothers about who they are, and who they are not”, Nira Yuval-Davis: Theorizing identity: be-yond the “us” and “them” dichotomy. En: Patterns of Prejudice vol. 44, no. 3 (2010), p. 266.Véanse también Paul Ricoeur: L’identité narrative. En: Esprit vol. 7-8 (1988), pp. 295-304;Floya Anthias: Where do I belong? Narrating collective identity and translocational positional-ity. En: Ethnicities vol. 2, no. 4 (2002), pp. 491-514.

11 Para el caso de México y Perú véase por ejemplo: Mónica Quijada: ¿Qué nación? Diná- micas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX. En: Fran-çois-Xavier Guerra/ Mónica Quijada (eds.): Imaginar la Nación. Münster/ Hamburgo 1994, pp.15-51.

12 Por ejemplo: José Vasconcelos: La raza cósmica: Misión de la raza iberoamericana; notas de viajes a la América del Sur. París/ Madrid/ Lisboa 1927; véase: Peter Wade: Race in LatinAmerica. En: Deborah A. Poole (ed.): A companion to Latin American anthropology. Malden,Mass. 2008, p. 181.

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57 externa que puede representar un vecino poderoso (México, Paraguay),13o comopeligro para la homogeneidad nacional interna que supone la propia poblaciónindígena. Esta última, a pesar de que constituye en casos como el guatemalteco lamayoría, es presentada como un colectivo de ciudadanos deficitarios por defini-ción, aún por educar (véase el artículo de Petersen). En otros países (Argentina,Costa Rica) es la inmigración no deseada la que se percibe como amenaza in-terna.14

Las nociones mencionadas de coincidencia y distinción se basan en la presun-ción de un origen común o incluso en la suposición de una ‘pureza’ o una ‘mezcla’biológica que hay que preservar (como ya se mencionó para el caso del mestizajecomo ideología estatal en algunos países de América Latina). Remiten para ello ala existencia de coincidencias objetivas en el plano cultural (por ejemplo en lalengua), prácticas políticas compartidas (rituales, instituciones, procedimientos),o a sus fundamentos conceptuales (como el consenso en torno a un ethos político

13 Potthast reconstruye el mestizaje paraguayo como ficción de una “mezcla armónica de conquistadores y conquistados, quienes se ven constantemente obligados a defenderse de lasamenazas externas”, estando estas materializadas en unos poderosos vecinos como Argentinay Brasil, los cuales son percibidos como blancos: Barbara Potthast: Alterität als nationale Iden-tität: Die Neuformulierung der nationalen Identität in Paraguay seit dem Tripel Allianz Krieg.En: Michael Riekenberg et al. (eds.): Kultur-Diskurs: Kontinuität und Wandel der Diskussionum Identitäten in Lateinamerika im 19. und 20. Jahrhundert. Stuttgart 2001. El ejemplo de Mé-xico le sirve a Lomnitz para mostrar cómo la idea de una “raza mexicana” adquirió un signifi-cado específicamente identitario como autoimagen nacional en amplios sectores de la pobla-ción, sobre todo en relación con la vecindad con los EE.UU. a finales del siglo XIX: ClaudioLomnitz: Los orígenes de nuestra supuesta homogeneidad: Breve arqueología de la unidad na-cional en México. En: Prismas, Revista de historia intelectual vol. 14 (2010), pp. 17-36.

14 La construcción de respectivos “otros amenazantes” y su importancia para la creación de una ficción identitaria nacional en Costa Rica es descrita por Sandoval a partir del caso de lasy los inmigrantes nicaragüenses: Carlos Sandoval García: Otros amenazantes: Los nicaragüen-ses y la formación de identidades nacionales en Costa Rica. San José, Costa Rica 2002. En unpaís destino de emigración masiva como lo fue Argentina, se impuso una autoimagen nacional‘blanca’ que trajo consigo, ya desde el siglo XIX, la marginalización de las influencias indíge-nas, e incluso su completa “invisibilización”: Mario Rufer: Silencio y secreto: mirada, raza ycolonialidad en la pampa argentina desde un estudio de caso. En: Eric Javier Bejarano et al.(eds.): Mobilizing Ethnicity – Competing Identity Politics in the Americas: Past and Present:Movilizando etnicidad – Contienda de políticas de identidad en las Américas: pasado y pre-sente. Madrid/ Fráncfort del Meno 2013, pp. 105-128. Y aún hoy en día, aquella poblaciónmigrante, tanto interna como procedente de los países vecinos, cuyas características no con-cuerdan con la ficción de una nación ‘blanca’ acaba operando como un significante ‘otro’ na-cional, véanse Carlos Belvedere et al.: Racismo y discurso: una semblanza de la situación ar-gentina. En: Teun Adrianus van Dijk (ed.): Racismo y discurso en América Latina. Barcelona2007, pp. 35-88; Rita Laura Segato: La nación y sus otros: Raza, etnicidad y diversidad religiosaen tiempos de políticas de la identidad. Buenos Aires 2007.

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58 Tobias Schwarz especial). A primera vista, la fundamentación de la comunidad recurre en estoscasos bien a la voluntad de existir como unidad política, bien a una comunidad‘prepolítica’ de origen o cultura.15La investigación especializada aborda esta di-ferencia entre criterios supuestamente dados por naturaleza o por condiciones his-tóricas fuera del alcance de los individuos, por una parte, y afinidades conforma-das políticamente por la voluntad de los miembros de una comunidad, por otra,mediante el binomio fundamentación étnica versus fundamentación demótica (ocívica) del nexo comunitario.16Se entiende aquí por ‘fundamentación étnica’ elpredominio de una interpretación según la cual son vínculos primordiales o cul-turales los que determinan la pertenencia, y ésta se origina en un pasado míticoproyectable a su vez, ilimitadamente, al futuro. El concepto de demos , por el con-trario, vincula la pertenencia solamente a la decisión de los potenciales miembros;el derecho a participar se adquiere mediante la voluntad expresa de pertenencia.

No obstante, estos tipos ideales suelen solaparse en la realidad. Pues el atributode la ciudadanía delimita la sociedad y hace que se cree necesariamente un polode identificación nacional.17Pero los procesos de homogeneización forzosa no seasocian únicamente a las naciones con fundamento ‘étnico’, porque incluso el na-cionalismo cívico busca reforzar la lealtad con respecto a valores clave.18E igual-mente sólo un estatus conferido exteriormente –es decir, que no pueda ser influen-ciado por el individuo– hace posible que la nación sea percibida como ‘natural’ yque se perpetúe como algo dado de antemano. En realidad, también la mayoría delos estados de las Américas, asociados al ideal demótico, proceden a definir lanacionalidad como un atributo hereditario, normalmente transmisible de padres ahijos.19Considerando el hecho de que en todos los estados nacionales modernoslos individuos no aportan personalmente nada a su pertenencia formal a la nación,

15 Mario Rainer Lepsius: Nation und Nationalismus in Deutschland. En: Geschichte und Gesellschaft, Sonderheft 8 (1982), pp. 15-23.

16 Emerich K. Francis: Ethnos und Demos: Soziologische Beiträge zur Volkstheorie. Berlín 1965.

17 Jean L. Cohen: Changing Paradigms of Citizenship and the Exclusiveness of the Demos. En: International Sociology vol. 14, no. 3 (1999), p. 254.

18 Andrea Baumeister: Ways of Belonging: Ethnonational Minorities and Models of “Dif- ferentiated Citizenship”. En: Ethnicities vol. 3, no. 3 (2003), pp. 395, 411.

19 Sobre la idea de “nationality as inherited property” véase Ayelet Shachar/ Ran Hirschl: Citizenship as Inherited Property. En: Political Theory vol. 35, no. 3 (2007), pp. 253-287.

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59 pero tampoco se pueden sustraer de la misma, Joppke interpreta ya la misma na-cionalidad formal como una adscripción implícitamente ‘étnica’.20La suposiciónde una comunidad política con un pasado y un futuro potencialmente compartidosse basa por consiguiente –tanto en los modelos cívicos como en los étnicos– en laidea de una pertenencia sustancial, y no en una mera ‘membrecía’ nominal o enconsideraciones puramente utilitarias y pasajeras. Hasta el día de hoy existe unavariante latinoamericana del patriotismo sustentada en la referencia a personali-dades especialmente destacadas durante la primera fase de historia republicana(como por ejemplo Simón Bolívar u otros ‘libertadores’), y en un vínculo cuasi-natural con estos héroes, en torno a quienes se articulan, mediante diversos ins-trumentos rituales y simbólicos (himnos, monumentos, conmemoraciones, fiestaspatrias, etc.), auténticas ‘narraciones nacionales’.21

Además, la perspectiva comparada, también en la investigación histórica, hapuesto de manifiesto que ni una interpretación puramente étnica del “pueblo na-cional”, ni tampoco la demótica ayudan a elaborar tipificaciones lo suficiente-mente consistentes. Es cierto que existen desde hace mucho tiempo estudios com-parativos por ejemplo entre Alemania y Francia, Gran Bretaña y los EE.UU., loscuales permiten una distinción entre una acepción ‘prepolítica’ y otra ‘revolucio-naria’ de la nación.22Sin embargo, la investigación empírica ha mostrado en mu-chos casos que esta dicotomía teórica no siempre admite una correspondencia

20 Christian Joppke: Citizenship between De- and Re-Ethnicization. En: European Journal of Sociology vol. 44, no. 3 (2003), p. 436.

21 Sobre Hugo Chávez y otras “reencarnaciones” bolivarianas véase Karin Gabbert: “Ein Held für alle Zwecke”: Hugo Chavez und andere Wiedergänger von Simón Bolívar. En: AnneHuffschmid (ed.): Erinnerung macht Gegenwart. Münster 2008, pp. 156-166.

22 Rogers Brubaker: Citizenship and Nationhood in France and Germany. Cambridge, Mass. 1992; Jochen Baumann: Staatsangehörigkeit und Citizenship. Das deutsche Staatsbürgerrechtim europäischen Vergleich. En: Idem/ Andreas Dietl/ Wolfgang Wippermann (eds.): Blut oderBoden: Doppelpaß, Staatsbürgerrecht und Nationalverständnis. Berlín 1999, pp. 49-106; Ma-thias Bös: Die rechtliche Konstruktion von Zugehörigkeit: Staatsangehörigkeit in Deutschlandund den USA. En: Klaus Holz (ed.): Staatsbürgerschaft: Soziale Differenzierung und politischeInklusion. Wiesbaden 2000, pp. 95-120.

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60 Tobias Schwarz exacta con las prácticas normativas reales, sustanciadas por ejemplo en la distin-ción jurídica entre los principios del ius soli y del ius sanguinis .23Desde la pers-pectiva de la teoría sociológica no parece por tanto que la supuesta oposición entre ethnos y demos sea la perspectiva correcta, sino más bien que el principal objetode investigación deberían ser el solapamiento y/o el sucesivo relevo de procesosde etnización y desetnización de las respectivas regulaciones de la pertenenciapolítica.24

En el proceso de autorrepresentación nacional pueden actuar en igual medidaargumentos culturalistas, esencialistas, funcionales y formales a la hora de legiti-mar procesos de inclusión y exclusión. Lo habitual es que se combinen, completeny superpongan unos a otros, en configuraciones concretas que han de ser objetode investigación empírica y reconstrucción histórica. En distinta medida (y tam-bién con diversas fundamentaciones) puede operarse con formas de pertenenciabasadas bien en un vínculo originario (genealogía o cultura), bien en un senti-miento de lealtad o fidelidad, bien en una mezcla de ambos. De esta idea de per-tenencia se deriva ocasionalmente un acceso privilegiado a la nacionalidad. Elhecho de facilitar la obtención de la nacionalidad a aquellos inmigrantes cultural-mente afines y por ello supuestamente más asimilables a la nación de acogida sebasa en la suposición de una historia y cultura comunes, y por tanto de la existen-cia de vínculos sustanciales. De este modo se privilegia por ejemplo a candidatoshispanohablantes tanto en la legislación española como en la de nueve países la-tinoamericanos (Bolivia, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, México,Nicaragua, Panamá y Venezuela). Un ejemplo especialmente ilustrativo de víncu-los generados por creación activa del legislador son las (relativamente raras) na-cionalizaciones por méritos (o “naturalizaciones por gracia”) previstas en muchas

23 Véanse por ejemplo: Patrick Weil: Nationality and Citizenships: The Lessons of the French Experience for Germany and Europe. En: David Cesarani/ Mary Fulbrook (eds.): Citi-zenship, nationality and migration in Europe. Londres 1996, pp. 74-87; Bernhard Giesen/ KaiJunge: Nationale Identität und Staatsbürgerschaft in Deutschland und Frankreich. En: BerlinerJournal für Soziologie vol. 4 (1998), pp. 523-537; Dieter Gosewinkel: Staatsangehörigkeit inDeutschland und Frankreich im 19. und 20. Jahrhundert. En: Christoph Conrad/ Jürgen Kocka(eds.): Staatsbürgerschaft in Europa: Historische Erfahrungen und aktuelle Debatten. Ham-burgo 2001, pp. 48-61; Fahrmeir: Citizens. Sobre la interacción de ethnos y demos en las con-cepciones de nación en América Latina durante el siglo XIX véanse José Carlos Chiaramonte:Nación y estado en Iberoamérica: El lenguaje político en tiempos de las independencias. Bue-nos Aires 2004; y Fabio Wassermann: El concepto de nación y las transformaciones del ordenpolítico en Iberoamérica, 1750-1850. En: Javier Fernández Sebastián (ed.): Diccionario políticoy social del mundo iberoamericano: La era de las revoluciones, 1750 - 1850. Madrid 2009, pp.851-869.

24 Joppke: Citizenship.

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61 legislaciones nacionales. En estos casos es evidente que no se presupone unvínculo natural o tradicional entre la nación y su nuevo miembro. Muy al contra-rio: esta modalidad de nacionalización se considera un caso especial, puesto quese fundamenta en la existencia de méritos extraordinarios, ya sean éstos deporti-vos (Di Stéfano) o militares (Che Guevara), propios de un ‘héroe nacional’.25Sinembargo, ello supone la existencia de un vínculo especial. En la Cuba revolucio-naria no sólo se procedía a nacionalizar a los aliados, sino también a poner encuestión la pertenencia nacional de aquellos a quienes se consideraba enemigospolíticos. Albert Manke muestra en su artículo sobre la cubanidad y su redefini-ción tras 1959 cómo se produjo una fase de intensas discusiones sobre los contor-nos de estas categorías, un período durante el cual competían visiones aparente-mente muy contradictorias respecto a quién había de ser considerado como ‘pa-triota’ y quién como ‘vendepatria’.

En este texto he llamado la atención sobre el hecho de que ciudadanía es ex-presión de pertenencia (o sea, ha de ser vista como consecuencia necesaria deconexiones sustanciales entre individuos y un colectivo político). Al mismotiempo, ciudadanía transmite la impresión de pertenencia (lo cual puede llevar ala sumisión bajo el poder). Los tres artículos siguientes tratan tres momentos enlos cuales se manifiesta esta conexión entre ciudadanía y pertenencia. En la fasede cambio característica de comienzos del siglo XIX, descrita por Grewe, los an-tiguos conceptos corporativos de distinción social fueron superados muy lenta-mente, y el lema de la igualdad ciudadana fue interpretado de maneras muy dis-tintas por los diferentes grupos sociales. Los rituales de autoafirmación nacionala finales del siglo XIX, tal y como los presenta Petersen, contribuyeron a que el‘ciudadano ideal’ se fuese materializando poco a poco, de manera cuasi-sacrali-zada, en forma del hombre educadoy mestizo. En una situación de cesura revo-lucionaria como la surgida en Cuba en 1959, como nos explica Manke, el desafíoal poder de las élites tradicionales vino acompañado por el establecimiento denuevos criterios (y la reevaluación de los antiguos) de pertenencia, y con ello deinclusión en el colectivo político nacional o exclusión del mismo.

25 El futbolista argentino Alfredo Di Stéfano fue nacionalizado español en 1956. Otro ejem-

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D AVID G REWE

LOS CIUDADANOS Y EL COMÚN. EL MANEJO DE LAS IDENTIDADES POLÍTICAS EN LAS COMUNIDADES INDÍGENAS, MÉXICO, 1820-1830

Las mezclas entre lo viejo y lo nuevo han atraído el interés de los historiadoresde la independencia mexicana en las últimas décadas. El establecimiento de unsistema constitucional en México a principios del siglo XIX se ha interpretadocomo una cesura importante, y a la vez se observa la persistencia de identidades,conceptos e instituciones del Antiguo Régimen. En el ámbito de los conceptospolíticos, la introducción de la ciudadanía liberal marca la ruptura más drásticacon el Antiguo Régimen. Con la Constitución de 1812 se estableció por primeravez en la América española la ciudadanía como estatus legal de un individuo do-tado de derechos cívicos y políticos, de manera que en la Nueva España, el Mé-xico colonial, casi todos los varones adultos formalmente se convirtieron en ciu-dadanos, incluida la población indígena. Este texto constitucional fue derogadoen 1814 pero volvió a entrar en vigor en 1820 y siguió vigente durante el PrimerImperio mexicano fundado con la independencia de 1821. No fue hasta la creaciónde la república federal, en 1824, que se redactaron tanto una nueva constituciónnacional como las constituciones de los diferentes estados mexicanos.1

El nuevo modelo de sociedad basado en la igualdad jurídica de los ciudadanosno tenía precedente en la América española, ya que la sociedad del Antiguo Ré-gimen había estado dividida durante tres siglos en diferentes corporaciones dota-das de sus propias jurisdicciones. Esta transformación fue de particular relevanciapara las comunidades indígenas, ya que como tales, estas corporaciones –es decir,como repúblicas de indios– perdieron su fundamento legal. A pesar de esto, du-rante mucho tiempo la cuestión de la ciudadanía no recibió mucha atención por

Esta investigación se realizó con el generoso apoyo de la Red de Investigación Etnicidad, Ciudadanía, Pertenencia financiada por el Ministerio Federal de Educación y Ciencias(BMBF) de Alemania. Agradezco además a Ulrike Bock, Silke Hensel, Vanessa Höse y Kat-harina Motzkau sus valiosos comentarios acerca de este texto.

1 Jaime E. Rodríguez: ‘We Are Now the True Spaniards’. Sovereignty, Revolution, Inde- pendence, and the Emergence of the Federal Republic of Mexico, 1808-1824. Stanford 2012.

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64 David Grewe parte de la investigación, porque se asumía que la nueva norma igualitaria no sehabía puesto en efecto, o bien que había servido ante todo para destruir la autono-mía de las comunidades indígenas.2

Con el creciente interés académico en las últimas décadas por el papel de losactores ‘subalternos’, una corriente de historiadores se ha empeñado en analizarmás en concreto las relaciones de poder y las prácticas políticas bajo el sistemaconstitucional. De esta manera las consecuencias de la ciudadanía para las comu-nidades indígenas ocuparon la atención de varios autores, que lograron pintar uncuadro bastante diferenciado de la formación de los ayuntamientos constituciona-les a partir de la Constitución de 1812, la así llamada Constitución de Cádiz.3Como los afrodescendientes habían quedado hasta la independencia excluidos dela ciudadanía española definida en la Constitución de Cádiz, también se ha discu-tido últimamente sobre su exclusión. Algunos autores han mostrado cómo el cri-terio de la descendencia africana podía ser bastante controvertido, y que a pesarde su exclusión formal los afrodescendientes a veces lograron ejercer derechospolíticos de ciudadanía a nivel local.4

2 Cf. Rodolfo Pastor: Campesinos y reformas. La mixteca, 1700-1856. México, D.F. 1987; Manuel Ferrer Muñoz: Pueblos indígenas en México en el siglo XIX. La igualdad jurídica,¿Eficaz sustituto del tutelaje tradicional? En: Idem (ed.): Los pueblos indios y el parteaguas dela independencia de México. México, D.F. 1999, pp. 96-100.

3 Vid. por ejemplo Antonio Escobar Ohmstede: Los ayuntamientos y los pueblos de indios en la Sierra Huasteca. Conflictos entre nuevos y viejos actores, 1812-1840. En: Leticia Reina(ed.): La reindianización de América, siglo XIX. México, D.F. 1997, pp. 294-316; ClaudiaGuarisco: Los indios del valle de México y la construcción de una nueva sociabilidad política,1770-1835. Zinacantepec 2003; Peter F. Guardino: El nombre conocido de república. Munici-pios en Oaxaca, de Cádiz a la Primera República Federal. En: Juan Ortiz Escamilla/ José An-tonio Serrano Ortega (eds.): Ayuntamientos y liberalismo gaditano en México. Zamora, Mi-choacán/ Xalapa, Veracruz 2007, pp. 213-234; Karen D. Caplan: Indigenous Citizens. LocalLiberalism in Early National Oaxaca and Yucatán. Stanford 2010.

4 Cf. Melchor Campos García: Castas, feligresía y ciudadanía en Yucatán. Los afromesti- zos bajo el régimen constitucional español, 1750-1822. Mérida, Yucatán 2005; Peter F. Guar-dino: La identidad nacional y los afromexicanos en el siglo XIX. En: Brian Connaughton (ed.):Prácticas populares, cultura política y poder en México: Continuidades y contrastes entre lossiglos XVIII y XIX. México, D.F. 2007, pp. 259-301; Silke Hensel: ¿Cambios políticos me-diante nuevos procedimientos? El impacto de los procesos electorales en los pueblos de indiosde Oaxaca bajo el sistema liberal. En: Signos Históricos vol. 20 (2008), pp. 126-163; UlrikeBock: Entre ‘españoles’ y ‘ciudadanos’. Las milicias de pardos y la transformación de las fron-teras culturales en Yucatán, 1790-1821. En: Secuencia vol. 87 (2013), pp. 9-27; David Grewe:¿Ciudadanos afrodescendientes? Disputas sobre etnicidad y ciudadanía en México, 1810-1820.En: Eric Javier Bejarano et al. (eds.): Movilizando etnicidad. Políticas de identidad en contiendaen las Américas: pasado y presente. Fráncfort del Meno/ Madrid 2013, pp. 129-152.

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En este artículo me ocuparé del lenguaje político y de las prácticas sociales enlos conflictos por el poder político local en las comunidades indígenas durante ladécada de 1820. Los casos discutidos proceden de la provincia de México, ubi-cada en el centro del país, que en 1824 se trasformó en el Estado de México. Comoveremos, en estos conflictos locales, al lado de la categoría liberal de ciudadano,seguían jugando un papel destacado conceptos políticos corporativos del AntiguoRégimen, como por ejemplo la noción del ‘común de naturales’. Este artículo sepropone analizar el uso de las diferentes identidades políticas involucradas en es-tos conflictos.5Es decir, el enfoque del análisis se centra en aquellas categoríasque son usadas como autoidentificaciones o que son atribuidas a otras personas ogrupos para legitimar o deslegitimar ciertas posiciones políticas.

El lenguaje político y las prácticas sociales que aquí me interesan se puedenanalizar usando el concepto de hegemonía, entendido como “a common materialand meaningful framework for living through, talking about, and acting upon so-cial orders characterized by domination”.6Desde esta perspectiva, el estableci-miento del sistema constitucional marcó una ruptura en un discurso hegemónico,ya que algunos de los antiguos conceptos políticos perdieron su fundamento legal.Respondiendo a esta ruptura, los actores emplearon los nuevos conceptos, parti-cularmente la identidad política del ciudadano. Sin embargo, las antiguas identi-dades políticas no desaparecieron, ni el lenguaje político cambió por completo, yaque estas identidades siguieron jugando un papel importante para el imaginariosocial y político.

El artículo comenzará discutiendo el papel de la ‘república de indios’ comocorporación y el concepto de ‘vecindad’ como ciudadanía pre-moderna durante el

5 Empleo el término identidad política de manera similar a Michael T. Ducey: Hijos del pueblo y ciudadanos. Identidades políticas entre los indios rebeldes del siglo XIX. En: BrianConnaughton/ Carlos Illades/ Sonia Pérez Toledo (eds.): Construcción de la legitimidad políticaen Mexico en el siglo XIX. Zamora, Michoacán 1999, pp. 127-151.

6 William Roseberry: Hegemony and the Language of Contention. En: Gilbert M. Joseph/ Daniel Nugent (eds.): Everyday Forms of State Formation. Revolution and the Negotiation ofRule in Modern Mexico. Cuarta impresión. Durham/ Londres 2003, pp. 355-366.

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66 David Grewe Antiguo Régimen.7Después indagará en la manera en que las viejas identidadescorporativas se usaron durante la fase constitucional y de cómo se entrelazaroncon la categoría liberal del ciudadano. La tercera parte está centrada en las dispu-tas sobre el uso legítimo de las diferentes identidades políticas. R EPÚBLICA DE INDIOS Y VECINDAD DURANTE EL A NTIGUO R ÉGIMEN

Una de las distinciones más fundamentales de la sociedad corporativa del An-tiguo Régimen era la existente entre la ‘república de indios’ y la ‘república deespañoles’. Estas ‘repúblicas’ eran dos esferas administrativas y jurídicas distintasque además tenían una dimensión espacial, ya que en las comunidades indígenassolo debían residir indios,8aunque en realidad en el siglo XVIII en muchas co-munidades vivían tanto indígenas como no-indígenas. A nivel local el término‘república’ tenía un significado más concreto y se podía referir también a unacomunidad indígena como corporación o a los cabildos indígenas. Estos cabildos,compuestos exclusivamente de indígenas, por lo general habían sido elegidos poruna élite indígena local, los así llamados principales, y eran legalmente reconoci-dos por la administración colonial. Los cabildos representaban al ‘común’, es de-cir, a la población indígena que pertenecía a la república, y eran presididos por ungobernador indígena. Cabildos de españoles solamente existían en villas o ciuda-des, muchas veces al lado de un cabildo indígena. Los cabildos gobernaban desdeun pueblo cabecera a los indígenas de varios poblados subordinados. Ejercían fun-ciones administrativas en nombre de la Corona, como la recaudación del tributode indios; tenían facultades judiciales y administraban las tierras de la comunidad,

7 Conceptos clásicos asocian la ciudadanía con la existencia de un estado-nación, por ejem- plo: Thomas Humphrey Marshall: Citizenship and Social Class. And Other Essays. Londres:1950; y algunos historiadores temen una pérdida de agudeza terminológica si el término se usamás allá de este contexto: Hilda Sabato: Introducción.” En: Idem (ed.): Ciudadanía política yformación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina. México, D.F. 1999, pp.11-12. Entre los historiadores anglosajones, en cambio, los términos citizen y citizenship co-múnmente se usan para referirse a las sociedades de los siglos XVI hasta el XVIII; por ejemplo:Tamar Herzog: Defining Nations. Immigrants and Citizens in Early Modern Spain and SpanishAmerica. New Haven 2003.

8 Aunque el término ‘indio’ tiene una connotación despectiva, para el análisis de la socie- dad colonial es imprescindible, ya que poseía un significado jurídico, distinto al del términoindígena. En este artículo empleo el término indígena para denominar a todas las personas queeran consideradas como indios.

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67 a las que sólo los indígenas tenían acceso.9De tal manera, la república de indiostenía un carácter doble, porque, como señala Peter Guardino, era una corporacióncon derechos propios y a la vez un apéndice de la administración colonial.10

Consecuentemente, era mediante sus repúblicas que los indígenas se dirigían alos encargados de la administración colonial e incluso al rey. Se representabancon referencias a la república, los cargos de la república y el común. Se denomi-naban por ejemplo como el “Governador de este pueblo cabezera [...] con toda laRepub[li]ca y demas Comun de Naturales”,11o se presentaban como “Governa-dores pasados […], Alcaldes pasado y actual” y los abogados escribían represen-taciones “por el comun de naturales”.12Obviamente la república se percibía comouna fuente de legitimación, y referirse a ella y al común significaba insertarse enel discurso hegemónico para poder hacer reclamos legítimos ante las autoridadescoloniales. Michael Ducey afirma consecuentemente que “las instituciones cor-porativas autónomas eran las que actuaban como intermediarias entre el Estado yel individuo”.13

El concepto del ‘vecino’ nos ayuda a entender la ciudadanía pre-moderna de lapoblación indígena. François-Xavier Guerra sugiere que el vecino se debería con-siderar como un ciudadano pre-moderno de la sociedad corporativa.14Afirma queser vecino significaba “ser miembro de pleno derecho de una comunidad política”y que el vecino se definía por su pertenencia a una comunidad concreta, como porejemplo una ciudad.15El vecino sería “un hombre concreto, territorializado, en-

9 Acerca de las repúblicas vid. por ejemplo: John K. Chance: Conquest of the Sierra. Span- iards and Indians in Colonial Oaxaca. Norman/ Londres: 1989, cap. 5; Guarisco: Los indios,pp. 58-99.

10 Peter F. Guardino: Peasants, Politics, and the Formation of Mexico’s National State. Guerrero, 1800-1857. Stanford 1996, pp. 82-83.

11 “Quautla Amilpas. Expediente instruido p[o]r las Rep[úbli]cas de varios pueblos contra D[o]n Fran[cis]co Guevara sobre excesos” (1807), en Archivo General de la Nación, México,D. F. (AGN), Civil Volumenes, Vol. 2300, exp. 14, fs. 1-123, aquí f. 40.

12 “Cuernavaca. Contradiccion á la Eleccion de la Villa de Yautepec” (1820), en AGN, Civil Volumenes, Vol. 2132, exp. 7, fs. 1, 15.

13 Ducey: Hijos del pueblo, p. 128.

14 François-Xavier Guerra: El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciuda- dano en América Latina. En: Hilda Sabato (ed.): Ciudadanía política y formación de las nacio-nes. Perspectivas históricas de América Latina. México, D.F. 1999, pp. 40-48.

15 Ibidem, p. 41.

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68 David Grewe raizado”, en contraposición al ciudadano moderno, que sería un “componente in-dividual de una colectividad abstracta”.16También Tamar Herzog resalta el ca-rácter local de la ciudadanía pre-moderna como vecindad y enfatiza que esta per-tenencia a una comunidad local definía el lugar de las personas dentro del imperioespañol.17 E NTRELAZANDO VIEJAS Y NUEVAS IDENTIDADES

Con el establecimiento del sistema constitucional la relación entre los indivi-duos y el gobierno fue redefinida de tal manera que la función intermediaria delas corporaciones resultó eliminada formalmente. Esta transformación fue acom-pañada por la difusión de un discurso sobre la libertad y la igualdad de los ciuda-danos. De tal manera se provocó una ruptura en el repertorio de identidades polí-ticas, ya que éstas se tuvieron que adaptar al nuevo sistema político. Los indígenassabían de sus derechos de ciudadanos y los reclamaron,18lo cual se puede obser-var en peticiones y demandas de la región del Estado de México. En la subprefec-tura de Sultepec, por ejemplo, los representantes de siete comunidades pidieronen 1828 que la sede del ayuntamiento se trasladara a la comunidad de Tlatlaya,porque sus habitantes se sentían desfavorecidos por la ubicación actual del ayun-tamiento. Demandaron que se cumpliera con las pretensiones asociadas al sistemaconstitucional: “nos parese Señor Ex[celentísi]mo q[u]e en mucho no logramos elbeneficio q[u]e nos conseden las leyes, en otras cosas se obra contra ellas, y no senos trata como ciudadanos libres.”19

Si bien se usaron nuevos argumentos políticos, el imaginario social no fue subs-tituido por completo en el curso de pocos años. Dentro de las comunidades indí-16Ibidem, p. 42.

17 Herzog: Defining Nations, p. 9.

18 Ducey: Hijos del pueblo, pp. 142-143; Escobar Ohmstede: Los ayuntamientos, pp. 307- 311.

19 “Los vecinos […] solicitando se ponga el Ayuntamiento en Tlatlaya […]” (1828), Ar- chivo Histórico del Estado de México, Toluca (AHEM), Gobernación, Gobernación, vol. 11,exp. 4.

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69 genas, varios autores observan la persistencia de prácticas, instituciones e identi-dades de viejo cuño.20Ducey en particular enfatiza la coexistencia de dos identi-dades: una local, heredada del Antiguo Régimen –los “hijos del pueblo”– y por elotro lado la del ciudadano. Matthew O’Hara observa la mezcla de viejos y nuevosconceptos y la importancia de la categoría ‘indio’ en las representaciones colecti-vas.21A mi entender, esta persistencia de conceptos del Antiguo Régimen, y enparticular de identidades políticas corporativas, la podemos explicar si los consi-deramos como recursos que, siendo parte del imaginario social y político, todavíaservían para legitimar ciertos reclamos.

Los conflictos locales que se presentarán a continuación se generaron en elcontexto de la elección de ayuntamientos en la década de 1820. Desde 1812 sehabían establecido en la Nueva España ayuntamientos constitucionales, signifi-cando ello la abolición de las repúblicas y la extinción formal de la separaciónentre indios y españoles. La introducción de la ciudadanía significó por lo tantojurídicamente una apertura de los órganos de la administración local, pero en reali-dad la composición de los ayuntamientos dependió fuertemente de las relacionesde poder locales y del peso demográfico de los diferentes grupos, por lo cual lasconsecuencias fueron muy distintas de una región a otra.22Si bien los primerosayuntamientos, al igual que los ayuntamientos de la fase nacional, eran órganosadministrativos, sus miembros fueron electos por los ciudadanos. Tenían funcio-nes en los ámbitos de la policía, la justicia, la gestión fiscal y la administración delos bienes de la comunidad.23

A continuación se discutirá el caso de la comunidad de Aculco, a partir del cualpodemos observar cómo diferentes identidades políticas fueron usadas y entrela-zadas. Poco antes de la independencia mexicana, había surgido un conflicto por

20 Por ejemplo: Guardino: El nombre; Arturo Güémez Pineda: La emergencia de los ayun- tamientos constitucionales gaditanos y la sobrevivencia de los cabildos mayas yucatecos (1812-1824). En: Juan Ortiz Escamilla/ José Antonio Serrano Ortega (eds.): Ayuntamientos y libera-lismo gaditano en México. Zamora, Michoacán/ Xalapa, Veracruz 2007, pp. 89-129; Silke Hen-sel: The Symbolic Meaning of Electoral Processes in Mexico in the Early 19th Century. En:Idem et al. (eds.): Constitutional Cultures. On the Concept and Representation of Constitutionsin the Atlantic World. Newcastle upon Tyne 2012, pp. 3; Matthew D. O’Hara (2010): A FlockDivided. Race, Religion, and Politics in Mexico, 1749-1857. Durham 2010, pp. 75-402.

21 Ducey: Hijos del pueblo; O’Hara: A Flock Divided, pp. 183-184.

22 Cf. por ejemplo: Guardino: Peasants; Escobar Ohmstede: Los ayuntamientos; Guarisco: Los indios; Caplan: Indigenous Citizens.

23 Guarisco: Los indios, pp. 146-147, 207-211.

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70 David Grewe la elección del alcalde constitucional en la comunidad de Aculco.24La Constitu-ción de Cádiz se había vuelto a proclamar en 1820, y en diciembre se eligió elayuntamiento para el año entrante. Las elecciones municipales se efectuaron endos etapas. A principios del mes los ciudadanos eligieron 17 electores, y el día 21estos últimos se juntaron para votar por el alcalde y los demás miembros del ayun-tamiento.

Antes de la elección del dia 21, un grupo de vecinos trató de influir en la deci-sión de los electores entregando una petición al alcalde en ejercicio, José RamónRomero Cortes, quien presidiría la votación. La carta estaba firmada por nuevepersonas y escrita “En Nombre de los Capitanes y Comun de Naturales de estePueblo de San Geronimo Aculco”. La denominación “Naturales” se refería a losindígenas y los capitanes representaban aquí los barrios sujetos a la antigua repú-blica de indios de Aculco. Alrededor de dos tercios de la población del curato secomponían de indígenas.25En su oficio, los vecinos se denominaban al mismotiempo, recurriendo a categorías constitucionales, como “los Ciudadanos que noshayam[o]s sordos y siegos sin tener solo a Dios N[uest]ro Señor y la sagrada Cos-titusion Politica de la Monarquía Española”.

Su solicitud apuntaba hacia la concesión de un alcalde propio para el común deindígenas. Ellos decían que no habían participado en la elección de electores aprincipios de diciembre porque “queremos un Jues de Naturales”. Los indígenasinformaban de que también en otras dos comunidades de la región “el que heraGobernador [de indios] quedo de Alcalde de los Ciudadanos naturales que heranen [a]quel t[iem]po y [que] por [a]hora por la Costitusion somos Españoles por laMonarquia Española.”26El argumento principal de los indígenas era en este casoque necesitaban un alcalde que hablara su idioma:

á N[uest]ro Señor Alcalde D[o]n Joseph Ramón Romero Cortes pedimos y suplicamos quejuntamente con los Señores del Ayuntamiento [y] en compañía del Señor Cindico nos consedan

24 “Renovaz[ió]n de Ayuntam[ien]tos. Tasquillo y Aculco” (1820), AGN, Ayuntamientos, vol. 128, s/e, s/f.

25 Según el padrón del arzobispado de México de 1777, en Aculco había 1141 familias, de ellas 301 eran familias de españoles, 63 de mestizos, 11 de mulatos, y 766 de indios, ErnestSánchez Santiró: Padrón del Arzobispado de México, 1777. México, D.F. 2003, p. 111.

26 Se refirieron a los pueblos de Acambay y Temascalcingo. En estos dos curatos la pobla- ción no-indígena parece haber sido más minoritaria que en Aculco. En Acambay en 1777 de2082 familias, las no-indígenas formaban el 15%, en Temascalcingo era el 26% de 1867 fami-lias (Ibidem).

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71 un Alcalde en Otomite por que nosotros no sabemos la Ydioma Castellana (sic.) ni los señoresespañoles no pueden saber ni entender nuestra Ydioma (sic.) Otomi [...].27

Su meta no era controlar todo el ayuntamiento, pero solicitaron que uno de losalcaldes fuera indígena, concretamente el que tuviera una función subordinada alayuntamiento, pues queríanque se nos ponga un Alcalde Otomite para que nos jusgue De lo malo y bueno de n[uest]raconducta que tendremos y siempre que no cumpla [se, D.G.] dara cuenta a los Señores delAyuntamiento[,] esto es quando no entienda n[uest]ro Alcalde de sus obligaciones de corregiral que yyerra [erra, D.G.] suplicamos a la Costitusion y Monarquiya Española nos conseda estagracia y Merced que pedimos [...].

Los indígenas hicieron uso de la categoría del ciudadano y de símbolos abs-tractos como la Constitución y la Monarquía para legitimar su solicitud. A la vez,lo que pedían era una “gracia y Merced”, con lo cual hacían referencia a la rela-ción paternalista entre los súbditos y las autoridades del Antiguo Régimen.

La elección se llevó a cabo entre los electores en la casa parroquial, pero lasolicitud no fue exitosa. Según Romero Cortes, la carta se había presentado a loselectores en el acto de la elección, pero aparentemente no se había tomado encuenta. Es posible que entre los electores no hubiera indígenas, ya que los indíge-nas en su carta decían que no habían participado en la elección de electores. Losnombres de los electores en el acta de la elección no nos permiten identificarloscomo indígenas o no-indígenas. Si bien sólo uno de los electores está registradosin apellido,28lo cual comúnmente se interpreta como un indicio de ser indígena,29aquí este criterio es de poca validez, porque también los nueve firmantes de lacarta escrita en nombre del común de indígenas llevaban apellidos.

Durante los dos días siguientes a la elección, sin embargo, surgieron fuertesprotestas, que se dirigieron en primer lugar contra Victorino de Bulner, uno de losdos alcaldes electos. José Prudencio Flores de la Cruz, quien era uno de los fir-mantes de la solicitud mencionada el día 22, “acompañado de los Capitanes de los

27 El término “Otomite” se refiere al idioma indígena Otomí, que se hablaba en Aculco de Espinoza, como también en Acambay y Temascalcingo. Véase: Instituto Nacional de LenguasIndígenas: Catálogo de las lenguas indígenas nacionales. <http://www.inali.gob.mx/clin-inali/html/v_otomi.html> (28/07/2013).

28 Este regidor está registrado como “D[on] Ig[naci]o B[eni]to”. Acta de elección (21 de diciembre de 1820), AGN, ibidem.

29 Michael T. Ducey: Elecciones, constituciones y ayuntamientos. Participación popular en las elecciones de la tierra caliente veracruzana, 1813-1835. En: Juan Ortiz Escamilla/ José An-tonio Serrano Ortega (eds.): Ayuntamientos y liberalismo gaditano en México. Zamora, Mi-choacán/ Xalapa, Veracruz 2007, pp. 192-193.

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72 David Grewe Barrios” –es decir, de los representantes del común de indígenas– se dirigió alalcalde para consultar el acta de la elección. Según el secretario del ayuntamiento,Flores, después de consultar el acta, criticó la elección de Bulner como alcaldeporque Bulner era “Gachupin”.30Según un informe de Bulner, José PrudencioFlores había dicho al alcalde: “¿Que los Gachupines mandan? D[on] Victorino nopuede ser Alcalde porq[ue] es Gachupin.”31El término ‘gachupín’ se aplicaba alos españoles nacidos en España y era parte del discurso de las tropas insurgentesque durante la guerra civil de la década de 1810 habían agitado contra el gobiernoespañol y los españoles europeos, y también la región de Aculco había sido afec-tada por los combates.32Además, los indígenas dijeron “que habia otros Naturalesen el Pueblo de mayor merito”,33con lo cual reafirmaron su solicitud anterior-mente presentada.

Al día siguiente, la oposición contra Bulner se extendió considerablemente.Este día (el 23 de diciembre) se informó al “Publico” de los resultados de la elec-ción. Además, se dio a conocer que el día 21 se había anulado la primera elecciónpor causa de que uno de los nuevos alcaldes electos era pariente del alcalde sa-liente. No obstante, la segunda elección dio por resultado dos alcaldes distintos alos de la primera. Consecuentemente, según dos testigos, el “Publico” o “todoslos ciudadanos de este lugar” se presentaron ese mismo día ante el ayuntamientoy dijeron “q[u]e al caballero Bulner no lo admitian p[ar]a Alcalde […] con elagregado del común de Naturales q[u]e instan a q[u]e se les ponga un AlcaldeNatural.”34

De esta manera, la oposición contra Victorino de Bulner se organizó en unaalianza entre el común de indígenas y los adversarios de Bulner. Se redactó unanueva solicitud, esta vez escrita por uno de los dos procuradores síndicos35del30Certificación del secretario constitucional (29 de diciembre de 1820), en AGN, ibidem.31Carta de Victorino de Bulner (sin fecha), en AGN, ibidem.

32 Marco Antonio Landavazo: El asesinato de gachupines en la guerra de independencia mexicana. En: Mexican Studies/Estudios Mexicanos vol. 23, no. 2 (2007), pp. 253-282; Ericvan Young: The Other Rebellion. Popular Violence, Ideology, and the Mexican Struggle forIndependence, 1810-1821. Stanford 2001, pp. 87, 235.

33 Certificación del secretario constitucional (29 de diciembre de 1820), en AGN, ibidem. 34Cartas de José María Beltrán de la Cueva y José Antonio Romero a Manuel de la Hoz (3de enero de 1820), en AGN, ibidem. Beltrán era el segundo regidor electo, Romero era uno delos electores.

35 El síndico procurador “defendía a los vecinos de la municipalidad de las arbitrariedades ejercidas por cualquier autoridad”, Guarisco: Los indios, p. 209.

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73 ayuntamiento y dirigida al subdelegado de Huichapan, el encargado del distrito.36De hecho, parece que la petición contaba con el apoyo de diferentes sectores so-ciales en Aculco. Aparte del síndico, la solicitud fue firmada por 20 individuos,todos con apellido, y ahora los autores se autodenominaron como “El publico ytodo el Comun de Naturales”. Aunque una parte de la solicitud estaba escritadesde la perspectiva de “nosotros los Naturales”, la mención del público indicaclaramente que también estaban involucradas personas que no pertenecían al co-mún de indígenas. El término ‘público’ en este tiempo podía denominar “El co-mun del pueblo ó ciudad”.37En otra carta el segundo regidor electo afirmó que“Ni los [..] Naturales, ni el Publico” querían a Bulner como alcalde,38y un regidorreelecto afirmó que “individuos indios y de razon”39se oponían a la elección deBulner.

Según Bulner, sus oponentes habían recogido “barias firmas de sujetos debrosa”40en su contra, y según el cura sólo había firmas “de las personas inferioresdel Pueblo”. Sin embargo, el cura además había certificado que los electores ha-bían sido “los principales del pueblo”, y podemos identificar dos de los firmantescomo electores. Uno de ellos además informó al subdelegado en una carta reser-vada sobre la elección anulada y las reacciones de los vecinos.41Sorprendente-mente, de los autores de la primera solicitud ninguno firmó. Todo esto sugiere quela segunda solicitud ya no fue encabezada por los capitanes de los barrios, aunquepodemos asumir que la petición contaba con su apoyo, ya que aquí también sedefendían sus intereses.

Los autores dijeron que su único motivo era “llebar adelante los preceptos delprodigioso código”, es decir, de la Constitución, y usaron un argumento apegadoal articulado de la misma: afirmaron que Bulner no contaba con los cinco años deresidencia en el pueblo requeridos por la ley para acceder a tales cargos. Por eso,según la solicitud, la elección en Bulner era nula y tenía que repetirse. En la nuevaelección, pidieron que se eligiera un alcalde de segundo voto “de las calidades,36“El publico y todo el Comun de Naturales …” (sin fecha), en AGN, ibidem.

37 Real Academia Española: Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Es- pañola. Madrid51817, p. 712, col. 2.

38 Carta de José María Beltrán de la Cueva a Manuel de la Hoz (3 de enero de 1820), en AGN, ibidem.

39 Carta de José Estanislao Cruz a Manuel de la Hoz (28 de diciembre de 1820), en AGN, ibidem.

40 Carta de Victorino de Bulner (sin fecha), en AGN, ibidem.

41 José Antonio Romero y Tomás Miranda eran electores; el primero es el autor de la carta

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74 David Grewe que llebamos dichas”, el que sería un “Natural, que entendiera el hidioma Otho-mi”.

Parece que los vecinos indígenas y los no-indígenas se aliaron y persiguieronjuntos una argumentación apegada al sistema constitucional para lograr objetivosque sirvieran a ambos grupos: la deposición de Bulner, una nueva elección y unalcalde indígena. Los indígenas creían que podrían defender sus intereses me-diante la nominación de un alcalde indígena en el ayuntamiento. Los adversariosde Bulner se beneficiaron de la alianza con los indígenas, no sólo porque éstosrepresentaban la mayor parte de la población, sino también porque ellos creían enla fuerza legitimadora del común de naturales. En cierto modo, el término ‘pú-blico’ tenía una función similar a la del ‘común de naturales’, ya que se refería alpueblo como una corporación dentro de la monarquía. De tal manera ambos esta-ban haciendo referencia a conceptos corporativos del Antiguo Régimen. Se pro-dujo una solicitud, que por un lado se servía del lenguaje y los argumentos cons-titucionales y por el otro recurría a conceptos corporativos para legitimar un arre-glo parcialmente basado en las identidades políticas del Antiguo Régimen.

Si bien aquí se aliaron indígenas y no-indígenas, parece que también existía unaidentidad política que unía a ambos grupos. La categoría de gachupín había sidousada por los representantes del común de indígenas para impugnar al europeoBulner como alcalde. El subdelegado, quien en una carta se dirigió a Bulner como“Mi estimado Paysano”, de hecho creía que el ser europeo era la razón principalde la oposición contra Bulner:en mi concepto el mayor defecto q[ue] encuentran en U[sted] és la terrible mancha de ser euro-peo por q[ue] casi en lo general de las americas nos detestan y aborrecen con alma vida y cora-zon, sin que lo puedan ya remediar porque lo tienen reconsentrado en la maza de la sangre.42

Bulner, en una carta al virrey, afirmó que él era rechazado como alcalde por elsolo hecho de ser europeo, y que había llegado a ser “odiado” porque había sido“oficial de la guarnición” realista durante la guerra contra los insurgentes. El dis-curso nacionalista insurgente obviamente jugaba un rol destacado en este con-flicto. No es sorprendente que éste no apareciera en los oficios de los indígenas ylos adversarios de Bulner, ya que este tipo de argumentos frente a los magistradosespañoles no ayudaban a legitimar los reclamos. Sin embargo, los indígenas ha-bían tratado de valerse de esta identidad ante el alcalde saliente el día después dela elección, lo cual sugiere que, a nivel local, sí la consideraban como una fuentede legitimación.

42 Carta de Manuel de Hoz (30 de diciembre de 1820), en AGN, ibidem.

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Aunque el subdelegado mandó suspender la toma de posesión de los nuevosfuncionarios del ayuntamiento, éstos, por lo menos interinamente, tomaron pose-sión a principios de enero. Según el virrey y su asesor, el subdelegado habíaobrado en contra de la ley ya que él, según la Constitución, no tenía facultades enestos asuntos. La decisión definitiva sobre el caso se aplazó, pero carecemos deevidencias de cómo terminó finalmente.

El caso de Aculco representa por lo tanto un conflicto en el que se manifiestandiferentes identidades políticas. Podemos identificar dos identidades corporativas(el común de naturales y el público) y dos identidades con referentes más abstrac-tos: la categoría de los ciudadanos y la de los americanos. Podemos afirmar quelos vecinos se valieron de las diferentes identidades políticas cuando les conveníay siempre que creían que la identidad adoptada contaba con la aceptación de losdemás actores.

Cuando los indígenas temían que no estuvieran representados en el ayunta-miento constitucional, pidieron que se les concediera un alcalde indígena y argu-mentaron con su particularidad como indios resaltando su propio idioma. Desdesu perspectiva existía una cierta probabilidad de alcanzar su objetivo con estosargumentos. Ellos mismos mencionaron que en otras comunidades se habían ins-talado alcaldes indígenas y de hecho Claudia Guarisco ha mostrado cómo en elValle de México también se dieron acuerdos de este tipo entre indígenas y no-indígenas.43

Indígenas y no-indígenas usaron además las nociones de ‘común de naturales’y de ‘público’ como recurso frente a los magistrados españoles, porque creían queestos conceptos tomados prestados de la sociedad corporativa todavía podían ser-virles como fuente de legitimación. Aparte de esto, se representaron como ciuda-danos, y se refirieron a símbolos abstractos como la Monarquía y la Constituciónpara insertarse en el discurso hegemónico del sistema constitucional frente a losencargados de la administración. La categoría del americano contrapuesta a la delgachupín también se usó implícitamente como identidad política protonacional yaque se asociaba con los derechos de los nacidos en América,44pero carecía devigencia frente al gobierno español.

43 Guarisco: Los indios, pp. 144-145.

44 Cf. art. 13 de la Constitución de Apatzingán, en: Juan E. Hernández y Dávalos (ed.): Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a

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76 David Grewe E L USO LEGÍTIMO DE LAS IDENTIDADES

Aparte de confirmar que estas identidades políticas jugaron un papel tambiénen otras comunidades, el siguiente caso nos da una idea de cómo fueron dispu-tadas entre los actores para poner en duda la legitimidad de sus respectivos opo-nentes políticos. Tanto la noción del ‘común igual’ como la de la conformidad alsistema constitucional fueron puestas en discusión entre dos grupos opuestos. En1823, varios vecinos del pueblo de Xilotepec –una comunidad mayoritariamenteindígena45vecina de Aculco– se dirigieron al jefe político de la provincia de Mé-xico y se quejaron de que el sistema constitucional no les había traído las ventajasprometidas.46En su carta al jefe político los vecinos relataron diferentes casos deabuso de poder por parte del ayuntamiento. Habían sido alistados para el serviciomilitar siendo jornaleros y estando por ello exentos. También se les había exigidouna contribución para la construcción de una alberca que según ellos no era parael “Publico”.47En la presentación de sus quejas los vecinos enfatizaron la legiti-midad de las normas constitucionales, pero criticaron el hecho de que no se cum-pliese con la igualdad y libertad de los ciudadanos:es una verdad, q[u]e las LL [leyes] vigentes de hoi, no han tratado de otra cosa, que de ponernosen el rango, y dignidad de hombres libres, haciendo desaparecer de entre nosotros los nombresde Indios con los q[u]e eramos conocidos, en el Govierno Español para que de este modo, dis-frutemos de la libertad, q[u]e logra todo ciudadano, pero en Xilotepec estamos con la mismaoprecion, ó acaso mayor de la en que estabamos antes.

Ante todo se quejaron de que habían sido excluidos de la elección del ayunta-miento y éste era el problema más grave, ya que ellos veían su representación enel ayuntamiento como la solución para los demás problemas.

En nuestro concepto el arbitrio unico p[ar]a redimirnos de tantos males, q[ue] gravitan sobreuna posicion de hombres infelices, no es otro, sino, q[ue] a estos no se excluian (sic.) de obtenerempleos en el Ayuntam[ient]o [.] hai muchos utiles, y q[ue] como instruidos de nuestros males,podran en parte remediarlos.

Por eso pidieron que al alcalde de Xilotepec se le mandara que en las próximaselecciones “se tenga considera[ció]n del comun p[o]r quien hablamos”.

45 De las 2548 familias del curato de Xilotepec en 1777 el 82% eran indígenas, Sánchez Santiró: Padrón, p. 110.

46 “Xilotepec. Varios vecinos quejandose del Ayuntamiento” (1823/1824), en AHEM, Go- bernación, Gobernación, vol. 1, exp. 7.

47 AHEM, ibidem, fs. 3-4.

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En la respuesta del ayuntamiento dirigida al jefe político, sus integrantes im-pugnaron todos los reproches y trataron de poner en duda la legitimidad de losreclamantes.48A los autores de la queja los identificaron como indígenas, advir-tiendo que “entre los que se denominaban Indios nunca falta algún discolo”.Acerca de la elección dijeron que algunos de los vecinos que ahora reclamabanhabían tratado de manipular las elecciones repartiendo papeletas preparadas parala votación de los electores a principios de diciembre. Según el ayuntamiento, elobjetivo de estos indígenas había sido que todos los electores fueran “de su clase[de indios, D.G.] con el fin de que de la misma saliese el Ayuntamiento”. Por este“complot” se les excluyó del sufragio activo y pasivo. El ayuntamiento reportóque como dos semanas después (el día 22)se presentaron en estas casa consistoriales los mismos [vecinos, D.G.] nominados bastanteebrios seguidos de mas de sincuenta individuos en estilo asonada preguntando si ya habíanllegado sus oficios para que ellos eligiesen aparte su Alcalde, y republica.

Cuando después llegó el correo al pueblo, según el ayuntamiento, todavía másvecinos se presentaron, pero el correo aparentemente no les trajo ningún oficioque les permitiera la elección de sus propios representantes, y “se les reprendiosuavemente”. Esto aconteció después de que los vecinos hubiesen dirigido susquejas al jefe político, lo cual sugiere que esperaban la respuesta a su carta.49Elayuntamiento aparentemente dio este reporte también para poner en cuestión lalealtad de sus oponentes a las normas liberales. Según el ayuntamiento, eran losindígenas quienes actuaban contra el principio de la igualdad de los ciudadanos:“Quando las leyes han abolido los odiosos nombres q[u]e clasificaban a los habi-tantes de esta America, estos discolos se empeñan en querer mantener su denomi-nacion”. Ambas partes se refirieron entonces a la decretada desaparición de lasviejas categorías étnicas, ya que desde 1822 el uso de estas categorías en docu-mentos oficiales estaba prohibido.50Probablemente por eso los reclamantes nohabían empleado en su carta términos como ‘naturales’ o ‘indios’ para denomi-narse, sino que habían preferido mencionar solamente el “comun p[o]r quien ha-blamos”.

También se discutió sobre quiénes eran aptos para cargos municipales. Mien-tras los autores de la primera carta decían que “hai muchos utiles” que pudieran48AHEM, ibidem, fs. 5-7v.

49 La carta llegó a la ciudad de México a más tardar el 20 de diciembre. AHEM, ibidem, f. 3.

50 Moisés González Navarro: ‘Mestizaje’ in Mexico during the National Period. En: Mag-

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78 David Grewe representar sus intereses, los miembros del ayuntamiento advirtieron que los in-dígenas solían elegir “hombres ineptos estupidos viciosos”. A la vez resaltaronque “a pesar de todo s[iem]pre se les ha tenido presente” en las elecciones y men-cionaron algunas personas –aparentemente indígenas– que desde 1820 habían for-mado parte del ayuntamiento.

Además, se puso en discusión el uso legítimo del término ‘común’. Los recla-mantes se habían representado mencionando doce de sus nombres y advirtiendoque hablaban “a nombre de los demás vecinos del Pueblo de Xilotepec”. Apartede esto, se referían al “comun p[o]r quien hablamos”, aparentemente el común deindígenas. El ayuntamiento, en cambio, no sólo afirmó que se trataba de “dis-colo[s]”, sino que criticó “el abuso de tomar el nombre del común”, entendidocomo el común del pueblo, y por eso exigióque no se admitan solicitudes a nombre de[l] común por q[u]e á este solo el Ayuntamiento ósus sindicos lo representa[n] y si ellas [las solicitudes, D.G.] se encabesan á nombre de diversosindividuos [que] manifieste el representante [el, D.G.] poder bastante de los individuos porquienes habla.

Obviamente, el hablar en nombre del común era un arma temida por su fuerzalegitimadora. En su defensa, los vecinos indígenas escribieron que “no somosquatro díscolos, sino una parte sana y mui conciderable de Xilotepec”.51JoaquínJuárez, alcalde de la vecina comunidad de Chapa de Mota, fue comisionado porel jefe político de la provincia para realizar una investigación sobre el caso y porlo tanto interrogó a ocho testigos acerca de los reclamos de los indígenas. Lespreguntó particularmente acerca de los apoyos por parte de los vecinos reclaman-tes dentro de la comunidad. Los testigos declararon que éstos eran “todo el comúnde naturales” o “un numero muy considerable”, que eran “no viciosos” o “no decostumbres reprehensibles”, que era “todo el Pueblo siendo los principales hom-bres de bien” o “que los principales que andan en estas diligencias son hombresde bien”.52De tal manera confirmaron la legitimidad de los reclamos hechos porlos indígenas. Sobre los reproches acerca de la elección del ayuntamiento, sin em-bargo, no se recibieron informaciones. El alcalde de Chapa de Mota decidió quelos reclamos de los indígenas eran legítimos, pero no opinó acerca de las eleccio-nes.

Igual que en el caso de Aculco, aquí los indígenas habían tratado primero deasegurarse su representación dentro del ayuntamiento. Posiblemente su objetivo51AHEM, ibidem, fs. 10-11.

52 AHEM, ibidem, fs. 20-25v.

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79 había sido un ayuntamiento compuesto por indígenas, según el modelo de la re-pública de indios. Cuando se vieron excluidos de las elecciones municipales, tra-taron de restablecer su propia república para asegurar su representación política anivel local. Esto aparentemente no lo vieron como anticonstitucional, ya que es-peraban recibir una licencia oficial por correo. El restablecimiento de institucio-nes propias indígenas fue en este caso un intento de hacer efectiva la igualdad delos ciudadanos, entendida como una representación igual de los dos comunes. Éstano se había logrado dentro del ayuntamiento, ya que su común no se había tomadoen cuenta.

Ambos lados se hacían mutuamente el reproche de actuar contra las nuevasnormas del sistema liberal, ya que asumían que a los representantes del Estadohabía que convencerlos mediante argumentos apegados al actual sistema de go-bierno. Al mismo tiempo, las identidades corporativas seguían jugando un ciertopapel. Se reclamaba que se tomara en cuenta al común de los indígenas, y susrepresentantes afirmaron que hablaban en nombre de los vecinos del pueblo, porlo cual el ayuntamiento pidió que sólo el ayuntamiento fuese reconocido comorepresentante del común, pues hablar en nombre del común era una fuente impor-tante de legitimación.

Otro ejemplo de la región de Zacatula (en el actual Estado de Guerrero) nosmuestra claramente que las diferentes identidades políticas seguían usándose in-cluso a finales de la década de 1820, y que también se seguía discutiendo sobre lalegitimidad de su uso. En el pequeño pueblo de Coahuayutla, en 1829, los vecinosse quejaron de los males que habían sufrido desde que en 1825 habían sido agre-gados al ayuntamiento de Zacatula.53Ya no contaban con su propio gobierno,porque el alcalde de Zacatula les había quitado “el b[as]ton que [es] prop[io] delPueblo y usa n[uestro] Governador de n[ues]tra Republica”. El bastón (o la vara)había sido el símbolo del gobierno local en comunidades indígenas durante el An-tiguo Régimen.54La solicitud estaba suscrita por el escribano, que firmó “A nom-bre de la Republica”.

Los vecinos querían restablecer su gobierno local porque ahora era el ayunta-miento de Zacatula quien intervenía en los “bienes y tierras del Pueblo y no los

53 “Prefectura de Acapulco. Sobre que se establezca una República de Naturales en Cuahua- yutla […]” (1829), AHEM, Gobernación, Gobernación, vol. 14, exp. 24. Alrededor de 1800solo había 90 indios en Coahuayutla, Dorothy Tanck de Estrada: Atlas ilustrado de los pueblosde indios. Nueva España, 1800. México, D.F. 2005, p. 229.

54 Silke Hensel: Mediadores del poder. La actuación de los subdelegados y su significado para el dominio español en Nueva España, 1787-1821. En: Marta Terán/ Víctor Gayol (eds.):La Corona rota. Identidades y representaciones en las independencias iberoamericanas. Castelló

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80 David Grewe Indios”. Creían que este “despojo” del bastón había sido una arbitrariedad del al-calde de Zacatula, porque “no nos hiso ver tal ord[e]n”. Escribieron la solicitud“en defensa de n[ues]tros d[e]r[ech]os” y remitieron a sus derechos de ciudada-nos, pero al mismo tiempo a su propia república:todo Ciudadano esta facultado para representar sus d[e]r[ech]os según le conbengan en justicia,nos allamos en el caso de representar n[ues]tros lejitimos derechos segun la opinion General dela Republica.

Los vecinos de Coahuayutla no vieron ninguna contradicción entre el ser ciu-dadano y su pertenencia a una república de indios. Mientras el alcalde primero deZacatula estaba a favor de esta solicitud, el prefecto de Acapulco condenó vehe-mentemente la petición ya que, según él, este pueblo estaba violando “el sagradoderecho de igualdad y apeteciendo más el ser esclavo por medio de su solicitudservil que libres ciudadanos”. C ONCLUSIÓN

El establecimiento del sistema constitucional como ruptura en el discurso he-gemónico provocó una transformación del repertorio de identidades políticas quese manejaban, y a partir de las cuales se argumentaba desde las comunidades in-dígenas en la resolución de sus conflictos políticos. El concepto de ‘vecino’ nodesapareció sin embargo con el establecimiento de la ciudadanía liberal, sino quesiguió presente en los imaginarios sociales y políticos de los actores. Además, laguerra civil de la década de 1810 había dejado huellas en la percepción social delos actores, ya que había sido un conflicto en torno a la imposición de categoríascomo americano, gachupín y español.

En las comunidades indígenas, las diferentes identidades políticas fueron usa-das como recursos para defender intereses en el ámbito local al igual que frente alos representantes del Estado. La autodenominación como ciudadanos, las refe-rencias a la Constitución y el recurso explícito o implícito a los conceptos deigualdad y libertad fueron nuevos instrumentos legitimadores. A la vez, la idea deque los conceptos corporativos legitimaban reclamos políticos seguía vigente.Tanto indígenas como no-indígenas remitían al ‘común del pueblo’ o al ‘público’como recurso de legitimación, y discutían sobre quién podía representar al ‘co-mún’.

También el concepto del ‘común de naturales’ siguió siendo relevante, pero sulegitimidad resultaba controvertida. Mientras los indígenas de Aculco se repre-sentaron como común de naturales, los de Xilotepec, en cambio, prefirieron no

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81 autoidentificarse como naturales, sino solamente como el “comun p[o]r quien ha-blamos”, ya que el común de naturales fácilmente podía ser deslegitimado conargumentos liberales, como pasó en Xilotepec y en Coahuayutla.

En Xilotepec, al igual que en Aculco, los indígenas primero trataron de asegurarsu representación política mediante la participación en el ayuntamiento y remitie-ron a sus derechos de ciudadanos y el discurso sobre los logros del sistema liberal.El hecho de que su común estuviera representado en el ayuntamiento lo vieroncomo parte de sus derechos, y como una manera de que se cumpliera con losprincipios del sistema liberal. El intento de instalar un cabildo aparte en Xilotepecparece haber sido una reacción a la exclusión del ayuntamiento por parte de acto-res no-indígenas. Como los vecinos de Xilotepec habían enfatizado la legitimidaddel sistema liberal, la instalación de un segundo cabildo posiblemente fue un in-tento de hacer efectivos sus derechos como ciudadanos. También los vecinos deCoahuayutla afirmaron que estaban reclamando sus “lejitimos derechos” comociudadanos cuando pedían la restitución de su república.

Si bien se podría suponer que en el plano local se usaron otras identidades po-líticas que frente a los funcionarios de los niveles más altos, los casos discutidosno sugieren que el uso de identidades políticas dependiera del nivel administra-tivo. La autodenominación como ‘común de naturales’ la encontramos frente alalcalde de Aculco, como también frente al subdelegado. Como ‘ciudadanos’ sedenominaron los indígenas de Aculco frente al alcalde, como también los de Xi-lotepec frente al jefe político. Sólo la categoría del ‘gachupín’ contrapuesta a ladel ‘americano’ carecía de fuerza legitimadora frente a los representantes del Es-tado más allá del ámbito local, por lo cual sólo la encontramos como un insultode viva voz. En vista del hecho de que Aculco había sido bastante afectado por laguerra civil, la categoría abstracta del americano en esta comunidad seguramentetenía un significado bastante concreto. La separación entre los partidarios de losinsurgentes y de los realistas seguía siendo relevante en la percepción social ysirvió para formar alianzas entre indígenas y no-indígenas.

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F LORIAN P ETERSEN

LA DESACRALIZACIÓN DEL ESPACIO URBANO Y LA SACRALIZACIÓN DE LO CÍVICO EN LA REFORMA LIBERAL GUATEMALTECA

En la segunda mitad del siglo XIX tuvo lugar en Guatemala una reforma quetransformó profundamente la estructura social del país, especialmente en el espa-cio urbano. Parte integral de la llamada Reforma Liberal guatemalteca a partir de1871 fue una amplia secularización, conocida también como la Reforma Reli-giosa. Para Miller no cabe duda de que “el legado más significativo de la reformaliberal fué el debilitamiento general de la Iglesia como institución política, eco-nómica y social”.1Pero, aunque Miller mencione una dimensión social, las inves-tigaciones sobre el tema se han limitado en su gran mayoría a los aspectos políti-cos y económicos, descuidando de esta manera las dimensiones simbólica y cul-tural de la secularización. Con esto me refiero sobre todo a la desacralización delespacio público/urbano, particularmente en relación con las festividades católicasy con el papel de los elementos religiosos en las fiestas públicas. A la vez, y comocontrapunto dialéctico a la desacralización, puede observarse en el marco de lacultura festiva una cierta sacralización de lo cívico y del proyecto político liberalen su conjunto.2El análisis de esta dialéctica será el objeto del presente artículo.

Semejante a la de muchos otros países de América Latina, la política guatemal-teca del siglo XIX estuvo fuertemente caracterizada por el antagonismo entre dosgrandes corrientes político-ideológicas, identificadas como liberal y conserva-dora. Los partidos respectivos se habían formado ya durante la Independencia.Durante las dos décadas siguientes se libraron fuertes luchas políticas e inclusoconflictos armados, hasta que los conservadores, al mando del caudillo Rafael

1 Hubert Miller: La Iglesia y el Estado en tiempo de Justo Rufino Barrios. Guatemala 1976, p. 498.

2 Este ensayo representa una pequeña parte de mi tesis doctoral en curso, cuyo tema son los procesos de construcción de identidad nacional en la Guatemala Liberal y el papel de lasfestividades públicas. El análisis presentado a continuación se concreta a nivel performativo-práctico, dejando de lado el nivel discursivo (por ejemplo arengas, poesías, himnos, editoriales

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84 Florian Petersen Carrera, alcanzaron el poder a principios de la década de 1840. A partir de enton-ces dominaron el país durante treinta años sin que sus adversarios tradicionalespudieran cuestionar seriamente su hegemonía. Pero en 1871 los liberales lograronderrocar el ya bastante desmantelado régimen conservador. Ello fue posible gra-cias a una alianza entre las fuerzas liberales capitalinas de corte tradicional (per-tenecientes en su mayoría al sector mercantil), encabezadas por su destacado líderMiguel García Granados, y las cada vez más pujantes élites terratenientes del Oc-cidente del país, acaudilladas por el joven y enérgico Justo Rufino Barrios.3Losvencedores proclamaron el cambio de gobierno, la “Revolución Liberal”, y elinicio de una nueva era, la “Reforma Liberal”. Según la versión propagada por losliberales, Guatemala sufría desde hacía tres décadas el más lamentable retroceso.Ahora el país iba a ser transformado en una nación moderna y progresista paraocupar finalmente su merecido puesto entre las naciones cultas y civilizadas – asírezaba la expresión ritualmente invocada. El modelo económico al que se aspirabaera el de un estado agroexportador prevalentemente cafetalero. Pretendían moder-nizar el sistema educativo y también la infraestructura vial y de comunicacionespara poder satisfacer así las exigencias de la Nueva Era. Además, se iban a nece-sitar grandes cantidades de tierra fértil y de brazos disponibles y dóciles.

Por un lado, la población indígena se convirtió en objeto de máximo interés. Sucondición fue caracterizada por el nuevo gobierno como desastrosa y degenerada,y se la declaró rémora principal para el ansiado desarrollo. Sus tierras comunalesfueron declaradas baldías para poder comercializarlas, y los indígenas, ahora sintierras, pasaron a ser parte de la mano de obra requerida por el nuevo modeloeconómico. Por otro lado, la atención se dirigió también, por varios motivos, a lapoderosa iglesia católica, aliada inconfundible de las derrotadas fuerzas conser-vadoras. Ideológicamente, la Iglesia representaba para los liberales el principaladversario. Se la veía como “enemiga de la democracia, la educación y el progresoeconómico”.4Desde una perspectiva política centrada en el poder, no era posibleconservar éste a largo plazo sin reducir antes al mínimo la influencia eclesiástica.Y, last but not least , en el terreno económico era indispensable disponer de losfondos y bienes inmuebles de la Iglesia y de las órdenes religiosas para financiarla implementación de las reformas deseadas. Debido a que el sistema educativo

3 Según García Laguardia la alianza era necesaria “para encontrar una nueva fórmula de estructuración del poder político.” Jorge Mario García Laguardia: La Reforma Liberal en Gua-temala. Vida política y orden constitucional. México21980, p. 33.

4 Miller: La iglesia, p. 495.

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85 se encontraba casi completamente bajo el control del clero, urgían también cam-bios radicales en esta área si se quería educar a la juventud conforme al nuevoespíritu e inculcarle a la población las ideas del liberalismo.

De hecho, la ambición del proyecto liberal iba más allá de una reforma político-económica. Ciertamente, los liberales no tenían en mente una verdadera inclusiónpolítico-social de la población, en particular de los indígenas, y mucho menos unaauténtica revolución del orden social, pero sí aspiraban a protagonizar una rein-vención fundamental de Guatemala como estado-nación y como sociedad. Yaquella nueva Guatemala, moderna y progresista, culta y civilizada, tenía que serun estado secular, si no laico.5Por estos motivos, después de deshacerse del mo-derado presidente interino García Granados en 1873, los liberales más radicalesencabezados por Justo Rufino Barrios iniciaron sin demora una secularizaciónprofunda y firme. La limitación del poder eclesiástico a todos los niveles era desdesu punto de vista una “necesidad indefectible […] para consolidar su proyectopolítico y económico”.6Tal limitación abarcaba desde la restricción de su poderpolítico, la expropiación de sus bienes, su debilitamiento económico y financiero,la disminución de su personal en el país, hasta la expulsión del propio arzobispo.7Cabe destacar que las investigaciones coinciden en que los liberales no tenían laintención de destruir a la Iglesia. Trataban de “reducirla a un estado de subordi-nación más estricto”8y “restringirla a una esfera puramente religiosa”.9

5 Para entender la base ideológica y los mecanismos de legitimación del anticlericalismo de los liberales, sin duda hay que tomar en consideración la influencia del positivismo. Garrard-Burnett explica cómo durante la administración de Barrios el liberalismo guatemalteco experi-mentó un renacimiento desde su mezcla con los “dogmas mas o menos vulgarizados” del posi-tivismo y del darwinismo social, y opina que “el positivismo ofrecía una lógica ‘científica’ parael anticlericalismo”, Virginia Garrard-Burnett: Positivismo, Liberalismo e impulso misionero:misiones protestantes en Guatemala, 1880-1920. En: Mesoamérica vol. 19 (1990), pp. 14-15.

6 José Edgardo Cal Montoya: La Iglesia de Guatemala ante la Reforma Liberal (1871- 1878). En: Boletín de la AFEHC vol. 6 (2005), p. 7.

7 Selección de decretos anticatólicos: Decreto nro. 59 del 3/9/1871: Disociación y expul- sión de los Jesuitas; Decreto nro. 23 del 17/10/1871: Expulsión del Arzobispo Bernardo Piñoly Aycinena; Decreto nro. 43 del 22/12/1871: Abolición del Diezmo; Decreto nro. 64 del7/6/1872: Disociación de las órdenes, nacionalización de sus bienes; Decreto nro. 67 del12/6/1872: Los ex-conventos convertidos en escuelas públicas gratuitas; Decreto nro. 92 del12/3/1873: Abolición del Fuero Eclesiástico; Decreto nro. 93 del 15/3/1873: Declaración de laLibertad de Conciencia.

8 Cal Montoya: La iglesia, p. 1.

9 Miller: La iglesia, p. 14.

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86 Florian Petersen

La reforma religiosa ya ha sido estudiada a fondo en sus dimensiones político-económicas,10pero la secularización como fenómeno histórico-social contieneuna dimensión adicional, la cultural. Porque al estabilizar e institucionalizar elproyecto liberal, la cuestión de la identidad y la imagen nacional se convirtió enun ámbito esencial de influencia y de transformación. Se trataba entonces tambiénde la construcción de una identidad nacional: junto al sistema educativo (y quizáal ámbito militar), el espacio urbano, y en particular la cultura festiva, se convir-tieron en campos de negociación.11Por eso intentaré trazar el curso del enfrenta-miento entre el gobierno liberal y la iglesia católica sin hacer hincapié en las me-didas políticas e iniciativas legislativas, sino más bien siguiendo los cambios ytransformaciones del papel de la Iglesia dentro de las fiestas públicas. En estadimensión adicional, la secularización significaba una disputa por espacios cultu-rales y perseguía –como Lempérière lo expresó para el caso de Méxicola “ex-propiación del espacio cultural” de “la parte más tradicional de la sociedad”, yasimismo la “desacralización del espacio urbano”. Constataba así “[l]a escenifi-cación de la supremacía absoluta de los poderes civiles sobre el poder espiri-tual”.12En el marco de las festividades públicas, el término desacralización im-plicaba desalojar los elementos y símbolos religiosos, devaluar los espacios (físi-cos) eclesiásticos, y sustituir a los protagonistas de carácter religioso por otrosseculares.

El establecimiento de una cultura festiva secularizada y desacralizada impli-caba al mismo tiempo el reto de tener que llenar los vacíos así creados, es decir,proveerlos con nuevos protagonistas y con símbolos y elementos novedosos. És-tos tenían que asumir las funciones y tareas de sus antecesores y, lo que es más

10 Vid. en particular Miller: La iglesia; García Laguardia: La reforma; Cal Montoya, La iglesia; Idem: Liberalismo, Estado e Iglesia en Guatemala 1871 - 1885; Historia de una Ruptura.Tesis Doctoral. Sevilla 2005.

11 Aquí, el término nación es usado en un sentido muy estricto. Incluye solamente a las partes de la población que en ese entonces fueron reconocidas por los liberales como integrantesde la misma, es decir, excluyendo a los indígenas y probablemente también a la clase baja noindígena. Para el caso de México Beezley y Lorey señalaron que las celebraciones públicas“provided one of the prime means for the construction of social meaning, they offer a windowon the central preoccupation of the nineteenth and early twentieth century: Mexican efforts atforging a new nation”, William H. Beezley/ David E. Lorey (2001): Introduction. En: Idem(eds.): Viva Mexico! Viva la Independencia! Celebrations of September 16. Wilmington 2001,p. X.

12 Annick Lempérière: De la república corporativa a la nación moderna. México (1821- 1860). En: Antonio Annino/ François-Xavier Guerra (eds.): Inventando la nación; Iberoaméricasiglo XIX. México, D.F. 2003, pp. 344-345.

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87 importante aún, responder a las expectativas creadas entre la población, tan acos-tumbrada a una cultura festiva tradicional. Cuando los elementos religiosos de lasfiestas son sustituidos por otros seculares, esto puede traer como consecuencia suconsciente o inconsciente glorificación (cuasi)religiosa o una cierta “sacralizaciónde lo cívico” como compensación por el intrínseco valor espiritual perdido.13

Por lo tanto, voy a investigar las festividades estatales de la Guatemala Liberala partir de 1871 centrando la atención en los procesos de secularización y desa-cralización del espacio urbano y de la cultura festiva.14Para ello, son preguntasclaves si o hasta qué punto se verificaba simultáneamente una sacralización delproyecto liberal o de algunos de sus elementos.15¿Cómo forzaron los liberales laimplementación de su proyecto secularizador dentro de la cultura festiva? ¿Cómose llevó a cabo la desacralización del espacio urbano? ¿Cuál fue el grado de laglorificación (cuasi)religiosa de la ideología liberal? Y, finalmente, ¿cuáles fue-ron los efectos y consecuencias, principalmente en cuanto al tema de la identidadnacional guatemalteca? L A CULTURA FESTIVA GUATEMALTECA ANTES DE 1871

El alto rango sociopolítico de la iglesia católica durante los treinta años delrégimen conservador se reflejaba en la importancia de numerosas fiestas religio-sas como también en el eminente papel que jugaban la Iglesia, como institución,y sus representantes en las fiestas públicas profanas como la del 15 de septiembre.La parte esencial del programa estatal para esta fiesta nacional se verificaba en lacatedral capitalina. La celebración entera se puede interpretar como una simboli-zación del fuerte vínculo existente entre los poderes seculares y los clericales,

13 Brian Connaughton: La sacralización de lo cívico: la imagen religiosa en el discurso cí- vico-patriótico del México independiente. Puebla 1827-1853. En: Álvaro Matute/ Evelia TrejoEstrada/ Brian Connaughton (eds.): Estado, Iglesia y sociedad en México: siglo XIX. México,D.F. 1995, pp. 223-250. Ese fenómeno puede traducirse en una civil religion (característica delos EE.UU. según Robert N. Bellah), o en una “religión política” (Eric Voegelin).

14 El análisis se concentra por dos razones en la ciudad capital. En primer lugar, allí tuvieron lugar las festividades más grandes, importantes y prestigiosas, y en segundo lugar (y comoconsecuencia de ello), la base de documentos en torno a las festividades es mucho más sóliday completa. Sin embargo, también se incluyen los eventos y acontecimientos producidos fuerade la capital, siempre y cuando sea posible y oportuno.

15 Sullivan-González constata ya para la primera fase liberal de los años 1820 y 1830 una “fascinating dialectic between secularization and sacralization”, Douglass Sullivan-González:Piety, Power, and Politics; Religion and Nation Formation in Guatemala, 1821-1871. Pittsburgh1998, p. 17.

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88 Florian Petersen preponderando los segundos; una situación retratada de forma performativa en eltranscurso de esa solemne escenificación. Todo el poder civil cruzaba la plazadesde el Palacio del Ejecutivo hasta la Catedral, “siendo recibido á la puerta de laIglesia con las ceremonias de costumbre por el Venerable Cabildo, Colegios &c.[ sic ]”.16Allí la celebración era ejecutada bajo el auspicio de las autoridades reli-giosas, incluyendo el discurso (a menudo denominado oración o discurso político-religioso) que seguía a la “solemne misa de acción de gracia” y al Te Deum . Dela misa y del discurso se encargaban por regla general clérigos de alto rango, obis-pos y hasta el arzobispo; después del discurso y de regreso al Palacio se efectuabala lectura del Acta de Independencia. No se encuentran datos que indiquen la exis-tencia de otros discursos para esta ocasión, con lo cual el discurso en la Catedralparece ser un acto retórico-discursivo determinante para conferir sentido a losacontecimientos históricos conmemorados. El poder interpretativo sobre la Inde-pendencia se encontraba por completo en manos de la autoridad clerical, así, susdiscursos reflejan una autoconfianza y una conciencia de su influencia acordescon esa situación.

El ejemplo del discurso del presbítero Dr. Manuel Francisco Vélez del año1869 muestra cómo, bajo las circunstancias indicadas, éste fue usado para atacaral adversario político, es decir a los liberales y sus convicciones. Vélez evocó la“sagrada alianza” entre Iglesia y Estado y condenó a los liberales, especialmentesu devoción por la Revolución Francesa con sufalsa Filosofía, que desconociendo toda Autoridad, y proclamando la soberana autonomia delhombre, ha llegado hasta el racionalismo y el ateismo, y en el orden político, hasta el panteismosocial y el mas escandaloso comunismo.17

La Independencia misma la mencionó sólo de paso, dedicando francamente sudiscurso a la lucha del “Cristianismo” contra el “Islamismo”, el “Protestantismo”y contra la “Filosofía anticristiana”. No se encuentra ninguna conmemoración so-lemne del nacimiento de la nación, ni una evocación de la unión nacional o algúnllamamiento al patriotismo.

Con respecto a las fiestas cívicas anteriores a 1871 podemos resumir que habíauna subordinación simbólica de la autoridad secular a la religiosa; que la Iglesia

16 La Gaceta de Guatemala, 21/9/1860: “Celebración del Aniversario de la Independencia”. Otras fuentes indican ceremonias idénticas para otros años, por ejemplo: Idem, 28/9/1866:“Aniversario XLV de la Independencia”. [Las publicaciones periódicas de la época aparecenen itálicas en el texto, y en las notas a pie de página figuran con la fecha (dd/mm/yyyy) deedición y el título del aporte citado].

17 Publicado en dos partes en: La Semana, 10 y 17/10/1869: “Discurso político-religioso, pronunciado en la S.I. Catedral el 15 de Setiembre de 1869 por el Sr. Presbítero Dr. D. Manuel

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89 era el lugar central de las festividades principales; y que los dignatarios eclesiás-ticos eran los protagonistas de las celebraciones y quienes ejercían además el po-der interpretativo sobre los motivos de las festividades. P RIMERAS MEDIDAS EN 1871 – LA CREACIÓN DEL ACTO OFICIAL

Hay un indicio claro de la relevancia que le fue concedida por parte del go-bierno provisional del General Miguel García Granados a la fiesta nacional del 15de septiembre. Sin mucha demora, el presidente se dedicó ya mediante los decre-tos presidenciales números 8 y 9 (publicados en el Boletín Oficial el 11 de agostode 1871) a la cuestión de las fiestas nacionales y a la forma en que éstas iban acelebrarse en el futuro. Deslegitimó todas las fiestas conmemorativas establecidaspor el régimen conservador y declaró la del 15 de septiembre como única fiestanacional. Sin embargo, numerosas disposiciones preexistentes permanecieron envigor, de modo que la misa y el Te Deum siguieron siendo puntos esenciales delprograma, en los cuales la asistencia de los funcionarios públicos era obligatoria.

Pero también hubo algunas modificaciones interesantes: el discurso solemne yano sería pronunciado en la Catedral, sino después de la lectura del Acta de Inde-pendencia realizada en el Palacio del Ejecutivo. Esto significa que el gobiernoliberal, sin dilación, desposeyó a la autoridad clerical del discurso solemne, tras-ladándolo al refugio del poder secular por excelencia, que era el Palacio del Eje-cutivo. El hecho de conceder tal prioridad a esos cambios en el protocolo festivoevidencia la pretensión del nuevo gobierno de controlar la fiesta nacional, recla-mando así igualmente el poder interpretativo sobre la historia nacional. Mientrasque el programa general de los festejos permanecía mayoritariamente bajo la res-ponsabilidad de las autoridades municipales, el gobierno nacional se ocupaba delacto oficial realizado al mediodía del 15, que consistía en la lectura del Acta y eldiscurso oficial, acto que también fue declarado obligatorio para los funcionariospúblicos. Además, el gobierno se preocupó de encargar el discurso oficial siemprea oradores de renombre y reputación indudablemente liberal. Fernando Cruz, Ra-món Rosa, Marco Aurelio Soto, Lorenzo Montúfar o José María Barrundia eranmiembros de la cúpula dirigente liberal, y ellos fueron quienes pronunciaron losdiscursos oficiales del 15 de septiembre en la década de 1870. Lo que se mostraba

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90 Florian Petersen aquí entonces era un notable desplazamiento del poder, pero (todavía) sin un in-tento de extinguir la dimensión religiosa de los festejos en su totalidad.18 L A DESACRALIZACIÓN DE LAS FIESTAS PÚBLICAS

Como se señaló, la Catedral había sido el lugar clave de las fiestas hasta 1871,cuando mediante uno de los primeros decretos del gobierno liberal interino el dis-curso oficial fue trasladado al Palacio del Ejecutivo. Pero la ‘función religiosa’persistió como parte integrante del programa festivo, y obligatoria para los fun-cionarios públicos durante varios años.19Y el repique general de las campanas detodas las iglesias de la ciudad seguía siendo usado como señal acústica elementalde los festejos.20El Boletín Oficial , en su relato de las fiestas del año 1872, elogióen particular la “oración político-religiosa” del “ilustrado señor Canónigo UrrutiaJáuregui” en la Catedral.21Ésta seguía existiendo entonces (por lo menos en esteaño), aunque el discurso oficial había sido separado de la función religiosa pordecreto presidencial.

Un cambio drástico sucedió en 1879. Inicialmente, igual que en años anteriores,el programa de los festejos de 1879 preveía una “solemne acción de gracias en laYglesia Catedral”, incluyendo el Te Deum , programada como siempre para lasnueve de la mañana del 15.22Pero con fecha del 5 de septiembre la Municipalidadrecibió la orden gubernativa de que no se podían usar fondos del presupuesto pú-blico destinados a los festejos para pagar los costes de la función religiosa.23El

18 Como prueba un documento que cita García Laguardia, Justo Rufino Barrios, en esos momentos Comandante en Quetzaltenango, ya en la primera fiesta nacional de la era liberal dioórdenes para que la fiesta del 15 de septiembre se solemnizara “sin concurrir a ningún acto dela iglesia” lo que iba en contra de las leyes vigentes y la voluntad expresa del Presidente provi-sional García Granados; García Laguardia: La reforma, pp. 119-120.

19 AGCA, “Acuerdos Municipales”, B.579-10585: Sesión del 13/9/1872. Datos similares existen de 1874 y 1878. [Los documentos del Archivo General de Centro-América (AGCA) secitan indicando el fondo, número de legajo y expediente, e informaciones adicionales (comolugar, fecha, contenido o título, dependiendo del tipo de documento)].

20 Los puntos cruciales en el transcurso de las fiestas eran marcados por señales acústicas. Se usaban salvas de artillería, cañonazos, cohetes, las bandas marciales, y sobre todo tambiénel repique general de campanas.

21 Boletín Oficial, 19/9/1872: “Celebracion de la Independencia”.

22 AGCA, “Acuerdos Municipales”, B.582-10590: Sesión del 2/9/1879.

23 Por ejemplo en 1875 habían ascendido a la suma de $60. [AGCA, “Municipalidad de Guatemala”, B.78.25-730-17073: (programa del 15/9/1875)].

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91 subjefe político, encargado de transmitir las noticias, añadió de inmediato unanota aseverando que la Municipalidad podía realizar este punto del programa porcuenta propia, siempre y cuando no usara fondos del presupuesto.24

El día 9 la Municipalidad hizo saber que por la situación de sus finanzas no leera posible asumir el gasto de 40 pesos para la “función relijiosa”, que por endequedaría suprimida en su totalidad. Pero a última hora algunos concejales pagarontal cantidad de su propio bolsillo, y lo hicieron “gustosos”, como enfatiza la do-cumentación municipal.25Así pues, el enfrentamiento entre los liberales y la Igle-sia se hizo notar directamente en la organización de los festejos públicos. La misafue literalmente borrada del programa de la fiesta nacional, por resolución delsupremo poder político. Además, este caso hace visible otro aspecto conflictivodel asunto, a saber, el disgusto de muchos ciudadanos y también de los funciona-rios públicos, en este caso municipales, frente a la ideología anticlerical de la di-rigencia liberal.

En 1881 nuevamente se produjo una confrontación sobre el particular. El ar-tículo 3 del programa propuesto inicialmente por la Municipalidad decía lo si-guiente:

El 15 los Sres Concejales dirijidos por el Señor Jefe Político y Sub Jefe saldrán de la Munici-palidad á las 9 de la mañana, para asistir al Te Deum que se cantará en la Sta Yglesia Catedralen accion de gracias al Supremo Lejislador del Universo por la gloriosa Yndependencia queconcedió al pais, exitándose para esa ceremonia relijiosa al Señor Gobernador de la Mitra.26

Sin duda, la simple propuesta de asistir conjuntamente a la misa ya era unaprovocación evidente para el gobierno. Cuanto más se le atribuía el mérito de laindependencia al “Supremo Lejislador del Universo”, más se limitaba la vigenciay el prestigio de cualquier autoridad secular. Como era costumbre, el Jefe Políticotransmitió el proyecto del programa al Ministro de Gobernación suplicando suaprobación, pero lo complementó con un comentario para distanciarse explícita-mente del párrafo recién citado:

24 AGCA, “Acuerdos Municipales”, B.582-10590: Sesión del 5/9/1879. (Ambos alcaldes designados para efectuar el ajuste del programa que suspendió la función religiosa, no aceptaronel cargo. ¿Un acto de protesta?).

25 Ibidem: Sesión del 13/9/1879.

26 AGCA, “Municipalidad de Guatemala”, B.78.25-732-17114: (programa del 15/9/1881); Una explicación: una comisión de la Municipalidad elaboraba el proyecto de programa inclu-yendo el presupuesto. Una vez aprobado por la Municipalidad, era presentado al Jefe Políticodel departamento, quien a su vez lo tramitaba al Supremo Gobierno. Una vez aceptado (en sutotalidad o con modificaciones), retornaba de igual manera hacia la Municipalidad que era res-ponsable de su realización.

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92 Florian Petersen Sin embargo, como segun el Programa formado por la Municipalidad, se pretende dar inferenciaá practicas relijiosas, que por nuestras leyes vigentes están abolidas, tratándose de festividadesCívicas, como la del caso presente, el infrascrito cree que en dicho Programa debe suprimirsetodo lo que se relaciona con la Yglesia, y de consiguiente la redaccion habrá de enmendarse enlos términos que corresponde, para que se publique por la prensa. El Spmo. Gobn. como siem-pre, se servirá resolver lo más conveniente.27

La reacción fue inequívoca. El programa fue aprobado con excepción del ar-tículo 3, y en el manuscrito del proyecto se lo puso entre paréntesis, marcándoloen letras mayúsculas de gran tamaño con la palabra “NO”. Resulta difícil imaginarque la Municipalidad no supiera del carácter inoportuno de su propuesta. Por eso,no me parece demasiado audaz identificar aquí un acto simbólico de oposición ala política de secularización de la cultura festiva por parte de la municipalidadcapitalina. Acto que no impidió, sin embargo, que al menos hasta el cambio desiglo ya no se volviese a mencionar jamás la misa como parte de la fiesta nacional.Así, también la catedral dejó de ser un lugar de conmemoración y celebraciónpatriótica. El repique general siguió siendo la señal acústica elemental de los fes-tejos hasta 1881, posteriormente éste ya tampoco aparecería. El tañido de las cam-panas obviamente ya no debía ser relacionado con la fiesta nacional. L AS FIESTAS RELIGIOSAS Y EL PAPEL DE LA CULTURA FESTIVA CATÓLICA EN EL ESPACIO URBANO

Antes de 1871 el calendario festivo de los guatemaltecos había estado lleno defiestas religiosas, y una infinidad de procesiones caracterizaba la apariencia de lascalles (no sólo) de la capital. Precisamente esa presencia de la cultura festiva ca-tólica en el espacio urbano era una fuente constante de disgusto para los liberales.Después de varios decretos al respecto, la nueva constitución puesta en vigenciaen 1879 limitó el culto religioso al interior de los templos. Poco después, enmarzo/abril de 1880, las autoridades departamentales intentaron prohibir las pro-cesiones religiosas en varios lugares, basándose en el reglamento constitucional.28En 1882, después de un lapso de incertidumbres y arbitrariedades “para prevenirdesórdenes”, y de acuerdo a la constitución, quedaron prohibidas las procesionesen su conjunto; en lo sucesivo “el viático” sería efectuado “sin pompa ni aparato27Ibidem.

28 Miller: La iglesia, p. 485.

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93 de ninguna especie”.29“Magnífica es esta medida”, aplaudió El Bien Público deQuetzaltenango.

Además, también el ninguneo de las fiestas religiosas en los medios de comu-nicación formaba parte de la lucha contra la cultura festiva católica. Los pocosartículos publicados por la prensa brillaban por su ostentosa falta de respeto oincluso por el puro escarnio. Alrededor del 1880 esa burla evolucionó hacia untono mucho más agresivo contra las fiestas católicas. Por ejemplo, El Bien Público se quejaba de los impactos económica y moralmente perniciosos de las numerosasfiestas religiosas (patronales):

Las [Festividades] que ha habido en la semana pasada y en la presente, han causado los perjui-cios que sobrevienen de la holganza. San Juan, san Pedro y san Pablo, fiestas de que se aprove-chan los perezosos, han dado márgen á muchas crápulas, á la paralización de los talleres con laausencia de brazos, y hasta á la poca concurrencia de los niños á los establecimientos públi-cos.30

El periódico quetzalteco expuso que con frecuencia se producían verdaderashuelgas de una semana que arruinaban familias enteras porque éstas se gastabantodos sus ahorros y hasta los sueldos futuros en tonterías y alcohol. Eso era ungigantesco derroche de tiempo y capacidad productiva, de recursos económicos,de pólvora etc. Y, refiriéndose al efecto devastador que tenía todo ello para unpaís que estaba luchando por ser reconocido como civilizado, se preguntaba:“¿Hasta cuándo dejarémos de quejarnos de estas perniciosas costumbres, que noshacen aparecer en ridículo ante los pueblos más civilizados que el nuestro?”

Fueron periódicos ultraliberales como El Horizonte los que a partir del 1881lanzaron feroces ataques contra la Iglesia y en particular contra sus festividades.Por ejemplo, en un artículo titulado “Los Curas y las fiestas” el autor excluía prác-ticamente de la sociedad a la parte religiosa de la población, discriminando entrelos “hijos de los hombres” y los “hijos de Dios”. Y con referencia a los curasexplicaba que:

Estos curas guatemaltecos son el mismo diablo; la cosa mas pequeña, la fiesta mas insignifi-cante ó el motivo mas fútil, es para ellos ocasion mas que suficiente para hacer una bacanal religiosa que atarda y ponga en movimiento á tanto bendito como hay en esta excelente tierra,de frágiles y frijoles.31

29 El Bien Público, 2/7/1882: “Procesiones”. Las infracciones serían sancionadas con un arresto de entre uno y veinte días, o bien el pago de una multa de un peso por día de arresto.

30 Idem, 1/7/1880: “Festividades”.

31 El Horizonte, 26/11/1881: “Los Curas y las Fiestas”.

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94 Florian Petersen

El autor argumentaba que mientras la Iglesia condenaba las pocas festividadesverdaderamente nacionales como excesos profanos, ella misma celebraba algunafiesta cada dos días, y los curas disfrutaban de la vida. En forma rimada lo pusodel siguiente modo: “El liberal al trabajo, / Los cristianos al sermon; / El sacristanal badajo / Y el Cura al vistek y al ron ”.32

La Estrella de Guatemala atacó en 1888 particularmente la dimensión acústicade la cultura festiva católica.33Su autor sostenía que ante el “fervor ó fanatismoreligioso”, hacía poco exhibido una vez más en la catedral, se podría dudar de laexistencia del progreso humano. La música en especial representó el blanco de suaguda crítica. Como relataba el autor, acompañados por el “ronco y destempladoórgano”, centenares de hombres y mujeres cantaban, o más bienherían los espacios del templo con las desentonaciones, gritos y vocerío inauditos de una músicainculta, remedo de las concepciones estéticas de la Edad Media, como ésta lo fué de los gritosy alaridos de los idólatras del desierto.34

A los creyentes les atribuía que en todo caso se reclutaban entre gente entera-mente sin educación; constataba una “grandísima [...] falta de cultura del mundocatólico”, y en cuanto al clero en especial, emitía el siguiente juicio:

Ajeno el clero, ya sea por ignorancia ó perversión mental, ó más bien moral, á las demostracio-nes científicas y á las especulaciones filosóficas de este siglo y de los pasados, permanece tam-bién ajeno ó ignorante de los progresos del arte [...].35

Otra crítica fue dirigida al “escándalo de las campanas” que comenzaba ya tem-prano, al amanecer, y anunciaba con ruido y bullicio, es decir de la manera típicade la Iglesia, la llegada de “alguna gran fiesta religiosa”. En general se condenabael “uso desmedido que hace [la Iglesia católica] de las campanas y de los cohetes”.Aun destacando positivamente la decisión del gobierno de proscribir el “culto ex-terno”, se añadía que sería aún más importante inhibir o restringir duramente el“sempiterno y ruidoso campaneo”, y erradicar de forma definitiva el “uso ensor-decedor de los cohetes”. Y para negarle a las festividades católicas de una vez ypara siempre toda clase de legitimidad cultural, se concluía: “El toque de las cam-panas y la quema de cohetes de las iglesias, tienen no poca semejanza con losfestines salvajes del Africa central, y son talvez, menos humanos.” Este ejemploilumina entonces también el fondo ideológico de la desaparición de las campanas32Ibidem.

33 La Estrella de Guatemala, 19/12/1888: “Fiestas de la Iglesia (Campanas, cohetes, coros, sermones etc.)”.

34 Ibidem.

35 Ibidem.

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95 de las fiestas públicas. En relación al uso de los cohetes, condenado aquí igual-mente y visto en otras ocasiones como opuesto a la civilización, nunca se logrósu supresión efectiva (probablemente por estar tan profundamente arraigado en lacultura popular, como diversión de la gente común y corriente).

Las fiestas religiosas servían regularmente a modo de contracara del retrato másfavorable de las seculares. De los efectos progresistas de las ferias anotó El Gua- temalteco en 1881 por ejemplo: “[H]oy se busca en esas festividades la religionde la democrácia y no el culto ciego y estrafalario á maniquies de barro que noresisten el choque de una polémica razonada; [...]”.36

Un informe de El Bien Público quetzalteco sobre las fiestas del 30 de junio delaño 1886 en Totonicapán ejemplifica cómo se escenificaban las fiestas públicascomo antípoda de las fiestas religiosas. El relato entusiasta de la “gran fiesta na-cional” culminaba con la constatación: “Se vé que entre nosotros se ha despertadoel espíritu público, consecuencia legítima de la revolucion del 71 […]”.37A con-tinuación, el informe se centraba en la fiesta católica celebrada dos días después[la de Visitación]. Es muy evidente el afán de crear el mayor contraste posibleentre los dos sucesos:

Después de las fiestas de la libertad y del pueblo, hoy han venido las del clero y del fanatismo.Aquellas celebradas en el seno del pueblo, y estas en el seno del templo: aquellas con motivode la emancipacion del pueblo, y estas con motivo de la persistencia en la esclavitud del pueblo,persistencia tonta que sólo puede influir en las personas ancianas ó en las obsecadas.38 L AS PROCESIONES CÍVICAS Y LOS ALTARES DE LA PATRIA

Mientras por un lado los gobiernos de la Reforma combatían y reprimían lasprocesiones católicas, por el otro desarrollaban y ampliaban el Paseo Cívico quevino a ser un elemento cada vez más indispensable en toda festividad pública.Tradicionalmente, el grupo de participantes en el Paseo se limitaba a funcionariospúblicos y personas notables, acompañados todos ellos por un plantel de milicia-nos o soldados. A la población restante le quedaba el papel de jubilosos especta-dores. El programa del 15 de septiembre de 1872 decía, por ejemplo: “La Muni-cipalidad en cuerpo y presidida por el Señor Gefe Político hará un paseo con lasbandas militares y batallones de linea al pueblo de Jocotenango”.39Pero ya en36El Guatemalteco, 13/8/1881: “La féria de Agosto”.

37 El Bien Público, 4/7/1886: “Totonicapam”.

38 Ibidem.

39 AGCA, “Municipalidad de Guatemala”, B.78.39-776-19016: (programa del 15/9/1872).

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96 Florian Petersen 1871 y 1872 la descripción detallada de su realización hizo figurar claramente alPaseo como parte esencial de los festejos. El proyecto de programa del 1872 de-dicó siete de sus once párrafos al Paseo. Y el adorno del recorrido imitó al de lasprocesiones católicas:

Se colocarán dos lineas de paralelas de palos en toda la extencion de la calle que del palacio delGobierno va hasta el fin de la arboleda de Jocotenango, cuyos palos seran avestidos de palmasy pino y adornados de banderolas y gallardetes.40

Para el pabellón nacional se construyó un “templete”, y hubo un arco triunfalen el cual en vez de algún santo en un “retablo” se mostró la “Libertad”:

Se construirá un arco triunfal formado de bastidores de diez varas de altura y siete de base, quellevara en el estremo de la portada un retablo que represente La Libertad, y en la parte superiorcolumnas pintadas con figuras alegoricas a la fiesta que se celebra.41

También en el lenguaje se hacía evidente esa semejanza. En vez de paseos, lasfuentes hablan continuamente de procesiones cívicas o patrióticas, como tambiénde procesiones escolares o de antorchas. Cuando en 1876 se aspiró a incrementarla participación en el Paseo, la Municipalidad formuló: “Proponemos la forma-cion de una procesion cívica nacional”.42Se proyectó a invitar a los “Batallonesde linea y bandas militares, asi como á los Directores y alumnos de colegios yescuelas y gremios de artesanos para que [participasen] con objetos alusivos comoestandartes ó lémas adecuadas, guirnaldas y flores”.43Ese enfoque marcó unatransformación fundamental en el carácter del Paseo, no sólo por la proyectadaincorporación de todas las escuelas de la ciudad, sino también por la de los arte-sanos. Y aunque por falta de documentación no se sabe si el proyecto se realizóese año, los avances de los siguientes años ponían en evidencia el propósito de lasautoridades de aumentar sustancialmente la cantidad de los grupos sociales acti-vamente partícipes de las fiestas, en primer lugar por medio de su envolvimientoen el Paseo. En 1877 se invitó otra vez a los “colegios, escuelas y gremios deartesanos”,44y según El Pensamiento marcharon en el Paseo “mas de 1,000 alum-nos de los establecimientos nacionales de enseñanza” así como dos batallones de40Ibidem.

41 Para el caso de México, Hernández Márquez recientemente también indicó la evidente adopción de elementos de las procesiones religiosas por las cívicas, Verónica Hernández Már-quez: La fiesta de la Independencia en la Ciudad de México; Su proceso de institucionalizaciónde 1821 a 1887. México, D.F. 2010, pp. 94-95.

42 AGCA, “Municipalidad de Guatemala”, B.78.25-730-17082: (programa del 15/9/1876). 43Ibidem.

44 Ibidem, B.78.25-730-17089: (programa del 15/9/1877).

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97 soldados.45Pues efectivamente se desarrollaba una “procesión cívica nacional”,que potencialmente reivindicaba el papel de las procesiones religiosas tan despre-ciadas por los liberales.46

Diversos documentos demuestran el uso de “Altares de la patria” y así tambiénel empeño liberal en cargar de valor religioso el culto a la patria escenificado al-rededor de la fiesta nacional. Encima de estos altares, custodiados a veces por una“Guardia de honor”,47se colocaban símbolos nacionales como el escudo y el pa-bellón.48En 1887 fue elevado un “magnífico altar” para la fiesta nacional frenteal Cuartel de Artillería, “bajo cuyo dosel había una mesa, sobre la cual se habíacolocado el Acta de nuestra Independencia”.49Por añadidura se levantaban esta-tuas efímeras de la (diosa) Libertad,50o era personificada aquella diosa por “se-ñoritas” disfrazadas a propósito.51En 1896, El Diario reportó que el 15 de sep-tiembre los estudiantes habían colocado su “tribuna” en el lado norte del ParqueCentral, y “sobre una columna [habían puesto a] la diosa libertad”, para pronun-ciar luego allí numerosos discursos.52A finales del siglo parece que el ‘altar de lapatria’ en las fiestas nacionales cobraba aún más importancia. En 1898 hubo un‘altar de la patria’ en el quiosco del Parque Central, que ganó una función clave45El Pensamiento, 25/9/1877: “Conmemoracion del 15 de Setiembre”.

46 Queda pendiente la cuestión de cómo era adoptada por la población tal procesión secular. Es difícil juzgar si los liberales consiguieron la identificación aspirada por medio de la partici-pación extendida.

47 Por ejemplo: AGCA, “Gobernación”, B.28717-1376: Quiché, 10/9/1885; programa del 15/9.

48 Por ejemplo en Quetzaltenango en 1882 ( El Bien Público , 17/9/1882: “La fiesta nacio- nal”). En Quetzaltenango en 1874, se pusieron además retratos de Barrios y García Granados(AGCA, “Gobernación”, B.28643-383: Quezaltenango, 26/9/1874; Informe del 15/9 de Fran-cisco Sanchez).

49 El Día, 16/9/1887: “Espléndidas han sido las fiestas [...]”.

50 Como en 1882 en Chiquimula, donde en el Patio del Instituto Nacional del Oriente se levantó una “estátua de la libertad [...] llevando en la mano derecho [sic] el pabellon guatemal-teco y en la izquierda el escudo centro-americano” ( El Oriental , 23/9/1882: “Aniversario de laIndependencia”).

51 En 1882 en Chiquimula una “señorita” dio un discurso, “vestida de diosa de Libertad” (Ibidem).

52 El Diario de Centro-América, 17/9/1896: “Fiestas de la independencia”. (Por razones prácticas, El Diario de Centro-América figura en el texto simplemente como El Diario ).

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98 Florian Petersen por el hecho de que el Paseo se paró delante de él para luego proseguir su ca-mino.53En 1899 y 1900 se levantó un altar cívico en la Comandancia Local deJocotenango.54 L A DÉCADA DE 1890 - ¿E L IV C ENTENARIO COMO MOMENTO DE CAMBIO ?

Ese estado desacralizado de las fiestas públicas, alcanzado durante el gobiernode Justo Rufino Barrios, fue mantenido por su sucesor Lisandro Barillas. No fuehasta el fin de la presidencia del segundo, a principios de la década de 1890, quese hicieron notar algunas alteraciones. Y con la toma de posesión del nuevo Pre-sidente José María Reina Barrios, en marzo de 1892, la situación se distendiósensiblemente. El 12 de octubre del mismo año se conmemoraba el IV Centenariodel Descubrimiento de América, y también Guatemala se preparó para celebrarloa gran escala. Fue la primera oportunidad de Reina Barrios para organizar unafestividad excepcional.55En las Américas, igual que en Europa, se prestaba granatención al acontecimiento, y la Santa Sede puso mucho interés en presentar fa-vorablemente el papel de la iglesia católica en el descubrimiento y la conquistadel Nuevo Mundo. El Diario se ocupó de la interpretación vaticana del Centena-rio, publicando parcialmente una carta papal en la cual León XIII había expuestola narrativa católica de la Conquista:

[I]nmensa multitud de criaturas volvieron desde las tinieblas y el olvido en que yacían á formarparte de la sociedad humana, trocando la ferocidad del salvaje por la suavidad de costumbres yla civilización; y logrando beneficio incomparablemente mayor, pasar, por medio de la comu-nicación de aquellos bienes sobrenaturales que Jesucristo dejó establecidos [...].56

A continuación, el Papa constataba que solamente se podía hablar de fiestasverdaderamente “dignas y de acuerdo con la verdad”, si al “esplendor de las pom-pas civiles” se unía la “santidad de la religión”. De ahí que emitiese órdenes a losobispos para que el 12 de octubre o el domingo siguiente celebrasen la “Misasolemne de la Santísima Trinidad”. El hecho de que en el periódico principal del53Idem, 16/9/1898: “Las Fiestas de la Patria”.

54 Idem, 13/9/1899: “Fiesta de la Patria”; idem, 17/9/1900: “Las Fiestas de la Patria”. El barrio capitalino de Jocotenango se volvió el lugar más importante para las festividades públicasde la época.

55 De hecho poco más de una semana antes del 12 de octubre, se celebró el Centenario del caudillo liberal General Francisco Morazán. Pero por razones que no se pueden explicar aquí,fue un fracaso.

56 El Diario de Centro-América, 1/9/1892: “El Centenario y Leon XIII”.

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99 país se publicitase la perspectiva católica sin agregar ningún comentario, pudieraanotarse como posible indicio de una nueva posición frente a la Iglesia. Una acti-tud diferente la había expresado poco antes El Quetzal , manifestando que elmundo entero debiera celebrar el Centenario, salvo una excepción: “Sólo unaclase ó Estado, no debe tomar parte en él, y esa clase ó Estado es la Iglesia Cató-lica; su propia dignidad se lo aconseja así”.57También Las Noticias ensayaronuna persistente postura crítica frente a la Iglesia, rechazando la supuesta intencióndel Vaticano de canonizar a Colón, y juzgándola como un insulto para el nave-gante.58

Adoptando informaciones de La Semana Católica , El Diario anunció el 17 deseptiembre que en el marco de las festividades del Centenario en la mañana del12 de octubre tendría efecto una “solemnidad religiosa” en la catedral donde tam-bién sería inaugurada una placa de mármol conmemorativa del evento.59Por lovisto, la Iglesia tomó parte activa en los festejos y al menos El Diario ya no silen-ciaba ese hecho. También incluyó en su informe sobre las fiestas esa “solemnidadreligiosa mandada celebrar por Leon XIII en todo el orbe católico”.60De estemodo, El Diario se apartó claramente de la práctica habitual (o incluso lo quepodría ser visto como una directiva gubernamental) vigente hasta la fecha, segúnla cual no se escribía nada sobre ceremonias religiosas en el marco de fiestas pú-blicas. En cambio, los programas oficiales de los festejos publicados con antici-pación no mencionaron ni una palabra sobre la solemnidad religiosa,61ni tampocolo hicieron los demás periódicos como Las Noticias o El Guatemalteco en susrelatos sobre el Centenario. E incluso en el informe sobre el Centenario contenidoen las Memorias del Ministro de Instrucción Pública (responsable de la celebra-ción), existe un vacío cronológico respecto a esa mañana.

Por otra parte, en el programa festivo municipal del Centenario reapareció des-pués de varios años el repique de las campanas. Para las 2 horas de la mañana del12 de octubre (el momento en el que desde la Pinta se había anunciado el avista-miento de tierra) estaban programados un “repique general en todos los templos57El Quetzal, 1/7/1892: “Colón”.

58 Las Noticias, 6/7/1892: “Una ofensa a Colón”.

59 El Diario de Centro-América, 17/9/1892: “Con motivo del IV Centenario [...]”.

60 Idem, 14/10/1892: “Festejos del Centenario”.

61 Idem, 5/10/1892: “Programa de los Festejos públicos acordados por la Municipalidad para celebrar, á nombre de la Capital, el 4.o Centenario del Descubrimiento de América”. Ibi-dem: “Publicamos á continuación el programa detallado de las fiestas del IV.o Centenario delDescubrimiento de América, con que contribuirá el Gobierno”.

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100 Florian Petersen de la ciudad” y “salvas de cohetes”.62Y para la colocación de las primeras piedrasde no menos de tres monumentos al mediodía,63el Ministro de Instrucción Públicainformó en su Memoria sobre las salvas y un “repique de las campanas de todaslas iglesias y los silbidos estentóreos de cinco locomotoras”, mientras que El Gua- temalteco sólo mencionaba las salvas y los “gritos” de las locomotoras del Ferro-carril Central y de las máquinas de vapor de todos los “talleres establecidos en laciudad”.64

Salvando el caso harto improbable de que todo esto hubiese sido pura coinci-dencia, se puede anotar un cauteloso regreso de algunos elementos religiosos aldesarrollo de las fiestas públicas; una situación que generaba una cierta confusiónrespecto a su correcto manejo por parte de la prensa y los funcionarios públicos.Después de una década sin mención alguna en los documentos, con ocasión delIV Centenario el repique de campanas era oficialmente reintegrado a la dimensiónacústica de las fiestas públicas,65y a partir de esa fecha también aparecía nueva-mente y con regularidad dentro de la documentación de la fiesta nacional del 15de septiembre. Como contrapunto secular al repique para las fiestas públicas, sehabía descubierto entretanto el silbido de las locomotoras y máquinas de vapor,que fue alabado de una manera realmente obsesiva, elevándolo a una suerte depersonificación del progreso y el porvenir. Por ende, esa fusión acústica de lascampanas, las locomotoras y las máquinas de vapor no era sino el símbolo per-fecto de una reconciliación (o por lo menos un reacercamiento) del Estado liberaly la Iglesia. Esa ‘con-sonancia’ también se puede verificar, según las fuentes his-tóricas, para el 15 de septiembre de los años 1896, 1899 y 1900.66

62 Idem, 5/10/1892: “Programa de los Festejos públicos acordados por la Municipalidad [...]”.

63 Se trataba del Monumento a Colón en la Plaza de Armas, así como de una estatua del genovés y otra del Fray Bartolomé de las Casas, donadas por la colonia italiana y española,respectivamente.

64 Memoria que la Secretaría de Estado en el despacho de Instrucción Pública presenta á la Asamblea Legislativa de la República de Guatemala en sus Sesiones Ordinarias de 1893. Gua-temala Tipografía Nacional 1893, p. 81; El Guatemalteco, 15/10/1892: “Las fiestas del IV Cen-tenario del Descubrimiento de América, en Guatemala”.

65 Sólo en 1885, en una fase de gran incerteza después de la muerte de Barrios, se mencionó el “repique general de campanas”. [AGCA, “Municipalidad de Guatemala”, B.78.25-734-17139: (programa del 15/9/1885)].

66 El Diario de Centro-América, 17/9/1896: “Fiestas de la independencia”; idem, 9/9/1899: “Programa de los Festejos con que la Municipalidad de esta Capital [...]”; idem, 15/9/1900:“Programa de las festividades acordadas con motivo del LXXIX Aniversario de nuestra inde-pendencia nacional”.

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Con respecto a las fiestas católicas también cabe señalar un cambio. Durante elgobierno de Reina Barrios, aprovechando una libertad de prensa más extensa, sefundaron varios periódicos de corte conservador y antigubernamental. Y fueronéstos los que informaban sobre las fiestas católicas, aún omitidas por la prensarestante. La República informó con lujo de detalles sobre la Semana Santa del año1893, enumerando misas y procesiones en abundancia, sin hacer ninguna alusióna las restricciones legales existentes.67En contraste, exhaustivo fue el elogio a laatmósfera solemne y a la multitud de concursantes y colaboradores “de todas cla-ses”. Pero también consideró conveniente resaltar un incidente desagradable ocu-rrido en la catedral, que hizo evidente la lejanía existente entre los liberales y laIglesia:

[E]s de sentirse que unos cuatro ó cinco individuos muy conocidos en nuestra Capital por susavances, se hayan olvidado del respeto que merece un templo y hayan cometido desordenes quedesdicen de la garantia que consigna nuestra Ley fundamental para el ejercicio de los cultossiendo aquellos individuos que se llaman á si mismos liberales los que con sus hechos debendar á conocer lo que realmente tiene que ser un liberal.68

Pero el acercamiento, sin embargo, continuaba. La prensa liberal, que habíamantenido una actitud distante o irónica frente a las fiestas católicas,69tambiénmostró un cambio de talante cuando en 1897 El Diario , por ejemplo, volvió ainformar a sus lectores, de manera impasible pero detallada, sobre los eventosespecíficos de la Semana Santa.70 E L REGRESO DEL A RZOBISPO

La dura línea anticatólica de los gobiernos Barrios y Barillas experimentó unacierta moderación durante la administración de Reina Barrios: la relación entre elEstado y la Iglesia en cierto modo se calmó. Algunos elementos religiosos fueronreintegrados en las fiestas públicas, y las vejaciones contra la Iglesia y sus festi-vidades disminuyeron. Periódicos como La República informaban de manera po-sitiva sobre las fiestas religiosas, y se pudieron editar publicaciones católicascomo La Fé o La Semana Católica . Si bien la prensa ultraliberal seguía lanzandosu propaganda anticatólica, ésta ya no representaba la línea oficial del gobierno.67La República, 3/4/1893: “Semana Santa”.

68 Ibidem.

69 Por ejemplo: La Reforma, 7/4/1893: “Semana Santa”; El Diario de Centro-América, 31/3/1896: “<La reseña>”.

70 El Diario de Centro-América, 9/4/1897: “Semana Santa”.

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102 Florian Petersen Parecía que los liberales se hubiesen resignado a la presencia de la Iglesia (por lomenos en el estado debilitado al que la habían ahormado). Sin embargo, el Arzo-bispo, expulsado en 1887, todavía no había regresado; pero en 1897 habría dellegar el momento. Con ocasión de la Exposición Centro-Americana e Internacio-nal que iba a celebrarse en Guatemala (y que era un proyecto de prestigio lanzadopor el gobierno), Reina Barrios anunció una amplia amnistía en cuyo marco tam-bién podrían regresar los exiliados, incluyendo al Arzobispo.71A cambio, y aúndesde el exilio, la Iglesia y el arzobispo abogaron a favor de la Exposición. Ycuando una hoja suelta anónima acusó al prelado de perseguir sólo fines propios,el arzobispo recibió el respaldo de El Diario , que descalificó al autor de las acu-saciones como “ruin, anonimista, analfabético y traidor”.72A partir del 15 demarzo se celebró con mucha pompa la apertura de la Exposición, y en medio deesas fiestas de la patria y del progreso pudo repatriarse al máximo representanteguatemalteco de la iglesia católica. Esa renovada buena relación entre el Estado yla Iglesia se volvió palpable en especial en el Informe de El Diario acerca delrecibimiento del arzobispo en su regreso a la ciudad de Guatemala el 19 de marzo:A las cuatro y media de la tarde de ayer, el sílbido de la locomotora del Sur y los repiques delas campanas de los templos, anunciaron que se aproximaba á la Estación, el tren que traía alseno de la Patria, al Ilmo. y Reverendísimo señor Doctor don Ricardo Casanova y Estrada,Arzobispo de Guatemala, que hacía diez años vivía lejos de la tierra que lo vió nacer, alimen-tándose con el amargo pan del ostracismo.73

Una vez más se demuestra aquí la simbólica fusión audiovisual del Estado li-beral-progresista, plasmado en el silbido de la locomotora, con la iglesia católica,representada por el repique de las campanas. De la “inmensa muchedumbre detodas clases sociales”, que había venido a recibir al arzobispo, escribió El Diario :“[L]a muchedumbre lo saludó entusiasmada, vivándolo y arrojándole infinidad deflores.” Tras una verdadera marcha triunfal por calles adornadas el carruaje delretornado había llegado a la catedral, acompañado por más de 300 “jóvenes” y 45carruajes llenos de “apreciables personas”. Delante y dentro de la catedral había

71 Según Bendaña Perdomo, Reina Barrios lo hizo “[n]ecesitado de aliados, para ganarse la benevolencia y los votos de los católicos”, Ricardo Bendaña Perdomo: La Iglesia en la historiade Guatemala: 1500-2000. Guatemala 2010, p. 185. El Presidente no declaró ilegítima o nula ala expulsión, sino que emitió un decreto de amnistía sin promulgar una rehabilitación auténticay total del expulsado.

72 El Diario de Centro-América, 30/11/1896: “Falta de patriotismo”.

73 Idem, 20/3/1897: “La llegada del señor Arzobispo”.

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103 también una inmensa multitud, según relató El Diario .74El informe despierta laimpresión de que se trataba de una fiesta de regocijo nacional de primer orden, yesa impresión fue tematizada por el mismo periódico:

Raras veces hemos visto al pueblo tan entusiasmado y la ovación de ayer, sólo le podemoscomparar con las fiestas del General Barrios, después del viaje que hizo á los Estados Unidosdel Norte, con las de la entrada de la primer locomotora del Sur; la celebración del 4.o Cente-nario del descubrimiento de América y la apertura de la Exposición Centro-Americana.

Esa equiparación del regreso del arzobispo con los momentos estelares de lacultura festiva liberal no hubiese podido ser formulada unos pocos años antes. Ydesde la perspectiva de los ultraliberales y los prosélitos de Justo Rufino Barriosel mero regreso del arzobispo significaba seguramente una dura derrota: debe ha-ber sido realmente insoportable ese paralelismo. Pero la línea oficial obviamenteya era otra, y así El Diario echó toda la culpa de la persecución de la Iglesia y eldestierro de su máximo representante al antiguo gobierno de Lisandro Barillas.Caracterizó la expulsión de un arzobispo totalmente íntegro como acto ilegal ycaprichoso de un dictador.75Sin atacar abiertamente al presidente actual, añadíaque esa injusticia hubiera tenido que ser corregida mucho antes, por ejemplo, conel restablecimiento de la constitucionalidad en 1892.

La Iglesia participó incluso en la Exposición con su propio pabellón, expo-niendo el arte sacro guatemalteco y demás objetos de su dominio.76Algunos “re-presentantes del Clero” participaron en el Paseo Cívico con motivo de la fiesta deinauguración el 15 de marzo.77Y en el subsiguiente acto de apertura, después delas salvas de ordenanza, sonaron en la ya conocida unanimidad simbólica el repi-que de las campanas junto al silbido de todas las locomotoras y máquinas de vaporde la ciudad. C ONCLUSIÓN

La extinción de los elementos religiosos festivos y la consiguiente desacraliza-ción de las fiestas empezó en 1871, pero sólo a partir de 1879 (y por consiguiente

74 Bendaña Perdomo relata acerca de un enorme banquete en la noche del 19, “donde se brindó por la reconciliación y la amistad entre la iglesia y el Estado.”, Bendaña Perdomo: LaIglesia, p. 185.

75 El Diario de Centro-América, 22/3/1897: “El señor arzobispo”.

76 Idem, 12/6/1897: “Estudios sobre la Exposición. El Pabellón de la Iglesia”.

77 Idem, 11/3/1897: “Programa de las Festividades con que se celebrará en esta capital la apertura de la Exposición Centro-Americana el 15 de marzo de 1897”.

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104 Florian Petersen relativamente tarde) se puso en práctica de modo riguroso.78Sólo entonces se eli-minó la misa del programa festivo, y con ello cualquier elemento religioso; hastael mismo repique de campanas desapareció de las fuentes. Al mismo tiempo, lasfestividades católicas fueron calladas, dificultadas y hostilizadas, hasta llegar a lasupresión de las procesiones en 1882. Se puede caracterizar a estos procesos comobatallas por espacios culturales. En vez de un obispo, era un miembro de la cúpulaliberal quien pronunciaba el discurso oficial en las fiestas nacionales. Ya no erala catedral el lugar principal en que las capas más altas de la sociedad se reunían,sino el Palacio Nacional o el teatro. En lugar de procesiones católicas, eran ahorapaseos cívicos (o desfiles militares) cada vez más grandes los que llenaban lascalles y plazas. Además, se incorporaban también actos propios de la Iglesia enlas fiestas públicas, como por ejemplo obras de caridad a favor de los necesitados,los enfermos y los reclusos. Se levantaban altares cívicos o de la patria, se endio-saba la Libertad y se elevaban estatuas efímeras en su nombre. El repique de lascampanas fue sustituido por los silbidos de máquinas de vapor y locomotoras. Apesar de la brevedad del análisis aquí presentado, existen varios indicios que per-miten hablar de una sacralización del proyecto político. Esa sacralización tuvo suprincipal expresión en un lenguaje lleno de dioses y diosas, altares y templos,redentores y sacerdotes, pero tal y como se ha demostrado, encontró su expresiónpráctica en actos performativos. Por la falta de consistencia, coherencia y cons-tancia sería exagerado aseverar la existencia de un proyecto serio de construcciónde una religión civil para competir con el catolicismo.79Sin embargo, es justifi-cado concluir que esas escenificaciones performativas y discursivas producían unimpacto emocional, aunque difícilmente mensurable.

Las fiestas de inauguración de la Exposición Centro-Americana y la vueltatriunfal del arzobispo en 1897, por un lado, pueden ser interpretadas como unsímbolo de la reinserción social de la Iglesia completada bajo las nuevas condi-ciones y constelaciones de poder. Pero por otro lado, quizás fueran también unreconocimiento de lo imposible que era acabar por completo con la influencia dela religión. Probablemente las prácticas festivas secularizadas al final no habíanproducido la efectividad esperada, y la falta de identificación por parte de la po-blación quizás aumentaba el atractivo de una re-inclusión (y reapropiación) de

78 Sigue siendo incierto el porqué del momento. Quizás fuese por el hecho de que los libe- rales habían conseguido su objetivo de terminar con el poder político de la Iglesia con la Cons-titución de 1879, como afirma Miller: La iglesia, p. 336.

79 Bendaña Perdomo apunta que Barrios en otro sentido sí “buscaba una alternativa al cato- licismo”. Pero el intento de introducir al protestantismo por medio de misioneros procedentes

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105 elementos religiosos. Tal vez la demanda popular por una mayor religiosidad nopodía ser satisfecha por la rudimentaria religión civil de los liberales. Despojar ala iglesia católica de su poder o más bien impulsar la emancipación del podersecular del poder clerical seguramente era una condición esencial para poder ga-rantizar el predominio liberal y la subsistencia de su proyecto. Pero aparte de eso,la secularización, en particular la del espacio urbano y cultural, era parte funda-mental de ese proyecto. Aquella Guatemala, que los liberales querían (re)inventaro (re)crear, se basaba en la idea de una sociedad y un Estado secular, moderno yprogresista (¡evidentemente, hablando de concepciones idealizadas que difícil-mente podían armonizar con la realidad!) La desacralización y el dominio de lacultura festiva eran condiciones fundamentales que permitían escenificar y cons-truir de forma performativa las nuevas ideas y la propia concepción de la nación;eran la base para finalmente fundar una identidad nacional diferente y seculari-zada.

Sería una equivocación preguntar por el éxito o fracaso de esos procesos deconstrucción identitaria, de igual modo que en general no tendría sentido evaluarel proyecto liberal de una manera tan unidimensional. Pero, sin lugar a dudas,ambos influyeron de varias maneras y caracterizaron por mucho tiempo la identi-dad nacional guatemalteca.

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A LBERT M ANKE

LA REFORMULACIÓN DE LOS CONCEPTOS DE CIUDADANÍA, PATRIOTISMO Y CUBANIDAD EN LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA DE 1959

En el marco de los estudios acerca de la revolución de 1959 y sus orígenes,saltan a la vista preguntas relacionadas con los discursos y contradiscursos sobreidentidad nacional y representatividad legítima en aquel momento crucial para laCuba del siglo XX. Mientras se cuestionaban conceptos establecidos y salían a laluz conceptos nuevos, la sociedad se sumergía en una reñida disputa sobre la de-finición de la ciudadanía, el patriotismo y la cubanidad. El presente artículo quiereexaminar en qué medida y de qué forma estos conceptos fueron objeto de refor-mulación durante los primeros años de esta revolución. Para acercarse a este ob-jetivo, aunque sea de forma muy incompleta, es necesario remontarse por lo me-nos a los tiempos de las guerras de independencia a finales del siglo XIX. Lasideas que circulaban en aquella época (y ya desde bastante antes) finalmente lle-garían a formar el núcleo de lo que Eduardo Torres-Cuevas llama la “fragua de lacubanidad” entre 1850 y 1930,1especialmente si nos concentramos en vincular elproceso de génesis de la identidad nacional al del surgimiento del Estado-Nación.Partiendo de una breve presentación de los planteamientos de José Martí, daremosun salto hasta los primeros meses de la revolución de 1959, durante los cuales ladiscusión de los conceptos identitarios estuvo claramente condicionada por el pro-ceso revolucionario, en el curso del cual Cuba se transformó con una dinámica,intensidad y radicalidad nunca vistas desde las guerras de independencia. M ARTÍ Y LA IGUALDAD SOCIAL

Por supuesto ya antes del año 1959 las discusiones en torno a estos conceptoshabían sido intensas, diversas y continuas, incluso ya antes de la fundación de la

1 Eduardo Torres Cuevas: En busca de la cubanidad. Vol. II. La Habana 2006, pp. 289-293.

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108 Albert Manke República de Cuba en 1902. Durante las guerras de independencia se había im-puesto la línea separatista del Partido Revolucionario Cubano de José Martí y desu brazo militar, el Ejército Libertador Cubano. José Martí no sólo abogaba porla independencia nacional, sino también por una Cuba social y racialmente igua-litaria, solidaria e incluyente, “con todos, y para el bien de todos”.2La igualdadentre blancos y negros, tan importante para la convivencia democrática en Cuba,la explicaba Martí por su pertenencia a una sola raza: la raza humana.3Sin em-bargo, a pesar de ser librada mayoritariamente por negros y mulatos, la lucha in-dependentista no desembocó en esta soñada igualdad. Este fracaso fue en partedebido a la falta de fraternización de las clases pudientes con las clases populares,visible desde el momento en que los miembros de las primeras, independentistasblancos en su gran mayoría, lograron monopolizar el poder político gracias a laintervención norteamericana. El fracaso de la dimensión social de la Independen-cia estuvo asociado, análogamente a lo que ocurriría décadas más tarde, tras laexitosa revolución de 1933, al rápido restablecimiento de las estructuras clasistas,desiguales y dependientes de la influencia hegemónica estadounidense.4 L A REVOLUCIÓN DE 1959: UN CAMBIO DE PARADIGMAS

Si calificamos las guerras de independencia y la revolución de 1933 como fe-nómenos más bien truncados desde el punto de vista de la igualdad social, la re-volución de 1959 se puede considerar el primer cambio social fundamental quellevó a una reformulación efectiva de los conceptos identitarios y de pertenencia.Se verá que los mismos estaban condicionados por procesos de inclusión y exclu-sión que se aceleraron al compás de la radicalización del proceso revolucionarioy su efecto polarizador. En primer lugar, hay que tener en cuenta lo particular deaquel abrupto cambio que estremeció las estructuras establecidas en más de mediosiglo de vida republicana, y que repercutió además en todo el continente. Como

2 José Martí: Discurso “Con todos y para el bien de todos”, 26 de noviembre de 1891, Tampa, Florida, EE.UU.. Taquigrafiado por Francisco María Gonzáles, después reproducidoen hojas sueltas y distribuido bajo el nombre de “Con todos y para el bien de todos”.<http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/marti/discursos/1891_11_26.htm>

(26.9.2012).

3 José Martí: Mi raza. En: Patria, Nueva York, 16 de abril de 1893. En: Idem: Obras com- pletas. Vol. II. La Habana 1991, pp. 298-300.

4 Para este proceso y los documentos correspondientes vid. Lionel Soto: La Revolución del 33. 3 tomos. La Habana 1977. Para una visión más crítica hacia el concepto izquierdista derevolución vid. Luis E. Aguilar: Cuba 1933. Prologue to revolution. Ithaca et al. 1972.

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109 bien dijo Cristina Treherne en su comparación entre el significado del triunfo delas fuerzas guerrilleras de Fidel Castro y la guerrilla paraguaya contra Stroessner:“Si se hubiera derrotado a los guerrilleros de Castro en Cuba, ellos habrían que-dado relegados a una nota a pie de página en los libros de historia, y en 1958 nohabía nada que sugiriese que su intento era algo más que aventurismo político.”5Algo parecido sucedió con el discurso hegemónico en Cuba, que tomó un rumbonuevo al salir a flote los discursos de la oposición antibatistiana que ya se habíanestado haciendo cada vez más pujantes durante la lucha contra el dictador. Sepuede decir, pues, que nunca antes de 1959 había llegado al poder una generacióntan decidida a romper con las estructuras tradicionales, y tampoco había ocurridonunca que una generación así lograra mantenerse en el poder. E L AÑO 1959: APOYO POPULAR Y REFORMISMO REVOLUCIONARIO

Luego del triunfo de la insurrección revolucionaria en enero de 1959, se abrióuna amplia discusión en diversos sectores de la sociedad cubana acerca de cuáliba a ser su porvenir. En cifras absolutas, existía un altísimo consenso sobre lanecesidad de la revolución y sus medidas, y Fidel Castro alcanzaba niveles deadhesión desconocidos hasta entonces para un Jefe de Estado. Según sondeos dela revista Bohemia , en los primeros seis meses de 1959 más del 90% de la pobla-ción apoyaba al gobierno de Fidel Castro y respaldaba sus primeras medidas, entrelas cuales destacaba la Reforma Agraria del 17 de mayo. En 1960, todavía un 86%seguía respaldando la revolución.6

La revolución se encontraba en una fase netamente nacionalista de corte pro-gresista-reformista. En lo que se refiere a la política exterior, esto significaba unrumbo claro hacia la reivindicación de la soberanía nacional. En lo tocante a lapolítica interior, se abordaron reformas redistributivas dirigidas hacia una mayorinclusión y un mejor abastecimiento de los sectores pobres y marginados de lapoblación. A nivel local, el efecto inmediato fue que muchos de los que habíanperdido la fe y la confianza en los políticos comenzaron a ver nuevos gobernantescercanos al pueblo, con un sentido nuevo de responsabilidad y compromiso. Un

5 Cristina Treherne (1982): The Guerilla War of the Paraguayan Communist Party. Ports- mouth 1982, cit. en: Marcello Lachi: Insurgentes. La resistencia armada a la dictadura deStroessner. Asunción 2004, p. 10.

6 Raúl Gutiérrez Serrano: El pueblo opina sobre el Gobierno Revolucionario y la Reforma

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110 Albert Manke Boletín de algunos barrios humildes en las afueras de La Habana resumía al res-pecto en diciembre de 1959:

La Revolución vino en nuestro auxilio y nos complació. Ahora es un privilegio, como diceFidel, ser cubano, y aún más, ser pobre. Ahora no hay que ‘guatequear’ a los funcionarios delgobierno de Cuba, porque en vez de amo[s] de Cuba, esto hombres se sienten servidores de lanación, y servidores con poder para servir al pueblo con sinceridad y amor. [...] Eso sí es unaverdadera lección de democracia que el pueblo paga con el respaldo absoluto a la obra de larevolución.7

También era muy marcado el deseo de evitar la impunidad de los responsablesde los crímenes de la dictadura batistiana, y castigarlos duramente, igual que el deproceder decididamente contra la corrupción tanto económica como política, tanextendida antes de y durante el Batistato. Honestidad política, soberanía nacionaly económica y mayor igualdad social eran los lemas principales.8En la práctica,el gobierno de Fidel Castro todavía era de corte más bien reformista, y una buenaparte de su gabinete no estaba decidida a llevar a cabo una revolución social radi-cal capaz de subvertir las jerarquías sociales y económicas. Aunque ya desde unprincipio había quien presentía que iban a producirse cambios radicales. Al res-pecto, el diario El Mundo vaticinaba en fecha tan temprana como el 20 de febrerode 1959: “Y la lucha entre los viejos ídolos y los nuevos valores será tormentosa.”9 D ISCURSOS Y CONTRADISCURSOS EN UNA REVOLUCIÓN NACIONALISTA

Los sectores de clase media y alta de la sociedad cubana eran los que partici-paban de forma más activa en la discusión pública. Por un lado, muchos de ellosalbergaban grandes esperanzas en esta revolución todavía moderada, y por el otro,temían un enfrentamiento con el poder hegemónico de los EE.UU. y una posible

7 Antonio Ruibal: Pequeñeces. En: Boletín Publicístico de los barrios de Arroyo Apolo, Arroyo Naranjo y El Calvario, año 1, no. 3, diciembre de 1959, p. 4, cit. en: Pablo A. RiañoSan Marful: Asociaciones cívicas en Cuba en la antesala de la Revolución. En: María del PilarDíaz Castañón (ed.): Pérfiles de la Nación. Vol. II. La Habana 2006, p. 152.

8 Luis E. Aguilar: La fe en Cuba y la interpretación positiva de su historia. En: Carteles, 8 de marzo de 1959. En: Idem (ed.): Cuba: Conciencia y Revolución. Miami 1972, p. 104.

9 Editorial. En: El Mundo, 20 de febrero de 1959, p. A-4.

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111 pérdida del control tanto social como económico sobre las llamadas clases popu-lares.10La tendencia dominante en el discurso público fomentaba un concepto deciudadanía y de patriotismo que idealizaba al ‘ciudadano republicano reformado’de antes del golpe de Batista en 1952, sin existir ninguna unanimidad sobre elgrado de ‘reformación’ que debía de representar. Es decir, se condenaba a losbatistianos, a quienes se les consideraba representantes de la difunta tiranía, igualque a la élite que los había apoyado. Según Aguilar, éstos últimos se quedabanaislados: “[...] el grito del oligarca destronado o del latifundista desmenuzado es,intrínsecamente, un grito solitario y sin eco”.11Pero a la hora de cuestionar lasestructuras políticas y económicas que habían precedido el golpe de Batista, lasopiniones divergían. Los antiguos seguidores del Partido Revolucionario Cubano(o Partido Auténtico), que durante su gobierno entre 1944 y 1952 se había apo-yado “[...] en la nación y en la revolución no cumplida de 1933, así como en JoséMartí”,12abogaban generalmente por una restauración del status quo anterior aBatista, sobre todo los priistas (seguidores de Carlos Prío, presidente derrocadopor el golpe).13

Pero otros participantes de la discusión pública estaban realmente convencidosde que no se podía seguir así. Desconfiaban de lo que calificaban de politiquería(una mezcla entre política y porquería), ya que recordaban demasiado bien losgrandes escándalos de corrupción, malversación de fondos públicos, nepotismo ysimonía abierta.14A la democracia representativa no le quedaba mucha credibili-dad, porque no había logrado controlar a las élites políticas y económicas, y tam-poco había podido contener la venta moral y material del país a la mafia y a losintereses extranjeros, sobre todo a los de empresarios estadounidenses.15Por estarazón se consideraba que las clases hasta entonces pudientes tendrían que pasar

10 Según De la Fuente, la Cuba republicana hasta 1959 no había logrado crear la patria con todos y para todos soñada por Martí, Alejandro de la Fuente: A Nation For All. Race, Inequality,and Politics in Twentieth-Century Cuba. Chapel Hill/ Londres 2001, pp. 259-260.

11 Luis E. Aguilar: La revolución, la economía y la contrarrevolución. En: Prensa Libre, 21 de marzo de 1959. En: Idem (ed.): Cuba: Conciencia y Revolución. Miami 1972, p. 110.

12 Michael Zeuske: Insel der Extreme. Kuba im 20. Jahrhundert. Zúrich 2 2004, p. 151.

13 Para una visión personal vid. los recuerdos de Segundino Curti Messina, antes de 1952 personaje destacado del Partido Auténtico y ministro de Defensa y Gobernación durante la pre-sidencia de Prío: Nadie me ha molestado. En: Luis Báez: Los que se fueron/ Los que se queda-ron. La Habana 2008, pp. 174-182.

14 Para el desarrollo de la corrupción etc. bajo los Auténticos vid. Zeuske: Insel, pp. 152- 157.

15 Para la influencia de los EE.UU. a principios de los años 1950 vid. Enrique Cirules: The Mafia in Havana. A Caribbean Mob Story. Melbourne/ Nueva York 2004, pp. 75, 78.

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112 Albert Manke por un proceso de rectificación, incluso de depuración, aunque no se cuestionabanen general las jerarquías entre dominantes y dominados. Tenían que demostrar serbuenos cubanos y buenos patriotas sirviendo a la sociedad en su totalidad y no aintereses de grupos y personas individuales.

Los temas discutidos muestran que los miembros de este grupo eran seguidoresde y trataban de seguir el camino del Partido del Pueblo Cubano (o Partido Orto-doxo) de Eddy Chibás, que había sido interrumpido por el golpe de Batista. A estepartido, que probablemente hubiera ganado las elecciones de 1952, también habíapertenecido Fidel Castro.16

Pero Fidel Castro ya no veía en el sistema electoral un instrumento apto paraabordar los problemas de desigualdad y dependencia del país. En 1960, Castro ledijo al periodista Herbert Matthews del New York Times :

This is a revolutionary situation which must be handled by leaders, not by Congress or legisla-tors or political parties and public debates. The time will come when all of us will have to giveway to democratic processes but not in present circumstances.17

Mientras no pocos de los seguidores de los antiguos partidos veían en la revo-lución una forma de hacer realidad sus anhelos de siete años atrás, Fidel Castro ymuchos de los que habían participado activamente en la insurrección contra Ba-tista, habían experimentado que se podía llegar más allá no tanto mediante losmecanismos electorales, sino mediante la subversión revolucionaria, la lucha gue-rrillera y la movilización de las masas.18Y las masas de personas en condicionesde vida y trabajo inestables o precarias, que en la democracia representativa amenudo no habían sentido otra posibilidad de participación más que como masaelectoral, los seguían entusiasmadas.

En aquellos meses, el gobierno revolucionario todavía era un aliado de la clasemedia y de la pequeña burguesía y se apoyaba en ellas. Las clases pudientes y losseguidores del antiguo régimen eran calificados de ‘enemigos’, ‘vendepatrias’ y‘contrarrevolucionarios’,19y a la vez la gran mayoría de la población apoyaba lareafirmación del nacionalismo, que se expresaba en lemas que apuntaban a la re-16Sobre Chibás vid. Zeuske: Insel, pp. 155-157.

17 Herbert L. Matthews: MEMORANDUM de Herbert L. Matthews a los sres. Dryfoos, Merz, Catledge, Markel, y Freedman, 15.3.1960. Manuscrito. En: CUBA – Memoranda. Her-bert L. Matthews Papers. Columbia University Rare Books & Manuscripts Library. NuevaYork, p. 1.

18 Zeuske: Insel, pp. 194-195.

19 Esta creciente polarización ya fue criticada en marzo de 1959; vid. Aguilar: La revolu- ción.

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113 cuperación de la soberanía nacional, por ejemplo “¡Consuma productos cuba-nos!”.20La inclusión de grandes sectores de la sociedad en el nuevo proyecto na-cional denominado revolución estuvo acompañada por la exclusión de los sectoresmás reaccionarios y más comprometidos con el régimen batistiano, exclusión quefue respaldada por la gran mayoría de la población, incluidos los fusilamientos delos más notorios asesinos y torturadores batistianos.21

En consecuencia, ser patriota significaba estar en contra del pasado batistiano,pero todavía no se exigía un compromiso tan manifiesto en favor de la revolucióny del gobierno. En cierta forma, este fenómeno se puede interpretar como unaformación identitaria ex negativo : la negación del pasado dictatorial como deno-minador común de una nueva identidad colectiva nacional democrática, calificadacomo revolucionaria por su ímpetu de corregir los errores del pasado. Al mismotiempo, el gobierno enfatizaba su firmeza patriótica premiando con honores espe-ciales a quien mostraba o había mostrado su compromiso con la revolución deforma contundente.22Al “Che” Guevara, por ejemplo, el día 9 de febrero de 1959le fue concedida la ciudadanía cubana, “[...] como mérito por los servicios pres-tados al país”.23De hecho se le confirió la nacionalidad, ya que estos dos concep-tos en aquellos tiempos no se distinguían claramente en la legislación cubana.24

Mediante un párrafo nuevo en la Ley Fundamental, que modificaba la Consti-tución de 1940 y que había sido aprobada dos días antes, se les concedía la nacio-

20 El lema “Consumir lo que el país produce es hacer Patria” ya se lo había hecho suyo la burguesía nacional no azucarera que igual que Castro estaba interesada en una diversificaciónde la producción nacional para reducir la dependencia de importaciones; vid. María del PilarDíaz Castañón: La forja del Hombre Nuevo: Las paradojas de la ilustración subversiva. En:Idem (ed.): Pérfiles de la Nación. Vol. II. La Habana: 2006, p. 165.

21 Zeuske: Insel, pp. 189-190.

22 Este, por ejemplo, era el caso con los combatientes del Ejército Rebelde y con las víctimas de la dictadura y sus familiares. Éstos iban a ser privilegiados en la repartición de tierras por laLey de Reforma Agraria, artículo 23, incisos c) y d); vid. Leyes del Gobierno Provisional de laRevolución. Vol. VII (1° a 31° de mayo de 1959). La Habana 1959, pp. 150-151.

23 Marylis Suárez Moreno: La ciudadanía cubana del Che. <http://www.nnc.cubaweb.cu/ historia/historia13.htm> (20.9.2012).

24 Prieto Valdés, Pérez Hernández y Sarracino Rivero señalan que en Cuba hasta la reforma constitucional de 1992 (de la Constitución de 1976 actualmente vigente) los diferentes textosfundamentales no diferenciaban entre los términos de ciudadanía y nacionalidad. De esa forma,la Constitución de 1940 y la Ley Fundamental de 1959 regulaban bajo el Título De la Nacio- nalidad los derechos y deberes vinculados a la ciudadanía. Vid. Martha Prieto Valdés/ LissettePérez Hernández/ Gisselle Sarracino Rivero: A propósito de la ciudadanía en Cuba. En: Arei-todigital <http://areitodigital.net/ciudadania%20en%20cuba.htm> (26.9.2012).

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114 Albert Manke nalidad a: “Los extranjeros que hubiesen servido a la lucha contra la tiranía de-rrocada el día 31 de diciembre de 1958 en las filas del Ejército Rebelde durantedos años o más, y hubiesen ostentado el grado de comandante durante un año porlo menos, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la Ley dis-ponga.”25Como aclara el comentario que sigue a aquellas líneas, este párrafo eraaplicable a una sola persona en Cuba en aquel momento: al comandante Ernesto“Che” Guevara. El periódico gubernamental Revolución , al dar a conocer esta no-ticia, explicó: “De este modo se considera como ciudadano cubano por nacimientoal comandante Ernesto Guevara por las mismas razones que tuvieron los consti-tuyentistas de 1901 y 1940 para considerar al Generalísimo Máximo Gómez”,refiriéndose con ello al máximo líder de los independentistas cubanos, oriundo dela República Dominicana.26 T IEMPO DE DEFINICIONES : POLARIZACIÓN Y AGUDIZACIÓN DE ATRIBUCIONES CONCEPTUALES

Como ya mencionamos, los primeros meses del año 1959 fueron, sobre todo,una fase de manifestaciones de adhesión a la revolución y a sus líderes, durantela que estos últimos trataban de discernir a los verdaderos partidarios de aquellosotros a los que consideraban arribistas y farsantes. En el transcurso de pocos me-ses, el panorama fue cambiando. Con la adopción de la Ley de Reforma Agrariaen mayo de 1959, los sectores económicos pudientes dejaron entrever de formacada vez más abierta que no iban a aceptar una revolución que pusiese seriamenteen cuestión las relaciones de propiedad establecidas. También el gobierno de losEE.UU. se mostró preocupado por preservar las estructuras económicas vigentesy su propia influencia en la vida política, económica y social de la isla. Cada vezmás representantes de las oligarquías cubanas, al igual que inversores y políticosestadounidenses, comenzaron a tachar a los miembros del gobierno revoluciona-rio y a los líderes revolucionarios de ‘comunistas’ o ‘filocomunistas’.

En el verano de 1959, la acusación de tendencias comunistas fue elevada a nivelde problema para la seguridad nacional por el gobierno del presidente Eisenho-wer, y se constituyó un subcomité del Senado de los EE.UU. para investigar lapotencial amenaza comunista proveniente de la vecina isla del Caribe. Algunos,

25 Ley Fundamental de la República. Vol. II, cuaderno extraordinario. La Habana 2 1959, título segundo, artículo 12, inciso e), p. 9.

26 Revolución, 10 de febrero de 1959, p. 1.

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115 como el exembajador de EE.UU. en Cuba, Spruille Braden, abogaron ante estecomité por una invasión estadounidense de Cuba a fin de derrocar a Fidel Castroy revertir el proceso revolucionario.27Ya en marzo de 1959, el Consejo Nacionalde Seguridad de EE.UU. “indicó que era necesario reemplazar al gobierno de Fi-del Castro por otro más conveniente a sus intereses”.28

Si consideramos el trasfondo de la caza de brujas maccarthista de los años 50,el estigma del comunismo se convertía en un peligro inmediato para los incrimi-nados. Estas acusaciones se apoyaban en un anticomunismo muy extendido en lasociedad cubana,29también en las filas del Movimiento 26 de Julio que había sidola organización subversiva de Fidel Castro en la lucha contra Batista y a la quepertenecía la mayoría de los líderes del gobierno. El mismo Fidel Castro tuvo quedefenderse repetidas veces contra dicha acusación, porque –aunque ya tenía unainclinación hacia ideas socialistas y comunistas y contactos con los líderes delPartido Socialista Popular– veía claramente el peligro que implicaba en el con-texto de la Guerra Fría.30

En verano de 1959 se dieron las primeras deserciones en las filas del gobiernoy sus fuerzas armadas, y en otoño del mismo año comenzaron los primeros aten-tados con bomba contra el gobierno y contra la política revolucionaria. El climase volvió cada vez más agitado, agresivo y apasionado. Muchos obreros, emplea-dos en el sector terciario, estudiantes y obreros agrícolas y miembros de las clasesbajas comenzaron a organizarse rápidamente en defensa de la política revolucio-naria. A su vez, los representantes de la oposición, entre ellos los terratenientes,la Iglesia y también muchos estudiantes de familias pudientes, se movilizaban

27 Vid. Hearings Before the Subcommitee to Investigate the Administration of the Internal Security Act and Other Internal Security Laws of the Committee on the Judiciary. United StatesSenate. Eighty-Sixth Congress. First Session. (Communist Threat to the United States Throughthe Caribbean, Part V: Testimony of Hon. Spruille Braden. July 17, 1959) Publicado por elInternal Security Subcommittee of the Senate Committee on the Judiciary. Washington 1960,pp. 255, 287-288; y la denuncia de Carlos Rafael Rodríguez: ¡En Pie la Nación! En: Hoy,16.6.1959, p. 1.

28 Jesús Arboleya Cervera: La revolución del otro mundo. Un análisis histórico de la Revo- lución Cubana. La Habana 2008, p. 142.

29 Julio César Guanche ubica el año 1959 en este contexto, vid. Julio César Guanche et al. (eds.): 1959: una rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios. La Habana 2009,p. 11. Díaz del Castañón ve este fenómeno como un fundamento ideológico de la sociedadcubana de los años 1950 que persiste a principios de la revolución cubana, María del Pilar DíazCastañón: Ideología y revolución: Cuba, 1959-1962. La Habana 2004, p. 110.

30 Para esta problemática vid. ibidem, pp. 112-115. Ya en abril de 1959, Fidel Castro se defendió extensamente contra la acusación de ser comunista; vid. ibidem.

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116 Albert Manke para criticar, frenar, canalizar o revertir el proceso revolucionario, o para subrayarsu interés en seguir ejerciendo influencia sobre la marcha del país.31

En el transcurso del año 1960, esta polarización se mostraba cada día más visi-ble. En lo exterior, el gobierno del presidente Eisenhower trataba de sofocar unarevolución que se le estaba yendo de las manos, y ordenó aplicar medidas econó-micas y de desestabilización interna cada vez más drásticas.32El gobierno revo-lucionario se comenzó a inclinar aceleradamente hacia la Unión Soviética y alcampo socialista en general, solicitando ayuda económica primero y militar des-pués. Asegurados de momento la mera supervivencia económica y el apoyo de laUnión Soviética, el gobierno cubano procedió a nacionalizar primero las empresasy los bancos extranjeros, y después prosiguió con la industria y los latifundioscubanos. En gran parte apoyada por el gobierno estadounidense, la oposición cu-bana comenzó a organizar células de resistencia urbana y guerrillas en los montes,mientras se empezaba a entrenar a un nutrido grupo de opositores para lo quedespués sería la invasión de Bahía de Cochinos.33

A la par de la radicalización del proceso revolucionario, en el país se agudiza-ban las luchas ideológicas y la polarización de la sociedad. Castro seguía la estra-tegia de movilizar y unir a los que estaban en favor de la revolución para evitar ominimizar divisiones del tipo de las que habían contribuido al hundimiento de larepública española ante el levantamiento franquista.34Promovía la polarizaciónentre los que estaban con la revolución y los que estaban en su contra, tratando deobligar a los indecisos o indiferentes a tomar partido. Ni él, ni los demás partida-rios fervientes del proyecto revolucionario estaban dispuestos a aceptar términosmedios: “Con la revolución o contra la revolución” – ése era el lema. Por lo tanto,se distinguían claramente dos campos: por un lado, los partidarios de la revolu-ción, que se denominaban revolucionarios y patriotas; por otro, sus contrincantes,

31 Albert Manke: Aspectos de la Fundación y Organización de las Milicias Nacionales Re- volucionarias de Cuba, 1959-1961. En: Josef Opatrný (ed.): El Caribe Hispano de los SiglosXIX y XX. Viajeros y Testimonios. Ibero-Americana Pragensia, Supplementum 25/2009. Praga2010, pp. 266-267.

32 Vid. el Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro (16 de marzo de

1960). En: Tomás Diez Acosta: La guerra encubierta contra Cuba. La Habana22006, pp. 6-12.

33 Sergio Guerra Vilaboy/ Alejo Maldonado Gallardo: Historia de la Revolución Cubana. Síntesis y Comentario. Quito 2005, pp. 115-122.

34 Para la estrategia unitaria vid. Martín Duarte Hurtado: La Estrategia Unitaria de la Revo- lución Cubana (1 de enero de 1959 - junio 1961). La Habana 1997; para la influencia de con-ceptos de republicanos españoles en Castro vid. Luis Díez: Bayo. El general que adiestró a laguerrilla de Castro y el Che. Barcelona 2007; y Eduardo Yasells Ferrer: Sencillamente Anóni-mos. La Habana 2008.

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117 a los que aquéllos llamaban despectivamente contrarrevolucionarios, traidores,apátridas, bandidos, gusanos, etc.

Fidel Castro había sido aceptado por la gran mayoría de la población comomáximo líder del proceso revolucionario. En consecuencia, el término ‘revolucio-nario’ muy pronto igualaría a los partidarios de diferentes tipos de revolución, yaque sus líderes se subordinaron a Castro. Entre ellos se encontraban los represen-tantes del Partido Socialista Popular, que al principio fueron despreciados por unabuena parte de la población ya que no habían contribuido de forma significativa ala caída de Batista, porque habían rechazado participar en formas armadas de re-sistencia.35En cierta forma, se puede decir que la unificación de las fuerzas mo-trices de la revolución bajo el mando de Fidel Castro allanó las diferencias ante-riores y permitió monopolizar la denominación de revolucionarios. Así fue quelos opositores de la revolución que se consideraban los ‘verdaderos revoluciona-rios’ porque habían apoyado el proceso durante un tiempo, no pudieron seguirautodenominándose abiertamente revolucionarios en Cuba, aunque sí en la clan-destinidad y en el exilio. Solían autodenominarse libertadores, demócratas, anti-comunistas, insurrectos o guerrilleros. Estas organizaciones, durante su exilio enMiami, se unieron en un Frente Revolucionario Democrático, al cual pertenecíanel Movimiento Institucional Democrático, la Acción Recuperadora, el Comité deLiberación de Cuba y el Bloque de Organizaciones Anticomunistas Cubanas. Porcierto, años después se descubrió que la primera reunión del Frente Revoluciona-rio Democrático había tenido lugar en Arlington, Virginia, en las afueras de Wa-shington, y había sido organizada por el agente de la CIA Frank Bender.36

Los órganos de prensa de estos grupos, como la revista Avance , se hacían ecoy actuaban como multiplicadores de los mismos, llamando a los pro-revoluciona-rios “comunistas”, “lacayos del comunismo internacional”, “lombrices”, “ratas”,“chivatos” y “vendepatrias”.37Al régimen de Castro lo titulaban la “tiranía comu-nista-fidelista” que había que derrocar, o el “infierno cubano” del que había quehuir a Miami. En una declaración conjunta del FRD describían al gobierno cubanocomo un órgano ajeno a la misión patriótica que debían seguir los regentes cuba-nos:

Nosotros sostenemos que el gobierno cubano actual ha creado en nuestra patria, una atmósferamaterialista de resentimiento, de odio y de división, que hace imposible el sosiego espiritual yla vida normal y fomenta un estado de ánimo nacional con el cual no pueden mantenerse la35Estas diferencias ideológicas describió Arboleya Cervera: La revolución, pp. 124-125.36Jesús Arboleya Cervera: The Cuban Counterrevolution. Traducido del español por Da-mián Donéstevez. La Habana 2002, p. 75.

37 “La insurrección...”. En: Avance, 30 de septiembre de 1960, p. 18 para las citas.

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118 Albert Manke simpatía cívica y el amor a los semejantes, sin los cuales la felicidad y el progreso entre loshombres es imposible. [...] No es el camino del odio, el camino propio para terminar con lamiseria, y la desesperación y contribuir a una humanidad más próspera y más feliz. Incorporara la vida civilizada y confortable a los sectores más pobres del campo y la ciudad, para loscuales el mensaje democrático y culto tiene un sentido irónico, no es una utopía de los idealistasni una promesa de los demagogos, es realmente una necesidad social y humana y una tarea quecon seriedad debemos comenzar a realizar.38

Otros opositores, como la mayoría de la oligarquía terra- y casateniente y losantiguos partidarios de Castro, ahora decepcionados, se iban uniendo en torno ala idea de la “revolución traicionada”.39No pocos lograron recuperar parte delprestigio que habían perdido por haber colaborado con Batista.40En el exilio deMiami, ser anticomunista constituía ya un mérito tan grande, que se podía hacerpasar los errores y crímenes anteriores a un segundo plano. Con la ecuación ‘an-ticomunista = patriota cubano’ y con su entrega a los intereses del gobierno esta-dounidense (que los acogía con singular facilidad),41la parte activa en actividadesanticastristas del exilio cubano durante aquellos años se apartó radicalmente delproceso revolucionario en Cuba.42Pero a la vez, esta fracción dominante del exi-lio cubano en Miami construía su identidad desde la negativa a Castro y a la re-volución social, por lo cual, poco a poco, se volvió a incluir a los batistianos eneste grupo. Los diferentes grupos del exilio fueron todos ellos descalificadoscomo contrarrevolucionarios en Cuba, a pesar de que algunos sí habían luchadocontra Batista y por la revolución. De críticos de esta forma de revolución pasarona ser vistos como enemigos y traidores a la patria. Un día después de la ruptura delas relaciones diplomáticas con los EE.UU., el gobierno de Cuba recrudeció lasmedidas contra los que atentaban contra la revolución, calificándolos por ley38Ibidem.

39 Vid. entre otros la obra del primer presidente del gobierno revolucionario: Manuel Urru- tia-Lleó: Fidel Castro & Company, inc. Communist Tyranny in Cuba. Nueva York 1964.

40 El mismo Batista logró publicar su visión de los hechos en EE.UU.: Fulgencio Batista y Zaldívar: Cuba betrayed. Nueva York 1962.

41 Por diversas razones, las prácticas de admisión por parte de las autoridades estadouniden- ses entre el primero de enero de 1959 y el primero de enero de 1961 eran muy liberales encomparación con las que se aplicaban a otros inmigrantes; vid. John Scanlan/ Gilburt Loescher:U.S. Foreign Policy, 1959-80. Impact on the Refugee Flow from Cuba. En: The Annals of theAmerican Academy of Political and Social Science vol. 467 (1983), pp. 118-119.

42 Para la influencia de batistianos en el exilio vid. José Buajasán Marrawi/ José Luis Mén- dez Méndez: La república de Miami. La Habana22005, pp. 102-109.

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119 como “terroristas y saboteadores”.43Sin duda, el constante deslinde ideológicorespecto a los EE.UU. también sirvió como fragua para la creación de una identi-dad nacional más homogénea.

En el otro extremo, Fidel Castro logró unir los diferentes intereses dentro de unsolo campo pro-revolucionario mediante la ecuación ‘revolución = patria’. Así loanaliza Díaz Castañón, que ve como resultado de este proceso “un fortalecimientode la identidad Nación-Revolución [...]. A partir de ahora, el ‘contra [revolucio-nario]’ no será solo quien atente contra las conquistas revolucionarias, sino el queagreda la esencia misma de la reconstituida nación”.44Marifeli Pérez-Stable ob-serva, incluso, el surgimiento de un nuevo modelo de gobernanza bajo la lógica“Fidel- patria -revolution”.45Y poco a poco también iba a lograrse que la mayoríade los cubanos aceptara el adjetivo “socialista” como algo que constituía un ele-mento de la construcción identitaria nacional. Esto solamente fue posible porquela revolución de corte castrista logró darle al concepto de socialismo un rostro, uncontenido real. Este contenido lo proporcionaban valores tangibles como la igual-dad social, la solidaridad, la justicia, llevados en parte a la práctica mediante po-líticas redistributivas y otras medidas revolucionarias en el transcurso de aquellosmeses.

Con referencia a lo que mencionamos al principio de este artículo, esto repre-sentaba, en nuestra opinión, una reformulación de conceptos anteriores de identi-dad nacional y patriotismo que nunca antes se habían establecido de forma per-manente como hegemónicos en la Cuba republicana.46Mientras autores comoReynier Abreu Morales califican esta reformulación como una “nueva civili-dad”,47otros la interpretaron como traición a la revolución que podía haber sido

43 Mediante una ley que modificaba los artículos 465, 468 y 469 del Código de Defensa Social se hacía aplicable la pena de muerte a los “[...] autores intelectuales o mediatos, así comocómplices y encubridores de los delitos [...].” Tomado de: Ley condenando a la pena capital alos terroristas y saboteadores/ Acuerdos tomados por el Consejo de Ministros en sesióncelebrada el día 4 de enero de 1961/ Texto de la ley. En: Obra Revolucionaria vol. 1, 4 de enerode 1961, p. 40.

44 Díaz Castañón: Ideología, p. 123.

45 Marifeli Pérez-Stable: The Cuban Revolution. Origins, Course, and Legacy. Oxford et al. 1993, p. 10.

46 De forma pasajera estos conceptos se habían vuelto hegemónicos durante la segunda mi- tad del año 1933 (compárese con la nota 4) y quedaron latentes hasta que en los años 1950 sematerializaron de nuevo en la rebeldía revolucionaria contra Batista.

47 Reynier Abreu Morales: Cuba 1959. ¿Una nueva civilidad? La Habana 2008.

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120 Albert Manke posible48o incluso a los valores identitarios mismos de la nación cubana. Estasinterpretaciones dependen mucho de la posición ideológica de los autores respec-tivos, que frecuentemente siguen estando marcadas por sus propias experienciaspersonales o las de familiares, amigos o el grupo de testigos de la revolución enque se enfocó su estudio. R ESUMEN ANALÍTICO Y CONCLUSIÓN

¿En qué medida se reformularon los conceptos de ciudadanía, patriotismo ycubanidad a principios de la revolución cubana de 1959? Como se pudo observaren este artículo, esta pregunta no se puede responder fácilmente, pero sí es posibleobservar algunos aspectos de este proceso. Primero, constatamos que se trata deconceptos que tienen ciertas raíces en la formación de la cubanidad en tiempos dela colonia, de las cuales se impusieron durante las guerras de independencia sobretodo las ideas martianas de independencia total, igualdad social y “racial”, y soli-daridad. Fue sobre todo este nacionalismo independentista y separatista de finalesdel siglo XIX el que dio pie al surgimiento esporádico de tales ideas, hasta llegara la superficie de los discursos hegemónicos de la sociedad cubana. Esporádico,porque el proyecto de revolución social había sido truncado tanto en 1898 comoen 1933, bajo la fuerte influencia contrarrevolucionaria de los Estados Unidos.

Siguiendo estas continuidades, la revolución de 1959 marcó el vínculo por ex-celencia con estas corrientes conceptuales, modificadas por la influencia cada vezmás significativa del Partido Socialista Popular. Por supuesto, esta influencia es-taba en buena parte condicionada por el acercamiento al campo socialista en elmarco de la Guerra Fría, lo que a su vez generó reacciones negativas en segmentosde la población que estaban a favor de una revolución nacionalista, pero rechaza-ban influencias socialistas y comunistas difícilmente evitables en una de corte iz-quierdista y social-revolucionario.

Durante la década de 1950, el tono discursivo de los diversos grupos revolu-cionarios tenía en común un marcado toque nacionalista y la demanda de reformaspolíticas y sociales. Se constituía como una reafirmación patriótica en compara-ción con el régimen de Batista que, en este sentido, había perdido cualquier cre-dibilidad. Pero en general no se cuestionaban las bases económicas capitalistas

48 Para este acercamiento vid. Lilian Guerra: Visions of power in Cuba: Revolution, re- demption, and resistance, 1959-1971. Chapel Hill 2012, pp. 353-367. En el epílogo la autoradiscute la divergencia entre un camino de revolución ficticio y el rumbo que la revolución cu-

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121 del país, ni tampoco la continuidad de las relaciones con los Estados Unidos.Como hemos visto, este discurso inicial de la revolución de 1959 se continuó enparte (aunque se aumentaba por una reafirmación de la soberanía nacional en loeconómico y en lo político, que abarcaba un antimperialismo creciente), llevandoincluso a Fidel Castro a la necesidad de desmentir repetidamente acusaciones decomunismo. A la vez, la revolución en el poder rompió con las convenciones so-ciales establecidas y llevó el discurso y los anhelos revolucionarios de los añoscincuenta a un nivel hegemónico, estableciendo la retórica y la política revolucio-naria como la nueva norma cívica y popular, es decir, reflejando la voluntad de lamayoría de la población que participaba activamente en su imposición.

Este proceso fue encabezado por Fidel Castro y los demás líderes revoluciona-rios que lograron mantenerse al frente del mismo, y durante el cual un elementoimportante fue la imposición de lo revolucionario como punto de referencia porexcelencia. Todavía, ‘revolucionario’ y ‘patriota’ no representaban adjetivos in-confundibles, pero la postura revolucionaria se iba convirtiendo cada vez más enuna condición sine qua non para ser considerado un ciudadano ideal.

Pero las transformaciones revolucionarias rápidamente llegaron más lejos de loque la mayoría de los cubanos se había podido imaginar, un hecho que fue in-fluenciado de forma decidida por el rechazo categórico del gobierno de los Esta-dos Unidos a este proceso revolucionario. Al calor del empeño emancipador de lajoven revolución contra esta agresión exterior, y de la lucha de clases interna, sehizo evidente que la revolución tenía que defenderse si no quería sucumbir. Si-guiendo la argumentación de Duarte Hurtado, una de las vías para asegurar elapoyo concertado de las masas populares consistió en la estrategia unitaria de Fi-del Castro, que asumía un nivel elevado de polarización de la sociedad.49

En el transcurso de esta polarización también quedaba afectada la definición delo revolucionario, pero finalmente se puede observar cómo se impuso la defini-ción del liderazgo revolucionario en Cuba, tanto que los contrarrevolucionariospronto dejaron de autodenominarse revolucionarios. En el campo pro-revolucio-nario, ser revolucionario activo se convirtió en un requisito para ser consideradopatriota y gozar de todos los derechos ciudadanos que estaban al alcance de loscubanos en este momento. El hecho de mantenerse al margen del proceso revolu-cionario era ya considerado como algo sospechoso y potencialmente subversivo.Finalmente, Fidel Castro también logró que la mayoría de los cubanos aceptara ladesignación de la revolución como socialista a partir del 16 de abril de 1961, un49Duarte Hurtado: La estrategia.

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122 Albert Manke calificativo que acabaría fundiéndose con el concepto revolución-nación, paradesembocar en una auténtica reformulación de la cubanidad.

Ahora bien, establecer esta reformulación del concepto de identidad nacionalno hubiera sido posible de forma duradera si Fidel Castro, José Antonio Echeva-rría y toda una generación de jóvenes50que se encontraban a la vanguardia delproceso revolucionario en los años cincuenta no se hubieran basado en las raícesdel concepto de identidad nacional que se impuso a finales del siglo XIX y que yamencionamos al principio de este artículo: el nacionalismo independentista deJosé Martí y los mambises de las guerras de independencia. Pensamos que hayque hacer énfasis en que Martí se consideraba revolucionario y radical. Esto tam-bién les sirvió a los revolucionarios de los años 1950 y 1960 para identificarseaún más con los ideales de Martí, ya que seguían su ejemplo en el sentido que élle había dado a la palabra radical. En su artículo “A la raíz”, de 1893, Martí habíaescrito:

A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llameradical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dichade los demás hombres.51

En estas palabras se transluce de nuevo el afán de Martí de sembrar la solidari-dad y la igualdad entre las personas, y a la vez se normaliza la palabra radical através de su semántica como un valor universal y, por ende, se reubica en el centrodel ser humano (en la raíz), y no en su periferia.

50 La llamada “Generación del Centenario”, fundada en 1953; vid. Jesús Montané Oropesa: La Generación del Centenario libra sus primeros combates contra la tiranía. En: Verde Olivo,29 de julio de 1962. Publicado en parte en: Centro de Estudios de Historia Militar de las FAR(ed.): Moncada. Antecedentes y Preparativos. Vol. I 1952-1953. La Habana31985, pp. 144-149. Por supuesto también pertenecían a esta generación personas que después de haber luchadocontra Batista se volvieron en contra de la revolución. Para la documentación de Echevarría yel Directorio Revolucionario (el homólogo estudiantil al Movimiento 26 de Julio) vid. entreotros: Hilda N. Berdayes García (ed.): Papeles del Presidente. Documentos y Discursos de JoséAntonio Echeverría Bianchi. La Habana 2006; Aremis A. Hurtado Tandrón: Directorio Revo-lucionario 13 de Marzo: Las Villas. La Habana 2005.

51 José Martí: A la raíz. En: Patria, Nueva York, 26 de agosto de 1893. En: Idem: Obras

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123 Monumento José Martí en el Parque José Martí, Cienfuegos, Cuba

© Albert Manke (2007)

Rupturas y continuidades: Esta estatua de José Martí (esculpida por GiovanniNicolini, Génova) fue erigida en 1906 para reemplazar la estatua de la reina Isabella Católica. Luego de 1898, el parque había sido renombrado Parque de la Inde-pendencia, y a partir de 1906 Parque José Martí. A diferencia de la Unión Sovié-tica, la Cuba revolucionaria y socialista nunca cambió la bandera republicana, yMartí, llamado El Apóstol se siguió manteniendo como el más importante de lospadres de la patria.

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II. CIENCIA Y NACIÓN: CONSTITUCIÓN DE LAS DISCIPLINAS HISTÓRICAS Y DISCURSOS IDENTITARIOS

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I RINA P ODGORNY

LA IDENTIDAD DE LAS PALABRAS

“Las voces, sin la pluma y sin poder mirarse transmitidas al papel, perecen conel sonido”, decía en 1813 Dámaso Larrañaga, futuro Vicario de Montevideo, jus-tificando con ello las horas empeñadas en compendiar los vocablos de la lenguachaná. De manera elegante, parafraseaba el viejo refrán castellano, ése que diceque a las palabras se las lleva el viento. O mejor dicho, el tiempo. Que todo lodesperdiga, desordena, descompone y amontona, allí, en los rincones del azar.

El registro en el papel, por el contrario, prometía salvarlas y hacerlas entrar enla historia. La escritura y el dibujo fijaban el sonido a un sustrato menos volátilque el aire y, de esa manera, articulaban pasado, presente y futuro. Larrañaga,como buen párroco ilustrado, combinaba los afanes del historiador con los delfilólogo, el naturalista y el escribano español. Confiaba en que los hechos y laspalabras –que de aire hechos están– se transformaran, gracias a la intervención dela pluma y la tinta, en cosas, en objetos que seguirían testimoniando sobre sí mis-mos y los humanos que los crearon más allá de la vida y del aquí y ahora delescribiente y sus interlocutores. Como refiere el historiador italiano GiuseppeOlmi, el desarrollo de la historia natural se vincula estrechamente a la técnicaxilográfica y la acuarela, que permitieron traducir las palabras en cosas: las figu-ras, además de proveer precisión descriptiva, viajaban con la misma facilidad queel papel y las cartas, asegurando la transferencia de conocimiento entre lugaresdistantes.1La articulación entre la mano, los ojos y oídos y la escritura era la clavepara entrar en la historia. Es decir, en la voluntad de Dios de la cual el vicario erasolo un medio.

Escribir, registrar, dibujar, imprimir, publicar son sin dudas imperativos paraentrar en la historia moderna, esa misma historia que, como señalara el historiadoringlés John Greville Agard Pocock, creó al “salvaje” como una figura de la natu-raleza. La historia antigua y las fuentes escritas estaban repletas de “bárbaros” –

1 Giuseppe Olmi: Ulisse Aldrovandi. Scienza e natura nel secondo Cinquecento. Trento 1976; Idem: Figurare e descrivere. Note sull’illustrazione naturalistica cinquecentesca. En:Acta Medicae Historiae Patavina vol. 27 (1980-81), pp. 99-120; Idem: Arte e natura nelCinquecento bolognese: Ulisse Aldrovandi e la raffigurazione scientifica. En: Andrea Emiliani(ed.): Le arti a Bologna e in Emilia dal XVI al XVII secolo. Atti del XXIV Congresso Interna-

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128 Irina Podgorny actores centrales en la caída de Roma–, identificados con los pueblos nómadas deAsia central y con los pueblos del “Norte,” desde mucho antes que esta categoríase hiciera equivalente al estadio pastoral de la historia del Viejo Mundo. Los “bár-baros” –esos pueblos migratorios que llevaban su ganado encabezando las cara-vanas con sus mujeres e hijos– se habían vuelto sedentarios, ligados al suelo y ala tierra para arar, cultivar y vender los granos. Este proceso era clave para enten-der la historia europea. La historia conjetural ideó este pasaje en términos de es-tadios que permitían explicar la transición de la vida pastoral al comercio. Lospueblos cazadores-recolectores –los “salvajes”, contemplados por la teoría y lahistoria conjetural como el estadio más antiguo de todosprácticamente no apa-recían en la historia de Roma ni en las narrativas históricas de Europa. La teoría,por ello, se concentró en el pasaje del pastor al agricultor. El “salvaje” recién ad-quiriría carne y hueso en la era moderna, inaugurada por la navegación a vela y elcomercio internacional: no había duda que los pueblos que habitaban los territo-rios descubiertos en la época de la expansión oceánica europea eran la encarna-ción de esa figura hasta entonces teórica.2

Pocock hace estas reflexiones analizando el contexto en el cual Edward Gibbon(1737-1894) escribió The History of the Decline and Fall of the Roman Empire ”,en diálogo con el tratamiento que otros historiadores del siglo XVIII (Corneliusde Pauw, William Robertson y Guillaume Raynal) le dieron al encuentro entre loseuropeos y aquella variedad de pueblos que vivían en una condición a la que lesresultaba difícil calificar como “histórica”. Para estos autores, el continente ame-ricano estaba habitado por culturas que solo eran inteligibles en términos de filo-sofía natural o historia conjetural pero no según los cánones de la historia civil yaque no podían dar cuenta de sus hechos del pasado. En la línea de razonamientode Larrañaga, el siglo XVIII consideraba que la transmisión oral no servía parapreservar la memoria histórica. La historiografía del Iluminismo, recordemos,produjo un corpus que tendía a confirmar que la historia “appeared and could bewritten only when production and exchange made humans capable of action at adistance”.3Sin letras (sin escritura), sin moneda, ningún pueblo podría actuar pú-blicamente ni recordar sus acciones: sin estos medios, solo restaba la condiciónde la horda salvaje. Claro que podía hacerse una historia filosófica de esa condi-ción pero no una historia civil. Es decir, la imposibilidad de rendir cuenta de los

2 John Greville Agard Pocock: Barbarians, Savages and Empires. Barbarism and Religion. Vol. IV. Cambridge 2005, p. 157.

3 Ibidem, p. 177.

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129 acontecimientos políticos del pasado de estos pueblos, se reemplazaba colocán-dolos en el estadio más bajo de desarrollo por los que había pasado la culturahumana.

Pocock recuerda: “the ‘savages’ of the New World were very nearly excludedfrom ‘history’ and relegated to the alternative conceptual universe of ‘nature’”,4reflexionando sobre las consecuencias políticas e historiográficas de este presu-puesto donde el estado de naturaleza se iguala con los pueblos del Nuevo Mundo.Estas consecuencias no solo valen para América sino también para los mismoseuropeos:

There is a sense in which Europe was the prisoner of its shepherds and barbaric origin. Thesavage state cannot be discovered in its history, and has had to be invented, under the name ofthe state of nature, by poets, lawgivers and philosophers. In America the thing really exists, andthe two continents form a vast laboratory in which European speculative experimenters can testtheir hypotheses regarding the human mind by observing it in a state as close as is possible forhumans to the condition of frugivorous or carnivorous animals… This is the point at which‘America’ becomes the prisoner of ‘Europe’s’ limited understanding of itself. The concept of‘nature’ preceding ‘history’ in the organization of social life, evolved in Europe, is about to beimposed upon America, as a means whereby ‘Europe’ understand both ‘America’ and itself;and given the radical inequalities of power between the two, the understanding and governmentof the self is very different from the understanding and government of the others.5

En este marco y a fines del siglo XVIII, el Nuevo Mundo sólo parecía capaz deproducir historia natural. Se trata, como es sabido, de las décadas en que el mundonatural se estaba volviendo mucho más antiguo de lo pensado hasta entonces6ycoincide –como dice Momigliano–, con el momento en que “the origins of eachnation became more interesting than the origins of mankind, and the rhythm ofbarbarism and civilization was taken to be one of the great subjects of historio-graphy”.7Todo ello concurre a que el encuentro con el estadio de “salvajismo” seprocese a través de matrices no necesariamente ligadas a la historiografía. Lostrabajos de esta sección –que comparten con Larrañaga la confianza en la palabraescrita– tratan con algunas de las ideas y tópicos que en el siglo XIX e inicios delsiglo XX trataron de resolver cómo incorporar al interés por la historia de las na-ciones la historiografía de los “salvajes” y la de las nuevas entidades políticas del4Ibidem, p. 158.

5 Ibidem, pp.189-190.

6 Ibidem, p. 180.

7 Arnaldo Momigliano: Vico’s Scienza nuova: Roman ‘Bestioni’ and Roman ‘Eroi’. En: History and Theory vol. 5, no. 1 (1966), p. 6.

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130 Irina Podgorny Nuevo Mundo, ese territorio que la modernidad colocó en el mundo natural, ydonde –con las nuevas claves evolucionistas del siglo XIX– se trataría de llegar,lo más rápido posible, al estadio de civilización.8

En un marco de creación e invención de naciones, los trabajos de esta seccióncomparten, como no podría ser de otro modo, el interés por los discursos identi-tarios y, asimismo, por un tipo de fuentes dominadas por su carácter de descarte:¿qué otra cosa son si no los manuales escolares y los discursos de coyuntura po-lítica? Ambos –por la lógica económica y circunstancial que los genera– nacenpara ser consumidos y reemplazados por otros, incluso necesitan ser olvidadoscomo para adquirir el valor de novedad que, en verdad, no tienen o –parafraseandoa Groucho Marx– para que “las convicciones” pueden ser reemplazadas por otrasen el caso que la negociación política lo requiera.

Invirtiendo las consecuencias del dicho de Larrañaga, si no fuera por la im-prenta, a estas palabras se las hubiese llevado el viento. O el basurero. En cambio,en parte por la acción de las letras y por la fiebre historiográfica del siglo XIX,ese descarte se acumula en libros, bibliotecas, hemerotecas y archivos y crea, conlo inservible, los restos de la civilización. La acumulación en esos repositoriosconfirma que el descarte, lejos de producir novedad, sedimenta la recurrencia detópicos y palabras, por lo menos en estos períodos cuya escala temporal es parti-cularmente corta pero que, gracias al afán archivístico de los siglos XIX y XX, haguardado más palabras que los momentos anteriores de la historia. Mientras quelos historiadores del mundo antiguo o medieval frecuentemente deben confor-marse con apenas unas líneas en piedra o pergamino, la historia de las nacionesdel siglo XIX abunda en palabras que muy pocos están dispuestos a analizar comomero y aparente descarte.

Quizás el problema y esa ilusión residan en lo que más arriba llamamos “laconfianza en las palabras”. O en la lógica del sistema que reproduce estos discur-sos que es la de descartar, olvidar para volver a inventar y vender lo ya inventado,consumido y enviado al olvido. Porque mal o bien, no se trata de innovación sinouna producción editorial –como los manuales, los periódicos– que se aprovechande los cambios y debates políticos para producir productos solo en apariencia no-vedosos. La identidad, además de palabras, ha generado trabajo y profesiones:autores, editores, tipógrafos, ilustradores, libreros, canillitas, kiosqueros, fabri-cantes de banderas y un largo etcétera que –sin reflexionar sobre lo que venden o

8 Ver Phillip Kohl/ Irina Podgorny/ Stefanie Gänger: Introduction. En: Idem (eds.): Nature

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131 producen– no podrían sobrevivir sin los discursos de la identidad que, como mu-chos otros discursos, generan una panoplia de objetos gracias a la cual comen yviven centenares de familias.

Robert Darnton describió detalladamente hace más de treinta años aquello queél llamó “los negocios de la Ilustración”.9Los trabajos de esta sección nos recuer-dan que quizás haya llegado la hora de trabajar sobre las empresas y las economíasde la identidad en los contextos de las nuevas naciones americanas. Esta línea deinvestigación bien podría llamarse –en un claro homenaje al inspirador delasunto– “El negocio de la Identidad en América”. Esa obra no solo nos recordaríael carácter artificial de cualquier proyecto identitario sino también el entramadoeconómico que se arma sea este del color que sea. Nadie se va a sorprender cuandose descubra que los símbolos de los proyectos aparentemente antagónicos hayansido producidos en los mismos talleres y por los mismos operarios. O no. Pero,eso, todavía hay que probarlo y, para ello, habría que salir de las palabras paraenfrentarse a las cosas.

El trabajo de Katharina Motzkau también nos sugiere que esa confianza en laspalabras nos puede hacer olvidar el poder del que gozan las imágenes, las cuales,como describiera Martin Rudwick, actúan como apoderadas de la cosa en sí(“proxy images”).10Mientras los objetos no siempre pueden ser transportados –transformados en muebles o en cosa portátil–, las imágenes, gracias a su carácterde elemento plano y a la liviandad de su sustrato, pueden viajar, ser reproducidas,copiadas e intercambiadas en una escala que trasciende lo local. En ese sentido,tienen las mismas capacidades que el dinero y las letras y, según la línea de lospensadores del siglo XVIII, deberían constituir otra de las puertas de ingreso a lahistoria moderna. Las imágenes, al igual que las palabras, también pueden circulare independizarse de su “autor”, dándole forma a nuevas –o viejas– realidades quepoco tienen que ver con la experiencia directa pero surgen gracias al universocreado por lo que algunos han llamado las tecnologías literarias del testimoniovirtual.11Las imágenes, como dice Latour, pueden producir un saber normalizado,

9 Robert Darnton: El negocio de la Ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie, 1775- 1800. México [1979] 2011.

10 Martin J. Rudwick: Cuvier’s paper museum of fossil bones. En: Archives of Natural His- tory vol. 27, no. 1 (2000), pp. 51-68.

11 Steven Shapin/ Simon Schaffer: Leviathan and the Air-Pump: Hobbes, Boyle, and the Experimental Life. Princeton, NJ 1985.

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132 Irina Podgorny comunicable y móvil,12pero también sobreviven, se acumulan, se transforman,creando nuevos significados según la dinámica de esa circulación que atraviesacontextos históricos y geográficos. Las palabras, las imágenes permanecen, pero,lejos de ser inmutables, nunca son idénticas a sí mismas.

A esta altura del texto, ya no se puede evitar desconfiar de las palabras y, a finde cuentas, del optimismo de Larrañaga. En el siglo XIX, la fijación de lo efímeroen el papel barato de los libros y periódicos producidos en cantidades antes des-conocidas y desde los mandatos del Iluminismo preservados como testimonio ne-cesario para escribir la historia, generó un volumen de papel y de palabras que sindudas requieren técnicas historiográficas distintas a la hermenéutica.13Y sobretodo, necesitan de la famosa pregunta de Foucault acerca del autor.14La repeticiónde las palabras, de los clichés, de los tópicos más trillados, insistir en suma, en esapermanencia ¿no ratifica una aparente imposibilidad de romper con un pasado quenos sujeta desde la tumba?

Esta desconfianza nos podría llevar a otras preguntas vinculadas también conlas repeticiones que más que estancamiento nos harían pensar en los automatis-mos, en este caso no de ideas sino de actos y acciones. Como comenta el historia-dor suizo Jakob Tanner, el archivo –la escuela, la administración, el registro, esosinventos tan ligados a la historia– tiene capacidades performativas, una afirma-ción que no carece de consecuencias para las prácticas que definen la identidad.15Llegados a este punto, quizás no sea inoportuno recordar que los procedimientos

12 Marie-Noëlle Bourguet: La collecte du monde: voyage et histoire naturelle, fin XVIIème siècle-début XIXème siècle. En: Claude Blanckaert et al. (eds.): Le Muséum au premier sièclede son histoire. París 1997, pp. 163-196; Bruno Latour: Drawing things together. En: MichaelLynch/ Steve Woolgar (eds.): Representation in Scientific Practice. Cambridge, Mass. 1990,pp. 19-67.

13 La avalancha de datos no es un problema exclusivamente moderno (ver los trabajos de Anne Blair: Too Much to Know. Managing Scholarly Information before the Modern Age. NewHaven, CT 2010) pero la imprenta, la introducción del pergamino de paño (papel) y mucho mástarde el papel de pulpa produjo cada una de ellas una ansiedad bastante comparable a la quehoy producen las computadoras, el uso de internet y las llamadas redes sociales. Es decir, ¿cómodistinguir, en la masa de información, lo verdadero de lo falso, al cretino del sabio?

14 Michel Foucault: Qu’est-ce qu’un auteur? Conferencia del 22 de febrero de 1969, Socie- dad Francesa de Filosofía. En: Bulletin de la Société française de la Philosophie vol. 63, no. 3,pp. 73-104.

15 Jakob Tanner: Acteurs, dossiers et archives. En: Claudia Kaufmann/ Walter Leimgruber (eds.): Ce que des dossiers peuvent provoquer. Processus d’intégration et d’exclusion d’un acteadministratif. Nationales Forschungsprogramm “Integration und Ausschluss” des Schweizeri-schen Nationalfonds zur Förderung der wissenschaftlichen Forschung. Zúrich, pp. 161-170;Cornelia Vismann: Akten. Medientechnik und Recht. Fráncfort del Meno 2000.

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133 de la burocracia tienen una dinámica propia, gozan de la independencia de losautomatismos y sobreviven en el tiempo, atravesando procesos políticos y socia-les. Una historia de las prácticas burocráticas obliga a pensar en períodos diferen-tes a los dados por las biografías, las ideas o los proyectos institucionales.16Peroeso, ya es otro tema.

16 Irina Podgorny: La eternidad de lo provisorio. El sistema geográfico de Enrique Dela- chaux y el orden de las colecciones antropológicas en la Argentina. En: Carla Lois/ VerónicaHollman (eds.): Geografía y Cultura Visual. Los usos de las imágenes en las reflexiones sobre

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K ATHARINA M OTZKAU

NACIÓN Y CIVILIZACIÓN – LO INDÍGENA EN LA HISTORIA ENSEÑADA. UN ANÁLISIS COMPARATIVO DE LOS TEXTOS DE RICARDO LEVENE Y LUIS GALDAMES

¿Desde cuándo existe Argentina? ¿Para ti, quiénes fueron los primeros argen-tinos? Éstas fueron algunas de las preguntas que planteó una encuesta de psicolo-gía social en 2005 y 2006 a estudiantes del ciclo preparatorio de la Universidadde Buenos Aires. Dos tercios de los jóvenes entre 17 y 18 años situaron los oríge-nes de la nación en las fechas históricas del 25 de mayo de 1810 o del 9 de juliode 1816. En cambio, más de la mitad identificó a los primeros argentinos con lospueblos indígenas como si los habitantes originarios hubieran sido argentinos sinsaberlo.1

La ambivalencia de la relación entre pueblos originarios y nación que reflejanestos resultados empíricos no es exclusiva de Argentina. Particularmente en Chilela comunidad mapuche ha protagonizado protestas cuestionando la enseñanza dehistoria tradicional que, a pesar de incluir los pueblos indígenas como antepasa-dos, insiste en el carácter unívoco de la nación y en la valoración negativa de lapoblación autóctona.2

En este contexto los libros de texto se identifican como elementos claves paradifundir narrativas maestras de la nación que crean una imagen ambigua de la

1 Mario Carretero/ Miriam Kriger: Historical Representations and Conflicts about Indige- nous People as National Identities. En: Culture & Psychology vol. 17, no. 2 (2011), pp. 182-183. Las traducciones de las preguntas de la encuesta son mías.

2 Heike Christina Mätzing: Chilenen oder ‘un pueblo especial’? Die Mapuche im Spiegel des chilenischen Geschichtsunterrichts. En: Internationale Schulbuchforschung vol. 21 (1999),pp. 267-277; Eduardo Sepúlveda Godoy/ Karin Reyes Hoces/ Catalina Contreras Roa: Desmi-tificando la Historia Mapuche: Contribuciones para la Enseñanza de una Nueva Historia deChile. Tesis de Licenciatura. Universidad de Santiago de Chile 2006.

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136 Katharina Motzkau población indígena.3Las ambivalencias de esa representación que oscila entre in-tegración y exclusión se observan, pero pocas veces son objeto de un análisis de-tenido.4

A partir de la premisa de que esas ambivalencias resultan de la incorporaciónde la población indígena a los discursos de identidad nacional, este artículo com-parará dos libros de texto de enseñanza secundaria que se publicaron alrededordel Centenario de la independencia chilena y argentina. Antes de realizar un estu-dio detallado de los libros de texto cabe contextualizar las obras educativas en unaépoca que no sólo vio la eclosión de debates sobre el carácter nacional, sino quetambién estuvo marcada por arduas discusiones didácticas. Voy a argumentar queuna historia nacional reformulada en el marco de la historia de la civilización sus-tenta las ambivalencias acerca de la población indígena en las obras didácticas. N ACIÓN Y CIVILIZACIÓN – L A HISTORIA EN LA ENSEÑANZA SECUNDARIA

Los procesos de construcción de Estado-nación en Argentina y Chile presentansemejanzas que justifican elegir esos casos para un análisis comparativo: Ambospaíses expandieron militarmente su territorio en las últimas décadas del siglo XIX,lo que significó la violenta sumisión de los pueblos indígenas en la parte austral

3 Daniela Frías Meneses: La representación del pueblo mapuche en los textos escolares 1880-1930. En: Artículos para el Bicentenario. Tomo I. Santiago de Chile 2011, pp. 145-172;Teresa Laura Artieda: El ‘otro más otro’ o los Indígenas Americanos en los textos escolares.Una propuesta de análisis. En: Jean-Luis Guereña/ Gabriela Ossenbach/ María del Mar de PozoAndrés (eds.): Manuales escolares en España, Portugal y América Latina. Madrid 2005, pp.485-501.

4 Los trabajos de Podgorny y Schurdevin Blaise referidos principalmente a la enseñanza primaria forman la excepción, Irina Podgorny: Arqueología de la Educación. Textos, Indicios,Monumentos. La Imagen de los Indios en el Mundo Escolar. Buenos Aires: 1999; Chloé Schur-devin-Blaise: Les représentations de l’Indien dans les manuels scolaires et leurs enjeux dans laconstruction identitaire nationale du Chili de la fin du XIXe - début du XXe siècle. En: HenriBoyer (ed.): Stéréotypage, stéréotypes: fonctionnements ordinaires et mises en scène. Tomo II.París 2007, pp. 239-248.

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137 del subcontinente.5Paralelamente se inició un ciclo de masiva inmigración euro-pea que alteró profundamente el tejido social argentino, pero que también tuvoconsiderable impacto en Chile. Nuevos grupos con un peso creciente, como lostrabajadores y la pequeña burguesía, desafiaron con sus reclamos de derechos la-borales y democratización los sistemas republicano-conservadores que habían li-mitado en la práctica la plena participación política a una reducida élite. A nivelinternacional, la guerra hispano-estadounidense en 1898 marcó tanto el principiode las aspiraciones hegemónicas de EE.UU. en el continente como un nuevo acer-camiento entre la vieja potencia colonial España y las repúblicas iberoamerica-nas.6

Aun cuando se considera tradicionalmente que las estructuras estatales se ha-bían consolidado a mitad (Chile) o en la segunda parte del siglo XIX (Argentina),tanto la formación del Estado-nación como la negociación de las respectivas iden-tidades nacionales estaban lejos de haber sido concluidas. El sistema educativo yla enseñanza de la historia nacional, al mismo tiempo resultado y motor de esteproceso, no escapaban a esa situación: si bien se habían organizado sistemas deenseñanza secundaria destinados principalmente a la formación de ‘dirigentesilustrados’, hacia el fin del siglo XIX las prácticas educativas vinculadas al enci-clopedismo mostraban cada vez más sus limitaciones e incoherencias.

5 Las similitudes en el proceso de construcción de Estado-nación y el sistema educativo permiten indagar más profundamente en las diferencias entre Argentina y Chile, Marcela Mo-llis: El uso de la comparación en la historia de la educación. En: Héctor Rubén Cucuzza (ed.):Historia de la educación en debate. Buenos Aires 1996, pp. 201-202. Respecto a la derrota,deportación y desintegración de los pueblos indígenas de la Pampa, Patagonia y Tierra delFuego que culminó entre 1879 y 1885 vid. Susana Bandieri: Historia de la Patagonia. BuenosAires 2005; Enrique Hugo Mases: Estado y cuestión indígena. El destino final de los indiossometidos en el sur del territorio (1878-1930). Buenos Aires 2010. En el caso chileno el ejércitono sólo aniquiló la resistencia indígena en el Sur hacia 1883, Jorge Pinto Rodríguez: La For-mación del Estado y la Nación, y el Pueblo Mapuche: de la inclusión a la exclusión. Santiagode Chile 2003; en la Guerra del Pacífico (1879-1883) contra Perú y Bolivia el ejército chilenotambién conquistó territorios septentrionales hasta la ciudad peruana de Tacna.

6 Un indicio de este cambio a nivel simbólico representa en 1900 el decreto del presidente argentino Julio A. Roca de limitar el himno nacional en fiestas oficiales y públicas a las partessin referencias despreciativas de España. La propuesta ya databa de 1893, Lilia Ana Bertoni:Patriotas, Cosmopolitas y Nacionalistas. Buenos Aires 2001, pp. 177-184, 302-303.

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138 Katharina Motzkau

La enseñanza de historia como parte del currículo humanista estaba incluidadesde el principio en los planes de estudio;7en cambio, la historia nacional ocu-paba un lugar reñido en los planes de estudio ya que el método progresivo –ense-ñar desde la antigüedad hasta la historia moderna y nacional– entraba en conflictocon el alto porcentaje de deserción en los primeros años, lo cual exigía adelantara éstos el estudio de la historia nacional.8A medida que los pedagogos afirmabanel valor educativo y moral de la historia nacional en la enseñanza secundaria, surelación con la historia general y su transmisión didáctica generaban cada vez másdudas. Según muchos críticos la enseñanza de la historia se limitaba a un esfuerzomnemotécnico limitado a dinastías y acontecimientos aislados, lo cuál impedía unentendimiento global del desarrollo humano o nacional en los alumnos.9Los li-bros de texto contribuían a ese deplorable estado de cosas con su “fárrago de por-menores eruditos é inútiles sobre la historia militar y política”, como se quejabael influyente historiador y pedagogo español Rafael Altamira.10

En ambos países se identificaron la formación deficiente de profesores y unplan de estudios fragmentado como los principales obstáculos para una profesio-nalización de la enseñanza. En Chile ese diagnóstico llevó a partir de 1885 a unareforma integral de todos los niveles de enseñanza junto a la fundación del Insti-tuto Pedagógico (1889) destinado a la formación del profesorado secundario bajo

7 Por historia se entendía principalmente historia europea, enseñada progresivamente desde la historia antigua (Grecia-Roma), la Edad Media hasta la modernidad. Los planes chilenos de1872 y 1880 así como los planes argentinos entre 1874 y 1879 también incluían “Historia Sa-grada”, vid. Manuel Ballesteros: Compilación de leyes i decretos vijentes en materia de instruc-ción pública. Santiago de Chile 1872, pp. 94-98; Consejo de Instrucción Pública: Sesiones de11, 18 y 20 de octubre de 1880. En: Anales de la Universidad de Chile. Boletín de InstrucciónPública vol. 58, no. 2 (1880), pp. 410-420; Ministerio de Justicia e Instrucción Pública: Ante-cedentes sobre enseñanza secundaria y normal en la República Argentina. Buenos Aires 1903.

8 Ese abandono temprano es la razón que alega el ministro chileno de Instrucción Pública Abdón Cifuentes en 1872 para trasladar “Historia de América i Chile” del quinto al tercer añode estudios, Ballesteros: Leyes, p. 97. Aquel año marca entonces para Chile el inicio de la en-señanza de historia nacional como materia regular, Nicolas Cruz: El Surgimiento de la Educa-ción Secundaria Pública en Chile. 1843-1876. Santiago de Chile 2002, p. 92. En el caso argen-tino, el traslado de historia nacional a los primeros años de estudio en 1884 se justificaba ade-más por la adecuación de las materias al desarrollo mental de los alumnos, “principiando porlo que está mas cerca del alumno”, Amancio Alcorta: La Instrucción Secundaria. Buenos Aires1886, p. 492.

9 Valentín Letelier: Plan de Estudios Secundarios. En: Idem: La lucha por la cultura. Mis- celánea de artículos políticos i estudios pedagógicos. Santiago de Chile 1895, pp. 324-325.

10 Rafael Altamira: La enseñanza de la historia. Madrid 1895, pp. 327-328.

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139 la dirección de docentes alemanes. Basada en el “sistema concéntrico”,11la ense-ñanza de la historia ya no se fragmentaba en diferentes ramas, sino que trataba detransmitir “el progreso de la civilización i de la cultura”: un ciclo sumario prepa-raba a los alumnos para un “estudio sistemático í ordenado” de la historia, queagrupaba la historia chilena como parte de la historia universal.12En Argentinauna reforma duradera de los planes de estudio fracasó repetidas veces por la faltade consenso y el vacío institucional-legislativo.13A pesar de la inestabilidad delos planes de estudio, se impuso igualmente la tendencia a enseñar historia nacio-nal en el contexto de la historia americana y la historia de la civilización.14A eserumbo también se sumó Wilhelm Keiper, director alemán del Instituto Nacionalde Profesorado (fundado en 1904), que definía la Historia como “la Ciencia que

11 El “sistema concéntrico del currículum” ideado por el pedagogo alemán Herbart (1776- 1841) y sus continuadores Tuiskon Ziller y Wilhelm Rein se basaba en el concepto de ensanchegradual del aprendizaje a partir de un núcleo de conocimiento. Requiere la exposición de loscontenidos de enseñanza desde el primer año y su paulatina reiteración y ampliación en losgrados posteriores, vid. Cristina Alarcón: El Discurso Pedagógico Fundacional de DocentesSecundarios. Sobre la Transferencia Educativa Alemana en Chile (1889-1910). Buenos Aires2010, pp. 96-101.

12 Plan de Estudio i Programas de Instrucción Secundaria aprobados por el Consejo de Ins- trucción Pública para los Liceos del Estado. Santiago de Chile 1908, pp. XX, 200.

13 En Argentina, donde Poder Ejecutivo y Congreso compartían competencias en materia educativa, no se había aprobado una Ley General de Enseñanza Secundaria. Los planes de es-tudio y los programas dependían de decretos ministeriales, y los proyectos de crear un ConsejoSuperior de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en 1894, 1901 y 1903 no llegaron aconcretarse, vid. Ernesto L. O’Dena (ed.): Debates Parlamentarios sobre Instrucción Pública:recopilación de debates del H. Congreso Nacional sobre leyes y proyectos de organización.Tomo III. Buenos Aires 1904.

14 “Historia de la civilización” apareció como materia independiente por primera vez en el plan de estudios de 1903, de corta vigencia, Ministerio de Justicia e Instrucción Pública: Plande Estudios y Programas para los Colegios Nacionales de la República Argentina. Buenos Aires1903. A partir de 1913, y nuevamente en 1917, se estableció la enseñanza de Historia Argentinaen unión con Historia Americana y se agregó la materia “Historia de la civilización y CulturaHumana” que apuntaba a enseñar las “leyes que determinan la evolución social mediante elestudio concreto de las instituciones, ideas y hábitos de las distintas civilizaciones”, Ministeriode Justicia e Instrucción Pública: La Enseñanza Secundaria. Buenos Aires 1913, p. 159. Preveíaun vasto recorrido desde la prehistoria, pasando por las civilizaciones asiáticas, las civilizacio-nes de la antigüedad grecorromana y de la Edad Media hasta la “civilización moderna” europea,ibidem, pp. 135-141.

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140 Katharina Motzkau trata de la evolución de seres sociales”.15Reclamaba prioridad para la enseñanzade la historia nacional, pero subrayaba que aquella sólo conseguía despertar el“sentido histórico” relacionándola con la historia universal.16 “L A CONSTITUCIÓN MODERNA ” – UNA PROPUESTA DE ANÁLISIS

¿Qué importancia tiene ese auge de la historia de la civilización, que aparecíasegún las circunstancias como amalgama creativa de positivismo francés, Kultur- geschichte alemana e hispanismo liberal en proporciones variables para la repre-sentación de la población indígena en los libros de texto?17

En el siguiente análisis de dos libros de texto voy a intentar demostrar que elconcepto de civilización, con su vaguedad inherente, ayudaba a reelaborar un dis-curso de historia nacional dentro del marco de desarrollo universal de la humani-dad. Dentro de ese ‘gran cuadro evolutivo’ la población indígena podía aparecercomo objeto de la llamada historia externa, es decir como actor o víctima de en-frentamientos bélicos, y como elemento de la ‘historia interna’ que abordaba áreasanteriormente marginadas como la organización social, el desarrollo económicoy la vida religiosa. Además, ‘civilización’ implicaba una misión educativa-moral,como lo expresaba el rector de la Universidad de Chile Manuel Barros Borgoñoen el cierre del Congreso General de Enseñanza Pública:

15 Keiper citaba con esa definición a Ernst Bernheim, cuyo Lehrbuch der historischen Met- hode de 1889 era hacia 1900 el manual de referencia en Historia y había llegado a ser conocidoen Argentina a través de una traducción italiana de 1897 a cargo de Amedeo Crivellucci. Comorepresentante de la Kulturgeschichte , Bernheim subrayaba la importancia del contexto globalde desarrollo para entender fenómenos históricos particulares, pero rechazaba la aplicación di-recta de supuestas leyes de desarrollo en la investigación histórica, Mircea Ogrin: Ernst Bern-heim (1850-1942). Stuttgart 2012, pp. 46-47, 166-170.

16 Wilhelm Keiper: La enseñanza de la historia en los Colegios Nacionales. Buenos Aires 1910, pp. 12-16.

17 No se trataba de una simple transferencia o difusión de saberes desde un ‘centro occiden- tal’ hacia la ‘periferia latinoamericana’, sino más bien las diferentes corrientes filosóficas, his-toriográficas y pedagógicas se cruzaron y rearticularon según las necesidades y debates de cadapaís, vid. Carlos Sanhueza Cerda: El objetivo del Instituto Pedagógico no es el de formar geó-grafos. Hans Steffen y la transferencia del saber geográfico alemán a Chile. 1893-1907. En:Historia vol. 45, no. 1 (2012), pp. 171-197. Estudios de caso muestran que justamente los in-tentos de adoptar un saber relacionado directamente con una sola tradición académica fracasa-ron, como pasó con la Kulturgeschichte à la Karl Lamprecht promocionada por Ernesto Que-sada, Lewis Pyenson: Uses of Cultural History: Karl Lamprecht in Argentina. En: Proceedingsof the American Philosophical Society vol. 146, no. 3 (2002), pp. 235-255.

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141 Toca a los maestros [...] enseñar [...] que la posesion de la verdad moral es lo que mas distingueal hombre primitivo [...] dominado en absoluto por sus solos impulsos, del hombre modernoque ha refrenado sus instintos [...] que sacrifica su familia en aras de la patria i que en grandesocasiones, como la gloriosa guerra de la emancipacion de los esclavos, compromete los intere-ses de la comunidad en pro del gran principio de la igualdad i de la libertad humana.18

La civilización de los sentimientos, o mejor dicho la superación del egoísmocomo primera fase de la evolución humana separaba entonces al hombre en estadoprimitivo de su homólogo moderno. Y, no obstante, parecía que ese proceso nofuncionaba de forma automática, sino que necesitaba de la activa intervención delos maestros.

Si Barros Borgoño reclamaba la superioridad moral del hombre moderno,queda por saber ¿qué significa moderno? El sociólogo francés Bruno Latour lodefinió como “dos conjuntos de prácticas” que separan y entrelazan constante-mente naturaleza y sociedad, sin que el trabajo de mediación y purificación quedeexpuesto. Un polo (naturaleza o sociedad) se pone como trascendente, es decirfuera del alcance de la influencia humana, mientras el otro polo (sociedad o natu-raleza) se presenta como inmanente, posible de manipular. Por la purificación ymediación clandestina se genera un cruce paradójico que otorga solidez a la“constitución moderna”.19

Las dos obras elegidas para el análisis comparativo, se vinculan con la mencio-nada profesionalización del profesorado secundario, ya que sus autores Luis Gal-dames (1881-1941) y Ricardo Levene (1885-1959) pertenecen a la primera gene-ración de egresados de dichas instituciones. Estudiosos del derecho ambos, losjóvenes profesores publicaron, luego de sus primeros años de docencia, libros detexto de historia: entre 1906 y 1907 apareció el Estudio de la historia de Chile endos tomos, de Luis Galdames,20mientras que las Lecciones de Historia Argentina en dos volúmenes, de Ricardo Levene, se editaron por primera vez en 1913. Am-bos textos lograron una amplia difusión, de manera que es lícito hablar de dosobras influyentes entre la literatura didáctica de la época. El libro de Luis Gal-

18 Congreso Jeneral de Enseñanza Pública de 1902. Actas i Trabajos. Tomo I. Santiago de Chile 1904, p. 274.

19 Bruno Latour: Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Buenos Aires 2012.

20 Por razones de accesibilidad cito de la segunda edición que se publicó en 1911 en un tomo.

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142 Katharina Motzkau dames llegó a la duodécima edición en 1950, mientras que Ricardo Levene pre-senció la vigésimo tercera edición de su obra en 1958.21Sin duda el destacadopapel del pedagogo chileno en la política educativa y el protagonismo del histo-riador argentino en la organización disciplinaria del campo historiográfico nacio-nal contribuyeron al éxito de sus respectivos libros, pero es también su peculiararticulación de la historia nacional en el marco de la historia de la civilización laque ayudó con un tono optimista y conciliador a su popularidad.22

A continuación se presenta un recorrido comparativo de ambas obras que aplicalos conceptos de historia de la civilización y “constitución moderna” para explicarla imagen ambivalente de la población indígena que emerge de los discursos deidentidad nacional en la historia enseñada. El análisis sigue cronológicamente laestructura de los libros de texto. L A MISIÓN EDUCATIVA Y EL INICIO DE LA HISTORIA NACIONAL

Tal y como había sido reivindicado por Rafael Altamira, ambos autores se dis-tancian en sus prólogos de una historiografía política y militar y declaran que la

21 La vigésimoquinta edición de las Lecciones de Historia Argentina fue publicada en 1992 por el hijo del autor; la décimoquinta versión actualizada de la obra de Galdames se difundióen 1995 con el título de Historia de Chile gracias al hijo y nieto del historiador. Ambas obrasse tradujeron además al inglés.

22 Bajo la presidencia de Carlos Ibañez, Luis Galdames se desempeñó brevemente como Director General de Educación Secundaria (1927-1928), fue Decano de la Facultad de Filosofíay Educación de la Universidad de Chile a partir de 1930, y ocupó el cargo de Director Nacionalde Educación Primaria desde 1938, Francisco Galdames: Luis Galdames, principalmente edu-cador. En: El Ateneo. Concepción vol. 456 (1987), pp. 151-157. Para un análisis del libro deGaldames en el contexto de la producción didascálica chilena vid. Rafael Sagredo/ Sol Serrano:Un espejo cambiante: La visión de la historia de Chile en los textos escolares. En: JosefinaZoraida Vázquez/ Pilar G. Gonzalbo Aizpuru (eds.): La Enseñanza de la Historia. Washington,D.C. 1994, pp. 127-151. Ricardo Levene, representante de la Nueva Escuela Histórica, alcanzónotoriedad como presidente de la Junta de Historia y Numismática, renombrada Academia Na- cional de Historia en 1938. Uno de sus emblemáticos proyectos se realizó con la publicaciónde la Historia de la Nación Argentina en 14 tomos, Jorge Myers: Pasados en pugna: la difícilrenovación del campo histórico argentino entre 1930-1955. En: Federico Neiburg/ MarianoPlotkin (eds.): Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina.Buenos Aires 2004, pp. 68-75. Una evaluación general de las Lecciones de Historia Argentina se encuentra en: Jorge Saab/ Carlos A. Suárez: Entre la didáctica y la política: propuestas parauna renovación de los textos para la enseñanza de la historia en Argentina (1910-1920). En:Anuario. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de la Pampa vol. 3 (2001), pp.153-164.

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143 sociedad y no los héroes militares constituyen el objeto de la historia.23Con este“concepto más moderno de la Historia” –según proclama Levene– se asocia lamisión educativa de brindar un cuadro reconciliador de la “civilización” definidacomo resultado de la “cooperación espontánea de todos los individuos de un Es-tado o de todos los Estados entre sí”.24La renovación historiográfica que se dis-tancia del “catálogo de violencias” reclama mayor imparcialidad ya que se abs-tiene de “juzgar los actos de nadie, ni distribuir gracia o justicia entre los hom-bres”.25Los libros de texto establecen así una congruencia entre la verdad histó-rica y el objetivo educativo de su enseñanza. En este sentido, la enseñanza de lahistoria no cumple una función educativa; en realidad la historia nacional es in-trínsecamente moral.26

Según la definición de Ricardo Levene, la historia argentina comprende eltiempo comprendido entre el descubrimiento del Río de la Plata en 1516 y la épocaactual.27La aparición de pueblos indígenas depende de la perspectiva española,que ‘descubre’ “razas nuevas, que hablaban lenguas diversas”, equivalentes a“nuevo material de civilizaciones, costumbres, gobierno, religión” para el estudiocientífico.28Por consiguiente, el capítulo dedicado a los “principales aborígenesdel territorio argentino” sucede a la descripción del descubrimiento del Río de laPlata y aborda en primer lugar el problema de su sistematización. Ante los ‘ojosdel hombre de la ciencia’, los pueblos indígenas constituyen una diversidad des-concertante que escapa a criterios lingüísticos o antropológicos de clasificación.

23 Altamira: La enseñanza, pp. 327-328; Luis Galdames: Estudio de la Historia de Chile. Santiago de Chile 1911, p. VI; Ricardo Levene: Lecciones de Historia Argentina. Tomo I. Bue-nos Aires 1913, p. XXIV.

24 Galdames: Historia Chile, p. VII.

25 Ibidem, pp. VI-VII.

26 Levene: Lecciones I, p. XXXIV; vid. ibidem, p. XXVI y la introducción al libro a cargo de Joaquín V. González, ibidem, pp. I-XXII. Es importante advertir que la explícita reconcilia-ción entre cognición y emoción no se concretó en el ámbito historiográfico, desde donde DiegoLuis Molinari disparó duras críticas contra el libro, cuya información consideró carente de cri-terio científico y por ende “un grave peligro para la inteligencia de los jóvenes”, Diego LuisMolinari: Un profesor de historia. En: Nosotros vol. 12 (1918), p. 556; vid. también Podgorny:Arqueología, p. 120. Sin embargo, la Comisión Asesora de Textos Didácticos integrada porRómulo Carbia, Emilio Ravignani y Salvador Debenedetti sitúa el libro entre los “Textos bue-nos” alegando que el “exceso de pormenores” y “algunos errores” serían de fácil arreglo, Ho-norable Cámara de Diputados de la Nación (ed.): Textos para la Enseñanza Secundaria, Normaly Especial. Antecedentes relativos a su aprobación por el Ministerio de Justicia e InstrucciónPública de la Nación. Buenos Aires 1927, pp. 118-119.

27 Levene: Lecciones I, p. 1.

28 Ibidem, pp. 23-24.

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144 Katharina Motzkau Como solución el autor presenta primero un orden tripartito según la civilizaciónpara recurrir finalmente a la clasificación por distribución geográfica propuestapor los científicos del Museo de La Plata Félix Outes y Carlos Bruch.29

Los superiores “grados de evolución” que se atribuyen a los diaguitas del No-roeste Argentino y en segundo lugar a los araucanos ubicados en las Llanuras nolos privilegian en su relación con la futura nación, sino se suman a la breve des-cripción del territorio ocupado, la vida material y la organización social.30Por lotanto, se establece un vínculo territorial entre los pueblos indígenas y la futuranación, que se grafica en el mapa titulado “Razas Aborígenes” incluido al finaldel capítulo.31

El libro chileno se inicia con el capítulo “Los indígenas” cuya primera secciónsubraya que “la primitiva población de Chile data de una época sólo contable pormillares de años” y que la nación dispone entonces de una “‘prehistoria’ remotí-sima i una ‘edad de piedra’ como los demás países modernos”.32A diferencia deLevene,33Galdames dota de esa forma a la historia nacional chilena de una pro-fundidad temporal milenaria que le permite proclamarse integrante de la moder-nidad.

Como en las Lecciones argentinas, en el Estudio de la Historia de Chile Luis

Galdames clasifica los indígenas geográficamente. Sin embargo, ese criterio aquí

29 Ibidem, pp. 41-43. Outes y Bruch divulgaron en su libro de síntesis Los aborígenes ar- gentinos de 1910 el concepto de “provincias geoétnicas” para clasificar los pueblos aborígenesconsiderados históricos, a diferencia del criterio de cronología geológica para los tiemposprehistóricos, Irina Podgorny: La clasificación de los restos arqueológicos en la Argentina,1880-1940. Primera Parte. En: Saber y tiempo (2001), pp. 15-17; para los antecedentes y deba-tes en torno los sistemas clasificatorios de las colecciones del Museo de La Plata vid. tambiénIrina Podgorny: De la antigüedad del hombre en el Plata a la distribución de las antigüedadesen el mapa: los criterios de organización de las colecciones antropológicas del Museo de LaPlata entre 1897 y 1930. En: História, Ciências, Saúde – Manguinhos vol. 6 (1999), pp. 81-101.30Levene: Lecciones I, pp. 41-48.

31 Ibidem, p. 53. El mapa cruza la extensión poblacional de las llamadas “Razas Aboríge- nes” señalada por etnónimos con la organización político-territorial de la futura República ex-presada a través de fronteras nacionales y algunos límites interprovinciales, ibidem, p. 52; ysigue entonces el criterio geoetnográfico de Félix Outes y Carlos Bruch: Los aborígenes de laRepública Argentina. Buenos Aires 1910. Salvo el título, se trata de una copia del mapa intro-ducido en Alfredo Grosso: Curso de Historia Nacional. Buenos Aires 1911, p. 57. De ese librode texto proviene también la ilustración en la portada del presente volumen.

32 Galdames: Historia Chile, p. 4.

33 Levene menciona las investigaciones de Florentino Ameghino sobre la antigüedad del “habitante del Río de la Plata” o de América, Levene: Lecciones I, pp. 7, 23. Pero inserta losantecedentes prehistóricos en el contexto de disciplinas auxiliares de la historia o como “con-secuencia científica” del descubrimiento, de modo que no forman parte de la historia nacional.

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145 no se presenta en clave científica, sino que da lugar a una extensa descripción delos diferentes hábitats (recursos naturales, flora y fauna) para crear la imagen deuna naturaleza exuberante y generosa.34Haber recorrido las diferentes zonas cli-máticas permite identificar la centralidad geográfica con la centralidad racial:

Pero la raza propiamente chilena que figura en nuestra historia i que ha contribuido a formarnuestra nacionalidad, fue solamente la que habitaba los valles que se estienden desde Copiapóhasta Aconcagua i el gran valle central hasta Chiloé. […] Los mas notables entre los ‘pehuen-ches’ son los araucanos , porque han caracterizado mejor que todos los demas la poblaciónindíjena de Chile.35

Para justificar la excepcionalidad de los araucanos, Galdames argumenta tau-tológicamente: los araucanos son típicos para la población indígena de Chile; y lotípico se define a través de las características araucanas como se analizará másadelante. En cambio, las poblaciones indígenas de los extremos meridionales yseptentrionales quedan excluidas de la nación, ya que su aislamiento geográficono habría permitido contacto con la ‘población central’. Además se niega que lospueblos norteños hubieran contribuido a la nación chilena por considerarlos per-tenecientes a la “raza aboríjen de Bolivia”.36

La jerarquización de la población indígena según “grados de cultura” se funda-menta en “la capacidad de las condiciones geográficas”, es decir en la trascenden-cia de la naturaleza que determina las posibilidades de producción, cultura y den-sidad poblacional y explica el rango superior de los araucanos como “indíjenaspropiamente chilenos”.37Dado el aporte araucano a la nacionalidad se dedica elresto del capítulo a la descripción detallada y extensa de cultura material, la so-ciedad y costumbres.38El juicio culmina en la caracterización siguiente: “Teniantres buenas calidades: eran patriotas, valientes i vigorosos . Tenian tambien tres34Galdames: Historia Chile, pp. 5-11.

35 Ibidem, p. 11; cursiva en el original.

36 Ibidem.

37 Ibidem, p. 12.

38 La mitad del primer capítulo “Los indígenas” se dedica exclusivamente a los araucanos, Galdames: Historia Chile, pp. 11-24. El autor sigue el criterio de Julio Montebruno, profesordel Instituto Pedagógico y del Instituto Nacional, quién había subrayado que la inclusión de“pueblos bárbaros” en el programa de estudio del primer año, no se debía confundir con un“estudio sociolójico”, sino que correspondía a una descripción de “las costumbres mas intere-santes de algunos pueblos salvajes i de su modo de vivir”, Congreso Jeneral de Enseñanza Pú-blica de 1902. Actas i Trabajos. Tomo II. Santiago de Chile 1904, p. 117.

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146 Katharina Motzkau graves defectos : eran crueles, supersticiosos i borrachos .”39Mientras que los de-fectos se disculpan alegando el efecto perjudicial del medio ambiente y el inevi-table subdesarrollo “común a todos los pueblos de la tierra [...] en un grado decultura equivalente” (trascendencia de la naturaleza), se enfatizan otra vez las par-ticulares virtudes de los araucanos:

Pero no existe, ni ha existido nunca, otro pueblo bárbaro que haya igualado siquiera las buenascualidades de éste, ninguno que haya demostrado mas patriotismo, mas valor i mas enerjía gue-rrera, en ningun tiempo ni en ninguna parte del mundo.40

Por más que el carácter excepcional de los araucanos también derive de la im-pronta del entorno natural, ahora es presentado como un mérito de los indígenasque se ganan por su patriotismo41un lugar privilegiado en la historia nacional; eldeterminismo del medio ambiente queda suspendido (inmanencia de la natura-leza). L A SOCIEDAD COLONIAL Y SUS ORÍGENES

Siguiendo las reivindicaciones de la ‘historia de civilización’, ambos libros detexto abordan los orígenes y el desarrollo de las respectivas sociedades que seengendran en la relación entre poblaciones indígenas e invasores españoles. Gal-dames establece en su Estudio , aparte del vínculo territorial entre nación e indí-genas, también la influencia racial indígena cuando se refiere a la “fusión de dos 39Ibidem, p. 24; cursiva en el original.

40 Ibidem.

41 La idealización de los araucanos como patriotas se remonta al discurso criollo de la época de la Independencia. El patriotismo, entendido como afecto por el suelo natal, permitía trazaruna continuidad entre la ‘beligerancia araucana’ y las luchas independentistas, Viviana Ga-llardo Porras: Héroes indómitos, bárbaros y ciudadanos chilenos: el discurso sobre el indio enla construcción de la identidad nacional. En: Revista de Historia Indígena vol. 5 (2001), pp.121-123.

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147 civilizaciones diversas, en la cual predominó la española”.42El término civiliza-ción parece insinuar en un primer momento igualdad, pero ese significado se re-lativiza inmediatamente para enfatizar la superioridad española.43

Ricardo Levene describe la relación entre indígenas y españoles con expresio-nes similares: habla de “fusión de razas” o de que “confundieron, también, susdiversas civilizaciones”. Sin embargo, añade que la civilización europea “estabadestinada a absorver y dominar la embrionaria civilización indígena”, lo que dioorigen al “nacido en la tierra” con un peculiar carácter de “rebelión y con un amorpor la libertad”.44En alusión a la términología filogenética, “la civilización indí-gena” se construye en bloque como inmadura, de manera que su asimilación pa-rece predeterminada por las leyes naturales (transcendencia de la naturaleza). Eltérmino “absorver [sic]” evoca la inevitabilidad de aquel proceso ‘natural’ y alejala violencia de la conquista española del origen de la sociedad argentina.45

Según las Lecciones , los ataques violentos presentes en el relato de la conquistay colonización española son provocados por los indígenas.46A pesar de la des-trucción de la primera fundación de Buenos Aires por una alianza de querandíes,guaraníes, timbúes y charrúas, las agresiones indígenas nunca se presentan comograve peligro para el proyecto colonizador español. La “sangrienta sublevaciónde los calchaquíes” en la gobernación de Tucumán (actual Noroeste argentino)que atraviesa por distintos momentos durante más de un siglo, se reduce en lanarrativa didascálica a un breve episodio dentro del subcapítulo “El gobierno de42Galdames: Historia Chile, p. 55.

43 Esa ambivalencia descansa en la polisemia decimonónica del concepto civilización, bien sintetizada por Altamira, La enseñanza, pp. 153-159. El término puede adoptar un significadoevolutivo-jerarquizador: el “desarrollo material e intelectual” de una nación europea, ibidem,pp. 153-154. En el contexto de la historia de la civilización, Altamira aboga extender el con-cepto a la totalidad de hechos humanos englobando tanto historia política como la organizaciónsocial, económica y cultural de un pueblo, ibidem, pp. 154-156. Ese último significado másdescriptivo permite hablar de civilización indígena sin considerar los diferentes grupos indíge-nas civilizados.

44 Levene: Lecciones I, pp. 3, 216.

45 A pesar de su hispanofilia, el libro no niega la violencia ejercida por los encomenderos, cuyo “sórdido espíritu de explotación [...] los impulsó a tratar a los indios como esclavos ócomo bestias”, ibidem, p. 69; sin embargo, cabe reiterar que ese tópico queda desvinculado delrelato sobre el origen de la nación.

46 Ibidem, pp. 28-29, 36, 38-39.

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148 Katharina Motzkau Tucumán: su jurisdicción”.47Desde la perspectiva rioplatense, la lucha entre in-dígenas y conquistadores en los Valles Calchaquíes representa una cuestión peri-férica no apta para organizar el relato de la época colonial.

A diferencia del libro de texto argentino, la Guerra de Arauco, es decir la luchaentre españoles y araucanos, vertebra el relato de conquista y colonización deChile.48En los sucesivos enfrentamientos los toquis araucanos, sobre todo Lau-taro y Caupolicán, se exaltan como astutos guerreros que no temen ni a la muerte.A la mitificación contribuye el detallado relato que pone un pintoresco personajeante los ojos de los lectores:

Era de ver al heróico toqui de la Araucanía sobre su brioso caballo, medio vestido con algunasprendas quitadas a los castellanos, calado un casco de acero en la cabeza i ceñido una espada ala cintura, llamando a los suyos al son de una corneta i arengándolos con palabras rebeldes iaudaces. Sus compatriotas lo miraban ya como un dios.49

Ese discurso de excepcionalidad araucana y por ende chilena se nutre en granparte del poema épico La Araucana escrito por el soldado español Alonso de Er-cilla y Zúñiga cuya mera existencia es suficiente para comprobar el estatus únicode Chile en el continente.50Galdames relativiza el valor literario de la obra y en-fatiza en cambio su estatus como obra histórica que reflejaría “mejor que ningúnotro escrito [...] el verdadero carácter del indio chileno”.51Las evocaciones poé-47Ibidem, pp. 64, 133-136.

48 Los capítulos “La Conquista”, “La Colonia” y “El Siglo XVII” abordan en largos subca- pítulos la “Resistencia araucana”, la “Lucha contra los araucanos” y la “Guerra defensiva”,respectivamente, Galdames: Historia Chile, pp. 69-75, 105-109, 131-136.

49 Ibidem, p. 74; vid. también ibidem, pp. 75, 79.

50 “Ningun otro pais americano inspiró un poema épico mas famoso que éste” Galdames: Historia Chile, p. 128. Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) participó entre 1557 y 1559 enlas batallas bajo el gobernador García Hurtado de Mendoza contra los habitantes nativos. La Araucana relata en 37 cantos los choques entre los españoles y la población autóctona y fuepublicada en tres volúmenes entre 1574 y 1589 en Madrid. La primera edición chilena data de1888. Calificando La Araucana como prueba de la excepcionalidad chilena Galdames sigue eljuicio de José Toribio Medina, cuya Historia de la literatura colonial de Chile (1878) resaltala obra como inicio de la literatura nacional. Vinculada a esa cuestión está el debate de si La Araucana pertenece al género de epopeya (según criterios basados en los modelos grecorroma-nos). La denominación de poema épico, empleada entre otros por Medina, permite en este con-texto eludir una clasificación estricta según las reglas clásicas, sin tener que renunciar a la ana-logía entre La Araucana y las epopeyas de la antigüedad, Katja Carrillo Zeiter: Die Erfindungeiner Nationalliteratur: Literaturgeschichten Argentiniens und Chiles (1860-1920). Fráncfortdel Meno 2011, pp. 153-162.

51 Galdames: Historia Chile, pp. 128-129.

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149 ticas de Lautaro, Caupolicán o Galvarino no representan ficciones según esa ar-gumentación, sino que adquieren veracidad a través del carácter testimonial de La Araucana .52Fuera de las exaltaciones de individuos araucanos, Galdames niegaal grupo indígena la facultad de acción. Ubica las causas de la guerra en el “cho-que entre los intereses” de los españoles en la explotación de mano de obra indí-gena, “i el hábito” araucano de “ociosidad irreductible”.53Mientras que los con-quistadores obran de acuerdo a sus móviles viciosos (“la codicia”), los araucanosparecen enteramente dominados por las costumbres de la “vida bárbara”. Esa exis-tencia se caracterizaría por la “indolencia”, un concepto que designa tanto insen-sibilidad (inmovilidad psíquica) como pereza (inmovilidad física), ambas inde-seables para la futura nación. A pesar de sus míticas cualidades guerreras, la co-lectividad araucana carece de agencia según el libro de texto chileno, una obser-vación igualmente vigente para el libro de Levene. L A GENEALOGÍA DE LA SOCIEDAD NACIONAL

Abordando las postrimerías de la época colonial, la obra chilena trata de aclararla génesis de la futura sociedad nacional. Lo que en la historia externa aparececomo antagonismo irremediable, se presenta en la historia interna como procesoapacible de mestizaje entre españoles e indígenas, que a principios del siglo XIX“estaban unidos en su casi totalidad”.54De cierta manera, la fusión biológica dela historia interior (trascendencia de la naturaleza) sobrepasa la historia exterior ypermite proyectar la nación sobre grupos indígenas que de hecho viven indepen-dientes, y anticipar su conquista como ‘expansión inevitable’:

Es cierto que quedaban en el sur de nuestro territorio, entre el Bio-bio i el Tolten, no ménos deunos cien mil indios aun independientes i conservando sus peculiares usos i costumbres, pero

52 “[ La Araucana K.M.] hoi se la lee, mas que como poema, como historia. [...] [don Alonso de Ercilla K.M.] [n]arró en seguido lo que vió, con virilidad i elocuencia. Muchos de sus versosfueron escritos por él en Chile, durante los ratos de reposo que le dejaba libre la campaña.”,ibidem. Carrillo Zeiter señala en su análisis de diferentes historias de la literatura en Chile yArgentina que la agrupación de crónicas coloniales junto con obras literarias en la categoría deliteratura colonial acerca las posibles fuentes históricas a un canon estético, por un lado, yasigna verdad histórica a un texto ficticio como La Araucana , por otro, Carrillo Zeiter: Natio-nalliteratur, pp. 183-193. Galdames, para quien la inmediatez del ‘testigo Ercilla’ constituye lagarantía de un relato histórico fehaciente, se basa entonces en una valoración recurrente de lahistoriografía decimonónica.

53 Galdames: Historia Chile, p. 105.

54 Ibidem, p. 183.

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150 Katharina Motzkau ese elemento de nuestra poblacion no causaba ya las inquietudes de otros tiempos i se le mirabacomo una reserva para el futuro ensanche de la nacionalidad.55

Los conflictos se trasladan en el mismo momento al interior de la sociedad na-cional incipiente: algunos de los rasgos construidos como indígenas –lo indígena–se proyecta ahora sobre los mestizos como grupo más numeroso:

Viciosos por herencia en el juego i la bebida, supersticiosos en estremo como los antiguos in-díjenas i violentos como ellos tambien, se sangraban en frecuentes riñas i vivian en la mayorpobreza. Sin embargo, constituian una raza sumamente vigorosa i sufrida, sobria en el alimento,apta para toda clase de trabajos, incluso el de la guerra que los apasionaba mas que ninguno.56

Lo indígena representa una suma de malos hábitos (adicción al juego, alcoho-lismo, superstición, violencia) que naturaliza por un lado el bajo estatus social delos mestizos. Por otro lado indianiza a personas que comparten esos vicios porquese acercan en su conducta anacrónica a los “antiguos indígenas”. Como ya se haseñalado, el discurso sigue siendo ambivalente porque instala también un rasgopositivo de lo indígena: el vigor que junto a la laboriosidad constituye al ladodeseable de la identidad mestiza.

El discurso de excepcionalidad manifiesto en las Lecciones de Historia Argen- tina se basa casi en los mismos rasgos (espíritu guerrero, carácter rebelde y labo-riosidad) pero les adscribe una genealogía diferente. No constituyen una herenciamestiza (semi-indígena), sino que se remontan a “la raza española” que los legó asus descendientes criollos:

Este espíritu guerrero, fue después en los criollos de la América española y en particular de laColonia del Plata, un espíritu de rebelión y de amor a la independencia. [...] Y 3°, el espíritu detrabajo. Esta característica resultó de la adaptación al medio, pues la Colonia del Plata, sólo detal tenía el nombre, y sus riquezas resultarían del trabajo de la tierra, y no de la explotación delos metales como Méjico y el Perú.57

La falta de metales preciosos en la zona del Río de la Plata exige laboriosidadpara cultivar alimentos. De esa forma, una deficiencia (ausencia de riquezas na-turales) se resignifica como causa de hábitos virtuosos que están directamente en-raizados en el suelo y marcan la diferencia con futuras naciones como México o55Ibidem; cursiva en el original.

56 Ibidem, p. 186.

57 Levene: Lecciones I, p. 97.

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151 Perú.58Ricardo Levene incorpora aquí casi literalmente la narrativa del origennacional que Bartolomé Mitre había formulado en 1878.59

A diferencia de la versión mitrista, el protagonismo criollo subrayado por Le-vene no implica una negación directa de la influencia indígena en el proceso demestizaje.60La invisibilización indígena es producto de priorizar el vínculo terri-torial en la definición del resultado de mestizaje: “Esta fusión de razas preparó eladvenimiento ‘del nacido en la tierra’, criollo, mulato o mestizo, que formaronpronto la inmensa mayoría del país”.61A pesar de que las diferencias raciales semencionan brevemente, “el nacido en la tierra”, encarnado por los criollos, prota-goniza las Lecciones de Historia Argentina .

Mientras la población indígena sometida queda ‘absorta’ en la categoría del“nacido en la tierra” como objeto de la historia interna, los pueblos indígenas aje-nos al proceso de mestizaje por su vida independiente sólo aparecen puntualmenteen la historia externa cuando amenazan la proyectada integridad territorial del Es-tado independiente. En la época de Juan Manuel de Rosas “asolaban las fronterasde los ganaderos y hacendados de la campaña”, lo que justifica según el argu-mento del libro “La expedición al desierto” bajo el caudillo bonaerense en 1833.62

58 Proyectando características nacionales sobre la época colonial, Levene omite aquí la or- ganización colonial del espacio según la cuál la gobernación del Río de La Plata formaba partedel Virreinato de Perú hasta 1776.

59 Levene agrega en la página siguiente al párrafo analizado (Lecciones I, p. 98) una cita literal de Bartolomé Mitre: La Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Tomo I.Buenos Aires 1887, p. 2. Para el pasaje adaptado por Levene compárese: Mitre: Historia Bel-grano, pp. 13-15. La inserción del mito de origen mitrista en un libro texto de 1912 confirma laobservación de Fernando Devoto, quien destaca que la historiografía mitrista todavía no se di-fundió masivamente en los años de su publicación, Fernando J. Devoto: Idea de Nación, Inmi-gración y ‘Cuestión social’ en la historiografía académica y en los libros de texto de Argentina(1912-1974). En: Propuesta Educativa vol. 5 (1993), p. 20.

60 Levene: Lecciones I, pp. 216-218. Mitre había presentado el elemento indígena como “auxiliar” frente a la “superioridad” de la “sangre europea”, Historia Belgrano, p. 32. En unacarta a Joaquín V. González Mitre afirmó en 1889: “Los sudamericanos, ni física ni moralmentesomos descendientes de los pampas, los araucanos, los quichúas, etc. [...]”, citado según: Joa-quín V. González: La Tradición Nacional. Tomo 1. Buenos Aires 1912, p. 10.

61 Levene: Lecciones I, p. 218.

62 Levene: Lecciones II, p. 295. El tópico de los ‘indios nómadas’ que asaltan los estancieros sedentarios y que aprovechan el llamado ‘desierto’ –un espacio imaginado como vacío por laausencia de civilización– sólo para su fuga y escondite, es una de las narrativas más poderosaspara reivindicar y justificar la conquista militar de la Pampa y Patagonia. Para un desarrollo dela historia discursiva de esos conceptos vid. Florencia Roulet/ Pedro Navarro Floria: La deshu-manización por la palabra, el sometimiento por la ley. En: Cuicuilco. Revista de la EscuelaNacional de Antropología e Historia vol. 12 (2005), pp. 153-199.

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152 Katharina Motzkau La campaña se relata en un registro típicamente militar con el despliegue de lasdiferentes divisiones, el reconocimiento del territorio y el saldo de conquista te-rritorial. Los indígenas, según el texto “las indiadas de los caciques mayores Cho-cori, Pitrioloncoy, Mittao, Paynen, Cayupán...”, no actúan y sólo se mencionan encuanto al número de muertos y prisioneros.63El sometimiento militar de los indí-genas de la Pampa y la Patagonia en la llamada Conquista del Desierto (1879-1885) apenas se enumera como una de las iniciativas realizadas bajo la presiden-cia de Julio A. Roca: “nuevas expediciones militares que se llevaron a efecto con-tra los indios, alejando este peligro y extendiendo así el area de cultivo y a lacolonización”.64Ya que hacia 1880 el orden político y económico se presentacomo consolidado, cualquier mención expresa de la violencia queda excluida:hasta la supuesta desaparición de los indígenas desaparece a su vez de las páginasdel libro.65

En comparación, el libro chileno aborda el sometimiento de los pueblos indí-genas del Sur más explícitamente. De modo parecido al caso argentino, se mini-mizan los choques violentos, en cambio la “colonización” avanza paulatinamente“por medio de concesiones o de ventas de lotes de terreno” o por el método colo-nial de “sistema de reduccion” que consistiría en fundar fuertes en territorio indí-gena para respaldar la fundación sucesiva de ciudades. La resistencia araucana yano despierta admiración, sino representa más bien una ‘molestia’ para la Repú-blica, por lo cual queda desprestigiada como “ridículo” o reducida a “un episodiomas en la secular lucha”.66“El sometimiento definitivo de los araucanos” se relatacomo acción respaldada por militares, concretada por colonos y consolidada porel ferrocarril. Crea la impresión de que es la misma civilización que avanza, noun ejército. Finalmente,

63 Levene: Lecciones II, pp. 295-297. El autor cita aquí a Adolfo Saldías, por lo que incluye una valoración positiva de la expedición como “heroica campaña”, cfr. Adolfo Saldías: Historiade la Confederación Argentina. Rozas y su época. Tomo II. Buenos Aires 1892, p. 170.

64 Levene: Lecciones II, p. 423.

65 La (casi) omisión de la ‘Conquista de Desierto’ también se podría explicar por la tenden- cia general de las historias didascálicas a abordar en primer lugar los años 1810-1862, Devoto:Idea de nación, p. 23. Robertson especula que ese período suscita demasiado apasionamientopara ser incluido con más detalle, William Spence Robertson: Lecciones de Historia Argentina.Review. En: Hispanic American Historical Review vol. 4, no. 1 (1921), p. 100. Sin embargo,otros libros de texto dedican al menos un párrafo a la ‘Conquista del Desierto’, vid. Grosso:Curso, p. 347. Ese hecho, junto a la falta de ampliación del tema hasta la duodécima edición de1929, anima a pensar en una elección deliberada del autor.

66 Galdames: Historia Chile, pp. 406-407.

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153 [l]os últimos restos de la vigorosa i bravía raza araucana quedaron así reducidos a una escasaporcion de su suelo i sometidos a leyes protectoras dictadas por el gobierno nacional.67

El empleo de la construcción pasiva “quedaron reducidos” permite describir elresultado del proceso de sometimiento sin nombrar a los responsables. El go-bierno nacional recién entra en acción para proteger a los deplorables remanentesde los indígenas que sin embargo sufren de “despojos brutales” por parte de “es-peculadores temerarios”.68Su vigor de antaño contrasta con su necesidad de tuteladentro del Estado nacional.

Aparte de nombrar indígenas en la historia exterior, Galdames también visibi-liza lo indígena como parte del espíritu mestizo:

De este modo, el elemento indíjena no desapareció; siguió viviendo i vive aún en la sangre i enel espíritu de nuestra nacionalidad: es nuestro pueblo. [...] Sus vicios, sus defectos forman partede la herencia de sus antepasados. Si todavía no puede despojarse de esa herencia, es porque lalleva en la sangre i porque la evolucion intelectual i económica de la República no le alcanzaaún en igual grado que a las clases dirijentes. Pero, quien observe su desarrollo i compare loque fué i lo que es, no podrá afirmar que ha decaido, i quien tenga presentes las grandes cuali-dades de vigor i enerjía que siempre ha demostrado, no podrá temer de la suerte que le depareel porvenir.69

Las afirmaciones con las que termina el libro de texto sintetizan ejemplarmentela constitución de la modernidad en su ambivalente fortaleza: Por un lado, los‘vicios indígenas’ forman parte de la herencia biológica y escapan por consi-guiente a toda intervención humana (transcendencia de la naturaleza - inmanenciade la sociedad). Por otro lado, evaluando el desarrollo histórico, Galdames semuestra optimista respecto a que “el pueblo” se logre liberar de sus ‘defectos’ enun futuro próximo (inmanencia de la naturaleza). Mientras tanto, el estatus privi-legiado de las “clases dirijentes” queda asegurado por su superior desarrollo inte-lectual y económico (transcendencia de la sociedad). El tiempo linear e irreversi-ble de la historia, con sus ‘aún’ y ‘todavía no’, garantiza a la vez que el trabajo depurificación y mediación entre ambos polos (naturaleza y sociedad) quede rigu-rosamente separado.

67 Ibidem, p. 435.

68 Ibidem, pp. 484-485.

69 Ibidem, pp. 501-502.

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154 Katharina Motzkau C ONCLUSIONES

En síntesis, las ambivalencias respecto a la representación de los pueblos indí-genas no colapsan en abiertas contradicciones porque los conceptos de la historiade la civilización y la “constitución moderna” permiten trasladarlas a dos nivelesdiscursivos diferentes. La diferencia entre historia interna e historia externa per-mite presentar el origen de la sociedad argentina y chilena como proceso armó-nico, alejado de los enfrentamientos bélicos entre españoles e indígenas de la his-toria externa. La “constitución moderna” facilita presentar a la población indígenacomo inferior según las leyes de evolución trascendentes, sin tener que renunciaral reclamo de su futura civilización e incorporación a la sociedad nacional. Losconflictos territoriales (entre estados y pueblos indígenas independientes) o entreclases sociales se temporalizan de manera que no se trata de una lucha entre dife-rentes intereses, sino diferentes etapas del desarrollo humano.

Respecto a las diferencias, las Lecciones de historia argentina vinculan indíge-nas y nación geográficamente. Establecen un mito de fusión aniquiladora segúnel cual un núcleo criollo habría absorbido los indígenas periféricos de manera quela nación argentina basa su excepcionalidad en una ‘superioridad racial colectiva’.En el caso de Luis Galdames y su Estudio de la Historia de Chile se observa unvínculo geográfico y racial entre los indígenas y la nación expresado en el mitodel mestizaje que permite reclamar la ‘valentía araucana’ como rasgo de excep-cionalidad chilena. Al mismo tiempo, la permanencia de lo indígena asociada algrupo de mestizos justifica una nítida jerarquía social, enmascarada por una dife-rencia de extensión de saber y bienes materiales.

Jens Andermann argumentó en su día que la perspectiva de las élites latinoa-mericanas hacia los ‘otros internos’ estaba marcada por la angustia de ser ‘el otro’ante la mirada europea.70A la luz del análisis presentado se podría contestar quelos discursos de identidad nacional desplegados en los libros de textos se servíanconscientemente de la historia de la civilización, ya que su supuesta universalidadpermitía insertar la historia nacional dentro de un desarrollo progresivo hacia un

70 Jens Andermann: The Gaze of the Dominant Other. En: Relics and Selves: Iconographies of the National in Argentina, Brazil and Chile (1880-1890). Web Exhibition. London 2000.<http://www.bbk.ac.uk/ibamuseum/tours/other19.html> (15.11.2013).

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155 futuro espléndido. Las ambivalencias, en el caso latinoamericano quizás más apa-rentes, no son tanto expresión de angustia, sino una característica misma de la“constitución moderna”.71

71 Las actitudes contradictorias en cuanto a civilización y barbarie no se resuelven a nivel político, territorial o temporal, sino que están íntima e inextricablemente vinculadas entre sí,Margit Pernau: Zivilität und Barbarei – Gefühle als Differenzkriterium. En: Ute Frevert et al.(eds.): Gefühlswissen. Eine lexikalische Spurensuche in der Moderne. Fráncfort del Meno

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I GNACIO T ELESCA

RE-CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN, RECONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD, RECONSTRUCCIÓN DEL ESTADO: PARAGUAY TRAS LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

Tras el juicio político exprés del 22 de junio del 2012 contra el gobierno deFernando Lugo se vivió en Paraguay un revival de un nacionalismo de corte tra-dicional-autoritario.1Las imágenes de la Guerra, en la que Paraguay luchó contraBrasil, Argentina y Uruguay, fueron utilizadas para legitimar dicho quiebre insti-tucional generando una animadversión contra los países vecinos del MERCOSURy contra aquellos que, desde el interior del Paraguay, se oponían al golpe de Es-tado. Desde que Paraguay fuera suspendido como estado miembro en la cumbredel MERCOSUR llevada a cabo en Mendoza una semana después del golpe, elperiódico más importante del país, el diario ABC Color , añadía cada día a su edi-ción impresa, en el borde inferior de su portada, la frase extraída del tratado se-creto de la triple alianza de 1865, “No siendo la guerra contra el pueblo paraguayosino contra su gobiernos…”, y a su lado la expresión de Cristina Fernández deKirchner en dicho encuentro: “Es posición de la República Argentina no tomarningún tipo de decisión de carácter económico que perjudique al pueblo para-guayo.” De igual manera, los que dentro del país se oponían al golpe de estado,además de ser acusados por este mismo periódico de conformar el sector de “laizquierda luguista bolivariana castrista y marxista”,2eran considerados ‘legiona-rios’, haciendo referencia a quienes combatieron junto con los ejércitos aliadosdurante la Guerra contra la Triple Alianza.3

1 Adherimos a las lecturas teóricas que lo consideran golpe de Estado parlamentario, Mag- dalena López: Democracia en Paraguay: la interrupción del ‘proceso de cambio’ con la desti-tución de Fernando Lugo Méndez (2012). En: Revista Cuadernos del CENDES vol. 85 (2014).

2 Editorial del diario ABC Color del 11/07/2012 titulado “Estupidez” http://www. abc.com.py/edicion-impresa/editorial/estupidez-424868.html.

3 Editorial del diario ABC Color del 15/07/2012 titulado “Los legionarios del siglo XXI”,

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158 Ignacio Telesca

Esta recuperación de la historia del Paraguay y las acusaciones concomitantesno son nuevas en el imaginario paraguayo. Fue justamente ésta la estrategia des-plegada durante la dictadura de Alfredo Stroessner entre 1954 y 1989. En un men-saje de Stroessner al Congreso Nacional del 1 de abril de 1981 podemos leer lossiguientes párrafos:

Es indigna y vergonzosa la conducta de ciertos malos paraguayos que, sabedores de que jamáslograrán el voto de la ciudadanía porque persiguen planes antinacionales y antipopulares, vanal exterior a buscar apoyo con difamaciones a su propia Patria. Así fueron, así son y así seránlos legionarios: siempre en conjura contra los superiores intereses del pueblo paraguayo [...].Para seguir siendo libres y por el bien de la Patria, seguimos practicando una democracia sincomunismo. O sea democracia sin mentiras, sin falacias, sin crímenes, sin atropellos a las liber-tades públicas ni a la soberanía nacional.4

El Diario Patria , periódico oficial del stronismo, en su edición del 29 de sep-tiembre de 1986, acusaba de “neolegionario”, ironía de la historia, al mismo dueñodel diario ABC Color . Discursos de este estilo fueron corrientes en gobiernos dic-tatoriales, e incluso en otras regiones de América Latina se pueden leer comenta-rios de igual tono. Lo que llama la atención en el caso paraguayo es que esta ma-nera de pensar el presente y leer el pasado sea aún la hegemónica. No sólo a travésde la prensa sino también en las redes sociales.5

La propuesta es entonces inquirir en los orígenes de este discurso de tinte auto-ritario que, como se puede apreciar, aún tiene tanta vigencia en la sociedad para-guaya. Para ello nos centraremos en las construcciones discursivas que se dierontras la Guerra de la Triple Alianza (a la par de la construcción de los mecanismosinstitucionales que entraron en vigencia tras la nueva constitución aprobada en1870). La intención no es encontrar el hilo rojo que conduzca hasta el presente,sino por el contrario mostrar las diferentes alternativas que coexistieron, inten-tando comprender los objetivos de cada propuesta discursiva. I. T RAS LA G UERRA DE LA T RIPLE A LIANZA , UNA NUEVA IDEA DE NACIÓN

Las raíces de este pensamiento hegemónico las podemos encontrar primera-mente en cómo tras la guerra se fue re-creando la idea de nación, y en segundo

4 Alfredo Stroessner: Mensajes y discursos del Excelentísimo Señor Presidente de la Re- pública del Paraguay General de Ejército Don Alfredo Stroessner. Vol. V. 1979-1981. Asun-ción 1981, pp. VI-VIII.

5 Existen dos páginas de Facebook, “Paraguay es soberano” y “Paraguay Soberano” que

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159 lugar cómo a esta nueva construcción identitaria se la fue releyendo en clave deconformación de un determinado modelo estatal de corte autoritario. En el casoparaguayo, justamente, ambas realidades, la identidad y el modelo de estado, ha-bían sido puestas en jaque tras la guerra contra la Triple Alianza. Cuando aún elMariscal López estaba luchando en el norte del país, en la Asunción ocupada, ycon un triunvirato en el poder, se estaba debatiendo una nueva constitución, lacual seguía el modelo argentino. La misma se aprobó a fines de 1870 tras unaConvención Constituyente.6En lo que respecta a la identidad, la guerra fue pro-mocionada en los países de la Triple Alianza como ‘la civilización combatiendoa la barbarie’. Y la ‘civilización’ terminó venciendo.

De hecho, en el Álbum Gráfico publicado por un grupo de intelectuales para-guayos con ocasión del centenario de la independencia, en 1911, se planteó comoobjetivo demostrar a los demás, y a ellos mismos, “…que no fuimos la horda debárbaros fanatizados, el ‘millón de salvajes’ al que debió redimirse por la sangrey el fuego”, sino que “pertenecemos a una raza inteligente y sobria, fuerte y vale-rosa, capaz de sufrir sin una queja las más duras privaciones”.7

En lo que respecta al modelo de Estado, este recién se va a transformar tras lasiguiente guerra, la del Chaco contra Bolivia (1932-1935); sin embargo, el debateidentitario ya había comenzado para las últimas décadas del siglo XIX. La Guerracontra la Triple Alianza “dejó al país reducido a ruinas, la economía en bancarrota,las infraestructuras físicas destruidas y la población diezmada”.8Tras la guerra,la población apenas alcanzaba las 200.000 personas, siendo casi la mitad menoresde 15 años. En estas primeras décadas, el cambio socioeconómico más importantese produjo con las leyes de venta de tierras públicas en 1883 y 1885. En los añossiguientes, y hasta fines del siglo, se vendió el 81.4% del territorio paraguayo. Deesta cantidad, sólo el 0,6% fue a parar a manos campesinas, el resto quedó enmanos de unos pocos empresarios, generándose así enormes latifundios. Losejemplos más claros son La Industrial Paraguaya, con 2.647.717 hectáreas, en laregión oriental, y la empresa Carlos Casado con 3.150.000 hectáreas en la región

6 El “Proyecto de Constitución para el Paraguay” se comenzó a publicar en el periódico asunceno La Regeneración , a partir de su número 4, el 10 de octubre de 1869. El preámbulo seinicia con “Nos, los representantes de la nación paraguaya, reunidos en Congreso General Cons-tituyente…”. La redacción final de la constitución aprobada el 24 de noviembre de 1870 recogecon cambios menores en su totalidad el proyecto presentado en dicho periódico.

7 Arsenio López Decoud (coord.): Álbum gráfico de la República del Paraguay: 1811- 1911. Buenos Aires 1911, p. 8.

8 Diego Abente Brun: Foreign capital, economic elites and the State in Paraguay during the Liberal Republic (1870-1936). En: Journal of Latin American Studies vol. 21 (1989), p. 62.

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160 Ignacio Telesca occidental.9Los principales beneficiados fueron empresas extranjeras y políticosde turno, y los perjudicados, la mayoría de la población campesina (más del 80%de la población total) que pasó a vivir en tierra ajena. Sin lugar a dudas, al margende cómo se dio la distribución, esta venta de tierras públicas implicó una entradaimportante de divisas al Paraguay, lo que generó el surgimiento de una pequeñaelite económica que ya no necesitaría permanecer inserta en la maquinaria estatalpara hacerse con dinero.

Al mismo tiempo, se crearon varias instituciones culturales; la más importante,la Universidad Nacional, en 1889. También se fundó el Instituto Paraguayo en1895, con la publicación de su Revista al año siguiente.10En este Instituto con-fluían tanto los primeros egresados de la carrera de Derecho como los intelectua-les extranjeros residentes en Asunción.11En esta misma época es enviado a Es-paña Blas Garay, un joven abogado de 23 años, con el fin de recolectar documen-tación para defender los derechos paraguayos sobre el territorio chaqueño.12 II. L A HISTORIA NACIONAL COMO ESPACIO DE LUCHA IDENTITARIA

La historia se convirtió en el primer ámbito de debate donde se definirían laslíneas de una nueva identidad. El golpe inicial lo dio el nuevo gobierno reciéninstalado en el Paraguay: el 13 de julio de 1871 el Parlamento aprobó el decretodel 17/8/1869 por el cual se declaraba que “el desnaturalizado paraguayo Fran-cisco Solano López, queda fuera de la Ley y para siempre arrojado del suelo pa-raguayo como asesino de su patria y enemigo del género humano”. Esta disposi-ción no fue derogada sino el 1 de marzo de 1936 por el gobierno de la revolución,que dejó también sin efecto la constitución de 1870.

No sólo el Mariscal López fue objeto de re-interpretación. En mayo de 1870 sedeclaraba como día feriado el 25 de mayo, en homenaje a la Revolución de Inde-pendencia de la República Argentina. Entre los considerandos del correspondiente

9 Jan M. G. Kleinpenning: Rural Paraguay, 1870 - 1963: a geography of progress, plunder and poverty. Madrid/ Fráncfort del Meno 2009.

10 El Instituto tuvo su antecedente en el Ateneo Paraguayo fundado en 1883, que pronto quedó inactivo.

11 Liliana Brezzo: En el mundo de Ariadna y Penélope: hilos, tejidos y urdimbre del naci- miento de la historia en el Paraguay. En: Cecilio Báez/ Juan E. O'Leary: Polémica sobre lahistoria del Paraguay. Asunción 2008, pp. 11-63.

12 Ignacio Telesca: Blas Garay y el ‘Prólogo’ a del Techo: inventando el Paraguay. En:

Idem/ Gabriel Insaurralde (eds.): Melià. Escritos de Homenaje. Asunción 2012, pp. 243-263.

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161 decreto se argüía que “solo los intereses criminales y egoístas del Dictador Franciay sus sucesores privaron al pueblo paraguayo de la participación en la grande lu-cha que dio por resultado la emancipación e independencia de las colonias ame-ricanas”. Y se atribuía el gobierno la tarea de “reparar falta tan grave y criminal”.13Quizá se pueda formular que el buque insignia de esta nueva escritura de la his-toria-nación del Paraguay en clave civilizatoria sea la obra Leopoldo Gómez deTerán y Próspero Pereira Gamba, Compendio de geografía e historia del Para- guay , publicada por primera vez en Asunción en 1879.

En 1877 se ponía en funcionamiento el Colegio Nacional de Asunción y dosaños más tarde Terán y Gamba publicaban su obra de historia del Paraguay paraser utilizada con los alumnos de dicho Colegio.14Primeramente se inició comoun Compendio de geografía e historia del Paraguay , y en las ediciones posterio-res a 1900 ya sólo era de historia porque el de geografía corría por cuenta deHéctor Decoud. De hecho, este último era el encargado de corregir y aumentar laedición del Compendio de Terán y Gamba, nombre con el que era conocido. Estaobra tuvo una amplia difusión, en 1901 iba por su decimotercera edición y en1920 se seguía imprimiendo. La historia narrada por estos autores ya postula laimagen del Paraguay que en esos años será la dominante: el Dr. Francia fue untirano, Carlos Antonio López, aunque logró un adelantamiento material, continuócon la “ciega obediencia”, y Francisco Solano López también “mereció, con jus-ticia, el título de ‘tirano’”. Para estos autores, los aliados trajeron al Paraguay laliberación “del flagelo del despotismo que por larga serie de años azotó el rostroa la libertad”.15

El grupo de intelectuales, la mayoría de los cuales habían vuelto del exilio,abonó estas ideas a través de la prensa aparecida tras la guerra, por primera vezuna prensa no-oficial. Los altos rangos militares sobrevivientes de la guerra y re-gresados tras su cautiverio en Río de Janeiro tampoco plantearon una interpreta-ción alternativa sino que apoyaron y se sumaron al nuevo sistema impuesto porlos vencedores. Serán las nuevas generaciones, los nacidos a partir de la décadade 1860, los que asuman la tarea de cuestionar esta imagen hegemónica. La ma-yoría de ellos egresados primeramente del Colegio Nacional y luego de la Uni-

13 Hérib Caballero Campos: Fiesta y Nación en Paraguay. Las celebraciones de la Indepen- dencia durante el siglo XIX. En: Folia Histórica del Nordeste vol. 21 (2013), pp. 57-74.

14 Leopoldo Gómez de Terán había sido nombrado Director de las Escuelas Municipales de la Asunción.

15 Leopoldo Gómez de Terán/ Próspero Pereira Gamba: Compendio de geografía e historia

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162 Ignacio Telesca versidad Nacional. Será Cecilio Báez (1862-1941) quien en 1888 comience la ta-rea “reparadora” con la figura del Dr. Francia: dictador, sí, pero “fundador de lanacionalidad paraguaya”, señalaba en un artículo aparecido en La Ilustración Pa- raguaya el 31 de diciembre de dicho año. La misma línea seguirá Blas Garay(1873-1899) en su obra La revolución de la independencia del Paraguay , de 1897.

Otro tema que formaba parte del nuevo andamiaje historiográfico era el refe-rente al rol de las misiones jesuíticas. Éste, en cierta medida, era un asunto central,ya que los que catalogaban de bárbaros a los paraguayos les echaban la culpa alos jesuitas por su formación en la obediencia y en la sumisión, única razón por lacual el pueblo había aguantado a tales dictadores. En el periódico El Paraguay, del 24 de mayo de 1870, se puede leer un artículo titulado “Pobre Patria. PobreParaguay”, en el que, ante la pregunta “¿Dónde hallamos la educación que recibióeste pueblo para tolerar a tantos tiranos?”, la respuesta directa es: “En los jesui-tas”. La estrategia de los nuevos jóvenes intelectuales será la de, además de des-potricar contra la Compañía de Jesús, insistir en que los jesuitas no tuvieron nin-guna influencia sobre la sociedad, puesto que los indígenas de las misiones aca-baron regresando a la selva. En palabras de Manuel Domínguez (1868-1935), enuna conferencia dictada en el Instituto Paraguayo en 1897 sobre “La escuela his-toria de la enseñanza nacional”, y refiriéndose a los jesuitas, señala que “la ins-trucción que debió la provincia del Paraguay a los jesuitas fue cero; la que le de-bieron los indios estuvo 10 bajo cero”. Tras criticar la soberbia de los jesuitasinsiste en que “el neófito que NO había aprendido castellano en 150 años y SÍ aodiar al español, volvió al estado salvaje, se sepultó en la espesura de la selvaamada…”. El pueblo es heredero entonces de los encomenderos, y “a los jesuitasno les debemos nada como no sean las ruinas y naranjos en las Misiones”.16Eneste mismo año de 1897 Blas Garay publicaba en Madrid su célebre prólogo a laobra de Nicolás del Techo, Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús, conocido luego como “El comunismo de las Misiones de la Compañíade Jesús en el Paraguay”. En dicho prólogo, además de criticar la obra de losjesuitas, Garay concluye que la organización impuesta por la orden en las misio-nes no es una adaptación de las costumbres guaraníes sino una “invención delibe-rada y exclusiva de la Compañía”.17

16 Manuel Domínguez: Las escuelas en el Paraguay. En: Revista del Instituto Paraguayo vol. 10 (1897), pp. 225-226.

17 Blas Garay: Prólogo. En: Nicolás del Techo: Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús. Tomo I. Madrid 1897, pp. CLXLIV.

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Tampoco debemos perder de vista que incluso entre las nuevas generacionesno había un sentir común al ver la historia. En el primer número de la Revista del Instituto Paraguayo se manifestaba el objetivo de la misma dejando en claro que:… ya que amaneció, por fin, el suspirado día en el que la luz naciente de la libertad alumbra elvacío y las ruinas dejadas por la tiranía, despidamos de una vez esa edad desventurada en quela pereza y la ignorancia nos han costado tantas y tan amargas lágrimas”.18

Cuando en la misma publicación se hizo una reseña de la obra que Blas Garayacababa de publicar en Madrid, el Compendio elemental de la historia del Para- guay , el dictamen fue lapidario: “se la ha juzgado incompleta, por no estudiar sinola faz política de la historia”.19En la misma reseña incluyen también la referentea la otra obra publicada por Garay, La revolución de la independencia del Para- guay , que explica la crítica previa. Lo que estaba en juego era la interpretación dela figura del Dr. Francia. La recensión reconoce que las ideas de Garay son nove-dosas y que han producido “escisión en las filas de los que a estos estudios sededican”, pero que justamente por “esta circunstancia le hace impropio para laenseñanza”.20Si Garay pensaba presentar una alternativa a la obra de Terán yGamba, esta recensión parece cerrarle las puertas. De hecho, no se habría de re-editar la obra.

Ya en esos primeros meses de 1898 surgió una disputa sobre la persona delMariscal López. El director de la Escuela Normal Nacional de Maestros, Fran-cisco Tapia, descubrió que los alumnos estaban comprando cuadernos que lleva-ban un retrato de Francisco Solano López conjuntamente con una biografía delmismo. El director mandó arrancar dichas hojas, lo que generó la reacción de losalumnos y de la prensa, siendo precisamente Blas Garay quien saliese en defensade los alumnos “para que a los paraguayos se les enseñe a ser paraguayos”.21Lainterpretación de la figura de López y de la Guerra contra la Triple Alianza seconvertirá en el hecho central que determine la concepción historiográfica y polí-tica. En su Compendio Elemental , Garay hará la distinción clásica entre el he-roísmo del pueblo y las atrocidades del tirano pero insistirá también en la impor-tancia de que a los jóvenes no se “les acostumbre a aborrecer de hombres quecausaron a su país mucho daño, es verdad, pero que revelaron también acendrado18Nuestros propósitos. En: Revista del Instituto Paraguayo vol. 1 (1896), p. 2.

19 Libros. En: Revista del Instituto Paraguayo vol. 1 (1897), p. 53.

20 Ibidem.

21 Blas Garay: Paraguay 1899. Asunción 1984, p. 273.

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164 Ignacio Telesca patriotismo”. La necesidad que sentirá Garay es que se les enseñe a los estudiantesa “mirar como cosa sagrada todo lo que distingue a nuestra nacionalidad”.22

Como vimos con las referencias a la Revista del Instituto Paraguayo , la inter-pretación historiográfica será una cuestión en disputa, e incluso intelectuales ex-tranjeros radicados en Paraguay plantearán hacer tabula rasa del pasado y comen-zar una nueva vida a partir de 1870. Así puede leerse en el texto del profesor deeconomía política en la Universidad Nacional, el español Ramón de Olascoaga,cuando planteaba “que como país abierto a la inmigración, necesita hacerse cono-cer, más que por su historia, por su estado presente, por su situación política yeconómica, y por los bienes naturales de que está dotado”.23

Estas desavenencias historiográficas al interior de la joven intelectualidad pa-raguaya no son meras discusiones académicas, sino muestran que lo que está enjuego es el modelo de estado a seguir. Esto se ve con claridad en el primer debatehistoriográfico, la contienda intelectual y periodística que sostuvieron CecilioBáez (1862-1941) y Juan E. O’Leary (1879-1969) a principios del siglo XX.

Báez era una de las figuras intelectuales más importantes de fines de siglo.Formó parte de la primera generación de doctores de la recién creada UniversidadNacional, en donde se desempañaba como catedrático de historia y sociología. El16 de octubre de 1902, con cuarenta años cumplidos, Báez escribe un artículoperiodístico sobre las ganancias de los bancos con el título “Optimismo y po-breza”. Más allá del análisis económico que realiza, el autor tiene una frase quelevantará polvareda:

En medio de un pueblo pobre, nadie puede prosperar en realidad…Necesitamos la verdad en elgobierno, la verdad…, la verdad en todo. El Paraguay es un pueblo cretinizado por seculardespotismo, y desmoralizado por treinta años de mal gobierno.24

Al día siguiente, Juan E. O’Leary, un joven de veintitrés años, le respondía enel periódico asunceno La Patria . Luego de comentar lo referente a los bancos,expresaba su indignación antes las palabras de Báez:

Nosotros que somos paraguayos… protestamos en nombre de todos nuestros conciudadanosindignados de las palabras del Dr. Báez, a quien no concedemos derecho ninguno de llamarnoscretinos y cretinizados.25

22 Ibidem.

23 Ramón de Olascoaga: Prólogo. En: Elisée Reclus: Paraguay: capítulos entresacados de la Nueva Geografía Universal. Asunción 1896, p. VIII.

24 Cecilio Báez/ Juan E. O’Leary Polémica sobre la historia del Paraguay. Asunción 2008, p. 74.

25 Ibidem, p. 79.

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En los días siguientes, Báez alzará el guante y comenzará una seguidilla deveinticinco artículos justificando sus dichos, desde el 18 de octubre hasta el 11 defebrero de 1903. Por el otro lado, O’Leary, quien firma con el pseudónimo dePompeyo González, comenzará sus treinta y siete artículos el 20 de noviembrepara concluirlos el 14 de febrero del año siguiente.

Báez insistirá en la falta de educación como la causa central del ‘cretinismo’paraguayo: “El pueblo vivió pues en la ignorancia más profunda,… segregado delmundo civilizado por la triple barrera de los grandes desiertos territoriales, de laignorancia de la lengua castellana y del sistema teocrático-político.”26La preguntaque guiará a Báez será el descubrir por qué la tiranía pudo triunfar en el Paraguay.En un artículo titulado “El alma paraguaya”, Báez sostendrá queel alma paraguaya es una alma helada por el terror… esterilizada por el terror, por la incomu-nicación, por la ignorancia… Combatamos pues el cretinismo moral y el anonadamiento delpueblo, por el ejemplo, por la palabra, por la educación cívica y moral del ciudadano, y por laelevación de la condición moral de la mujer.27

O’Leary arremeterá contra Báez desde su primer artículo de una manera casipersonal. Continuará luego con su interpretación histórica del Paraguay: todo locriticado por Báez será puesto en gloria por O’Leary, la revolución de los comu-neros, el gobierno del Dr. Francia y los de los López. Ante el ‘alma helada’ queproclamaba Báez, su contrincante sostendrá: “Abrid el libro de nuestra historia, yleedlo, si no os sentís orgullosos, no sois paraguayos, sois un miserable; si noderramáis lágrimas, tenéis corazón de piedra”. Lo fundamental del argumento deO’Leary será el énfasis en el gobierno de Carlos Antonio López (1844-1862) y sumodelo de Estado, como el momento de apogeo del Paraguay, lo que dará inicioal mito de la edad de oro a la cual siempre habrá que retornar.

Esta polémica tuvo una alta recepción entre la población y pronto comenzarona aparecer manifestaciones en favor de uno y de otro y cartas de adhesiones desdeel interior de la República.28Fundamentalmente el apoyo era para los argumentosde O’Leary quien sin lugar a dudas resultó el vencedor de la contienda. SeñalaLiliana Brezzo:

En adelante, el joven historiador se concentró en instalar una historia patriótica, cuyo principalobjetivo consistió en custodiar y reconstruir a la ‘nación paraguaya’ después del drama bélico... La polémica catapultó, de este modo, una historia rebosante de responsabilidades naciona-26Ibidem, p. 90.

27 Ibidem, p. 179.

28 Liliana Brezzo: Juan E. O’Leary. Asunción 2011.

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166 Ignacio Telesca listas, centrada en la transformación de la imagen de Francisco Solano López, de dictador res-ponsable por desencadenar una guerra desastrosa para el país en un héroe que fue víctima de laagresión de la Triple Alianza, el cataclismo bélico se convirtió en ‘epopeya nacional’ y el pue-blo paraguayo en el ‘invicto vencido’.29

Lo que estaba en juego en esta polémica no era una mera cuestión historiográ-fica sino el cómo comprender el Paraguay y qué modelo de Estado construir. Dehecho, a esta polémica le había precedido una breve discusión en los meses ante-riores. O’Leary había comenzado a escribir sus artículos titulados “Recuerdos deGloria”, y el mismo Báez lo acusaba de querer “distraer a la juventud de semejantedesmoralizador espectáculo” refiriéndose a la situación política del presente, “sellama su atención sobre las glorias militares”. “No conviene considerar el presente–se le diceni mirar al porvenir. Lo que conviene es fijar la vista en el pasado,donde hay que buscar la grandeza de la patria”.30Sin embargo, la visión olearianaserá la que ha de prevalecer hasta fines de la dictadura de Stroessner, en 1989, yla predominante hasta la actualidad. A partir del pensamiento de O’Leary se vensurgir las bases de un nuevo modelo de Estado basado en la ‘edad dorada’ deCarlos Antonio López, diferente al delineado por la constitución de 1870, peroque aún tardará 30 años en hacerse realidad. III. I DENTIDAD ÉTNICA DE LA NACIÓN

Una nueva conformación socioeconómica y estatal necesitará también unaidentidad determinada donde asentarse. Aparecerá entonces un nuevo discursosobre la identidad, que irá conformándose lentamente en varias etapas.

Un paso en este devenir será el que se inicia alrededor de la idea de ‘raza supe-rior’, muy en boga en los círculos científicos del momento, tanto en Europa comoen América. El interlocutor de este pensamiento en Paraguay será Manuel Do-mínguez (1868-1935), quien sostendrá a principios de siglo XX que el Paraguayes una nación mestiza, aunque blanca, “blanca sui generis”. En sí, el disparadorfue el comprender por qué el soldado paraguayo había luchado con tanto valordurante la guerra, y por tantos años. El 29 de enero de 1903 Domínguez, siendovicepresidente de la república, dictó una conferencia en el Instituto Paraguayotitulada justamente “Causas del heroísmo paraguayo”. Esta conferencia tiene queser vista dentro de la polémica entre Báez y O’Leary, aunque el autor no haga

29 Idem: Paraguay: la historia y los historiadores. En: Ignacio Telesca (coord.): Historia del Paraguay. Asunción 2010, p. 24.

30 Báez/ O’Leary: Polémica, p. 80.

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167 referencia explícita a la misma. En ella su intención no era otra sino probar que“el paraguayo era superior al enemigo”. La justificación central será que el Para-guay fue colonizado por la más alta nobleza de España, quien junto con el valienteguaraní dio origen al mestizo “que no era el de otras partes. Aquel mestizo en lacruza se fue haciendo blanco, a su manera,… blanco sui-generis, en quien haymucho de español, bastante de indígena y algo que no se encuentra o no se ve nien el uno ni el otro”.31Este indígena se remonta al del siglo XVI. Una vez que sedio esa primera mezcla, desaparece de la conformación poblacional. En una pos-terior carta-respuesta al general argentino José Ignacio Garmendia lo expresa cla-ramente: “este pueblo es blanco, casi netamente blanco… ¡más blancos, más altos,más inteligentes, más hospitalarios y menos sanguinarios que los otros! [los veci-nos]”.32En otro texto Domínguez sostendrá que la raza paraguaya era “casi ente-ramente blanca, la Raza de la Aurora, eje de la historia, que dice Gobineau”.33Esta concepción racista será puesta de manifiesto con la Ley de Inmigración el 6de octubre de 1903; en su artículo 14 establece que “en ningún caso se expediráncertificados o pasajes de inmigrantes a favor de individuos de las razas amarilla ynegra”.

Respecto al período previo a la guerra Domínguez sostendrá, al igual queO’Leary, que “relativamente el Paraguay producía más que cualquier otro puebloamericano. Había llegado al máximum de producción con el mínimum de con-sumo”, y concluirá su opúsculo de la siguiente manera:

Resumen: el Paraguay era superior al invasor como raza y en la energías que derivan de estacausa: en inteligencia natural, en sagacidad, en generosidad, en carácter hospitalario, hasta enestatura… era superior por el medio físico en que se desarrolló su raza… era superior en edu-cación… era superior por su condición económica…34

En ese mismo año de 1903 aparece publicada la conferencia que Carlos Rey deCastro diera el año anterior, en el Instituto Paraguayo, titulada “La clase ruralparaguaya”. La introducción le corresponde precisamente a Manuel Domínguez.

Rey de Castro, quien había llegado a Asunción en 1900 como cónsul del Perú,escribe, con ribetes científicos, una loa al campesinado paraguayo. Todo en ellosson características positivas. “El Paraguay cuenta con una alma colectiva biencaracterizada”, concluirá Rey de Castro su conferencia, “con una raza homogé-nea, con una democracia perfectamente sólida; con una clase rural amante de su31Manuel Domínguez: El alma de la raza. Asunción 2009, p. 17.

32 Ibidem, p. 42.

33 Idem: El Paraguay: sus grandezas y sus glorias. Buenos Aires 1946, p. 221.

34 Ibidem, p. 36.

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168 Ignacio Telesca suelo y de su patria… activa, inteligente y honrada… dispuesta á prestar su con-curso á cuanto signifique un bien para el país; valerosa y abnegada”.35

Esta imagen bucólica será continuada por Domínguez. Ya mismo en la intro-ducción a la obra de Rey de Castro llama la atención sobre “la igualdad democrá-tica que reina en el Paraguay”.36En la conferencia que él mismo brindara ese añoen el Instituto Paraguayo, Domínguez dirá que en Paraguay “no hay clases opre-soras ni oprimidas”, e insistirá en que la raíz de este actuar se halla en la confor-mación misma de la raza.37También dirá que el campesino, y quedó más quedemostrado en la guerra, se caracteriza por el sufrimiento: “sufrir callado, estoi-cismo puro, esta es su regla de conducta”. Este sufrimiento se ha de poner demanifiesto en los duros trabajos: “sólo el paraguayo puede con el pesado trabajode los yerbales y del obraje. ¿Dónde recluta peones la Compañía Matte Laran-geira? En el Paraguay. Aquello revienta a cualquiera que no sea paraguayo”.38Sinlugar a dudas, estas expresiones no son gratuitas ni ingenuas. Desde que grandesempresas, como la Industrial Paraguaya, Barthe Hnos, Matte Larangeira, entreotras, se hicieran con la totalidad de los yerbales que antes estaban en manos delestado, se dio en el Paraguay una explotación sin igual de la mano de obra cam-pesina e indígena. Si bien estas caracterizaciones fueron puestas en duda por in-telectuales de tinte anarquista como Rafael Barrett, quienes denunciaban la explo-tación en los yerbales,39la intelectualidad seguía apegada a esta nueva manera dever la historia, la raza, el modelo estatal.

Estas ideas serán asumidas por la intelectualidad asuncena y reflejadas en el Álbum Gráfico que apareció con ocasión del centenario de la independencia, en1911. Cuando Arsenio López Decoud, coordinador de dicho Álbum, define a lapoblación paraguaya lo hace señalando que es “homogénea, predominando en ab-soluto la raza blanca. En 30.000 puede calcularse el número de indios que en es-tado salvaje habitan el centro del Chaco. En la Región Oriental son hoy objeto decuriosidad, así como los negros”.40

El núcleo central del Álbum Gráfico lo constituye la narración histórica. Paradicha labor se recurrió a la obra de Blas Garay (ya fallecido) Breve resumen de la 35Carlos Rey de Castro: Las clases rurales en el Paraguay. Asunción: 1903, p. 64.

36 Ibidem, p. VI.

37 Domínguez: El alma, p. 30.

38 Ibidem, pp. 26-27.

39 “15.000 paraguayos son esclavizados, saqueados, torturados y asesinados en los yerbales del Paraguay, Argentina y Brasil”, Rafael Barrett: El dolor paraguayo. Caracas 1978, p. 227.40López Decoud: Álbum, p. 83.

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169 historia del Paraguay , transcribiéndose casi todo el texto, excepto la parte refe-rida a la guerra contra la triple alianza. Este tópico fue desarrollado en extensopor Juan E. O’Leary, ocupando una quinta parte de toda la obra. El artículo, aun-que con una extensión desequilibrada en el conjunto, se presenta como la versión‘nacional’ de la guerra. Liliana Brezzo señala que esta narración histórica se con-vierte para los intelectuales del Álbum Gráfico , en reconstructora y reparadora dela nación, aunque tardará dos décadas más hasta convertirse en historia oficial.41 IV. H ACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN ‘E STADO FUERTE

En las décadas siguientes, al igual que ocurría en otras latitudes, fue creciendoun desencantamiento con la democracia liberal a la par que una búsqueda de unpasado común, no signado por la derrota. Se comienza a fortalecer esa mítica edadde oro en los años previos a la Guerra de la Triple Alianza, y a recuperar unaantigua civilización guaraní, aunque ya extinguida. El discurso de la nación mes-tiza de Domínguez más la rehabilitación de Francisco Solano López por O’Learyse fue haciendo carne en la sociedad, en especial a través del servicio militar y laeducación primaria y secundaria. Al servicio militar habría que añadir las conti-nuas levas de la población para combatir ya sea en un bando u otro, en cada unode los alzamientos y las revoluciones que se sucedieron desde principios de sigloXX. Lo mismo ocurrirá con la literatura en guaraní. En este último ámbito, Ñande ypy cuera (1922) de Narciso R. Colmán, así como su Ocara poty (1917) forjaránuna tradición acrecentada por poetas de índole más popular como Emiliano R.Fernández y Manuel Ortiz Guerrero. En este despertar guaranítico el joven JoséAsunción Flores crea el género musical Guarania. Este surgir de la poesía en gua-raní no está desconectado de la nueva versión de la historia y de la identidad queva gestándose. O’Leary es justamente quien escribe el prólogo al primer tomo dela segunda edición de la obra de Colmán aclamándolo como “el poeta de la raza,el primer poeta guaraní!” La relación con la historia y la guerra la deja de mani-fiesto cuando afirma que

41 Brezzo: Ariadna y Penélope. Se basa en una observación de Ignacio A. Pane cuando en el Álbum Gráfico afirma que “así como a la generación anterior ha correspondido la tarea dereconstruir nuestra historia, a la actual… ha emprendido una gran obra de reparación de la in-justicia histórica, la de descargar las colosales figuras de López y nuestro guerreros de 1865-70del montón de censuras, befas y condenaciones…”, López Decoud: Álbum, p. 267; confrontartambién: Liliana Brezzo: ‘Reparar la nación’ Discursos históricos y responsabilidades naciona-listas en Paraguay. En: Historia Mexicana vol. 60, no. 1 (2010), pp. 197-242.

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170 Ignacio Telesca [t]anto como el heroísmo de nuestros soldados, nos defendió el guaraní en la Epopeya del ´65.Y si nuestros héroes desaparecieron por la metralla brasileña, quedó en pie, irreductible, el muroinfranqueable del idioma, detrás del cual se conservó la patria agonizante. Los vencedores pu-dieron rectificar nuestros límites y usurpar nuestro territorio, pero fueron absolutamente impo-tentes para anular esa frontera trazada por la lengua, que ponía un abismo entre ellos y noso-tros.42

La década de 1920 fue rica en movimientos políticos e intelectuales,43marcadapor la guerra civil de 1922 y los preparativos para la futura guerra del Chaco(1932-1935). En este contexto, la figura de Natalicio González (1897-1966) serála que condense una ideología de Estado contraria a la democracia liberal. Su obra, El Paraguay eterno , marcará profundamente a más de una generación de para-guayos, especialmente a partir de 1947 cuando el Partido Colorado se estableceen el poder. En este libro, publicado en 1935, recoge tres trabajos escritos entre1930 el primero y 1934 el tercero. González ya no se enfrenta con la necesidad dereivindicar la historia ni la raza paraguaya, pues lo que estaba en disputa era elmismo sistema liberal. González propone un peculiar socialismo de estado y, si-guiendo al pensador francés Charles Maurras, afirma que “el Paraguay busca ladestrucción del estado liberal que le oprime y desarticula y marcha a la conquistade un estado que sirva de instrumento a su grandeza”.44Plantea ahora “la luchaentre paraguayos y gubernistas” entre la Nación y el Estado.45El Estado presentees entonces, en su concepción, antiparaguayo y su Constitución exótica. Su inten-ción será demostrar que la propia naturaleza del paraguayo, desde su misma raza,rechaza el sistema liberal y convoca un sistema con un poder ejecutivo fuerte, ysus modelos serán el Dr. Francia, Carlos Antonio López y su hijo Francisco So-lano; fundamentalmente Carlos Antonio López. Insistirá, al igual que Manuel Do-mínguez, en la raza paraguaya como poseedora de tradiciones uniformes, ideales,penurias y esperanzas sentidas en común. Ahondará en la unidad étnica y en elhábitat, el cual se fue transformando “en el sentido que más favorecía a la índolerural y guerrera de la raza”.46Para González, el Estado fuerte que surge tras laindependencia se debe justamente a que el Paraguay ya era una entidad orgánica,diferenciada y con personalidad propia. Esta entidad es la que ha de reclamar el42Narciso R. Colman: Ocara poty (flores silvestres). Asunción 1921, pp. 7-8.

43 Milda Rivarola: La contestación al orden liberal: la crisis del liberalismo en la pre-guerra del Chaco. Asunción 1993.

44 Natalicio González: El Paraguay eterno. Asunción 1935, p. 72.

45 Ibidem, p. 60.

46 Ibidem, p. 45.

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171 Estado puesto en práctica por el Dr. Francia y los López, y no al revés. Al igualque Domínguez, González ve la confirmación de su teoría en la obra de gobiernode Carlos Antonio López. Afirma que durante este tiempohay una armonía profunda entre el régimen de los López y los ideales de su pueblo. El estadorealiza maravillosamente la síntesis del pasado paraguayo, funde en una nueva entidad la he-rencia política del conquistador laico con la obra espiritual de los catequistas para desenvolversobre bases firmes y naturales la cultura autóctona.47

La idea de la raza mestiza paraguaya, para González, no tiene como objetivojustificar el heroísmo de sus guerreros sino sentar las bases étnicas para un Estadofuerte. Al presentar las bases sobre las cuales se producirá el renacimiento delParaguay, Natalicio González concluye afirmando que “estos principios nacen dela naturaleza misma de la sociedad paraguaya, no son adquisiciones librescas. Laley se deduce, no se crea.”48

En 1936 se consuma un golpe de estado que deja sin efecto la constituciónliberal de 1870, identificando al Estado de la República del Paraguay con la Re-volución Libertadora (Decreto 152, del 10 de marzo de 1936). Esta revolución, lanueva constitución de 1940 que remplazará a la anterior de 1870, las dictadurasde Morínigo entre 1940 y 1948, y de Stroessner entre 1954 y 1989, hicieron deesta teoría casi una ley científica. Mientras que a Maurras en Francia apenas si selo recuerda, las obras de Natalicio González siguen siendo reeditadas y el ex pre-sidente del Paraguay entre el 2003 y 2008, Nicanor Duarte Frutos, no dudaba enreconocerse como discípulo intelectual de Natalicio González.

Este relato lo podemos concluir con Juan E. O’Leary, declarado historiadornacional. Estando él aún en vida, recibió el extraño privilegio que una de las pla-zas céntricas llevase su nombre y un busto la coronase. La plaza fue inauguradapor Stroessner el 1 de marzo de 1955; a pocas cuadras, una de las calles principa-les también lleva su nombre. Esto último pone de manifiesto el grado de legitima-ción que le cupo a esta nueva manera de comprender la historia, la identidad na-cional y la realidad social. Lo que equivalía, sin lugar a dudas, a legitimar el régi-men dictatorial en curso.49

47 Ibidem, p. 51.

48 Ibidem, pp. 153-154.

49 Luc Capdevila: Una guerra total. Paraguay 1864-1870. Ensayo de historia del tiempo presente. Buenos Aires/ Asunción 2010.

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172 Ignacio Telesca

Desde la década del 40 en adelante la interpretación historiográfica permanecióanquilosada, cobrando una vigencia inusitada en la sociedad la ‘eternidad’ delParaguay y de la identidad étnica, y en consecuencia el modelo de estado.50 V. P ARA CONCLUIR

En el 2012 el nieto del dictador Stroessner, en ese entonces senador AlfredoStroessner Domínguez (se cambió el orden de sus apellidos para llamarse igualque su abuelo), anunció que la familia ya había iniciado los trámites para repatriardesde el Brasil los restos de su abuelo. Ante los reclamos de cierto sector de lasociedad, su respuesta fue que, “le guste o no le guste a la gente, va a descansaren la tierra que lo vio nacer”, asegurando que “hay una inmensa mayoría que deseaque sus restos sí descansen en Paraguay”.51Frase que también tiene su antece-dente dictatorial. El general Stroessner declaraba el 3 de noviembre de 1986 que“guste o no guste hay paz en el Paraguay”.52

Si bien la portada del diario ABC Color con el cual comenzamos nuestro textopueda parecer bizarra, lo cierto es que representa una lectura de la historia delParaguay que disfruta de un alto grado de legitimidad entre la población. Que estainterpretación historiográfica salte con más fuerza para fundamentar un quiebreinstitucional del país no es coincidencia. Por tal razón, es fundamental entonces,al analizar el caso paraguayo, no sólo detenerse en la construcción identitaria entreguerras (1870-1932), sino, y principalmente, comprender su permanencia y su an-quilosamiento. Lo cual no es gratuito ni ingenuo, y tiene consecuencias para lasociedad que afectan su cotidiano vivir.

El caso paraguayo nos presenta en forma palmaria y evidente la estrecha rela-ción entre presente y pasado, o mejor dicho, entre presente y comprensión delpasado.

50 En la TV pública paraguaya, Paraguay TV, se emite semanalmente un programa sobre la historia del Paraguay llamado precisamente “Paraguay eterno”. El mismo había comenzado, yaún continúa, siendo un programa radial en la Radio Chaco Boreal.

51 <http://www.paraguay.com/nacionales/goli-guste-o-no-guste-stroessner-descansar-en- paraguay-86626>.

52 Patria, 4/11/1986, p. 9.

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A NTONIO S ÁEZ -A RANCE

HISTORIAS DE LA CHILENIDAD: FORMACIÓN, APOGEO Y CRISIS DE UN MODELO DE ADOCTRINAMIENTO

Entre los fenómenos editoriales más interesantes de los últimos años en Chiledestacan la proliferación y, sobre todo, el considerable éxito comercial de publi-caciones literarias de temática histórica. Libros ‘de historia’, pero historia no es-crita por historiadores, sino por novelistas, cronistas, columnistas o corresponsa-les. Una ‘historia’ que se reclama explícitamente alternativa al relato dominante,en el contexto de un cuestionamiento general, al menos desde 2011, tanto del mo-delo socioeconómico neoliberal como de las élites políticas y culturales que losustentan. El objetivo es mostrar ‘el lado B de la historia nacional’, un ámbitomenos edificante y más problemático, pero sin duda también mucho más atrac-tivo, del devenir patrio, en el que entre otras llamativas novedades pueden descu-brirse las debilidades humanas de Bernardo O’Higgins, Libertador y Padre de laPatria, revelar los escarceos con el espiritismo del principal referente heroico na-cional, Arturo Prat, reconstruir las muy poco presentables motivaciones económi-cas de la expansión territorial hacia el Sur o, más en general, iluminar el trasfondo(cualquier cosa menos glorioso) de las ‘Glorias del Ejército de Chile’ ritualmenteinvocadas por la cultura conmemorativa nacional. Libros como Historia Secreta de Chile , de Jorge Baradit (2015), o La Patria insospechada. Episodios ignorados de la historia de Chile , de Rodrigo Lara (2015), ambos en la estela del algo másantiguo Los platos rotos. Historia personal de Chile , de Rafael Gumucio (apare-cido originalmente en 2003; reescrito y publicado en 2013), comparten el afándeclarado de bajar a los héroes nacionales de su pedestal y cuestionar la narrativamaestra nacional, poniendo al descubierto todo aquello que la ‘Historia Oficial’ha venido escondiendo debajo de la alfombra durante décadas.1El fenómeno noes en absoluto privativo de Chile. De hecho, desde el punto de vista de las estra-

1 Especialmente el libro de Baradit, tras un tímido lanzamiento a mediados de 2015, se ha convertido en un auténtico best seller , con más de 40.000 ejemplares vendidos (datos de enerode 2016), cifra muy considerable para el mercado chileno.

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174 Antonio Sáez-Arance tegias editoriales y de su resonancia mediática resulta evidente el efecto de emu-lación respecto a experiencias recientes en el vecindario latinoamericano, y muyespecialmente a la eclosión de una para-historiografía decididamente antiacadé-mica y políticamente comprometida, tal y como la puede representar por ejemploen Argentina el ubicuo desempeño de Felipe Pigna.2En Chile, y a diferencia delo ocurrido en el caso transandino, esta corriente de crítica de la matriz historio-gráfica tradicional no se incardina de momento en el debate político partidario, nitampoco ha sido objeto hasta ahora de ninguna forma de institucionalización pú-blica bajo el paraguas de un supuesto “revisionismo histórico” instrumentalizabledesde instancias gubernamentales.3El interés por relatos alternativos refleja másbien el creciente descreimiento de la sociedad respecto a la versión canónica delo que Chile es y de cómo llegó a serlo, y también una sana dosis de escepticismosobre la validez de una cultura histórica cada vez más petrificada en su autocom-placencia. La aparentemente extraordinaria robustez del discurso identitario na-cional en Chile parece por tanto presentar fisuras precisamente en un ámbito de-cisivo para su construcción: la Historia, y más concretamente su proyección pú-blica. La ‘política de la Historia’ chilena, basada en consensos culturales de altadata, experimenta ciertamente una erosión cuyas causas han de buscarse no sóloen la influencia de factores externos (“el derrumbe del Modelo”, profetizado entreotros por Alberto Mayol),4sino también en su propia falta de coherencia y credi-bilidad. En un contexto de rechazo creciente de las estructuras socioeconómicasheredadas de la Dictadura, focalizado ejemplarmente, además, en el sistema edu-cativo,5no carece de cierta lógica la reivindicación de espacios discursivos pro-pios, sustraídos al monopolio tradicional de la academia a la hora de determinarqué ha de formar parte y qué no de la conciencia histórica colectiva.

Precisamente las coyunturas conmemorativas de la última década, marcada porla celebración del Bicentenario en 2010, pero también muy especialmente por el

2 Felipe Pigna, a pesar de carecer prácticamente de las credenciales académicas al uso, es considerado en Argentina como el historiador con más difusión de la última década. Su extra-ordinario éxito comercial, basado tanto en la omnipresencia mediática cuanto en el cultivo deuna retórica pretendidamente desmitificadora y popular, contrasta con una recepción mayorita-riamente negativa entre los investigadores, que cuestionan fuertemente la subjetividad y el pre-sentismo de sus trabajos de divulgación. Vid. al respecto: Fernando Devoto: Historiadores, en-sayistas y gran público. Buenos Aires 2010; José Luis Romero: La Argentina que duele. Histo-ria, política y sociedad. Conversaciones con Alejandro Katz. Buenos Aires 2013.

3 José Carlos Chiaramonte: Usos Políticos de la historia. Lenguaje de clases y revisionismo histórico. Buenos Aires 2013.

4 Alberto Mayol: El derrumbe del modelo. Santiago de Chile 2012.

5 Idem: No al lucro. Santiago de Chile 2012.

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175 cuadragésimo aniversario del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, re-velan cambios significativos en las percepciones colectivas, cuyo posible alcancedentro de la disciplina histórica aún está por ver. Urge en todo caso hacer balancey evaluar en qué medida una cultura política como la imperante en Chile, quesigue otorgando una enorme importancia simbólica a contenidos históricos decorte tradicional (en el sentido de la exaltación del heroísmo militar y el ejercicioindividual de virtudes clásicas, con el añadido de un acentuado elitismo), seadapta a los cambios visibilizados, y al mismo tiempo forzados por los nuevosmovimientos sociales. ¿Cuál es la vigencia real de esa visión añeja de la Historiaen el contexto crecientemente globalizado y post-heroico del siglo XXI? ¿Cuálesson sus elementos más resistentes y cómo se fundamenta su perdurabilidad desdeel punto de vista teórico y metodológico? ¿Resulta factible compatibilizar el dis-curso identitario dominante –el de una chilenidad estática y tendencialmente mo-nocultural– con el impulso reformador de ‘la calle’? ¿Cómo puede sustanciarsesu re-definición, y con qué consecuencias para la disciplina histórica, su principalagente generador y difusor? En las siguientes páginas se pretende esbozar la gé-nesis de la matriz historiográfica nacional en Chile durante el siglo XIX, describirlos principales factores de su sucesiva institucionalización, poniendo éstos en re-lación con las necesidades legitimadoras del emergente Estado nacional, para con-cluir con una descripción sumaria y necesariamente provisional de su momentoactual, diagnosticado como crítico. Pero antes puede resultar de ayuda ilustrar conalgunos ejemplos a qué nos estamos refiriendo al hablar de chilenidad . 2010: CHILENIDAD EN UN B ICENTENARIO ACCIDENTADO

Remontémonos a 2010. En el año del Bicentenario, en el que había de cele-brarse la consecución de la independencia no sólo en Chile, sino en varios estadosde América Latina, resultaba una predicción relativamente obvia que surgiesenintensos debates sobre la identidad nacional chilena, su consistencia y sus fallas.6A la casualidad del calendario venía a unirse una coyuntura política de gran ca-lado: el año había comenzado con un acontecimiento político de inusitada rele-vancia, como fue la victoria electoral del empresario Sebastián Piñera, y con elloel acceso al poder por vías democráticas de la derecha chilena por primera vez

6 De hecho, el debate se había iniciado ya algunos años antes. A modo de ejemplo vid. Eugenio Tironi: El sueño chileno. Comunidad, familia y nación en el Bicentenario. Santiago de

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176 Antonio Sáez-Arance desde hacía más de medio siglo. Después de dos décadas de gobierno de la Con-certación, la coalición de centro-izquierda surgida de la oposición contra Pino-chet, este cambio político venía en cierto modo a cerrar un largo proceso de mo-dernización social y estabilización política, volviendo a llevar a Chile, en los al-bores del siglo XXI, a la vanguardia de América Latina.7Tanto más chocantesresultaron en este contexto predominantemente positivo los acontecimientos acae-cidos en los últimos días del mes de febrero del mismo año, unos acontecimientosque por lo demás fueron objeto de generosa atención mediática, tanto nacionalcomo internacional. Un terremoto de extraordinaria intensidad, seguido de un tsu-nami, también de grandes proporciones, afectó a una parte considerable del terri-torio nacional y causó no sólo gravísimos daños materiales, sino también nume-rosas víctimas, especialmente en Concepción/Talcahuano, la principal aglomera-ción urbana del sur del país, y en un amplio segmento de la costa pacífica. Alprimer pánico asociado al movimiento sísmico, sucedió tras no muchas horas laconsternación colectiva debida a los graves disturbios y a los saqueos producidosen los barrios afectados, así como a la aparente incapacidad de las institucionesestatales a la hora de mantener el orden público. Después de algunos días de caosla situación acabó normalizándose mediante la controvertida (y para algunos muytardía) intervención de las Fuerzas Armadas. En el ámbito político y en los mediosde comunicación se abrió inmediatamente un agrio debate sobre las causas de tangravísimos acontecimientos, y sobre las enseñanzas a extraer de ellos para el fu-turo. Se habló de déficits de cohesión social, incluso del desplome de la sociedadcivil, pero también de los evidentes inconvenientes del hipertrofiado centralismo,así como del carácter extremadamente engañoso del supuesto bienestar materialchileno, ensombrecido por la realidad de una desigualdad social sin parangón enel subcontinente.8Pero lo que sobre todo demostraron estos atribulados días defebrero-marzo de 2010 fueron los límites y la precariedad de un consenso social,cuyo núcleo es precisamente la idea de una robusta chilenidad , vigente por encimade cualquier diferencia social. Otro de los aspectos más visibles de los aconteci-mientos que siguieron al terremoto del 27 de febrero de 2010 fue precisamente elregreso de la geografía y de la naturaleza al primer plano del discurso identitario.

7 Por añadidura, Chile había conseguido instalarse durante las dos décadas anteriores como ejemplo modélico para los organismos financieros internacionales, ocupando puestos de relum-brón en la mayoría de los rankings regionales, tanto en términos macroeconómicos como desdeel punto de vista del ‘bienestar humano’ y la ‘calidad de vida’, e incluso acababa de ser recom-pensado a comienzos del mismo 2010, como segundo país de América Latina, con su admisióncomo miembro de pleno derecho en la OCDE.

8 Silvia Aguilera M. (ed.): El Terremoto social del Bicentenario. Santiago de Chile 2010.

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177 Lo ocurrido significaba incluso una cierta confirmación de los tópicos más al usoacerca del carácter precario de la existencia en el país y, sobre todo, de la capaci-dad históricamente acreditada de los chilenos de afrontar desastres naturales, re-cuperarse y emprender rápida y eficazmente las tareas propias de la reconstruc-ción nacional. Esta suerte de resiliencia colectiva volvería a emerger con la repro-ducción de una dinámica muy similar tan sólo cinco meses más tarde, cuando elgrave accidente de la Mina San José, en el desierto de Atacama (el derrumbe quedejo encerrados a 33 trabajadores de la minería privada del cobre a varios cientosde metros de profundidad), pudo ser reconvertido a tiempo de escandaloso desas-tre (pésimas condiciones de seguridad, explotación prácticamente ilegal, etc.) enun rotundo triunfo nacional, presentándose la organización y realización de laslabores de rescate como confirmación de todas y cada una de las virtudes patrias,e interpretando el afortunado desenlace como invitación a emprender toda unaofensiva de nation branding en torno al concepto publicitario de The Chilean Way .9La ola de entusiasmo nacionalista generada por “los mineros” y su rescatedisparó a corto plazo la popularidad del gobierno. Sin embargo, los graves pro-blemas estructurales que tanto el post-terremoto como el accidente habían puestoal descubierto no tardarían en reproducirse durante 2011 y 2012, desembocandoen movilizaciones sociales sin precedentes (no sólo estudiantiles, sino también dereivindicación social y/o regional, aparte del recrudecimiento del denominado“conflicto mapuche”) y en un deslucido cierre de mandato simbólicamente coin-cidente con la intensa conmemoración del Golpe de 1973.10

9 La fórmula, cargada en origen de una cierta ironía (vid. por ejemplo las crónicas del bri- tánico afincado en Chile Neil Davidson: The Chilean Way. Crónicas 2000-2010. Santiago deChile 2010), reprocesada por los asesores políticos de La Moneda al objeto de exaltar la eficaciadel ‘gobierno de excelencia’ liderado por Sebastián Piñera, acabaría volviéndose a los pocosmeses en contra de sus impulsores y confirmando la propensión de los responsables de la co-municación política en Chile a sobrestimar la potencial identificación del público con mensajeslanzados desde la élite política y económica. A la postre, el mandato del político conservadorterminaría indeleblemente unido al recuerdo de las “Piñericosas”, esto es, de los innumerableslapsus, errores, impasses y anécdotas varias ocurridas durante él (más sus caricaturas y paro-dias), y que, recopiladas en 2012 por el semanario The Clinic , ocuparon durante casi un año elprimer puesto de las listas de ventas de libros en el país.

10 Una reconstrucción sistemática de los avatares conmemorativos en relación con esta “nueva fiesta nacional” en Alfredo Joignant: Un día distinto. Memorias festivas y batallas con-memorativas en torno al 11 de septiembre en Chile 1974-2006. Santiago de Chile 2007, pp. 31-49, y passim. Para el contexto general de la discusión sobre la memoria del golpe y sus impli-caciones sigue siendo útil Norbert Lechner/ Pedro Güell: Construcción social de las memoriasen la transición chilena. En: Amparo Menéndez-Carrión/ Alfredo Joignant (eds.): La Caja dePandora: El Retorno de la Transición Chilena. Santiago de Chile 1999, pp. 185-210.

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178 Antonio Sáez-Arance

Si se intenta trasladar a un plano más abstracto los abruptos vaivenes de estaespecie de ciclotimia político-cultural, cabe constatar en Chile la extraordinariapersistencia, por no decir la pertinacia de imágenes heredadas de armonía nacio-nal, las cuales contrastan vivamente con un cuadro demoscópicamente objetivablede permanente insatisfacción, profunda división y polarización política. El sep-tiembre chileno, el Mes de la Patria por antonomasia, ejemplifica perfectamenteesta paradoja. Durante algunas semanas, una peculiar mixtura de confianzas ymiedos colectivos conforma una cultura festiva compleja e históricamente ambi-valente. Si bien los casi tradicionales disturbios durante el Once han disminuidoen intensidad y capacidad destructiva desde hace algunos años y son hoy más quenada un fenómeno residual de violencia urbana, homologable a los enfrentamien-tos entre hooligans y policías en cualquier capital europea, el Golpe y su ‘memo-ria’ siguen siendo el principal motivo de polarización política en el Chile del sigloXXI.11Tanto más fascinante resulta para el observador foráneo la facilidad con laque en la esfera pública, conforme se va acercando el 18 de septiembre (la FiestaNacional propiamente dicha),12se transita en cuestión de pocos días del más agriodebate partidista sobre la interpretación del pasado reciente a un edulcorado con-senso patriótico, recurrentemente aderezado con disquisiciones periodísticas so-bre “la esencia de nuestro ser nacional” y con lamentos sobre el menguante entu-siasmo identitario de las generaciones más jóvenes.13Un elemento constitutivode este consenso continúa siendo la presuposición de un estatus excepcional de

11 Imprescindible sobre la polarización política en Chile es Carlos Huneeus: Chile, Un Pais Dividido. La Actualidad Del Pasado. Santiago de Chile 2003, pp. 21-57, y passim. Acerca desus orígenes inmediatos vid. Pamela Constable/ Arturo Valenzuela: A Nation of Enemies. Chileunder Pinochet. Nueva York/ Londres 1991.

12 Sobre el trasfondo histórico, combinando una síntesis de la información disponible con el tratamiento crítico de la historiografía, Alfredo Jocelyn-Holt: La Independencia de Chile:tradición, modernización y mito. Madrid 1992. La independencia de Chile se declaró en formaoficial el 12 de febrero de 1818, y este día, junto al de la victoria sobre las tropas realistas enMaipú, el 5 de abril del mismo año, y el propio 18 de septiembre se celebraron indistintamentecomo fiestas patrias durante las primeras décadas de la República. En 1837 se decidió reunirtodas las fiestas cívicas en un solo día y se eligió para ello el 18 de septiembre, que era, de todoslos posibles, el que menos relación tenía con la Independencia en sentido estricto. Excelenteresumen del proceso en Paulina Peralta C.: ¡Chile tiene fiesta! El origen del 18 de septiembre(1810-1837). Santiago de Chile 2007, pp. 47-85.

13 Por ejemplo, El Mercurio, 14.9.2009, p. A8: “En este mes donde las empanadas y la cueca son protagonistas, consultamos a historiadores y sociólogos sobre la esencia de nuestro ser na-cional”. Vid. para la evolución 1910-2010 Antonio Sáez Arance: Entre la autocomplacencia yla crisis: discursos de chilenidad en el primer centenario. En: Historia Mexicana vol. 60, no.237 (2010) (= Los centenarios en Hispanoamérica: la historia como representación), pp. 369-375 y passim.

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179 Chile en el contexto de las naciones latinoamericanas, una especie de privilegiohistóricamente adquirido y cifrado en la centralidad, ya desde los orígenes delestado nacional, del orden y la estabilidad política como piedras angulares de laautoconciencia colectiva.14En efecto, una comparación superficial con la peripe-cia histórica de los países de su inmediato entorno confirma la existencia a me-diados del siglo XIX de un desarrollo diferencial chileno, marcado por el tem-prano establecimiento de un sistema de gobierno constitucional, la virtual ausen-cia del fenómeno del caudillismo, la rápida consecución de un alto grado de ver-tebración social dentro de las fronteras estatales y, last but not least , la consolida-ción de una posición estratégica de cara al exterior, que explicaría los notableslogros militares posteriores a 1850.15Para completar el catálogo de ventajas, lavida pública chilena acreditaba por esta época la vigencia de un sentimiento depertenencia, de una identidad protonacional aparentemente superior y más homo-géneamente repartida que entre los vecinos andinos o rioplatenses.16

La naturaleza y la historia, se subrayaba en los discursos de los propagandistasde las bondades del modelo político chileno a la altura de 1850, explicarían alalimón su excepcionalidad. El recurso a la singularidad geográfica como elementode justificación (situación insular entre océano, desierto y cordillera, frecuentesterremotos) hunde sus raíces ya en la época colonial, y encuentra su apoteosis enel contexto del movimiento independentista, durante el cual se diseña una simbo-

14 Simon Collier: From Independence to the War of the Pacific. En: Leslie M. Bethell (ed.): Chile Since Independence. Cambridge/ Nueva York 1993, p.1; idem: The Making of a Repub-lic, 1830-1865: Politics and Ideas. Cambridge 2003, pp. 145-149; María José Schneuer: Visióndel caos americano y del orden chileno. En: Angel Soto (ed.): Entre tintas y plumas. Historiasde la prensa chilena del siglo XIX. Santiago de Chile 2004, pp. 47-49; Alfredo Jocelyn-Holt:¿Un proyecto nacional exitoso? La supuesta excepcionalidad chilena. En: Francisco ColomGonzález (ed.): Relatos de la nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundohispánico. Vol. I. Madrid 2005, pp. 417-438; Alejandro San Francisco: La excepción honrosade paz y estabilidad, de orden y libertad. La autoimagen política de Chile en el siglo XIX. En:Idem/ Gabriel Cid (eds.): Nación y Nacionalismo en Chile. Siglo XIX. Vol. I. Santiago de Chile:2009, pp. 55-84; Rafael Luis Sagredo Baeza: Geografía y nación. Claudio Gay y la primerarepresentación cartográfica de Chile. En: Estudios Geográficos vol. 70, no. 266 (2009), pp. 55-57; Idem: Historia Mínima de Chile. Madrid 2014: pp. 124-139.

15 Simon Collier/ William F. Sater: A History of Chile. 1808-2002. Segunda edición am- pliada. Cambridge [1996] 2004.

16 Ricardo Krebs: Orígenes de la conciencia nacional chilena. En: Inge Buisson et al. (eds.): Problemas de la formación del Estado y la Nación en Hispanoamérica. Bonn 1984, pp. 110-112.

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180 Antonio Sáez-Arance logía nacional, cada una de cuyas manifestaciones (bandera, escudo, himno) con-tiene referencias a la especificidad de la geografía y la naturaleza chilenas.17Enlos años fundacionales de la república, la misma conciencia sobre la existencia deuna nación chilena y su potencial político se remite en primera instancia a la reali-dad espacial del país. En el sermón de instalación del primer Congreso Nacional,en 1811, Camilo Henríquez, ideólogo independentista y fundador de la Aurora de Chile , el primer periódico nacional, llegará a justificar la autodefinición de Chilecomo nación en que “todo se ha reunido para aislarlo; todo lo impele a buscar suseguridad y su felicidad en sí mismo”.18El tono organicista y el substrato de de-terminismo geográfico se inscriben en un contexto fundacional en el que la con-ciencia nacional se relacionaba íntimamente con las peculiaridades de la geografíachilena, y el concepto de patria se asociaba sobre todo a la existencia de límitesterritoriales definidos, en cuyo interior se presuponía la vigencia de una elementaluniformidad política.19 L OS ORÍGENES HISTÓRICOS DEL PARADIGMA DE LA EXCEPCIONALIDAD CHILENA

Pero entre tanta geografía, ¿dónde quedaba la Historia? La fundación de la Re-pública fue percibida lógicamente por los contemporáneos como una ruptura conla legitimidad anterior, lo que explica en cierta manera un transitorio desinteréspor el pasado en beneficio del ‘constructivismo’ que inspiraba los primeros pasosdel nuevo estado nacional.20Así, mientras seguían permaneciendo inéditas la ma-yor parte de las relaciones, crónicas y ensayos históricos producidos en la fasefinal de la Colonia, hubo que esperar hasta la década 1830-1840 para constatar losinicios de una historiografía chilena propiamente dicha.21El surgimiento de unadisciplina histórica formalizada e institucionalizada condicionó el desarrollo de17Krebs: Orígenes; Sagredo: Geografía, pp. 50-52.

18 Sermón en la Instalación del Primer Congreso Nacional de Chile. En: Raúl Silva Castro (ed.): Escritos políticos de Camilo Henríquez. Santiago de Chile 1960, p. 54.

19 Simon Collier: Ideas and Politics of Chilean Independence. 1808-1833. Cambridge 1967, pp. 209-210.

20 Ana María Stuven: La seducción de un orden. Las elites y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX. Santiago de Chile 2000, pp. 221-222.

21 Antonio Sáez Arance: Constitución disciplinaria e identidad nacional en los inicios de la historiografía chilena”. En: Sandra Carreras/ Katja Carrillo Zeiter (eds.): Las ciencias en la for-mación de las naciones americanas. Fráncfort del Meno/ Madrid 2014, pp. 93-94.

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181 los discursos identitarios descritos más arriba, y en concreto la ficción de una ex-cepcionalidad política chilena cifrada en el imperio del orden y la legalidad.22Elnuevo orden político, conforme al consenso publicístico –y con el tiempo tambiénhistoriográfico– que venimos describiendo, había cristalizado en la Constituciónde 1833, la cual, aun incorporando los principios liberales en términos de garantíade derechos y división de poderes, ciertamente instauró un régimen fuertementeautoritario y centralizador, con un cúmulo de atribuciones presidenciales que, a lapostre, venían a representar casi una continuidad con la praxis monárquica de laépoca colonial. Bien conocida a este respecto es la influencia ejercida por el mi-nistro Diego Portales, con su idea de un gobierno fuerte e impersonal, fundamen-tado, al menos programáticamente, en la virtud de servidores públicos atentos so-lamente al imperio de la ley.23Quedaba así firmemente instalada en la vida polí-tica la preponderancia de los principios de autoridad e institucionalidad, unosprincipios que habrían de informar, por encima de diferencias resueltas en ocasio-nes mediante el recurso a la violencia, la historia nacional chilena hasta bien en-trado el siglo XX.24En síntesis, a lo largo del itinerario histórico chileno, el prin-cipio de legalidad habría sido una de las bases fundamentales sobre las que selevantó un modo de concebir y un modo de ejercer el poder político, y ello tam-bién incluso en momentos de quiebra del orden constitucional.25Más allá de esto,el caso chileno ilustra de manera especialmente perfecta en qué medida la valida-ción disciplinaria de una ‘ciencia’ histórica constituyó un paso relevante en elproceso de construcción de la identidad nacional. En Chile no sólo se verificó, demodo análogo a los países europeos y al resto de las incipientes repúblicas ibe-roamericanas, la institucionalización académica de la Historia como “ciencia de

22 Lo que sigue es una reelaboración, completando referencias y omitiendo algunos detalles menores, de los argumentos de Sáez Arance: Constitución disciplinaria, especialmente pp. 93-104.

23 Jay Kinsbruner: Diego Portales: interpretative essays on the man and times. La Haya 1967; Alfredo Jocelyn-Holt: El peso de la noche: nuestra frágil fortaleza histórica. Santiago deChile 1997; Sergio Villalobos: Portales, una falsificación histórica. Santiago de Chile 2005.

24 Felipe Portales: Los mitos de la democracia chilena. Santiago de Chile 2004.

25 No es casualidad que Diego Portales se convirtiese en referente principal de los intentos de institucionalización y búsqueda de cobertura legal emprendidos por el régimen militar a fi-nales de la década de 1970. Y tampoco lo es que la continuidad entre Portales y Pinochet hayasido objeto de afirmación historiográfica en la misma época: principal ejemplo es BernardinoBravo Lira: De Portales a Pinochet. Gobierno y régimen de gobierno en Chile. Santiago deChile 1985.

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182 Antonio Sáez-Arance legitimación nacional”,26sino que, además, la historiografía autodenominadacientífica acabó ocupando un hueco privilegiado en el universo cultural de la chi-lenidad. No en vano la categorización de Chile como “país de historiadores” hadevenido desde el siglo XIX en lugar común previo a la alusión tópica al “país depoetas” de Huidobro, Mistral y Neruda. Y ello no sólo por el indudable peso dehistoriadores individuales dentro de la comunidad (miembros del Parlamento,candidatos a la Presidencia de la República y en general altos cargos civiles yeclesiásticos), sino también por el acomodo de la historiografía en el canon lite-rario nacional y la intención declarada de sus representantes de participar activa-mente, de las formas más diversas, en la vida pública.27

A la hora de caracterizar esta naciente historiografía, es necesario subrayar sufijación en los aspectos políticos, militares e institucionales de la realidad chilenay su horizonte fundamentalmente aristocrático. La supuesta alta calidad metodo-lógica de la investigación histórica chilena, en la que se suele insistir en compa-ración con historiografías vecinas, se fundamentaba en su decidido positivismo,en el sentido de la concentración absoluta en el ‘hecho’, investigado conforme almétodo crítico-filológico. Los grandes nombres de la historiografía decimonónicachilena, Diego Barros Arana (1830-1907), Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886), los hermanos Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui Aldunate (1828-1888 y 1830-1899, respectivamente), Crescente Errázuriz Valdivieso (1839-1931) y José Toribio Medina (1852-1930), destacaron precisamente por su erudi-ción y por su empeño en reunir, mediante la minuciosa exploración de archivos ybibliotecas de América y Europa, el mayor número de materiales y fuentes para‘fabricar’ la Historia de Chile.28Situados en un contexto social y generacionalhomogéneo, como era el de la “juventud afrancesada” de mediados del sigloXIX,29estos padres fundadores de la historiografía chilena inauguraron una línea

26 Aram Mattioli: Geschichte als nationale Legitimationswissenschaft. Der schweizerisch- deutsche Gelehrtenstreit um die Hochrheingrenze. En: Westfälische Forschungen vol. 46, pp.186-209; Joep Leersen: National Thought in Europe. A Cultural History. Amsterdam 2006.

27 Beatriz González-Stephan: Fundaciones: canon, historia y cultura nacional. La historio- grafía literaria del liberalismo hispanoamericano del siglo XIX. Madrid 2002; Katja CarrilloZeiter: Die Erfindung einer Nationalliteratur. Die Literaturgeschichten Chiles und Argen-tiniens. 1860-1920. Fráncfort del Meno/ Madrid 2011; Allen Woll: A Functional Past: The Usesof History in Nineteenth-Century Chile. Baton Rouge/ Londres 1982.

28 Woll: Functional Past; Cristián Gazmuri: La Historiografía Chilena (1842-1970). San- tiago de Chile 2006, pp. 41-51.

29 Cristián Gazmuri: El ‘48’ Chileno. Igualitarios, reformistas, radicales, masones y bom- beros. Santiago de Chile 1999.

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183 de interpretación política liberal (o, más exactamente, liberal-conservadora) de lahistoria republicana que permanecería vigente al menos hasta la década de 1920.Su puesta en cuestión, significativamente, vino dada desde opciones aún más con-servadoras y nacionalistas a comienzos del siglo XX, de la mano de autores comoFrancisco Antonio Encina (1874-1965), Alberto Edwards Vives (1874-1932) y,algo más tarde, Jaime Eyzaguirre (1908-1968).30

El punto de partida disciplinario de esta historiografía nacional chilena se sitúaen una serie de medidas de reforma e innovación educativo-cultural tomadas enla década de 1830. Entre ellas destacan especialmente la contratación del natura-lista francés Claude Gay (1800-1873), debida a la iniciativa de Portales, con elencargo de componer una Historia Física y Política de Chile , y, sobre todo lainstalación en Santiago de Andrés Bello (1781-1865), el afamado polígrafo vene-zolano, que acabaría convirtiéndose, en 1842, en el primer rector de la Universi-dad de Chile. En el caso de Claude Gay, y aun no tratándose de un historiador ensentido estricto, su trabajo sí significó un primer esfuerzo de rigor metodológicoen la reconstrucción del pasado chileno. En cierto modo Gay personifica el trán-sito de una construcción espacio-natural de la nación, que recogía a su vez lastradiciones tardoilustradas de las expediciones científicas del XVIII, lo mismoque las corografías y los tratados de jesuitas como el Abate Molina y otros, a undiscurso propiamente histórico de contornos científicos, muy influido por la po-pularidad de autores europeos contemporáneos como Barthold Georg Niebuhr(1776-1831), François Guizot (1787-1874), etc. La Historia de Gay se presentacomo empresa científica puesta al servicio del Estado, en la medida en que seinscribe en un despliegue retórico público destinado a legitimar el poder de laelite, y conforme al cual el investigador se transmuta en instrumento de la autori-dad. Así, Gay reconstruye la trayectoria política e institucional de Chile tras laIndependencia, exaltando los méritos de sus actores principales, y poniéndolos enrelación con el desarrollo material y espiritual de la joven nación chilena.31

30 Alfredo Jocelyn-Holt: Balance historiográfico y una primera aproximación al canon. En: Luis G. de Mussy Roa (ed.): Balance Historiográfico Chileno. Santiago de Chile 2007, pp. 47-54.

31 Luis Mizón Morales: Claudio Gay y la formación de la identidad cultural chilena. San- tiago de Chile 2001; Rafael Luis Sagredo Baeza: ‘Chile’: de ‘finis terrae imperial’ a ‘copia felizdel Edén autoritario’. En: José Carlos Chiaramonte/ Carlos Marichal/ Aimer Granados (eds.):Crear la Nación. Los nombres de los países de América Latina. Buenos Aires 2008, pp. 41-67;Sagredo: Geografía, p. 49; Idem: Ciencia, historia y arte como política. El Estado y la HistoriaFísica y política de Chile de Claudio Gay. En: Idem (ed.): Ciencia-Mundo. Orden republicano,arte y nación en América. Santiago de Chile 2010, pp. 177-187; Sagredo: Historia Mínima, pp.

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184 Antonio Sáez-Arance A NDRÉS B ELLO : LA PASIÓN POR EL ORDEN Y LA DEFINICIÓN DISCIPLINARIA

Andrés Bello, amén de ocupar una serie de cargos de importancia en el nacienteaparato administrativo de la República, ejerció desde un comienzo como maestrode la generación clave de los historiadores chilenos. Políticamente influido por elliberalismo moderado de impronta británica, Bello era sobre todo un apasionadodel orden y se convirtió por ello en un utilísimo y muy convencido colaboradorde los gobiernos “pelucones” (conservadores), en los que veía la solución políticaideal para las necesidades del país.32En este sentido, y con él como principalprotagonista, el otro gran hito en la constitución disciplinaria de una historiografíanacional fue la fundación de la Universidad de Chile, en 1842. La universidad,que inició sus actividades en 1843 bajo el amparo directo del Estado y en el en-tendimiento de su labor como un servicio eminentemente público, se impusocomo objetivos no sólo la cualificación de los profesionales necesarios para elprogreso del país, sino también el conocimiento sistemático de la Historia comomedio de proyección hacia el futuro y fermento de un más fuerte sentimiento denacionalidad.33Resulta coherente en este contexto que el discurso inaugural delRector Bello abordase directamente el tema de la Historia y sus funciones, e in-cluyese una referencia laudatoria a la obra de Johannes Gottfried Herder (1744-1803):

Yo miro, señores, a Herder como uno de los escritores que han servido más útilmente a lahumanidad: él ha dado toda su dignidad a la historia, desenvolviendo en ella los designios dela Providencia, y los destinos a que es llamada la especie humana sobre la tierra.34

Ahora bien, el reconocimiento de la aportación intelectual del autor alemán re-sultaba inmediatamente relativizado en la medida que su enfoque filosófico erapor sí mismo incapaz de proveer datos e informaciones que en el caso de Chilesencillamente aún no existían:

32 Simon Collier: Gobierno y sociedad en Chile durante la ‘República conservadora’ 1830 - 1865. En: Boletín del Instituto Ravignani vol. 1 (1989), pp. 115-126; Iván Jaksic: AndrésBello: Scholarship and Nation-Building in Nineteenth-Century Latin America. Cambridge2001; Enrique Brahm: Mariano Egaña. Derecho y política en la fundación de la república con-servadora. Santiago de Chile 2007.

33 Sol Serrano: Universidad y nación. Chile en el siglo XIX. Santiago de Chile 1994.

34 Andrés Bello: Discurso pronunciado por el Señor Rector de la Universidad Don Andrés Bello en la Inauguración de este Cuerpo el día 17 de septiembre de 1843. En: Anales de laUniversidad de Chile vol. 1 (1843), p. 150.

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185 Pero el mismo Herder no se propuso suplantar el conocimiento de los hechos, sino ilustrarlos,explicarlos; ni se puede apreciar su doctrina sino por medio de previos estudios históricos. Sus-tituir a ellos deducciones y fórmulas sería presentar a la juventud un esqueleto en vez de untraslado vivo del hombre social; sería darle una colección de aforismos en vez de poner a suvista el panorama móvil, instructivo, pintoresco de las instituciones, de las costumbres, de lasrevoluciones, de los grandes pueblos y de los grandes hombres; sería quitar al moralista y alpolítico las convicciones profundas que sólo pueden nacer del conocimiento de los hechos[...].35

La referencia a Herder introducida por el Rector Bello no era en absoluto ca-sual. Se lo conocía bien en Chile a través de la traducción francesa de Edgar Qui-net. Y Bello era muy consciente de que el público al que se dirigía profesaba unagran admiración por la filosofía de la historia proveniente del continente europeo.Su ya prolongada vecindad en Santiago le permitía también saber que los jóvenesmiembros de la Sociedad Literaria de 1842, Francisco Bilbao (1823-1865), Ja-cinto Chacón (1820-1893), José Victorino Lastarria (1817-1888) y varios univer-sitarios más estaban estudiando esos mismos días con gran interés las Ideas sobre la filosofía de la historia de la humanidad del filósofo alemán.36Para Bello, ex-perimentado en la instrumentalización política de controversias intelectuales, es-taba meridianamente claro que el disenso trascendía en este caso una pura cues-tión de modas. La importación de posiciones filosóficas procedentes de Francia yamplificadas bien desde los salones de la Sociedad Literaria de 1842, bien desde35Ibidem, pp. 150-151.

36 Edgard Quinet (1803-1875), filósofo, publicista y político francés, había estudiado ale- mán con el objetivo expreso de poder llegar a leer sus Ideas sobre la Filosofía de la Historia ( Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit , original alemán publicado entre 1784 y1791), llegando a publicarlas, traducidas al francés por el mismo, en 1827. Sobre la recepciónde Herder en Chile vid. Woll: Functional Past, pp. 41-43; Stuven: Polémicas culturales, p. 204.Además de Herder, los miembros de la Sociedad de 1842 leían a autores franceses como VictorCousin (1792-1867) y Jules Michelet (1798-1874) y veían en los postulados de la filosofía dela historia no sólo una interesante aportación literaria, sino también una herramienta de trans-formación en el plano sociopolítico. José Victorino Lastarria refleja en sus Recuerdos literarios (2001) este ambiente de efervescencia intelectual, por mucho que su reconstrucción ex post (rememora a treinta años de distancia) tienda a la autoestilización y aún más a la exageraciónde las líneas de conflicto entre los jóvenes liberales que él lideraba y un supuesto establishment conservador encabezado por Bello. Para una caracterización más completa de las polémicasintelectuales y, en general, de las peculiaridades de la ‘opinión pública’ del momento, puedenconsultarse los trabajos de Bernardo Subercaseaux: Historia de las Ideas y de la Cultura enChile. 4 vol. Santiago de Chile 1997; y Stuven: Polémicas culturales, pp. 66-87, 95-119. Cris-tián Gazmuri, como preámbulo a su análisis del “48 chileno”, también trata de la cultura y delas ideas del periodo, comentando en detalle la recepción de bibliografía europea (pp. 24-35).

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186 Antonio Sáez-Arance los medios impresos ( El Progreso , El Mercurio de Valparaíso ) en los que cola-boraban exiliados rioplatenses como Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) yVicente Fidel López (1815-1903), implicaba la opción por un desplazamientodesde lo aceptado como propiamente histórico (‘el pasado’, más o menos lejano)hacia lo social, es decir, hacia la más inmediata y controvertida realidad sociopo-lítica. Por lo demás, una lectura atenta de Herder tenía forzosamente que dejar aldescubierto los límites de su aplicabilidad al proyecto de construcción nacionalchilena, tal y como Bello entendía éste. Por un lado, es cierto que el sustrato pro-videncialista de la filosofía de la historia la podía hacer muy asumible desde unaperspectiva conservadora. Pero por otro, el organicismo antiestatal y völkisch dela idea de nación herderiana, lógicamente condicionada por el contexto político-cultural centroeuropeo,37resultaba altamente problemático para un pro-portalianocomo Bello. Mientras el caraqueño ponía todas sus esperanzas en el papel delEstado como agente de modernización política “dentro de un orden”, y se impli-caba consecuentemente en sus diversos aspectos legislativos, pedagógicos y pu-blicísticos, los jóvenes liberales chilenos se dejaban llevar más bien por el impulsoemancipador implícito en la creencia en “leyes históricas” de vigencia universal.La forma en la que Bello, desde una posición de indudable autoridad, planteaba yresolvía el dilema “historia filosófica” vs. “historia documental” resulta muy es-clarecedora acerca de cuáles eran las premisas de las que partía la nueva historianacional chilena. La Universidad proporcionaba por una parte un marco institu-cional y un abanico de posibilidades materiales de desenvolvimiento (composi-ción de memorias históricas, certámenes, discursos etc.). Al mismo tiempo, eldesarrollo disciplinario dentro de la Universidad exigía la aceptación de métodosy enfoques que respondían mucho más a las mentalidades de los grupos socialesdominantes que a las “aspiraciones específicas” de quienes comenzaban a cultivarel género historiográfico.38

37 Frederick M. Barnard: Herder’s Social and Political Thought: From Enlightenment to Nationalism. Oxford 1965, pp. 68-71.

38 Stuven: Polémicas culturales, p. 228.

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187 U N M ETHODENSTREIT AUSTRAL

Precisamente una actividad académica promovida y regulada estatutariamentedesde la Universidad,39como fue la primera presentación de una Memoria Histó- rica , sería el motivo desencadenante de la llamada polémica historiográfica, un –más o menos– agrio debate sobre la función y las características propias de unaincipiente disciplina histórica, que se sustanció en sucesivos desencuentros inte-lectuales entre 1844 y 1848, y cuyos principales protagonistas fueron Andrés Be-llo, José Victorino Lastarria y Jacinto Chacón.40Correspondiendo a una peticióndel propio Bello, Lastarria, activista liberal y miembro fundador de la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad de Chile, presentó en septiembre de 1844 unensayo de título verdaderamente provocador: Investigaciones sobre la influencia social de la Conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile , en el quese proponía demostrar que, si bien Chile había logrado la independencia de Es-paña en 1810, el país estaba dominado todavía por una mentalidad plenamentecolonial, especialmente palpable en el desenvolvimiento de las instituciones polí-ticas y culturales, y además que esta rémora bloqueaba el desarrollo de una ver-dadera “democracia”. En las Investigaciones , Lastarria recapitulaba trescientosaños de dominación española y extraía la conclusión de que la Colonia había re-ducido Chile a una situación de virtual servidumbre histórica. En primer lugar,lanzaba sus dardos contra las restricciones mercantiles impuestas desde Madrid ymostraba cómo éstas habían significado una barrera para el desarrollo económicodel país. Pero además Lastarria se detenía en el análisis del trasfondo cultural dela política retardatoria y obstruccionista de los españoles, identificándolo comouna mentalidad temerosa frente a la iniciativa individual y excesivamente con-fiada respecto al poder del gobierno. Formulando su crítica de esta manera, Las-tarria se concentraba precisamente en aspectos característicos del sistema políticoportaliano, como la obsesión por el orden público y la desmovilización social,

39 El artículo 28 de la Ley Universitaria del 19 de noviembre de 1842 reglamentaba minu- ciosamente las actividades que debían llevarse a cabo con motivo de la reunión anual de laUniversidad. La principal había de ser pronunciar “un discurso sobre alguno de los hechos másseñalados de la historia de Chile, apoyando los pormenores históricos en documentos auténticosy desenvolviendo su carácter y consecuencias con imparcialidad y verdad”, Ley orgánica del19 de noviembre de 1842. En: Anales de la Universidad de Chile vol. 1 (1843), p. 9.

40 Stuven: Polémicas Culturales, pp. 221-250; Joseph Dager Alva: El debate en torno al método historiográfico en el Chile del siglo XIX. En: Revista Complutense de Historia de Amé-rica vol. 28 (2002), pp. 97-138; Iván Jaksic: Andrés Bello y la prensa chilena, 1829-1844. En:Paula Alonso (comp.): Construcciones impresas. Buenos Aires 2004, pp. 122-131.

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188 Antonio Sáez-Arance hasta el punto de mantener que la continuidad de las estructuras mentales colo-niales había acabado desembocando en el mantenimiento de “instituciones políti-cas [...] calculadas para formar esclavos”.41Lastarria criticaba duramente la legis-lación colonial, pero aludía también a la estructura social que había perdurado enla República, a la persistencia de grupos sociales privilegiados y de “razas secun-darias”, y denunciaba sin tapujos “la triste condición que hoy en día aflije a loscuatro quintos de nuestra nación”.42

Metodológicamente, Lastarria planteaba la cuestión de la “utilidad social” dela Historia, y de en qué medida era posible practicar objetivamente una “historiacontemporánea” (en el sentido de la Zeitgeschichte alemana). Lastarria contestabaafirmativamente, puesto que lo que le importaba era la influencia de los “hechos”sobre la sociedad actual, y no sólo los “hechos” sin más. Buscaba, como practi-cante de la “filosofía de la historia”, el rasgo esencial y típico, con toda la selecti-vidad metodológica que ello, necesariamente, implicaba. Y lo reconocía explíci-tamente: “No os presento, pues, la narración de los hechos, sino que me apoderode ellos para trazar su influencia en la sociedad a la que pertenecen”. Apartándosedemostrativamente del modelo de Historia ad narrandum encarnado por Bello, seenorgullecía de no ser uno de “aquellos historiadores que se limitan a narrar losacontecimientos [...] absteniéndose de apreciarlos”.43El mayor riesgo, según Las-tarria, es que, si se considera la historia “como un simple testimonio de los hechospasados, se comprime el corazón y el escepticismo llega a preocupar la mente,porque no se divisa entonces más que un cuadro de miserias y desastres”. En cam-bio, muy otro es el resultado cuando se la entiende como la ciencia “humana”:entonces la filosofía nos muestra en medio de esa serie interminable de vicisitudes [...] unasabiduría profunda que la experiencia de los siglos ha ilustrado; una sabiduría cuyos consejosson infalibles, porque están apoyados en los sacrosantos preceptos de la ley a que el Omnipo-tente ajustó la organización de ese universo moral.44

Evidentemente, el discurso de Lastarria causó el impacto previsto y, si bien nodirectamente en la Universidad, sí algunas semanas después, a través de los órga-nos de la prensa oficial controlados por Bello ( El Araucano ), hubo de afrontar unaseverísima crítica no tanto de sus juicios políticos implícitos cuanto de su meto-

41 José Victorino Lastarria: Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile. En: Idem: Miscelánea histórica y literaria. Tomo I.Valparaíso 1868, pp. 37-39, 167.

42 Ibidem, p. 75.

43 Ibidem, pp. 16-18.

44 Ibidem, pp. 9-10.

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189 dología “generalizante” o “filosófica”. El Rector se preocupó en comentar el tra-bajo del joven académico hasta en dos artículos aparecidos en El Araucano el 8 y15 de noviembre de 1844. En ellos, Bello ponía sobre la mesa cuál era el núcleode la discrepancia: la incompatibilidad de la formulación de leyes históricas depretensión universal con el principio de individualidad historicista, plasmado enla fórmula rankeana según la cual “ jede Epoche ist unmittelbar zu Gott ”, o bien,en palabras del propio Bello, “las especialidades, las épocas, los lugares, los indi-viduos, tienen atractivos particulares y encierran también provechosas leccio-nes”.45

Con todo, la mayor preocupación de Bello era que la fervorosa denuncia delpasado colonial por parte de Lastarria, bastante exagerada en su opinión, pudiesetener efectos desestabilizadores sobre el orden político actual. Este temor estabafundado en la experiencia, inmediatamente anterior (junio de 1844), del procesa-miento de Francisco Bilbao, por las opiniones expresadas en su Sociabilidad chi- lena , cuyo contenido coincidía en buena parte con el de los escritos de Lastarria.46Bilbao había ido algo más allá en su crítica, atacando con desacostumbrada durezaa la Iglesia, quintaesencia, en su opinión, del tradicionalismo institucional.47Par-tía de la premisa de que la religión en su conjunto implicaba la negación de lalibertad y acababa convirtiéndose en una barrera insalvable para el progreso de lahumanidad. En términos políticos, la llamada a una crítica frontal de supuestaspervivencias coloniales chocaba tanto con los intereses científicos del propio Be-llo como con los intereses políticos el gobierno del presidente Manuel Bulnes.Agitar apasionadamente las banderas de la independencia debilitaba los esfuerzosdel poder ejecutivo, de los que Bello se había convertido en agente, en pos de unareorientación de la política chilena desde el pathos anticolonial hacia la construc-ción pragmática –y desde parámetros claramente autoritario– del Estado y la Na-ción.

La situación se repitió en términos similares tres años más tarde, cuando Las-tarria presentó a la Facultad de Filosofía y Humanidades en julio de 1847 su Bos- quejo Histórico de la Constitución del Gobierno de Chile, durante el primer pe- ríodo de la revolución , centrado en la historia de la llamada “Patria vieja”, y en elque insistía en la cuestión de los “hábitos coloniales”. La nueva memoria era elúnico trabajo inscrito en el certamen convocado en tal año. En el Bosquejo , Las-tarria se mostraba más prudente y acreditaba un uso más intensivo de las fuentes45Andrés Bello: Obras Completas. Vol. X. Caracas 1958, pp. 159-160.

46 Stuven: Polémicas Culturales, pp. 251-282.

47 James A. Wood: The Society of Equality. Popular Republicanism and Democracy in San-

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190 Antonio Sáez-Arance primarias, pero insistía de nuevo en su opción por el estudio de los “principiosgenerales” antes que de los “hechos”, y seguía cultivando un franco antiespaño-lismo. El objeto inmediato del estudio era la recapitulación de aquellas ideas po-líticas que habían inspirado la creación y regido la acción de los primeros gobier-nos del Chile republicano, una tarea intelectual que, según Lastarria, no se habíaemprendido hasta ese momento. A la postre, las instituciones liberales, no habíannacido “de los campos de batalla, sino del gabinete del legislador o del político,que echaban los cimientos de la República y combatían las preocupaciones y losintereses que se oponían a su pensamiento”. Al estudiar la Constitución se podríaapreciar “la civilización de aquella época, las ideas, los principios de los hombresque asistieron al nacimiento de esta República a que hoy pertenecemos”.48En elfondo del asunto, el balance de Lastarria se presentaba casi tan descorazonadorcomo en las Investigaciones , y respondía a una muy similar lógica política: laderrota infligida a los independentistas en 1814 y la restauración del dominio co-lonial hasta 1818 había sido la consecuencia lógica de la inexistencia de actitudesy mentalidades emancipadoras, de la falta de un “espíritu de la sociedad” capazde superar consecuentemente la subyugación por parte de los españoles:

No había pues un solo elemento de unidad, un solo interés, un solo principio que pudiera servirde centro a una mayoría respetable de prosélitos ardientes una vez que desapareciera de la so-ciedad el único vínculo que la ligaba a su metrópoli.49

En el mismo título del Bosquejo se intuye la opción de Lastarria por la “HistoriaConstitucional”, una especie de Sociología avant la lettre , cuya misión era pene-trar a fondo en el modo de ser de la sociedad y que tomaba en consideración, parapoder juzgar los hechos, “el carácter de sus costumbres, creencias y conviccionesde toda especie”. En octubre, la comisión evaluadora, al margen de algunas obje-ciones, declaró a Lastarria acreedor al premio. La comisión reconoció que el tra-bajo era de bastante interés “y de no poco mérito en la forma con que lo ha desem-peñado el autor”. Pero se abstuvo de pronunciarse sobre “la exactitud de los he-chos que le han ayudado a fundar su doctrina”. Por lo que prefirió no manifestarnada sobre las razones que explicarían “el carácter y la tendencia de los partidospolíticos que dividieron la república en los primeros tiempos de su existencia”.Para poder emitir una opinión de tal calibre era necesario, consideraba la comi-sión, “tener cabal idea de los actos que se han obrado bajo su dirección e influjo,

48 José Victorino Lastarria: Bosquejo histórico de la constitución del gobierno de Chile du- rante el primer período de la Revolución, desde 1810 hasta 1814. En: Idem: Miscelánea histó-rica y literaria. Tomo I. Valparaíso 1868, p. 162.

49 Ibidem, p. 262.

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191 y conocer de un modo asertivo el resultado práctico que esos actos han producidoen la suerte de cosas”.50Porque de lo contrario, se aducía, no podría confeccio-narse una historia con un mínimo grado de verosimilitud. No es difícil reconocerentre las líneas del informe la influencia intelectual de Bello. De hecho, estabasuscrito por dos discípulos suyos, Antonio Varas y Antonio García Reyes, ésteúltimo autor de una de las memorias anuales ya premiadas y explícitamente elo-giadas por el Rector. Al concluir su dictamen, la comisión expresaba una convic-ción que resume bien las aspiraciones de la historia ad narrandum defendida porel caraqueño:

Sin ese conocimiento individual de los hechos, sin tener a la vista el cuadro en donde aparezcande bulto los sucesos, las personas, las fechas y todo el tren material de la historia, no es posibletrazar lineamientos generales sin exponerse a dar mucha cabida a teorías, y a desfigurar en partela verdad de lo ocurrido [...] La Comisión se siente inclinada a desear que se emprendan, antetodo, trabajos destinados principalmente a poner en claro los hechos; la teoría que ilustra esoshechos vendrá enseguida andando con paso firme sobre un terreno conocido.51

Jacinto Chacón, amigo de Lastarria y compañero en sus preocupaciones inte-lectuales, reaccionó contra el juicio emitido por la comisión informante. Su pró-logo a la edición del texto de Lastarria, mucho más que el propio contenido del Bosquejo , desataría una nueva ronda de la polémica historiográfica en 1848, puesle interesó mostrar las ventajas de estudiar la “historia constitucional”, y enfatizósu aprecio por una investigación histórica abierta a la “luz que nos viene de Eu-ropa”, generada en los textos de Michelet o Cousin, y no plegada a los interesespolíticos de la conservadora élite dirigente.

Andrés Bello respondió al Bosquejo y en especial al prólogo de Chacón que tandirectamente cuestionaba su visión de la investigación histórica.52Sobre lo soste-nido por Lastarria escribió relativamente poco nuevo respecto a su réplica de1844. El 7 de enero de 1848, en El Araucano , afirmaba que era:

[...] ventajosamente conocido por otras producciones literarias, que le colocaban entre los másdistinguidos y laboriosos miembros de la Universidad y del Instituto Nacional. El presente noes el menos interesante de los trabajos que, desde la reorganización de la Universidad en 1843,han ilustrado la historia de Chile, y a que dio principio el señor Lastarria.

En cambio, su reacción a las críticas de Chacón, en dos artículos de carácterprogramático titulados “Modo de Escribir la Historia” y “Modo de Estudiar la50Ibidem, pp. 159-160.

51 Ibidem, p. 160.

52 Ibidem, pp. 139-149.

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192 Antonio Sáez-Arance Historia”, publicados en El Araucano entre enero y febrero de 1848, fue bastantemenos conciliadora:

No se trata, pues, de saber si el método ad probandum es bueno o malo en sí mismo; ni sobresi el método ad narrandum , absolutamente hablando, es preferible al otro: se trata sólo de sabersi el método ad probandum , o más claro, el método que investiga el íntimo espíritu de los he-chos de un pueblo, la idea que expresan, el porvenir a que caminan, es oportuno relativamenteal estado actual de la historia de Chile independiente, que está por escribir [...] Cada uno de losmétodos tiene su lugar; cada uno es bueno a su tiempo; y también hay tiempos en que, según eljuicio o talento del escritor, puede emplearse el uno o el otro. La cuestión es puramente deorden, de conveniencia relativa.53

Al margen del posicionamiento metodológico claro en contra de la universali-zación de “leyes sociales”, Bello volvía a acudir, como en 1844, al argumento dela oportunidad, de la oportunidad disciplinaria, pero también de la oportunidadpolítica, en el sentido de la conveniencia de no alterar la estructura social quepermitía la hegemonía de la clase dirigente. So pretexto de una discusión pura-mente intradisciplinaria, un trasunto de Methodenstreit austral, se estaban mar-cando las líneas no sólo de lo historiográficamente factible, sino, sobre todo, delo sociopolíticamente deseable.54Bello creía que la forma de enfrentar la investi-gación histórica propugnada por Jacinto Chacón impediría obtener resultados per-durables en el sentido de la forja cultural de una nueva nación chilena. Y, en elpresente, el implícito compromiso ideológico de la indagación histórica amena-zaba con favorecer el reinado de la anarquía al postular una ruptura radical con latradición hispánica:

Nuestra juventud ha tomado con ansia el estudio de la historia; acabamos de ver pruebas bri-llantes de sus adelantamientos en ella; y quisiéramos que se penetrase bien de la verdaderamisión de la historia para estudiarla con fruto. Quisiéramos sobre todo precaverla de una servi-lidad excesiva a la ciencia de la civilizada Europa. Es una especie de fatalidad la que subyugalas naciones que empiezan a las que las han precedido. Grecia avasalló a Roma; Grecia y Romaa los pueblos modernos de Europa, cuando en ésta se restauraron las letras; y nosotros somosahora arrastrados más allá de lo justo por la influencia de la Europa, a quien, al mismo tiempoque nos aprovechamos de sus luces, debiéramos imitar en la independencia del pensamiento.Es preciso [...] no dar demasiado valor a nomenclaturas filosóficas; generalizaciones que dicenpoco o nada por sí mismas al que no ha contemplado la naturaleza viviente en las pinturas dela historia, y, si se puede, en los historiadores primitivos y originales. No hablamos aquí denuestra historia solamente, sino de todas. ¡Jóvenes chilenos! aprended a juzgar por vosotros

53 Andrés Bello: Modo de estudiar la historia. En: Obras Completas. Vol. XIX. Caracas: 1957, pp. 231-233.

54 Stuven: Polémicas Culturales, pp. 248-250.

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193 mismos; aspirad a la independencia del pensamiento. Bebed en las fuentes; a lo menos en losraudales más cercanos a ellas. El lenguaje mismo de los historiadores originales, sus ideas, hastasus preocupaciones y sus leyendas fabulosas, son una parte de la historia, y no la menos ins-tructiva y verídica. ¿Queréis, por ejemplo, saber qué cosa fue el descubrimiento y conquista deAmérica? Leed el diario de Colón, las cartas de Pedro de Valdivia, las de Hernán Cortés. BernalDíaz os dirá mucho más que Solís y que Robertson. Interrogad a cada civilización en sus obras;pedid a cada historiador sus garantías. Esa es la primera filosofía que debemos aprender de laEuropa.55

La referencia directa a las fuentes originales de la época colonial ha de enten-derse no sólo como crítica velada a la historiografía extranjera anclada en los es-tereotipos de la Leyenda Negra antiespañola. También posee una dimensión polí-tica: Bello nunca deseó una ruptura total entre el orden ideal e institucional de laColonia y el nuevo régimen republicano. Un intelectual moderado como él nopodía pasar de largo sobre los indudables peligros que, desde su perspectiva, en-trañaba una construcción social completamente exenta de elementos tradiciona-les. Los partidarios de la “historia filosófica”, y aquí concretamente Lastarria yChacón, favorecían por el contrario la consecución del cambio y el progreso me-diante el completo desmontaje de las estructuras coloniales. Bello prefería la op-ción de reedificarlas pacientemente para garantizar un sistema político sólido yperdurable, desechando lo caduco, pero conservando aquello que fuese prudenteconservar. En medio de esta disyuntiva, Bello incorporaba una posición eminen-temente gradualista, que lo emparenta con el liberalismo inglés, pero también conlos diagnósticos histórico-políticos formulados en la misma época por Alexis deTocqueville para Francia y los Estados Unidos. No obstante, con independenciade este conflicto estructural de fondo, de alcance universal tras 1789, tanto Bellocomo Lastarria y Chacón estaban buscando respuesta, de manera ciertamente dis-55Bello: Modo de estudiar, pp. 238-242.

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194 Antonio Sáez-Arance tinta, a cuestiones bastante similares. Se trataba de contribuir a la “creación”, “in-vención” o “imaginación”, del estado-nación.56El rechazo frontal al pasado his-pánico, en el caso de Lastarria y Chacón, implicaba la necesidad de crear tradi-ciones ex novo que dotasen de legitimidad a las instituciones recién fundadas. Be-llo, al defender la recuperación, el “re-procesado” ideal de la Colonia en sus as-pectos más positivos, perseguía el mismo fin, por mucho que su apariencia, tantomás en el contexto de un conflicto genuinamente intergeneracional, fuese la delpuro continuismo.

La polémica historiográfica acabó resolviéndose, en opinión casi unánime delos contemporáneos, en beneficio del paradigma de historia ad narrandum defen-dido por Bello. Barros Arana llegaría a hablar de “un triunfo arrollador” cose-chado por el caraqueño.57Desde el punto de vista del canon cultural chileno, y apesar de la autoestilización y las protestas incluidas posteriormente en sus Recuer- dos literarios , Lastarria quedó fácticamente expulsado del panteón de la historio-grafía nacional, y se tuvo que conformar, a pesar de haber escrito sobre historiatanto o más que Bello, con el papel de mero ‘literato’. Pero más allá del protago-nismo individual, la forma en que se cerró el debate es característica respecto a laorientación que había de tomar la historiografía nacional chilena en lo sucesivo.En primer lugar, los sucesores de Bello en el papel de guardianes de la investiga-ción histórica seria y rigurosamente documentada, es decir, los Amunátegui, Ba-rros Arana y Vicuña Mackenna, no fueron esencialmente mucho más conserva-dores en sus planteamientos culturales que Lastarria o Chacón, pero sí, con segu-ridad, bastante más nacionalistas.58

56 Eric J. Hobsbawm/ Terence Ranger (eds.): The Invention of Tradition. Cambridge: 1983; Benedict Anderson: Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nation-alism. Londres 1983; François-Xavier Guerra/ Mónica Quijada (eds.): Imaginar la nación.Münster 1994; Antonio Annino/ François-Xavier Guerra (eds.): Inventando la nación. Iberoa-mérica. Siglo XIX. México, D.F. 2003; Sara Castro-Klarén/ John Charles Chasteen (eds.): Be-yond Imagined Communities: Reading and Writing the Nation in Nineteenth-Century LatinAmerica. Washington, D.C. 2003; Nicola Miller: The Historiography of Nationalism and Na-tional Identity in Latin America. En: Nations and Nationalism vol. 12, no. 2 (2006), pp. 201-222.

57 Diego Barros Arana: Un decenio de la historia de Chile (1841-1851). Santiago de Chile 1905, p. 448.

58 Paradigmáticamente Barros Arana; vid. Sergio Villalobos: Barros Arana. Formación in-

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195 ¿“E L PESO DE LA NOCHE O EL LASTRE DE UNA TRADICIÓN DISCIPLINARIA ?

La reconstrucción del momento germinal de la historiografía nacional chilenapone en evidencia el estrecho vínculo existente entre ésta y una incipiente institu-cionalidad cultural republicana (Universidad de Chile, Instituto Nacional), conce-bida sobre todo como medio de canalizar y muy fundamentalmente moderar eldebate público. Sus gestores directos (Bello, por ejemplo) y los actores socialesque los encumbran, si bien se habían adherido tras la independencia a un programade progreso de matriz europea, continuaban desconfiando de la democracia y op-tando por aquellas soluciones organizativas más claramente limitadoras de la par-ticipación popular. La progresiva consolidación de un discurso nacional, fechablecon seguridad durante la Guerra del Pacífico, pero que se vislumbraba ya conanterioridad a ésta (desde la victoria contra la Confederación Perú-boliviana),apuntalaría la función legitimadora de la institucionalidad cultural y más concre-tamente de la disciplina histórica. Se impuso el objetivo de aglutinar y movilizarla nación ‘propia’, oponiéndola en caso de necesidad a ‘enemigos’ tanto externos(peruanos, bolivianos, indígenas – no en vano la Pacificación de la Araucanía seacabará presentando como un expediente de estabilización territorial y asegura-miento de fronteras) como también internos. El “discolaje” y la “fronda” de ele-mentos demócratas como Francisco Bilbao y la Sociedad de la Igualdad a media-dos del siglo XIX59quedaban situados automáticamente fuera de este consensonacional, como les ocurriría más tarde a los representantes del emergente movi-miento obrero, a los anarquistas o, durante largas fases del siglo XX, a los comu-nistas. La ansiada preservación de una identidad nacional “masiva e impoluta”parece haber exigido la extirpación (también discursiva) de todos aquellos ele-mentos que “se salen del guion”.60Frente a una concepción plural y procesual dela cultura, el esencialismo constitutivo de la chilenidad reivindicada a partir demediados del siglo XIX se traduce en la creencia en un alma nacional ajena altiempo histórico y encarnada preferentemente en héroes y próceres, exaltados conuna ritualidad rayana en la monotonía. Con todo, se trata de una dinámica común59Vid. Wood: The Society of Equality.

60 Alfredo Jocelyn-Holt: El aporte de la elite a la cultura. En: Elicura Chihuailaf et al. (eds.): La construcción cultural de Chile. Ponencias sostenidas durante el panel “La construcción cul-tural del País: diversas visiones para un destino común de la VI Convención Nacional de laCultura”. Santiago de Chile 2010, p. 41; vid. también, desde una perspectiva sociológica, MarioSznajder: Who is a Chilean? The Mapuche, the Huaso and the Roto as the Basic Symbols ofChilean Collective Identity. En: Luis Roniger/ Mario Sznajder (eds.): Constructing CollectiveIdentities and Shaping Public Spheres. Sussex 1998, pp. 199-216.

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196 Antonio Sáez-Arance a la inmensa mayoría de las sociedades de la época, tanto en el viejo como en elnuevo continente.61El hecho diferencial es la perdurabilidad de esa aproximaciónesencialista a la Historia y su notable operatividad precisamente en contextos deprofunda crisis nacional (1891, 1925, 1973). En lo social, la interiorización porparte de los historiadores de la metáfora portaliana de “el peso de la noche” loscolocó automáticamente del lado de la élite gobernante y los hizo partícipes de laconcepción legalista del orden político que, asociada a una tradición de absorcióne instrumentalización de las expresiones ciudadanas por parte del poder estatal,tan negativamente ha incidido sobre la posibilidad del surgimiento y desarrollo enChile de una sociedad civil fuerte.62

Sin embargo, como hemos visto en el caso de Lastarria, es necesario hacer notarque desde el mismo inicio del proceso de constitución disciplinaria abundan tam-bién los matices, las críticas y las disidencias respecto a una concepción de laHistoria Nacional petrificada y excluyente. La impresión de una continuidad casiperfecta tanto de los planteamientos metodológicos como de la intención políticasubyacente encubre la existencia de tradiciones alternativas, eficientemente pre-teridas por un metarrelato de carácter marcadamente teleológico. La fascinaciónejercida por el ideal del Estado fuerte, centralizador impersonal y tendencialmenteautoritario (“el orden portaliano”) proviene en buena parte de la acerba críticaantiparlamentaria del conservadurismo más nacionalista durante el primer terciodel siglo XX (con Alberto Edwards como máximo exponente), pero se ha benefi-ciado desde entonces de una receptividad extraordinaria entre historiadores nonecesariamente afines a la derecha.63La absolutización retrospectiva del modeloportaliano como vector único de modernización, cuando no directamente comofundamento irrenunciable incluso del Chile actual, ha contribuido a desenfocar elanálisis de etapas decisivas en la conformación del estado nacional, especialmente

61 Stefan Berger (ed.): Writing the Nation: a Global Perspective. Londres [2007] 2015; John Breuilly: Nationalism and Historians: Some Reflections. The Formation of National(ist) Histo-riographical Discourse. En: Claire Norton (ed.): Nationalism, Historiography and the (Re)Con-struction of the Past. Washington 2007, pp. 1-25.

62 Jocelyn-Holt: El peso; Portales: Los mitos; Gabriel Salazar Vergara: Construcción de Es- tado en Chile (1800-1837). Democracia de los “pueblos”, militarismo ciudadano, golpismo oli-gárquico. Santiago de Chile 2006. Carlos Sanhueza Cerda: La identidad chilena hacia el Bicen-tenario: ¿El peso de la noche o el peso de una interpretación? En: Luis Carlos Parentini (ed.):Los historiadores chilenos frente al bicentenario. Santiago de Chile 2007, pp. 465-468.

63 Jocelyn-Holt: El aporte de la elite, p. 118, n. 4; con una crítica masiva a esta visión Jo- celyn-Holt: El peso.

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197 durante el siglo XIX, pero también durante el siglo XX. Así, por ejemplo, un fe-nómeno tan extendido en Hispanoamérica como el surgimiento de tendencias fe-deralistas durante la Independencia y los primeros pasos de la historia republicanaha quedado virtualmente marginado de la narrativa maestra nacional, y sus prota-gonistas han tenido que cargar tradicionalmente con el estigma de haber propi-ciado la ‘Anarquía’ venturosamente clausurada con la victoria conservadora enLircay.64El debate sobre la participación ciudadana en el proceso político chileno,asociado desde 2011 a la demanda generalizada de una nueva constitución, hapropiciado la recuperación para el discurso histórico de líneas de tradición consi-deradas durante largo tiempo marginales, cuando no dadas por definitivamenteagotadas: desde las Leyes Federales de José Miguel Infante (la “Constitución de1826”) a la “democracia de los pueblos” encarnada en la figura de Ramón Freirey convertida en particular caballo de batalla del historiador Gabriel Salazar.65

Lo mismo cabe decir para un aspecto particularmente conflictivo del debatepolítico (y, correlativamente, también del historiográfico), cual es la renuenciatradicional a aceptar el carácter plural y multiétnico de la propia nación. Comohemos podido ver a partir de la apuesta disciplinaria de Andrés Bello, la integra-ción del pasado colonial en un relato histórico de corte conservador implicó cier-tamente no sólo la revalorización de los elementos españoles de la identidad chi-lena sino también, dialécticamente, la devaluación, cuando no la directa exclusióndel elemento indígena.66El discurso originalmente positivo sobre la Araucanía ysus habitantes, sustanciado durante la fase fundacional de la República en unasuerte de filoindigenismo retórico y simbólico, fue dando paso, aceleradamente a

64 Vid. ahora Armando Cartes Montory: Concepción contra “Chile”. Consensos y tensiones regionales en la Patria Vieja (1808-1811). Santiago de Chile 2010; idem: Un gobierno de lospueblos. Relaciones provinciales en la Independencia de Chile. Valparaíso 2014.

65 Ya anteriormente, Salazar: Construcción de Estado, pp. 17-21; en un contexto metodoló- gico más amplio Idem: Movimientos Sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección po-lítica. Santiago de Chile 2012.

66 Gertrude Yeager: Sobrellevar el pasado español. Liberalismo hispanoamericano y la carga de la historia colonial en el siglo XIX: el caso chileno. En: Alejandro San Francisco/Gabriel Cid (eds.): Nación y Nacionalismo en Chile. Siglo XIX. Vol. I. Santiago de Chile 2009,pp. 131-132.

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198 Antonio Sáez-Arance partir del periodo 1840-1855, a la práctica de la denigración verbal, la discrimi-nación y, finalmente, la liquidación física de los mapuches.67Paralelamente, elejemplo de la conflictividad socioétnica en la Araucanía (‘problema Mapuche’,‘conflicto mapuche’) muestra con claridad el riesgo de instrumentalización polí-tica del paradigma histórico-nacional heredado del siglo XIX, particularmenteoperativo a la hora de retroproyectar a un pasado remoto –y preferentementeajeno, por ‘colonial’, a la chilenidad– el origen de injusticias mucho más recien-tes, aparejadas al proceso de construcción del estado nacional chileno en el sigloXIX y, más concretamente, a su imposición, manu militari , en territorios contro-lados hasta entonces por los pueblos originarios. La a menudo reclamada “histo-rización” del debate debería significar en este caso no tanto la simplista invoca-ción de los “quinientos años” transcurridos desde el primer contacto entre con-quistadores e indígenas, sino más bien la sistemática deconstrucción, desde la es-cuela a la investigación universitaria, pasando por los medios de comunicación,de diversos mitos fundacionales (Alonso de Ercilla, ‘Pacificación de la Arauca-nía’) del nacionalismo chileno.68

Finalmente, el hecho de que la construcción del sujeto histórico “Nación” severificase en su momento, como hemos podido constatar a partir de los juicios deAndrés Bello, en clave de oportunidad tanto disciplinaria como política, redujo lahistoriografía nacional chilena al estatus de ciencia de legitimación del Estado.Concentrada en su función suministradora de identidad colectiva mediante la ino-culación de valores nacionales unívocos y en buena parte excluyentes (tanto desdesu inserción en el sistema educativo como a través de la intervención de sus re-presentantes en la esfera pública), la constitución de la Historia como disciplina,en el sentido más estricto y etimológico, se operó ciertamente en detrimento de su

67 Jorge Pinto: De la inclusión a la exclusión. La formación del Estado, la nación y el pueblo mapuche. Santiago de Chile 2000; Viviana Gallardo Porras: Héroes indómitos, bárbaros y ciu-dadanos chilenos: el discurso sobre el indio en la construcción en la identidad nacional. En:Revista de Historia indígena vol. 5 (2001), pp. 119-134; José Bengoa (ed.): La memoria olvi-dada. Historia de los pueblos indígenas de Chile. Santiago de Chile 2004; idem: La comunidadreclamada. Utopías, mitos e identidad en el Chile actual. Santiago de Chile 2006; RebeccaEarle: The Return of the Native: Indians and Myth-Making in Spanish America, 1810-1930.Durham 2008.

68 Antonio Sáez Arance: Araucanos or Mapuches? Prejudice vs. recognition in the Chilean media and academia. En: University of Cologne Forum “Ethnicity as a Political Resource”(ed.): Ethnicity as a Political Resource: Conceptualizations across Disciplines, Regions, andPeriods. Bielefeld 2015, pp. 221-236.

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199 potencial emancipador e ilustrado.69La espectacular reactivación de los movi-mientos sociales en el Chile del Bicentenario ha abierto una puerta a la recupera-ción de este espíritu en la forma de una Historia atenta a las opciones de transfor-mación y cambio – en el pasado, y también en el futuro.

69 Sobre las implicaciones del binomio Disziplin / Aufklärung en la historia y en la práctica de la historiografía, Jürgen Kocka: Geschichte und Aufklärung. Göttingen 1989, pp. 140-159;más en general Peter Hans Reill: The German Enlightenment and the Rise of Historicism. Ber-keley 1975; Horst Walter Blanke/ Jörg Rüsen (eds.): Von der Aufklärung zum Historismus.

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III. CIRCULACIÓN DE SERES Y SABERES: MIGRACIONES, COMUNICACIÓN CULTURAL Y DISCURSOS IDENTITARIOS

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S ILKE H ENSEL

LA IMPORTANCIA DE LA MIGRACIÓN PARA LOS PROCESOS DE CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA EN AMÉRICA LATINA

Asistimos actualmente a un encendido debate a escala europea acerca de losprocesos migratorios y especialmente de las consecuencias que para el viejo con-tinente implica la inmigración procedente de África y el Oriente Próximo. Hayquien se esfuerza en presentar la gestión de estos últimos movimientos migrato-rios como una tarea virtualmente inabarcable, cuando en realidad podría resultarinstructivo adoptar una perspectiva algo más amplia que incluyese un repaso his-tórico a migraciones verificadas también lejos de Europa. América Latina es engran medida una región producto de diversos y sucesivos procesos migratorios.Ya la primera ocupación humana del continente americano se atribuye a una seriede movimientos migratorios, lo cual por cierto es también válido para otros con-tinentes. Pero también en la era moderna, la historia de América Latina está co-nectada en gran medida con diversas olas migratorias de carácter intercontinental.Los españoles y los portugueses emigraron al ‘Nuevo Mundo’ con la esperanzade poder desarrollar sus vidas en condiciones de mayor libertad y bienestar. Crea-ron un vínculo entre Europa y América que proporcionaría a los europeos unaserie de ventajas económicas.1El beneficio más obvio e inmediato fue el accesoa metales preciosos, con los cuales los europeos estuvieron en condiciones de ad-quirir productos de lujo procedentes de Asia.

Los súbditos de los poderes coloniales no sólo emigraron a América, sino quedesde un principio se llevaron también consigo a esclavos procedentes de África.La migración forzada de esclavos, que afectó entre los siglos XVI y XIX a unacantidad de entre 12 y 15 millones de seres humanos, puede ser considerada comoel primer movimiento migratorio masivo entre distintos continentes.2En las re-giones de destino, los migrantes africanos se convirtieron a menudo en el colec-tivo más numeroso, muy por delante de los europeos, e incluso, en las sociedadesTraducción del alemán: Antonio Sáez-Arance.

1 Ida Altman/ James Horn (eds.): To Make America: European Emigration in the Early Modern Period. Berkeley 1991.

2 Philip Curtin: The Atlantic Slave Trade: A Census. Madison 1969.

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204 Silke Hensel esclavistas del Caribe y en Brasil, también muy pronto por delante de las respec-tivas poblaciones indígenas. Las circunstancias en las que estos migrantes forzo-sos tenían que vivir y trabajar se impusieron recurriendo al ejercicio sistemáticoe indiscriminado de la violencia física. Mientras los esclavos vivían en unas con-diciones terribles, su trabajo reportaba a los señores coloniales europeos y tambiéna los habitantes del viejo continente pingües beneficios y nuevos bienes de con-sumo. El mejor ejemplo es el azúcar, que dejó muy pronto de ser un producto delujo reservado a los miembros de las más altas capas de la sociedad para pasar aconvertirse en aporte calórico adicional en la dieta del común de los trabajadoreseuropeos.3Además, la diferencia sustancial entre los regímenes migratorios deeuropeos y africanos –los unos llegados como individuos libres; los otros llegadoscomo esclavos– se plasmó también a largo plazo en percepciones diversas de suestatus social y sus posibilidades de participación política, y ello claramente enperjuicio de los africanos y sus descendientes, considerados siempre inferiores alos europeos, cuyo potencial de ciudadanía se daba por sentado.

También con posterioridad a la creación de los estados independientes en Amé-rica Latina a comienzos del siglo XIX, se sucedieron otros movimientos migrato-rios, con significativas consecuencias para el ulterior desarrollo de las poblacioneslatinoamericanas. Así, por ejemplo, se importaron a América Latina trabajadorestemporeros procedentes de diversas partes de Asia (India, China). Pero la mayorola migratoria fue la protagonizada por emigrantes provenientes de prácticamentetodos los estados europeos, de los que huían a causa de las graves penurias eco-nómicas por las que pasaban y en busca de una vida mejor. Varios millones deitalianos, españoles, portugueses, pero también de alemanes, británicos, franceses,polacos y croatas, acabaron instalados en América Latina. En algunos casos, fue-ron motivos políticos los que jugaron un papel importante en la decisión de emi-grar. Así, por ejemplo, los republicanos españoles recibieron al final de la GuerraCivil asilo en México o en Argentina. Los judíos perseguidos por el nacionalso-cialismo tuvieron ya bastantes más dificultades para ser acogidos por países deAmérica Latina. En cambio, algunos destacados nacionalsocialistas sí consiguie-ron refugio a finales de la Segunda Guerra Mundial.

En conjunto, los millones de personas que emigraron a América Latina entre elsiglo XVI y la primera mitad del siglo XX contribuyeron a crear sociedades de untipo completamente nuevo. Por un lado, surgieron ordenamientos sociales en los

3 Sidney Wilfred Mintz: Die süße Macht. Kulturgeschichte des Zuckers. Fráncfort del

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205 que la construcción y la adscripción de identidades étnicas se convirtieron en cri-terios esenciales de jerarquización social. Por otro, se verificaron diferentes pro-cesos de creolización y mestizaje. La migración transformó la estructura internay la apariencia de las sociedades. En qué medida y en qué forma ocurrió esto, ycuál fue la influencia que ejercieron los inmigrantes sobre la creación de identi-dades colectivas, depende en todo caso de una multitud de factores, entre los cua-les destaca, sin ser necesariamente el único determinante, el tipo de relación en-tablada entre la población local y los recién llegados. El ejemplo latinoamericanomuestra que los grupos de inmigrantes que en una primera fase formaron asocia-ciones y estructuras sociales propias en absoluto acabaron constituyéndose en “so-ciedades paralelas”,4sino más bien que la existencia de tales estructuras a largoplazo pudo llegar a facilitar sustancialmente la integración.5El artículo de DéboraBendocchi Alves incluido en este volumen explica, por ejemplo, cómo la identi-dad teuto-brasileña pudo ir conformándose a partir de las iniciativas de los propiosinmigrantes, en interacción constante –y en ocasiones conflictiva– con una polí-tica imperial predispuesta a integrar diversas tradiciones (regionales, culturales)en un proyecto nacional común.

En la segunda mitad del siglo XX, los regímenes migratorios en América Latinaexperimentaron un cambio esencial. Los movimientos migratorios internos desdeel campo a la ciudad se convirtieron en un factor decisivo del desarrollo social enla mayoría de los países. Aunque ya en época colonial había habido migracionesinternas, incluso de considerable magnitud, este tipo de movimiento migratorioadquirió durante el siglo XX una nueva cualidad, con efectos muy significativossobre las estructuras sociales. Una de sus principales consecuencias fue el acele-rado proceso de urbanización de América Latina. En relación con estas migracio-nes interiores siguen quedando muchas cuestiones por aclarar, por ejemplo en quémedida estos procesos tuvieron también incidencia sobre la construcción de iden-tidades colectivas en sociedades étnicamente diferenciadas. El artículo de Carmen

4 El concepto de “sociedad paralela” ( Parallelgesellschaft ) fue acuñado originalmente por el sociólogo alemán Wilhelm Heitmeyer a comienzos de la década de los noventa, en el con-texto del debate sobre migraciones e integración en la RFA, y se refiere principalmente a lacristalización de comunidades de inmigrantes herméticamente cerradas y tendencialmente re-fractarias al orden normativo y las prácticas culturales dominantes en la sociedad de acogida.Con el paso del tiempo, y empleado de modo mucho menos diferenciado, el término ha pasadoa engrosar el arsenal retórico de discursos populistas contrarios a la inmigración, y especial-mente al de los más críticos, cuando no directamente hostiles, frente a los migrantes musulma-nes.

5 Vid. Samuel L. Baily: The Adjustment of Italian Immigrants in Buenos Aires and New

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206 Silke Hensel Ibáñez Cueto analiza en este contexto los efectos de las migraciones internas sobrela negociación y articulación identitaria en la sociedad boliviana de las últimasdécadas. Al margen del debate sobre la funcionalidad tanto analítica como políticadel concepto de ‘mestizaje’, el caso boliviano muestra en qué medida la traslacióna la ciudad de modelos rurales de organización comunitaria matiza, atenúa y com-plejiza pautas de conflictividad identitaria (regionalismo, secesionismo) hereda-das del pasado de un inconcluso estado nacional.

Otro proceso desencadenado con gran fuerza durante el siglo XX fue el de losmovimientos migratorios interestatales dentro de América Latina. Su motivo fuea menudo de naturaleza política, como por ejemplo la violencia generada por lasguerras civiles en Colombia o en diversos países de América Central, o bien porlas persecuciones masivas de elementos opositores por parte de las dictaduras mi-litares. Junto a ello también siguieron teniendo importancia los motivos económi-cos. La emigración laboral afectó también al Caribe anglófono, con movimientosde población dirigidos a América Central. Pero en conjunto, del continente deacogida de inmigrantes que había sido en el pasado, América Latina se convirtióen la segunda mitad del siglo XX en punto de partida de migraciones exteriores,especialmente en dirección a los EE.UU., y en menor medida a Europa.

Tanto la magnitud como las motivaciones de los movimientos migratoriosarriba descritos han sido objeto de investigación exhaustiva. Lo mismo cabe decirde las políticas migratorias de los estados latinoamericanos. Precisamente duranteel siglo XIX y las primeras décadas del XX, muchos gobiernos latinoamericanoscentraron buena parte de sus expectativas de desarrollo nacional en la llegada ma-siva de inmigrantes de origen europeo. Según José Moya, esta predilección porun determinado colectivo de inmigrantes, basada en actitudes racistas muy exten-didas entre las élites, no influyó significativamente los movimientos migratorioscomo tales. Moya subraya más bien la importancia de factores estructurales comola evolución demográfica en Europa y la conexión causal existente entre los flujoscomerciales y las migraciones. Así, el 90% de los 51 millones de europeos queemigraron a América durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX lo hi-cieron a países en los que se producían cereales y carne también para el mercadoeuropeo.6Se trata de un dato muy interesante que viene a reforzar argumentativa-mente las críticas actuales a la política de libre comercio practicada sobre todopor los EE.UU. y la Unión Europea con simultaneidad al cierre de fronteras a lainmigración procedente del exterior. Moya relativiza además la influencia real de

6 José C. Moya: A Continent of Immigrants: Postcolonial Shifts in the Western Hemi-

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207 las políticas nacionales sobre los movimientos migratorios. Si aplicamos este ra-zonamiento a las últimas décadas del siglo XX, esto es cierto sólo en parte, puessi bien el afán estatal por impedir la inmigración ha tenido, ciertamente, muy pocoéxito, esta política restrictiva, que ha llegado incluso a traducirse en la militariza-ción de las fronteras, sí que tiene un efecto gravísimo sobre la vida de muchosmigrantes. Cada vez son más los seres humanos que mueren en el intento de cruzarla frontera entre México y los EE.UU., y lo mismo ocurre en las fronteras exte-riores de la Unión Europea. La rigidez de los regímenes fronterizos propicia elsurgimiento de una virtual industria del tráfico de personas y facilita la explota-ción extrema de quienes han conseguido superar la frontera careciendo de papeles.Criminalizados en tanto que ‘ilegales’, apenas tienen la posibilidad de hacer valersus derechos, y suelen convertirse además en el chivo expiatorio preferido deldiscurso político en situaciones de crisis. De ello existen multitud de testimoniosen el caso de los ‘latinos’ en los EE.UU. Siguiendo a Moya, podría acaso decirseque, aun cuando las políticas nacionales no logran impedir eficientemente los mo-vimientos migratorios, la inmigración sí puede llegar a convertirse en un temaimportante en el debate político, porque con ella les es posible a los gobiernosdesviar la atención de los problemas y sustraerse a su propia responsabilidad res-pecto a ellos, remitiéndola en exclusiva a un determinado sector de la población.Esto puede ser reforzado adicionalmente con el recurso a medidas biopolíticas,mediante las cuales los migrantes acaban siendo presentados como amenazas po-tenciales para la salud del país.7Con independencia de la imposibilidad de con-trolar eficientemente la migración, este tipo de discursos estigmatizadores y ex-cluyentes comenzaron a cultivarse ya a finales del siglo XIX y comienzos del XX(por ejemplo, los referidos a la inmigración masiva en Argentina), pudiendo in-cluso extenderse, mediante la movilización de prejuicios y estereotipos, a ámbitosaparentemente tan socialmente inocuos como la profesión docente. El artículo deCarlos Sanhueza sobre la masiva llegada de profesores alemanes al sistema edu-cativo chileno es muy ilustrativo al respecto.

El uso de violencia física en contra de los migrantes y como consecuencia delos procesos migratorios se ha convertido en los últimos años en un fenómeno deconsiderable transcendencia. Especialmente en el caso de los migrantes proceden-tes de América Central que atraviesan México en dirección a los EE.UU., es sa-bido cómo muy a menudo acaban convirtiéndose en víctimas propiciatorias ya seade organizaciones criminales o del ejército y la policía. En Centroamérica, por

7 Natalia Molina: Fit to be Citizens? Public Health and Race in Los Angeles, 1879-1939. Berkeley 2006; Alexandra Minna Stern: Eugenics beyond Borders. Science and Medicalization

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208 Silke Hensel ejemplo en Guatemala y El Salvador, las bandas juveniles son el ejemplo másterrible de cómo la esperanza frustrada de una vida mejor en la emigración puedeacabar traduciéndose en el estallido de conductas altamente violentas, tanto en elpaís de origen como en el de destino. En ambos casos es cierto que también otrosfactores juegan un papel importante, pero permanece el interés por determinar si(y en su caso en qué medida) también la violencia condiciona los procesos migra-torios a lo largo de la historia. Se trata de un tema que se ha abordado ya en elcaso de la migración forzada de esclavos africanos, pero en este punto es sin dudaimprescindible completar el análisis mediante la introducción de categorías degénero, pues es obvio que hombres y mujeres resultan afectados en forma diversapor el uso de la violencia. Pero también la cuestión de en qué forma la migración(o su ausencia) influye sobre las identidades colectivas de personas de uno u otrosexo sigue abriendo interesantes perspectivas a la investigación.8

8 Vid. Marisol de la Cadena: ‘Women Are More Indian’: Ethnicity and Gender in a Com- munity near Cuzco. En: Brooke Larson/ Olivia Harris (eds.): Ethnicity, Markets, and Migrationin the Andes. At the Crossroads of History and Anthropology. Durham/ Londres 1995, pp. 329-

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C ARLOS S ANHUEZA

EL DEBATE SOBRE EL EMBRUJAMIENTO ALEMÁN. CIRCULACIÓN DE SABERES E IDENTIDAD. CHILE, FINES DEL SIGLO XIX

No exento de sentido del humor, Eduardo de la Barra abría en 1899 con unacaricatura su diatriba publicística contra la masiva presencia de profesores alema-nes en el Chile de fines del siglo XIX:

Los alemanes han venido a desasnarnos¡ dice un asno de La Tarde. Todo se lo debe Chile a los alemanes! Desde La Ley repite Tatín , […], con una deliciosa inocencia, como si viniera dellimbo…¿Y Los Andes también?1

De lo que aquí se trataba no era tan sólo del despecho de quien se sentía des-plazado ante la arremetida de formas de enseñanza foráneas, sino también de lasprevenciones existentes respecto a los efectos que esta preponderancia pudiesellegar a tener – unas consecuencias que iban más allá de la esfera pedagógica. Enefecto, la fundación de instituciones educativas inspiradas y dirigidas por alema-nes de alguna forma vino a alterar el cuadro predominante en Chile. El presenteartículo analiza, en especial a partir de las críticas lideradas en la prensa porEduardo de la Barra, en qué sentido estas polémicas dejan al descubierto un con-junto de referencias y límites sobre los cuales se construyó en Chile la noción deuna nación y de una educación nacional a fines del siglo XIX. 1. E L CONTEXTO

A finales de la centuria decimonónica Alemania concentraba un inusitado inte-rés de parte de cierta élite intelectual latinoamericana. En Chile, como en otrospaíses, se interpretaba su adelanto como consecuencia directa de su desarrollocientífico y éste, a su vez, como resultado de su orientación pedagógica. Los triun-fos militares obtenidos por Prusia desde la década de 1870 no habían hecho nada1Eduardo de la Barra: El embrujamiento alemán. Santiago de Chile 1899, p. 197.

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210 Carlos Sanhueza más que reforzar la percepción de una región que se alzaba por sobre sus vecinos.A la vez, Francia perdía atractivo como modelo cultural.2

En el marco de esta atracción por Alemania, y ante la carencia de institucioneseducativas que formaran a los profesores chilenos,3el gobierno de Domingo SantaMaría envió en 1883 una misión pedagógica a Berlín, integrada por Valentín Le-telier, Claudio Matte y José Abelardo Núñez. Este viaje se enmarcó en un intentode parte de la intelectualidad liberal respecto a reformar la educación pública chi-lena.4El resultado final de tal trabajo exploratorio, tras haber analizado los pros ylos contras de la formación educativa prusiana, fue la fundación en 1899 de unInstituto Pedagógico en Santiago inspirado en el modelo alemán.5

Esta institución fue la avanzada de toda una modificación del sistema educativonacional. Dichas reformas se organizaron sobre dos pilares. Por un lado, se bus-caba minimizar la poderosa influencia de la iglesia católica, en pos de construiruna educación pública y laica. Por otro, se pretendía dotar a la educación chilenade un contenido científico, aspecto que bajo un fuerte control religioso era igual-mente dificultoso. En ambas orientaciones el Instituto Pedagógico estaba llamadoa ser señero, así como un modelo para el resto del sistema nacional. Valentín Le-telier, uno de los inspiradores del Instituto, buscaba introducir métodos pedagó-gicos alemanes (como el de Johann Friedrich Herbart), pero también a docentesambientados en formas de enseñanza racionalistas. El llamado enfrentamiento dela cultura ( Kulturkampf ), que en Alemania opuso al constructor del estado alemánOtto von Bismarck contra el catolicismo, en el afán del primero de limitar la in-fluencia de la Iglesia en la educación y la opinión pública, era visto como unaherramienta anticlerical. De ahí que, a modo de asegurarse contra influencias ex-ternas (como de la de la iglesia católica) sólo se contratasen profesores alemanes2Jean-Pierre Blancpain: Les allemands au Chili: 1816-1945. Colonia 1974, p. 665.

3 Si bien existía una experiencia de formación de docentes primarios, impulsada por Sar- miento desde 1843 al fundarse la primera Escuela Normal, la preparación de profesores secun-darios no estaba sistematizada. E incluso, muchos de los que desempeñaban dichas funcioneslo hacían desde la experiencia y los conocimientos adquiridos en sus profesiones u actividadesespecíficas, sin contar con una preparación pedagógica adecuada, ibidem, p. 654.

4 Sobre la estadía de Valentín Letelier en Berlín vid. Carlos Sanhueza/ Isidora Puga Se- rrano: Noticias desde Berlín. Cartas de Valentín Letelier a Darío Risopatrón Cañas (1883-1885). En: Revista Historia vol. 39, no. 2 (2006), pp. 557- 580.

5 Andrea Krebs/ Ursula Tapia: Los Alemanes y la Comunidad Chileno-Alemana en la His- toria de Chile. Santiago de Chile 2001; vid. también Valentín Letelier: La lucha por la cultura.Santiago de Chile 1895, pp. 355-420; o la reedición: Idem: El Instituto Pedagógico. Santiagode Chile 1940.

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211 para su puesta en marcha. Así mismo, durante la búsqueda y contratación en Ale-mania se optó por intentar cubrir distintas disciplinas y sus especialidades, talescomo Botánica, Química, Matemáticas, Zoología, Filología, Historia y Geografía,etc. cuando lo que en Chile predominaba era el modelo de formación generalista(enciclopédico) basado en la memorización.6

A todas luces la instalación de este centro educativo fue un acontecimientoinusitado, no tan sólo porque se optaba por el desarrollo disciplinar en una épocaen la que tales especialidades casi no existían en Chile, sino también debido a queprácticamente la totalidad de sus docentes procedían de un solo país extranjero.Si bien Chile había contado desde sus inicios republicanos con intelectuales forá-neos (Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, Claude Gay, entre otros), hastaentonces no se había dado una preponderancia tan notoria de una nación particu-lar. Esta situación dio pie a que se criticase el modelo trasplantado a partir delorigen de sus creadores, entremezclando las referencias al sistema pedagógico conlas características asociadas a los alemanes en general. A partir de allí se instalóen la opinión pública una controversia, liderada por el antes mencionado Eduardode la Barra, dirigida a poner en duda el real aporte de los profesores alemanes enChile, así como a denunciar las consecuencias negativas de su labor para la edu-cación nacional. 2. E L DEBATE

Se ha afirmado que en Chile la prensa fue el principal medio utilizado en lacenturia decimonónica, en tanto que lugar donde se resolvieron “los conflictossobre la base de la argumentación”.7Estos debates se centraron principalmente enlas características de la nación, la organización del Estado y en sus principios le-

6 Cristina Alarcón: El discurso pedagógico fundacional de docentes secundarios. Sobre la transferencia educativa alemana en Chile (1889-1910). Buenos Aires 2010, pp. 77-109; Idem:Génesis de la formación docente de enseñanza secundaria en Chile. La influencia alemana(1889-1910). En: Propuesta Educativa vol. 16, no. 27 (2007), pp. 101-103; Rolando Mellafe/María Teresa González: El Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile (1889-1981): suaporte a la educación, cultura e identidad nacional. Santiago de Chile 2007; Regina Zúñiga:Para una historia del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Memoria de Tesis paraoptar al título de Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Políticas. Santiago de Chile 1961.

7 Ana María Stuven: La seducción de un orden. Las élites y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX. Santiago de Chile 2000, p. 17.

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212 Carlos Sanhueza gitimadores. La instauración de un centro educativo de la envergadura del Insti-tuto Pedagógico, por su parte, tampoco estuvo ajena a la discusión y al escrutiniopúblico.

En 1899, un conjunto de artículos aparecidos en diferentes periódicos naciona-les discutieron la enseñanza alemana dada en el Instituto Pedagógico, la cual, se-gún lo señalaba el intelectual De la Barra, “ni por sus propios medios ni por susresultados corresponde a las expectativas en ella fundadas, ni a los sacrificios quecuesta a la nación”.8La metáfora del “embrujamiento alemán” fue la herramientadiscursiva utilizada a fin de explicarse el origen del este interés por la pedagogíaalemana, como su primacía en el medio educativo local, que en gran medida re-basó al propio Instituto Pedagógico de Santiago. De la Barra definía el conceptode “embrujamiento alemán”:es una especie de hipnotismo a virtud de la cual los embrujados atropellan por todo, como losmuchachos que exhibía Onofroff, y en su afán de enaltecer a sus fetiques alemanes, no trepidanen sacrificarles el pasado de Chile deprimiendo a sus hombres, negando la verdad histórica...9

Resulta interesante advertir cómo esta noción de embrujamiento probablementeno fue elegida al azar, puesto que históricamente había sido un tópico para refe-rirse a lo alemán durante todo el siglo XIX: un país enclaustrado en su intelectua-lismo, sin lograr ir más allá de sus cavilaciones. E incluso los viajeros latinoame-ricanos en Alemania durante el siglo XIX, como el chileno Benjamín Vicuña Ma-ckenna o el argentino Domingo Faustino Sarmiento, en más de un ocasión se ha-bían referido al pueblo alemán como envuelto “en neblinas”, “encantado”.10Dela Barra, en este sentido, instalaba un punto de partida poderoso que le permitíaarremeter en contra de las supuestas virtudes de los profesores alemanes avecin-dados en Chile. Por otro lado, un conjunto de referencias, tales como el conceptode fetique descrita por el padre de la psicología alemana Wilhelm Wundt referidaa noción de culto a objetos, o la mención del famoso hipnotizador ruso Onofroff,

8 De la Barra: Embrujamiento, p. III; Eduardo de la Barra (1839-1900), ingeniero de for- mación, pero conocido como literato, filólogo, periodista y educador (entre 1877 y 1891 fueRector del Liceo de Valparaíso) representa el tipo de intelectual decimonónico de cultura ge-neralista. Publicó sus artículos entre otros en los siguientes periódicos: La Tarde , Libertad Elec- toral , El Ferrocarril , La Frontera , La Discusión , etc.

9 De la Barra: Embrujamiento, p. IV.

10 Carlos Sanhueza: Desde el otro lado del rio Rhin. Viajeros chilenos en Alemania y repre- sentación de la identidad nacional (siglo XIX). En: Ottmar Ette/ Horst Nitschack (eds.): Trans-Chile. Cultura-Historia-Itinerarios-Literatura-Educación. Un acercamiento transareal. Madrid/Fráncfort del Meno 2010, pp. 27-38; en general vid. Carlos Sanhueza: Chilenos en Alemania yalemanes en Chile. Viaje y nación en el siglo XIX. Santiago de Chile 2006.

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213 dibujaban un cuadro de encandilamiento irracional e injustificado con la pedago-gía alemana.11En otro sentido, la idea de que tal culto a lo germano negaba laverdad histórica venía a destacar el vínculo con otra parte de la cultura europea,en particular con Francia, una relación que tal embrujamiento terminaría por rom-per. La imagen de una cultura alemana hechizadora evocaba el atropello injustifi-cado de la cultura francesa ilustrada, la cual De la Barra creía firmemente insta-lada en Chile.

Los reproches a los docentes alemanes se basaban en una mezcla de argumentospedagógicos, como respecto de una supuesta cultura alemana común que cuestio-naba su real aporte a la cultura y educación nacional. Por un lado, se les criticabasu incapacidad para formar a los futuros docentes chilenos que pudieran continuarsu trabajo:

Hemos confiado las Escuelas Normales y Liceos de Niñas, a fardo cerrado, a alemanas […],que amenazan eternizarse en el monopolio de la instrucción, hacen la guerra a las profesoraschilenas en vez de alentarlas. No pocas pruebas han dado tales extranjeras de insuficiencia […],pero siempre encuentran ciegos apasionados que las amparen por el hecho de ser alemanas. […]Las maestras alemanas han sido incapaces de formar maestras chilenas.12

Esta incapacidad se asociaba a una suerte de carácter alemán altanero, obce-cado, que menospreciaba lo nacional, muy distante de los profesores norteameri-canos “formados en la vida republicana y superiores por su cultura a las maestraseuropeas”, una nacionalidad cuyos resultados habrían sido, según de la Barra, “fe-cundos en buenos resultados” en Argentina.13Esta característica alemana, conti-nuaba De la Barra, terminaba por humillar al pueblo chileno, lo que a la larga nosólo afectaba la propia formación intelectual, sino también su moralidad:

Qué puede esperarse de un país si menosprecia lo propio en obsequio de lo extraño; y doblahumildemente el cuello para servir de cascabel […] [a un] extranjero a quien cree un dios […]?¿Acaso por que la Alemania alcanza hoy tanta altura en las ciencias, todo lo alemán nacidodebe ser de primer orden? ¿Acaso por que la industria germánica es floreciente, debemos acep-tar como legítimas todas las falsificaciones con que inundan nuestro mercado?14

Por otro lado, se afirmaba que el mérito de introducir nuevas técnicas pedagó-gicas era más bien de los chilenos, en la medida en que lo habían estudiado yadaptado en el país, y no de los sobrevalorados profesores alemanes. Según De la

11 Respecto a la noción de fetique en Wilhelm Wundt ver Grundzüge der physiologischen Psichologie. Tomo II. Leipzig 1874, lección 46, p. 202.

12 De la Barra: Embrujamiento, pp. 3-4.

13 Ibidem, p. 3.

14 Ibidem, p. 8.

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214 Carlos Sanhueza Barra, Chile había traído la escuela alemana “como se trae una máquina perfec-cionada”, y si en ello cabía algún mérito era más bien de había quien concebido yordenado la reforma: “Si vienen operarios a enseñar el uso de la máquina nuevaalgún mérito tienen, si lo hacen bien, aunque muy secundario; pero, sería ceguerapretender colgarles los merecimientos del introductor y del inventor.”15

Resulta notable cómo tales críticas, en parte motivadas por posturas ideológi-cas, reconocían y evidenciaban en qué medida la introducción de nuevos sistemasde formación pedagógica no constituía un mero trasplante acrítico de ideas forá-neas, sino más bien todo un proceso de apropiación dirigido por la propia intelec-tualidad nacional. En este sentido, aquí se ponían los límites de la labor empren-dida por los profesores extranjeros en la medida en que ésta se basaba en lo reali-zado por los reformadores chilenos, como Valentín Letelier. De esta manera, enla perspectiva del crítico chileno, ‘endiosar’ a los profesores germanos inevitable-mente traía como consecuencia una subvaloración de lo nacional. En este punto,la nación emergía como un elemento más en la polémica pedagógica. 3. U NA IDENTIDAD AMENAZADA

Resulta interesante observar cómo tras estas polémicas respecto del embruja-miento alemán se encuentran discusiones acerca del impacto de las reformas sobrela formación cultural del país. Tempranamente, ya desde trabajos escritos por Dela Barra en el exilio argentino en 1894, es posible encontrar referencias naciona-listas frente a la presencia de profesores alemanes en el país.16De ahí que De laBarra, algo irónico, fustigase al profesor de filología clásica Federico Hanssen sufalta de “oído castellano”, aun a pesar de su paciencia “realmente germánica” paraentender la fonética española.17Aquí no sólo estamos ante una mención “técnica”,sino antes bien ante la instalación de estereotipos nacionales.

Sin lugar a dudas, el hecho de que alemanes enseñasen lenguas de origen latinoera un verdadero oprobio. En este punto, los dardos de los intelectuales chilenosapuntaban directamente a Rudolf Lenz, profesor de lenguas del Instituto Pedagó-gico. En un cierto sentido, se consideraba una anomalía el ver a un alemán ense-ñando francés en la medida en que no podía pronunciarlo correctamente, ni menos15Ibidem, p. 18.

16 Eduardo de la Barra: Ensayos filológicos americanos. Carta al profesor D. Rodolfo Lenz sobre la introducción al estudio del lenguaje vulgar de Chile. Rosario de Santa Fe 1894.

17 Idem: Crítica Filolójica. Examen i refutación de algunas teorías i opiniones del profesor

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215 aún transmitir el bagaje cultural que todo idioma suponía. Al respecto, De la Barrarecurría a la ironía: “Un francés me decía: El señor Lenz habla mi lengua comoun mozo de cervecería alemana, y por ello entiendo que lo pronuncia mal”. Eneste punto, De la Barra criticaba, además, la “fantasía fonética” que utilizaba Lenzpara enseñar la lengua, invalidando su perspectiva filológica germana para com-prender un idioma.18

Si ya era un problema el concebir a un alemán dando clases de español o fran-cés, aún más grave constituía el intento del propio Lenz por aplicar estudios filo-lógicos en Chile. De la Barra se burlaba de la posibilidad de que el profesor ale-mán hubiese localizado en tan poco tiempo y casi sin recorrer el país una lenguanacional, “anunciando al mundo que había descubierto en Chile una lengua envías de formación, la lengua huasa , de donde iba a salir un nuevo castellano”.19En este punto, se criticaba con dureza la osadía de estudiar una materia ya desa-rrollada, y supuestamente cerrada, por Andrés Bello.20

Un hecho que marcó profundamente la oposición a Lenz fue el estudio reali-zado por éste, según De la Barra “con fines folkloristas”, al idioma mapuche oaraucano. Esta aproximación al mapuche, en tanto se lo concebía como un idiomamás, fue muy resistido al socavar de alguna forma ciertos parámetros sobre loscuales se concebía la cultura nacional, esquema en el cual las lenguas indígenasno cabían.

En primer lugar, De la Barra minimizaba la importancia de la lengua mapucheque, según él, nadie sabía en Chile “fuera de los mismos indios y uno que otrolenguaraz de la frontera”. El método seguido por Lenz, en otro sentido, era des-crito simplemente como la utilización de cuentos narrados por un mapuche, “losmás de origen español”, y que Lenz anotó, hizo traducir por el propio indígena,haciendo posteriormente la transcripción fonética “tal y como en su oído teutónicosonaban las voces de su maestro araucano”. Este trabajo, minucioso (“Los alema-nes cuando se aferran a una idea, por pequeñita que sea, hacen de ella el todo desu vida…”) fue llamado “por los germanomaniacos pomposamente como la res-tauración del araucano que se encontraba definitivamente perdido”.21Ante esta18De la Barra: Embrujamiento, p. 98.

19 Ibidem, p. 102.

20 En el conocido debate lingüístico durante la década de 1840 prevaleció el juicio de Andrés Bello quien abogó por una norma única del castellano según los criterios de buen gusto y usocastizo. Al contrario, Sarmiento defendió un concepto de lengua como patrimonio popular demanera que propuso una reforma ortográfica basada en la práctica hispanoamericana, Stuven:Polémicas Culturales, pp. 169-194.

21 De la Barra: Embrujamiento, pp. 102-103.

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216 Carlos Sanhueza labor el publicista chileno se preguntaba: ¿Es necesario recoger “algunos jironesde esa lengua”? Para De la Barra, lo anterior era simplemente inútil, puesto que“el araucano hechizo del señor Lenz no redimirá la raza de Lautaro y Caupolicán[…] ni servirá de gran cosa […], ni traerá luz a nuestra instrucción pública, nidespertará a la Universidad de su letargo”?22E incluso, continúa, de lograr com-prender la pronunciación del mapuche, ni siquiera valdría la pena puesto que, alno tener dicha lengua una literatura, “permanecería mudo, con o sin transcripciónfonética”. En este sentido, para De la Barra, la justificación respecto de que unestudio filológico permitiría rescatar la cultura indígena era un despropósito:“Rehacer la vida de un pueblo sin literatura por medio de la lengua, es tan vanocomo pretender trazar la historia del tumultuoso océano escuchando el vago ru-morear de los cóncavos caracoles.”23

El empeño por estudiar este idioma, finalmente, lo único que lograba era laidentificación de Chile “¡como pueblo semi-salvaje, digno de apellidarse arau-cano!” Según de la Barra, dado que “todo europeo que se embarcaba para Américacree que viene a tratar con indios”,24resultaba extremadamente peligroso estaasociación de la cultura nacional chilena con sus ‘ramificaciones’ indígenas.

Aún más complicado resultaba aceptar el resultado del trabajo filológico deLenz al concluir éste que el español chileno, en especial su habla popular, poseíauna fuerte raigambre lingüística con el mapuche.25En efecto, Lenz buscaba “co-nocer exactamente la lengua araucana”, de modo de investigar “como habla elpueblo chileno y cuántas cosas aprendieron los castellanos de los indios y hastaque punto esto se ve reflejado en la lengua”.26Por la misma época en la que Lenzera atacado, éste preparaba un diccionario etimológico del habla nacional deri-vado de lenguas indígenas, texto que tuvo que posponer hasta comienzos del sigloXX dado el gran rechazo que suscitaba.27De hecho, los trabajos respecto a la22Ibidem, p. 105.

23 Ibidem, p. 179.

24 Ibidem, pp. 105-106.

25 Alfonso M. Escudero: Rodolfo Lenz. En: Thesaurus. Boletín del Instituto Caro y Cuervo vol. 18 (1963), pp. 451-452.

26 María Ángeles Álvarez Martínez: Rodolfo Lenz. Contribución gramatical y lexicográfica. En: Historiographia Linguistica vol. 24 (1997), p. 205.

27 En una carta dirigida a Lehmann-Nitsche, Lenz le transmite su inquietud por la oposición que su obra traería en Chile. Ver Cartas de Rodolfo Lenz a Robert Lehmann-Nitsche. LegadoLehmann Nitsche. Carpeta N-0070 b 420. Instituto Iberoamericano de Berlín, Alemania.

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217 lengua nacional chilena, los llamados Chilenische Studien , tuvieron que ser pu-blicados en idioma alemán.28

Lenz, formado en la tradición germana, defendía el estudio del habla popular yde sus raíces, en este caso indígenas, que le daban vida y movilidad lingüística:[…] en todos los pueblos cultos de Europa, el estudio de los dialectos populares ocupa unaposición muy importante, igualmente que el estudio de las costumbres, los cantares, los prover-bios y dichos del pueblo, siendo todos éstos, ramos de una ciencia joven denominada con pala-bra inglesa folklore , filología demográfica, o si me permite un término nuevo, pero claro, la demolojía .29

De ahí que, desde una perspectiva descriptiva, Lenz viese en el idioma mapucheuna fuente para comprender el habla popular chilena y, por ende, el español ha-blado en el país. Como lingüista, destacó que Chile, por su carácter mestizo, erael único país comparable a la Galia o a España luego de las invasiones romanas,y que la existencia de hablantes del mapudungún ofrecía circunstancias propiciaspara estudiar las “influencias étnicas” en el español popular.30

Esta perspectiva, sin embargo, fue muy resistida por los detractores al estudiosoalemán. En efecto, para De la Barra desde un punto de vista prescriptivo, antesque una base lingüística, el mapuche era más bien un impedimento para el desa-rrollo del idioma:

El araucano influye en la pronunciación viciosa del pueblo, la cual trasciende al salón al club,al púlpito y al parlamento, y que tal influencia se refiere, en particular, al acento, a la entonación,a la dulcificación de algunos sonidos i apagamiento i supresión de otros, i viceversa.31

28 Rodolfo Lenz: Chilenische Studien. I-VII. En: Phonetische Studien vol. 5 (1893), pp. 272-292, y vol. 6 (1893), pp. 18-34, 151-166, 274-301. Ver también Alba Valencia: El legadode tres maestros. Lenz, Oroz y Rosales. En: RLA. Revista de lingüística teórica y aplicada vol.31 (1993), pp. 144-145. Recién en 1940 Amado Alonso y Raimundo Lida editaron una traduc-ción castellana comentada de esos estudios en Buenos Aires, ver Amado Alonso/ RaimundoLida: El español en Chile. Trabajos de Rodolfo Lenz, Andrés Bello y Rodolfo Oroz. BuenosAires 1940.

29 Rodolfo Lenz: Ensayos filológicos americanos. I-II. En: Separata de Anales de la Uni- versidad de Chile vol. 87 (1894), p. 132.

30 Lenz: Ensayos filológicos, p. 122. La perspectiva de Lenz remite a la teoría lingüística del sustrato que se utilizaba en Europa para explicar la evolución del latín vulgar hacia losdiferentes idiomas romanos mediante la influencia de antiguas lenguas locales, GabrieleKnauer/ Martin Kaluza: Die ‘indigenistische Theorie’ der Phonetik im chilenischen Spanischvon Rodolfo Lenz: Ein Vorläufer der modernen Kontaktlinguistik? En: PhiN. Philologie imNetz vol. 3. (1998) <http://web.fu-berlin.de/phin/phin3/p3t1.htm> (30.11.2010), p. 4.

31 Citado según: Alonso/ Lida: Español en Chile, p. 305.

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218 Carlos Sanhueza

Frente a este interés por las lenguas indígenas, De la Barra más bien optaba porprofundizar el estudio del francés o el inglés, antes que “perder el tiempo” con“dialectos” que, para él, perjudicaban el idioma y, por lo demás, “prácticamenteni se hablaban”.32Su crítica de los estudios folclóricos y del mapudungún promo-vidos por Lenz superaba la cuestión lingüística de prescripción (De la Barra) ver-sus descripción (Lenz). La afirmación de Lenz de que “Chile debe lo que es a supueblo bajo, a esa raza de sangre mezclada española i araucana”33no sólo incluíalos mapuche en la nación, sino que también amenazaba el poder normativo de laélite culta confiriendo a la plebe el estatus de lo más auténticamente chileno. Eneste punto, el intelectual chileno situaba los límites de la educación pública chi-lena, al mismo tiempo que marginaba lo que se consideraba ajeno y distante a lonacional, aún cuando estuviese dentro de su territorio. Europa, antes que lo ma-puche, resultaba más cercano, familiar y deseado. 4. C ONCLUSIONES

Es posible entender los debates sobre el embrujamiento alemán en tanto res-puesta a la profunda alteración que significó la instalación del Instituto Pedagó-gico de Santiago de Chile.34En efecto, la introducción de la pedagogía germana,al enfatizar las especialidades y la educación laica, dejó a un grupo importante deintelectuales chilenos, como el propio De la Barra, fuera de los cánones de la aca-demia recién fundada. Inevitablemente, la adopción de un modelo basado en lí-mites disciplinarios cada vez más acotados hacía que los profesores nacionales,herederos de una tradición generalista o enciclopédica, ni siquiera pudieran arti-cularse como interlocutores válidos. En este sentido, el factor nacionalista fue unaherramienta en pos de defender el trabajo frente a los extranjeros.

En otro aspecto, dado el origen de los profesores del Instituto Pedagógico, estadefensa se conformó como una oposición a la cultura alemana, en la medida enque parte importante de la intelectualidad chilena se sentía tributaria de la culturafrancesa. A lo anterior se sumaba la orientación religiosa protestante de la mayoría32De la Barra: Embrujamiento, p. 107.

33 Lenz: Ensayos filológicos, p. 132.

34 Carlos Sanhueza: El debate sobre ‘el embrujamiento alemán’ y el papel de la ciencia alemana por fines del siglo XIX en Chile. En: Barbara Göbel/ Gloria Chicote (eds.): Ideas via-jeras y sus objetos: El intercambio científico entre Alemania y América austral. Madrid/

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219 de los profesores alemanes recién llegados, aspecto que era percibido como forá-neo a la religión predominante en Chile.

La oposición a la presencia y a la labor realizada por los profesores alemanes,por otro lado, dejó al descubierto ciertos límites a partir de los cuales se concebíala cultura nacional en parte de su élite. Primero, la negación rotunda a homologarel habla popular a una suerte de ‘cultura nacional’ fue fuertemente resistida. Desdeeste punto de vista, la posición filológica de los estudiosos alemanes, como Lenz,atentaba contra el anhelo de ser parte de la cultura latino-europea. En este marco,la cultura popular era más bien un elemento desdeñado y oculto. En segundo lu-gar, la vinculación que Lenz hizo entre la lengua mapuche y el habla ‘nacional’resultaba inconcebible. Ya la sola posibilidad de estudiar dicha lengua era vistacomo innecesaria y hasta peligrosa en la medida en que desde afuera se podíaidentificar a Chile con sus pueblos originarios. En la esfera de lo que se conside-raba ‘nacional’, el factor indígena estaba definitivamente marginado.

El debate sobre el embrujamiento alemán permite vislumbrar las complejidadesde las definiciones nacionales. En este aspecto, la nación, antes que expresión‘patriótica’, emergía como criterio de legitimidad y poderoso argumento. De allíque fustigar a la pedagogía alemana fuese, en el fondo, una crítica a la culturaalemana.

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D ÉBORA B ENDOCCHI A LVES

CONSTRUÇÃO IDENTITÁRIA DOS IMIGRANTES ALEMÃES NO SUL DO BRASIL: SÉCULO XIX

Nos últimos anos, tem-se notado uma preocupação crescente em preservar acultura teuto-brasileira nas áreas de colonização alemã no Brasil. Além dealgumas manifestações muito exploradas pela indústria do turismo, recentementefoi introduzido o ensino oficial da língua alemã nas escolas públicas dosmunicípios em que a maioria da população continua sendo formada pordescendentes de alemães. Em 2011, a Constituição Estadual do Espírito Santoreconheceu a língua pomerânea como patrimônio cultural do Estado e, tanto nascidades de Santa Maria do Herval, no Rio Grande do Sul, quanto em AntônioCarlos, em Santa Catarina, o dialeto runsquiano ( Hunsrückisch ) passou a serministrado nas escolas primárias. Em muitas outras antigas colônias, não só noRio Grande do Sul e Santa Catarina, mas também no Paraná, Minas Gerais eEspírito Santo, o alemão passou a ser considerado como co-língua nas escolasprimárias.

Nosso objetivo, neste artigo, é refletir sobre a criação de uma identidadeespecífica dos imigrantes alemães e seus descendentes durante o século XIX noSul do Brasil, região de forte imigração alemã, para entendermos os movimentosatuais de preservação ou criação das tradições teuto-brasileiras. Consideramosque a construção de uma identidade teuto-brasileira foi o resultado da interligaçãode três componentes básicos: o projeto de imigração e colonização do governobrasileiro, as ideias difundidas pelos intelectuais alemães sobre as vantagens daemigração para o Sul do Brasil, sobretudo a partir da década de 1840, e osinteresses dos próprios colonos alemães e seus descendentes. Acreditamos não serpossível estudar o fenômeno sem levar em consideração esses três fatoresconjuntamente. 1. I MIGRAÇÃO E COLONIZAÇÃO ALEMÃ NO S UL DO B RASIL

A política imigratória no Brasil fora iniciada na época de Dom João VI, quandoa corte portuguesa, fugindo da invasão napoleônica, instalou-se, em 1808, no Rio

222

222 Débora Bendocchi Alves de Janeiro. Dom João, príncipe-regente e, a partir de 1815, rei de Portugal, Brasile Algarve, tomou várias medidas para transformar a cidade do Rio de Janeiro emsede do governo português e organizar a antiga colônia. Foram fundadas asprimeiras faculdades de medicina, em Salvador e Rio de Janeiro, a ImprensaRégia, a Academia Militar, o Jardim Botânico, o Museu Imperial, a BibliotecaReal e a Academia de Belas Artes no Rio de Janeiro. Mas, apesar das melhorias,o monarca se deparou com uma população predominantemente de escravos e comum grande território ‘despovoado’.1Havia a necessidade urgente de organizar astropas para a defesa do território americano, da monarquia e das rotas comerciaisportuguesas. A questão principal que se colocava era de como recrutar soldadosem uma população formada, na sua maioria, por não-cidadãos, isto é, por escravosnegros. Após a Independência do Brasil em 1822, o imperador D. Pedro I recorreua mercenários estrangeiros, irlandeses e alemães,2mas o problema não tendo sidoresolvido, agravou-se durante a Guerra do Paraguai (1865-70).

D. João VI, juntamente com seu ministro Tomás Antônio de Vila NovaPortugal, na tentativa de solucionar o problema, desenvolveu toda uma política depovoamento baseada na imigração. Com o intuito de atrair um grande número deeuropeus, permitiu-se em 1808, através de um decreto, a imigração de não-católicos facilitando a entrada de protestantes no Brasil. A partir desta data, algunsexperimentos com a formação de colônias de europeus foram realizados mas comparcos resultados com exceção da colônia Nova Friburgo, no Rio de Janeiro,fundada em 1819 com imigrantes provenientes de início dos cantões suíços. Asdemais tentativas foram empreendimentos particulares que não prosperaram.3Dom Pedro I deu continuidade à política de povoamento de seu pai mas dirigidaà ocupação de terras públicas devolutas na extremidade sul do Império, região defronteira e de conflito com os vizinhos hispânicos. A política imigrantista estava,

1 Em 1822, a população do Brasil era composta de cerca de 1.347.000 brancos, 3.993.000 negros e mestiços entre escravos e livres, além de 600.000 indígenas, Emília Viotti da Costa:Da Senzala à Colônia. São Paulo 1982, p. XV. Dentro da perspectiva dos colonizadores, osgrupos indígenas do território não eram vistos como habitantes. Daí os portuguesesconsiderarem o vasto território brasileiro como ‘vazio’ ou despovoado.

2 Caio Prado Jr.: Evolução Política do Brasil. São Paulo 1977, p. 235.

3 Uma das tentativas privadas fracassadas foi a do naturalista alemão Georg Heinrich von Langsdorf (1774-1852), cônsul-geral do Império Russo no Brasil e responsável por uma grandeexpedição ao interior do país. Langsdorf levou para a sua fazenda Mandioca, na Serra daEstrela, Rio de Janeiro, alguns camponeses alemães na tentativa de explorar a sua propriedadecom a mão de obra livre europeia. O cônsul era um grande partidário da emigração europeiapara o Brasil, Débora Bendocchi Alves: Das Brasilienbild der deutschen Auswanderungs-werbung im 19. Jahrhundert. Berlim 2000, p. 47.

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223 desde seus primórdios, vinculada à ideia de um processo civilizatório através daformação de um povo com raízes europeias, quer dizer, de ‘brancos’.4O marcoda colonização alemã no Brasil é 1824, ano da chegada dos primeiros alemães àcolônia de São Leopoldo, situada no vale do Rio dos Sinos, no Rio Grande do Sul.A partir dessa data, a imigração, como política do governo central, passou a serfeita de modo sistemático com o objetivo de ocupar o território através dopovoamento e da produção de alimentos em pequenas propriedades agrícolasempregando mão de obra familiar. Outras colônias alemãs foram fundadas nasdécadas de 1820 e 30, mas sem muito sucesso. Com a exceção de São Leopoldo,as colônias que conseguiram se desenvolver rapidamente foram organizadas apartir de 1846, após o término da Guerra dos Farrapos (1835-45), pelos governosprovinciais, não só no Rio Grande do Sul mas também em Santa Catarina,formando assim um espaço geográfico de influência alemã. Os núcleos coloniaisforam sendo paulatinamente formados em terras não disputadas pelas economiaslocais, terras consideradas devolutas, ficando, inicialmente, espacial esocialmente isoladas da sociedade brasileira. Além disso, no momento de suaformação e durante algum tempo, foram vistas pelos nacionais como colônias‘homogêneas’, pois para estas foram encaminhadas pessoas provenientes de umamesma região alemã e, conforme determinação do governo brasileiro, as picadas(localidades) deveriam ser compostas por imigrantes de uma mesma religião,católicos ou então protestantes.5

Os primeiros colonos que se instalaram em São Leopoldo receberam por partedo governo brasileiro um lote de terra, sementes, ferramentas, alguns animais e aisenção de impostos durante os seis primeiros anos, além do reembolso dasdespesas da viagem marítima. Essas vantagens ficaram praticamente restritas aesses primeiros imigrantes. Os demais receberam alguma ajuda como subvençãoda passagem transatlântica e alimentação até a primeira colheita, mas tinham quereembolsar, em alguns anos, o governo.6A partir de 1834, tanto a imigração comoa colonização deixaram de ser da responsabilidade do governo imperial passandoa ser geridas pelos governos provinciais. Por falta de capital e devido à Guerrados Farrapos no Sul, a imigração e colonização ficaram praticamente paralizadas

4 Celia Maria Marim de Azevedo: Onda negra, medo branco. O negro no imaginário das elites - século XIX. Rio de Janeiro 1987, p. 59.

5 Ellen Woortmann Fensterseifer: Identidade e Memória entre teuto-brasileiros: os dois lados do Atlântico. In: Horizontes Antropológicos, Porto Alegre v. 6, n. 14 (2000), p. 209.

6 Arlinda R. Nogueira/ Lucy M. Hutter: A Colonização em São Pedro do Rio Grande do Sul durante o Império (1824-1889). Porto Alegre 1975, p. 23.

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224 Débora Bendocchi Alves até 1846 quando foram fundadas, em Santa Catarina, as colônias Santa Isabel,Vargem Grande e Nossa Senhora da Piedade e, em 1849, no Rio Grande do Sul,a colônia Santa Cruz.7

Em 1832, foi promulgada a primeira lei que regulamentava a naturalização deestrangeiros. Esta determinava como prerrequisito para adquirir a cidadaniabrasileira, viver e trabalhar no país durante quatro anos. Em 1843, este períodofoi reduzido para dois anos.8(O que estava em foco nessa época, e não só noBrasil, era o debate sobre a formação dos Estados Nacionais e, para a suaviabilização, a homogeneização cultural, linguística e comunitária dos seushabitantes.)9Com a proibição do tráfico negreiro, em 1850, e a disponibilidadede capital decorrente daí, o Império almejava atrair um número grande deimigrantes europeus e assim ‘civilizar’ o mundo rural povoando e‘embranquecendo’ a população do país. A Lei de Terras, promulgada apenas duassemanas após a Lei Eusébio de Queiroz que proibia o tráfico transatlântico deescravos, determinou que a única maneira de se adquirir terras seria através de suacompra, ficando proibida a concessão gratuita como até então (sistema desesmaria). As chamadas terras públicas passaram a ser controladas pelos governosprovinciais que deveriam demarcá-las, vendê-las ou dispô-las para colonização.Essas medidas foram, na realidade, adotadas para dificultar o acesso à terra aospotenciais trabalhadores rurais tanto nacionais quanto estrangeiros.10

Na década de 1850 foram fundados, por iniciativa de particulares, inúmerosnúcleos coloniais nas duas províncias do Sul do Brasil sendo a colônia Blumenaue Dona Francisca (hoje a cidade de Joinville), ambas em Santa Catarina, exemplosde empreendimento particular bem sucedido no âmbito da colonização alemã noBrasil. Hermann Blumenau (1819-1899), um alemão de Hasselfelde, fundou em1850 a colônia Blumenau às margens do Rio Itajaí. Chegou ao Brasil pelaprimeira vez em 1846 como representante da Sociedade Hamburguesa deColonização, fundada em 1842, e com carta de recomendação de Alexander vonHumboldt e Carl Friedrich Philipp von Martius. Voltou à Alemanha em 1848 como seu projeto já elaborado e enviado ao Imperador Dom Pedro II. Blumenau

7 Manuel Diégues Jr.: Imigração, Urbanização e Industrialização. Rio de Janeiro 1964, p. 35.

8 Ibidem.

9 Luiz Felipe Alencastro/ Maria Luiza Renaux: Caras e modos dos migrantes e imigrantes. In: Alencastro, Luis Felipe (org.): História da Vida Privada. Império: a corte e a modernidadenacional. V. 2. São Paulo 1997, p. 295.

10 Emília Viotti da Costa: Da Monarquia à República. Momentos Decisivos. São Paulo 1985, p. 139-141.

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225 acabou assumindo o empreendimento sozinho e chegou à região em 1850acompanhado de 16 emigrantes.11Já Dona Francisca foi um empreendimento daSociedade Hamburguesa de Colonização, fundada por negociantes da cidadehanseática que havia adquirido terras de propriedade do príncipe Joinville, esposoda irmã de Dom Pedro II, Dona Francisca. Em 1851, chegaram os primeiro 118imigrantes à colônia e, em 1855, a Sociedade conseguiu angariar 1700 alemãesque foram encaminhados para o local. Tanto a colônia Blumenau como DonaFrancisca não conseguiram sobreviver por muito tempo como empreendimentosmeramente particulares e acabaram necessitando da ajuda financeira do governobrasileiro.

Durante o século XIX, calcula-se que 3.185 famílias alemãs se estabeleceramno Rio Grande do Sul. Dessas, 1186 eram provenientes da Pomerânia, BaixaSaxônia e Vesfália e 1509 da Renânia, Palatinado e Hessen, sendo mais de suametade composta por protestantes (luteranos, reformistas e menonitas).12Noperíodo entre 1820 e 1920, o número de emigrantes alemães com destino ao Brasilfoi de aproximadamente 113.000.13 2. I NTELECTUAIS ALEMÃES E A EMIGRAÇÃO PARA O S UL DO B RASIL

Com a emigração em massa ocorrida nos Estados Alemães, durante o séculoXIX, sobretudo a partir dos anos de 1840, surgiu no mercado uma literaturaespecializada que tratava de problemas e possíveis soluções para o fenômeno.Essa literatura não era lida pelos imigrantes em potencial, pessoas, na sua maioria,de formação rudimentar e de parcos recursos financeiros. Dai a importância dosperiódicos publicados na época, especializados ou não, mas que abordavamseriamente a questão.14Esse veículo de informação, além de alcançar um público

11 Em 1870 a Colônia Blumenau já possuía 6.000 habitantes, Karl Oberacker Jr.: Der deut- sche Beitrag zum Aufbau der Brasilianischen Nation. São Leopoldo21978, p. 293.

12 Emílio Willems: A Aculturação dos Alemães no Brasil. São Paulo 1980, p. 38.

13 Peter Marschalck: Deutsche Überseewanderung im 19. Jahrhundert. Ein Beitrag zur so- ziologischen Theorie der Bevölkerung. Stuttgart 1973, p. 50. Segundo o Instituto Brasileiro deGeografia e Estadística (IBGE), entre 1824 e 1933, chegaram ao Brasil por volta de 250.000alemães, sendo o período entre as duas Guerras Mundiais o mais intenso com um contingentede cerca de 80.000 indivíduos.

14 Podemos citar como exemplo Der Auswanderer. Schneeberg, 1848-1851; Hansa: Cent- ralorgan für deutsche Auswanderung, Colonisation und überseeischen Verkehr. Hamburg,1852-1857; Der Deutsche Auswanderer: Centralblatt der Deutschen Auswanderung und Colo-nisirung. Darmstadt, a partir de 1848; Der sächsische Auswanderer, a partir de 1850. Deutsche

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226 Débora Bendocchi Alves mais amplo, refletia bem as opiniões e ideologias da época. Tratavam do assuntoe davam informações precisas sobre os países de destino, data da partida dosnavios, preço das passagens, leis de emigração e, em relação ao Brasil, sobre ascolônias do Sul e sobre o sistema de parceria nas fazendas de café do Rio deJaneiro e São Paulo. Eram jornais destinados a um público específico, interessadoem emigrar ou mesmo que já havia tomado a decisão e estava em busca de maioresinformações. Um dos jornais especializados de maior importância e duração foi o Allgemeine Auswanderungs-Zeitung , fundado por Günther Fröbel e publicadoentre 1846/47 e 1871. Era impresso na pequena cidade de Rudolstadt, no atualEstado da Turíngia, distante de qualquer porto e fora das rotas de passagem dosemigrantes.

A cidade de Rudolstadt fazia parte, na época, de uma região pobre que haviasofrido muito com as mudanças econômicas e sociais ocorridas na primeirametade do século XIX na Alemanha. A pobreza e, principalmente, a falta deperspectiva para os camponeses e artesãos da região, fez com que muitos delesoptassem pela emigração. Entre 1834 e 1870, emigraram 5.391 pessoas da regiãodo Principado de Schwarzburg-Rudolstadt para o Novo Mundo, sendo apenas de12 a 15% para o Brasil. O auge do movimento emigratório da região ocorreu entre1851 e 1855 e, segundo as estatísticas, cerca de 850 a 900 pessoas se dirigiram aoBrasil entre 1852 e 1865.15A emigração atraiu nessa região, predominantemente,as famílias mais pobres, sem recursos e com um número grande de filhos. Nãotendo condições de arcar com as despesas necessárias para a emigração, muitosescolheram o Brasil, pois os gastos com a viagem eram subvencionados pelogoverno brasileiro e os primeiros anos no país, garantidos. Essas subvençõesprovocaram uma corrida daqueles desprovidos de capital à agência de GüntherFröbel, sobretudo dos provenientes da própria região.16

Günther Fröbel (1811-1878) herdou de seu pai, em 1835, a gráfica que desde1769 publicava o Rudolstädter Wochenblatt , um dos jornais mais importantes doPrincipado de Schwarzburg-Rudolstadt. Em 1845, abriu nessa cidade umaagência de emigração que organizava viagens para a América do Norte e do Sul

15 Sobre a emigração da região de Schwarzburg-Rudolstadt ver Rudolf Ruhe: Die Auswan- derung aus der Oberherrschaft des ehemaligen Fürstentums Schwarzburg-Rudolstadt im 19.Jahrhundert und ihre Beweggründe; I. Die Auswanderungsbewegung 1834-1870. In: Rudol-städter Heimathefte v. 6, n. 11 (1960), p. 269-277; II. Die Beweggründe. In: Rudolstädter Hei-mathefte v. 6, n. 12 (1960), p. 301-316.

16 Rudolf Ruhe: Zur Geschichte der überseeischen Auswanderung aus der Oberherrschaft des ehemaligen Fürstentums Schwarzburg-Rudolstadt im 19. Jahrhundert. In: Rudolstädter Hei-mathefte v. 4 (1958), p. 244-251.

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227 bem como para a Austrália. Pouco depois, em 1846, fundou o Allgemeine Auswanderungs-Zeitung que, de início, era publicado uma vez por semana, depoisduas vezes e, a partir de 1851, três vezes.17As atividades de Fröbel despertaramdesconfiança em seus contemporâneos pelo fato de ele também ser proprietáriode uma agência de emigração.18Dizia-se, na época, que seus jornais estavam aserviço da sua agência e que ele defendia a emigração alemã para o Brasil visandoatender a interesses particulares. Acusavam-no também de ser pago pelo governoe por particulares brasileiros para inserir artigos positivos sobre o Brasil e,sobretudo, sobre o sistema de parceria,19além de se utilizar frequentemente dascartas dos emigrantes que, segundo os críticos da época, teriam sido por elemanipuladas ou censuradas, já que só as que falavam bem do Brasil erampublicadas.20Seus contemporâneos não entendiam porque Fröbel era tão poucocrítico em relação à imigração para o Brasil. Tal desconfiança não desmerece otrabalho do redator e o sucesso alcançado pelo jornal, fato que pode sercomprovado pelos longos anos de publicação. Sobre as condições das colônias noBrasil, o jornal contava com a colaboração de Hermann Blumenau, FriedrichGerstäcker, Fritz Müller e outros, pessoas que conheciam a realidade do país e,com exceção de Hermann Blumenau, não estavam envolvidas comercialmentecom o movimento migratório. Quando era necessário, esses homens mostravam olado negativo de alguma sociedade de colonização ou criticavam as leis quediziam respeito aos imigrantes, mas nunca se posicionavam contra o país.21Nanossa opinião, o fato de Fröbel ter sempre defendido a emigração para o Brasil,deve-se mais às suas convicções ideológicas, liberais, do que aos seus interesseseconômicos. Fora provavelmente influenciado por intelectuais da época, comoFriedrich List, Wilhelm Roscher entre outros que, dentro de uma perspectiva cadavez mais nacional, defendiam a necessidade de a Alemanha possuir territórios

17 Sobre Günther Fröbel e os seus jornais ver: Ruhe: Geschichte Auswanderung; Bendocchi Alves: Brasilienbild, p. 173-192.

18 Ruhe: Geschichte Auswanderung, p. 251.

19 Parceria era o sistema de trabalho implementado nas fazendas de café a partir de 1848, no qual a família do colono recebia um determinado número de pés de café para tratar,recebendo, depois da venda do produto, metade dos lucros. Destes 50%, deveria abater, em umprazo de 6 anos, as suas dívidas com o proprietário da fazenda, Costa: Senzala, cap. 2.

20 S. G. Kerst: Über Brasilianische Zustände der Gegenwart, mit Bezug auf die deutsche Auswanderung nach Brasilien und das System der brasilianische Proletarier zu ersetzen, zu-gleich zur Abfertigung der Schrift des kaiserl. bras. Prof. Dr. Gade. Berlim 1853, p. 25.

21 Rudolf Ruhe: Die ‘Allgemeine Auswanderungs-Zeitung’ - ein Presseerzeugnis des 19. Jahrhunderts aus Rudolstadt. In: Rudolstädter Heimathefte v. 3-4, n. 22 (1976), p. 65-69.

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228 Débora Bendocchi Alves ultramarinos ou colônias econômicas e culturais.22Estas deveriam permanecerligadas à metrópole pela língua e pelos usos e costumes, e deveriam desenvolvertrocas comerciais, exportando para a Alemanha produtos que lhe faltavam nomercado e importando desta, produtos industrializados.23Friedrich List defendiaa divisão do trabalho entre os países do Norte e os do Sul como algo natural, sendoque, os países tropicais - os do Sul - , sem prejuízo para si, seriam praticamenteobrigados a cooperar com essa divisão. Através da aquisição de colônias ou deentrepostos comerciais, haveria uma troca entre as metrópoles e os territóriosultramarinos, levando a um aumento do poder naval, à intensificação da indústriae ao crescimento populacional. List fez a relação entre política comercial,expansão econômica e prosperidade nacional. Dentro dessa perspectiva,considerava como necessidade central para as nações europeias desenvolvidas,civilizar e colonizar os países da América do Sul, da África, Ásia e Austrália. Osemigrantes alemães deveriam, de preferência, ir para a América do Sul, ondeconservariam a sua “nacionalidade” e, além de contribuírem para odesenvolvimento dos países de destino, ajudariam a abrandar os problemas sociaisinternos de algumas regiões alemãs.24Através de uma corrente emigratóriasignificativa, formar-se-iam, naturalmente, colônias nacionais que continuariama manter ligações com a metrópole. Para Hans Fenske, Friederich List foi oprimeiro grande propagandista das ideias imperialistas na Alemanha e isso já nadécada de 1840, época em que havia na opinião pública fortes tendências

22 Friedrich List: Die Ackerverfassung, die Zwergwirthschaft und die Auswanderung. Deut- sche Vierteljahrs-Schrift, Viertes Heft, 1842; Wilhelm Roscher: Kolonien, Kolonialpolitik undAuswanderung. Leipzig 1856; F. Schmidt: Grundzüge einer geregelten Auswanderung derDeutschen, mit besonderer Rücksicht auf Südbrasilien. Hamburgo 1841, p. 81.

23 Hans Fenske: Imperialistische Tendenzen in Deutschland vor 1866. Auswanderung, über- seeische Bestrebung, Weltmachtträume. In: Historisches Jahrbuch (1978), p. 356-357. Noprocesso de construção do Estado nacional, os pensadores alemães, preocupados com o‘particularismo alemão’, diferenciavam entre dois tipos de nação: o Estado-nação, ou Estado-político, ( Staatsnationen ) e a nação cultural ( Kulturnationen ou Volksnationen ). O Estado-nação dependia da vontade coletiva, sendo esta judicialmente fixada. Já a nação culturalbaseava-se em um ethos cultural (língua, origem comum, religião), independente da existênciado Estado-político, Thomas Nipperdey: Deutsche Geschichte. 1800-1866. Bürgerwelt undstarker Staat. Munique 1983, p. 300-313. Como Friedrich Meinecke ressalta, o Estado-naçãopodia ser ao mesmo tempo nação cultural, não sendo sempre possível distinguir, interna eexternamente, os dois tipos, Friedrich Meinecke: Weltbürgertum und Nationalstaat. Studien zurGenesis des deutschen Nationalstaats. Munique/ Berlim 1911, p. 3.

24 Fenske: Imperialistische Tendenzen, p. 354-355.

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229 imperialistas, mas não uma política imperialista, já que ainda não existia o Estadonacional alemão.25

Durante 20 anos, Fröbel manteve uma intensa correspondência com HermannBlumenau, um homem que quis por em prática as ideias vigentes na épocafundando uma colônia no Sul do Brasil onde os alemães, por estarem entre si,poderiam manter os seus laços com a Alemanha e assim ‘preservar’ as suasculturas. Blumenau teve alguns de seus mais importantes livros impressos nagráfica de Fröbel e os jornais de Rudolstadt forneciam, com regularidade, notíciase artigos da colônia redigidos pelo seu próprio fundador. Fröbel acreditava ainda,assim como J. E. Wappäus, Avé-Lallemant, Heinrich Handelmann e, mais tarde,o naturalista suíço Johann Jakob von Tschudi,26que a emigração era a únicasolução para diminuir a miséria que assolava os Estados Alemães e deveriafuncionar como válvula de escape para impedir uma convulsão social. Além disso,via a emigração como a única possibilidade para garantir ao proletariado a suaexistência, livrando-o da preocupação diária com a sua sobrevivência e a de suafamília.27Fröbel, assim como Blumenau, partilhavam provavelmente da ideiadefendida por muitos, de que a organização da emigração não só guiaria osalemães para determinadas regiões do mundo como também ajudaria a diminuiras tensões sociais internas contribuindo, portanto, para garantir a sociedade

25 Ibidem. Para Gerlach, List era um representante das teorias econômicas do imperialismo do livre comércio ( Freihandelsimperialismus ) predominante na Grã-Bretanha entre 1776 e1882 que defendia, para o enriquecimento das nações, a necessidade de adquirirem eassegurarem para si direitos comerciais, mas sem exercer uma dominação colonial formal,Rüdiger Gerlach: Imperialistisches und kolonialistisches Denken in der politischen ÖkonomieFridrich Lists. Hamburgo 2009, p. 8. Segundo o autor, o imperialismo praticado mais tarde(1882-1914) pelas nações europeias, defendia uma política colonial ativa, de dominação formal,justificada e legitimada através de teorias racistas inexistentes no pensamento de List, ibidem,p. 134. Para Robinson e Gallagher (The Imperialism of Free Trade 1953) não há diferença esim continuidade entre as duas fases do imperialismo já que durante os anos de 1815 e 1870,fase do imperialism of free trade , o Império Britânico conquistou quase a mesma quantidadede territórios quanto durante os 45 anos posteriores, apud Thomas Bierschenk: Die englischeÄgyptenpolitik Anfang der 1880er Jahre und der Imperialismus. Working Papers Nr. 29. Insti-tut für Ethnologie und Afrikastudien, Johannes Gutenberg-Universität. Mainz.<http://www.ifeas.uni-mainz.de/Dateien/Aegyptenpolitik.pdf> (20.08.2013), p. 32. O chamadoPrimeiro Período foi o da predominância econômica britânica praticamente em toda a AméricaLatina.

26 Robert Avé-Lallemant: Reise durch Südbrasilien. Leipzig 1859; Heinrich Handelmann: Geschichte von Brasilien. Berlim 1860; J. E. Wappäus: Handbuch der Geographie und Statistikdes Kaiserreichs Brasilien. Leipzig 1871; J. J. Tschudi: Reise durch Südamerika. Leipzig 1866-1869.

27 Fliegende Blätter für Auswanderer n. 9 (1852).

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230 Débora Bendocchi Alves burguesa.28Como não havia ainda um governo centralizado que pudesse seincumbir dessa tarefa, assumiram, cada um a seu modo, parte da responsabilidade:Fröbel através de seus jornais e de sua agência, Blumenau com a fundação eadministração de sua colônia. Em 1871, com a unificação alemã, Fröbelinterrompeu a publicação do Allgemeine Auswanderungs-Zeitung , poisconsiderava sua missão cumprida.

O artigo Der deutsche Auswanderer gegenüber den brasilianischen Kolonisationsplänen , publicado também em outubro de 1857 no Allgemeine Auswanderungs-Zeitung ,29reproduz bem as ideias correntes na épocacompartilhadas por Fröbel. O seu redator ressaltava que o problema dacolonização e emigração alemãs era, há anos, insolúvel em vista da miséria socialque atingia a Europa. Insistia na posição defendida pelo jornal de que não haviaum país de destino para os emigrantes que pudesse ser totalmente aconselhávelou desaconselhável, próprio ou impróprio. Como os alemães não possuíamcolônias para as quais os emigrantes pudessem se dirigir, teriam que escolher elesmesmos o país conforme as suas necessidades e condições. O problema daemigração havia se tornado, com o passar do tempo, cada vez mais difícil para osEstados e seus governantes, pois, de início, suas causas estavam ligadas a motivospolíticos e religiosos, mais tarde, porém, passou o fenômeno a atingir a classemédia, que dispunha de certas posses, e, logo depois, o proletariado. Vários“práticos e teóricos” haviam feito inúmeras propostas para regulamentar aemigração, mas, segundo o artigo, nenhuma poderia ser implementada.Referindo-se ao Brasil, o redator explicava que era normal que cada paísdefendesse seus interesses e que era compreensível que, num primeiro momento,as vantagens coubessem ao Brasil, país tão necessitado de mão de obra.Entretanto, conforme as ideias de Wilhelm Roscher expostas na sua obra Die Grundlage der Nationalökonomie , caberia aos descendentes os frutos dosesforços dos primeiros emigrantes. Caso contrário, os emigrantes alemães noBrasil teriam o mesmo destino que os emigrantes nos Estados Unidos: tornar-se-iam “um povo adubo” ( Völkerdünger ), expressão usada por Roscher, segundo otexto, na sua obra Kolonien, Kolonialpolitik und Auswanderung (1856),contribuindo apenas para o desenvolvimento de outras nações, o que, do ponto de28Fenske: Imperialistische Tendenzen, p. 378.

29 Allgemeine Auswanderungs-Zeitung dos dias 2, 16, 23 e 30 de outubro de 1857. O artigo rebate as críticas feitas na época à imigração para as fazendas de café (sistema de parceria) nasprovíncias de São Paulo e Rio de Janeiro, questão que não será abordada aqui por fugir do nossotema central.

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231 vista nacional (alemão), era uma tragédia.30Para que isso não ocorresse, o redatorexplicava na segunda parte do artigo, de 16 de outubro de 1857, que a emigraçãopara o Brasil deveria ser incentivada, visto que, só através da concentração de umgrande número de cidadãos de mesma nacionalidade, esses poderiam se unir,defender seus interesses e direitos e servirem à Alemanha.31Vários outros artigose resenhas de livros foram publicados nos anos seguintes e todos eles vão, emlinhas gerais, repetir e defender as ideias expressas no artigo acima mencionado,isto é, questionar a emigração e suas consequências socioeconômicas para osEstados Alemães.

Através da discussão ocorrida na Alemanha durante o século XIX sobre omovimento emigratório, fenômeno que atingiu o seu primeiro ápice nos anos1840, podemos notar algumas correntes de pensamento predominantes. Aprimeira, a ideia romântica e mais tarde nacional-ideológica, de que a emigraçãoem massa levava a uma sangria nacional-cultural e com isso, à perda do podereconômico e de capital; a segunda via a emigração como a única “válvula deescape” segura contra a pressão social interna causada pela explosão demográfica;já a terceira corrente entendia a emigração como uma necessidade sociopolítica,que deveria ser protegida, organizada e guiada por meio de leis, de uma políticaestatal ou de associações particulares que trouxessem vantagens para os EstadosAlemães, limitando assim as perdas econômicas e nacional-culturais em que essaimplicava.32Alguns chegaram mesmo a defender a fundação de uma “novaAlemanha” no ultramar através da concentração de emigrantes alemães naAmérica do Sul.33Fröbel assim como Hermann Blumenau podem serconsiderados defensores da terceira corrente. Portanto, havia uma preocupaçãodos contemporâneos já nos anos de 1840 em concentrar os alemães emdeterminadas regiões para que as suas culturas, línguas e costumes fossem

30 O que o autor quer dizer é que os emigrantes alemães ajudavam os outros países a se desenvolverem. Eram como “adubo” para as novas nações, já que através dos seus esforços etrabalho “fertilizavam” as novas sociedades.

31 É usada a noção de nacionalidade apesar de na época não existir o Estado Alemão. O que havia era uma identificação cultural e linguística, além da jurídica, entre os Estados queformavam a Confederação dos Estados Alemães (1815-1866), criada no âmbito do Congressode Viena. A Confederação era formada por 35 principados e 4 cidades livres que haviam sidoparte do Heilige Römische Reich Deutscher Nation (até 1806), Reinhard Rürup: Deutschlandim 19. Jahrhundert, 1815-1871. Göttingen 1984, p. 126-129.

32 Klaus Bade: Vom Auswanderungsland zum Einwanderungsland? Deutschland 1880- 1980. Berlim 1983, p. 25-26.

33 Schmidt: Grundzüge Auswanderung, p. VII.

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232 Débora Bendocchi Alves mantidos. Acreditavam que isso faria com que os emigrantes continuassem a terligação com sua antiga pátria ( alte Heimat ), o que traria vantagens políticas eeconômicas para os Estados Alemães.34Essas ideias podiam nem sempre estarpresentes nas mentes dos camponeses e artesãos que se dirigiram às colônias noSul do Brasil, mas certamente entre aqueles emigrantes que, por terem maiorformação escolar, acabaram assumindo papel de destaque e de liderança nascolônias, como, por exemplo, o médico Daniel Hillebrand em São Leopoldo, ouHermann Blumenau na colônia de mesmo nome.35 3. C ONSTRUÇÃO IDENTITÁRIA TEUTO - BRASILEIRA

A historiografia relativa à imigração alemã foi, até pouco tempo, basicamenteescrita por membros das próprias comunidades de imigrantes ou por intelectuaisoriundos dessas, que construíram uma história da imigração em tons triunfantes elaudatórios, ressaltando a contribuição do imigrante alemão para odesenvolvimento do Brasil.36Esta historiografia se refere aos alemães em geralcomo grupo homogêneo, não levando em consideração as diferenças existentesentre eles. A própria documentação oficial do governo imperial brasileirocontribuiu para esta homogeneização, pois registrava, como alemães, todosaqueles que haviam embarcado nos portos da Confederação Alemã para o Brasil,sobretudo no de Hamburgo. Mas essa homogeneização oficial não correspondia àrealidade. Os imigrantes aportados no país possuíam uma forte identidaderegional: eram pomeranos, renanos, frisos, saxões, badenses, hunsrüquer,vesfálios etc., mas, sob a influência da ideologia nacional alemã37e com aformação, em 1815, da Confederação dos Estados Alemães ( Deutscher Bund ),tinham a noção de pertencimento a um grupo maior, ao povo alemão, mesmo antes34Fenske: Imperialistische Tendenzen, p. 353.

35 Hermann Blumenau defende essas mesmas ideias na introdução dos seus ‘guias’ para emigrantes, Hermann Blumenau: Leitende Anweisungen für Auswanderer nach der ProvinzSta. Catharina in Südbrasilien. Rudolstadt 1851; idem: Die deutsche Kolonie Blumenau in dersüdbrasilianischen Provinz Sta. Catharina. Eine genaue Beschreibung für Auswanderungs-lustige. Rudolstadt 1851. Sobre o papel de Hillebrand em São Leopoldo, ver o trabalho deMarcos Justo Tramontini: A organização social dos imigrantes. São Leopoldo 2003.

36 Oberacker Jr.: Der deutsche Beitrag; Carlos H. Hunsche: Der deutsche Beitrag zum Auf- bau Brasiliens. In: Globus, v. 4 (1972).

37 Johann Gottlieb Fichte (1762-1814) é considerado o pai do nacionalismo alemão. Como decorrência das invasões napoleônicas nos Estados alemães do noroeste, Fichte escreveu nosanos 1807/1808 Reden an die deutschen Nation, transformando o já existente sentimento

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233 de 1871, ano da formação do Deutsche Reich . Esse sentimento de pertencimentoao povo alemão e à Alemanha, anteriores à formação do Estado-nação, pode serbem observado nas cartas escritas pelos imigrantes estabelecidos no Brasil. O seralemão, não só criava uma origem comum para as várias identidades germânicasnas colônias, mas servia também para diferenciá-los da sociedade brasileira,incluindo nessa, além dos ‘brancos’, os indígenas e os negros.

Georg Nicol Neubauer, comentando em 1852 sobre as condições materiais nacolônia, escreveu:

Naturalmente que em relação a outras coisas, o Brasil está longe de ser a Alemanha; para osnegros tudo estava mais que bem organizado, o que para nós alemães não é suficiente. Mas embreve tudo será diferente quando passarmos a cultivar os nossos próprios alimentos e a viverconforme a ordem alemã.38

Ernst Friedrich Weise relata em 1857:

Também os índios não podem suportar bem o estampido das espingardas alemãs de dois canose o assobio das balas cônicas. Julgando que os alemães fugiriam deles do mesmo modo que osbrasileiros e que lhes cederiam voluntariamente tudo, atacaram um lugar onde havia só doishomens em casa, mas tiveram que deixar alguns mortos estendidos na praça, jogaram fora todosos seus arcos e flechas e saíram correndo de lá.39

Hoje no Brasil, a maioria dos descendentes de alemães concentrados nosestados de Santa Catarina e Rio Grande do Sul, não só se autodefinem comotambém são identificados pelos demais brasileiros como teuto-brasileiros. Estaautodenominação surgiu ao longo do século XIX e teve como base a organizaçãosocial e política de caráter étnico dos imigrantes alemães e seus descendentes.Apoiando-nos em Max Weber, entendemos como grupo étnico:

A crença na afinidade de origem - seja esta objetivamente fundada ou não - pode terconsequências importantes particularmente para a formação de comunidades políticas. Comonão se trata de clãs, chamaremos grupos “étnicos” aqueles grupos humanos que, em virtude desemelhanças no habitus externo ou nos costumes, ou em ambos, ou em virtude de lembrançasde colonização e migração, nutrem uma crença subjetiva na procedência comum, de tal modoque esta se torna importante para a propagação de relações comunitárias, sendo indiferente se

38 Carta de Georg Nicol Neubauer, da colônia Santa Justa, Rio de Janeiro, de 11 de julho de 1852. Suplemento do 11° Exemplar do Rudolstädter Wochenblattes de 12 de março de 1853.In: Débora Bendocchi Alves: Colhedores de café. Cartas de imigrantes alemães publicadas nosjornais da Turíngia. Berlim 2006, p. 79.

39 Carta de Ernst Friedrich Weise, colônia Blumenau, Santa Catarina, de 10 de Setembro de 1855. In: Der Pilot n. 31, 4 de agosto de 1857. In: Débora Bendocchi Alves: Notícias deBlumenau: Cartas dos irmãos Weise publicadas nos jornais da Turíngia. In: Blumenau emcadernos v. XLI, n. 11-12, p. 70.

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234 Débora Bendocchi Alves existe ou não uma comunidade de sangue efetiva. [...] A comunhão étnica (no sentido quedamos) não constitui, em si mesma, uma comunidade, mas apenas um elemento que facilitarelações comunitárias. Fomenta relações comunitárias de naturezas diversas, mas sobretudo,conforme ensina a experiência, as políticas.40

As pesquisas da antropóloga Ellen Woortmann com memórias genealógicasentre os colonos (camponeses) teuto-brasileiros de hoje, demonstram que otranslado da Europa para o Brasil funcionou como uma ruptura, e a construção dopassado coletivo inicia-se com a chegada às colônias.41A mitificação começacom os heróis que desbravaram as matas, que superaram as dificuldades iniciaise, principalmente, o êxito final. Os imigrantes são associados à imagem de pessoastrabalhadoras, esforçadas e empreendedoras que tiveram a capacidade de sedesenvolver econômica, política e socialmente e que, assentados em plena selvae deixados à sua própria sorte, sem apoio do poder público, construíram igrejas,escolas, associações culturais, preservando assim a sua língua e seus costumes. Opassado de carência na Alemanha foi esquecido e construiu-se um passadoheróico a partir da chegada ao Brasil, às colônias. A história da colonização,especialmente a vivência do pioneirismo e mais a ‘descoberta’ no Brasil daexistência de uma cultura comum, passaram a ser referências para essascomunidades. Segundo Woortmann, não se trata apenas de esquecer um passadode privações, mas sim de possibilitar o estabelecimento de uma ‘origem comum’,ou segundo Weber, de uma procedência comum, para as várias identidades alemãsexistentes nas colônias.42

Apesar de o governo imperial ou das autoridades provinciais prometerem aoscolonos terras demarcadas, escola primária, um pastor ou um padre e outrasorganizações básicas para o funcionamento social desses grupos, pouca coisa erafeita e sempre com muita demora. Portanto, todo o processo de organizaçãocomunitária desses grupos, visando suprir as necessidades escolares, religiosas eprofissionais ou defender seus direitos e interesses, acabaram sendo resolvidaspelas próprias comunidades, marcando, assim, a organização social interna, asrelações políticas dos grupos heterogêneos e os diferenciando da sociedade ruralbrasileira. Isso acabou levando à padronização de um sistema de valores, delegitimação, hierarquização e demarcação de espaços. O assentamento deimigrantes de uma mesma origem e de um mesmo credo em áreas distintas40Max Weber: Economia e Sociedade. V. 1. Brasília 1994, p. 270.

41 Woortmann: Identidade e Memória, p. 213.

42 Ibidem, p. 217.

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235 facilitou a manutenção, entre eles, da língua materna e dos valores culturais.43Oimaginário étnico desses grupos foi construído no Brasil, mas de forma sincrética:dialeto de uma região, tradições de outra, hábitos alimentares de uma terceira.44Havia a necessidade para os imigrantes de se organizarem dentro do sistema decolonização do Brasil meridional, um sistema inicialmente um tanto quanto falho,e de desenvolverem, com o tempo, um sentimento de grupo baseado na históriacomum da colonização e na percepção das diferenças culturais frente à sociedadebrasileira. Para Seyferth, um conjunto de elementos concretos, como arquitetura,organização do espaço, hábitos alimentares, divisão do trabalho, costumesrelacionados ao casamento, dote e herança, serviram como limites para diferenciá-los dos ‘outros’, nacionais e estrangeiros.45

Como as reivindicações dos colonos não eram atendidas pelas autoridadesbrasileiras, os núcleos de imigrantes solucionaram as suas necessidades maisurgentes através de uma ampla e complexa organização social, totalmenteautônoma e às custas da própria comunidade. Isso fez com que os alemães fossemvistos como resistentes à integração e desejosos de isolamento, fato nãoconfirmado pela documentação existente, como demonstra Tramontini. Pelocontrário, essa documentação deixa evidente a luta política travada entre colonose autoridades brasileiras locais e regionais, as suas relações tensas com o mundosocial, econômico e jurídico do país. A imagem construída e difundida de colôniasautossuficientes estava baseada em problemas reais ligados ao processo decolonização no Sul do Brasil, como as demarcações mal feitas de terras, suadisputa, a irregularidade no pagamento dos subsídios, a falta de infraestrutura,como escolas e professores ou igrejas, padres e pastores.46As dificuldades dogoverno para delimitar e mesmo definir o espaço social e político desses novosgrupos sociais, levaram a uma série de abaixo-assinados, manifestos,

43 Giralda Seyferth: As identidades dos imigrantes e o melting pot nacional. In: Horizontes Antropológicos, Porto Alegre v. 6, n. 14 (2000), p. 148.

44 Woortmann: Identidade e Memória, p. 218.

45 Seyferth: As identidades, p. 168. No século XIX, consideravam-se como nacionais aqueles que viviam no território nacional sem que isso implicasse em direitos legais. Mesmosos negros livres que, conforme a Constituição de 1824, gozavam dos mesmos direitos doshomens ‘brancos’, estavam sujeitos a várias restrições legais ou de costumes. Apenas umaminoria de ‘brancos’ e mestiços tinha o direito à participação política, Azevedo: Onda negra,p. 33-36; H. Klein: Os Homens Livres de Cor na Sociedade Escravista. In: Dados v. 17 (1978),p. 3-27.

46 Tramontini aborda no seu trabalho todas essas questões em relação à colônia de São Leopoldo, Tramontini: A organização social.

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236 Débora Bendocchi Alves requerimentos, disputas e mesmo revoltas por parte dos alemães em busca de seusdireitos de cidadania.47Além disso, as elites brasileiras locais tiveram muitadificuldade em inserir os colonos no seu sistema tradicional de dominação, poisnão estavam acostumadas a lidar com trabalhadores livres e reivindicativos, massim com escravos ou dependentes. O novo Império e suas elites estavaminteressados em trabalhadores e não em cidadãos, e isso não só em relação aosimigrantes europeus, mas mesmo em relação aos homens livres pobresnacionais.48Deram início ao projeto de ocupação e povoamento com estrangeiros,nos anos 1820, sem que houvesse no país uma legislação que reconhecesse osseus direitos básicos, como o da posse de pequenas propriedades de terra ou decidadania. Como Tramontini ressalta, isso se deve não ao descaso do governobrasileiro, mas sim ao momento de grandes transformações estruturais no séculoXIX e às disputas políticas sobre os direitos de cidadania e de propriedade tantopara imigrantes quanto para os homens pobres livres e nacionais.49

Portanto, a emergência de uma identidade étnica não ocorreu devido à situaçãode isolamento das comunidades; ao contrário, ela foi decorrência do contato coma realidade brasileira e do próprio processo histórico de colonização queproduziram tanto uma cultura camponesa compartilhada com outros grupos deimigrantes quanto uma cultura especifica dita alemã.50Nesse contexto, surgiuentão na segunda metade do século XIX, o termo teuto-brasileiro ou Deutschbrasilianer , cunhado pela chamada elite intelectual oriunda das própriascolônias. Hermann Blumenau deve ter sido um dos primeiros a usar o termo“alemães brasileiros” ( brasilianische Deutsche ) para denominar os colonosalemães residentes no Brasil, diferenciando-os da população brasileira.51Essaautodenominação servia não só para que a coletividade de origem germânica sedefinisse perante a sociedade dominante hegemônica mas, sobretudo, para quepudesse reclamar os seus direitos às autoridades regionais.

Se, de um lado, havia um discurso por parte das autoridades brasileiras sobre anecessidade de assimilação desses imigrantes, de outro, excluíam-se ostrabalhadores nacionais dos projetos coloniais de ocupação das terras devolutas.Podemos notar nos discursos parlamentares daqueles que defendiam a imigração47Ibidem, p. 199-200.

48 Ibidem, p. 5.

49 Ibidem, p. 97-98.

50 Seyferth: As identidades, p. 147.

51 Hermann Blumenau: Südbrasilien in seinen Beziehungen zu deutscher Auswanderung und Kolonisation. Rudolstadt 1850, p. 23; Idem: Leitende Anweisungen, p. 1.

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237 europeia que os trabalhadores nacionais eram taxados de pertencerem a uma raçainferior, incapazes de produzir racionalmente para o mercado.52Forampraticamente excluídos da distribuição de terras nas áreas de colonização. Comisso, foi dado um “caráter ideológico” ao “isolamento espacial e político” dosimigrantes, fundamentado tanto no projeto das elites brasileiras que desejavam osimigrantes como pequenos proprietários ocupando terras devolutas, restritos a suaprópria colônia e produzindo para o mercado interno, quanto aos projetos dopróprio Estado nacional responsável pelo abandono dos colonos, pela ausência dopoder público. Ambos, elites brasileiras locais e governo imperial, enfocavam ereafirmavam o caráter desses imigrantes como de colonos estrangeiros e a suacondição de subcidadania.53Como estrangeiros, não gozavam de direitospolíticos, não eram eleitores nem podiam ser elegíveis para cargos, como, porexemplo, de Juiz de Paz.54Apesar de a Constituição de 1824 garantir os direitospolíticos para os estrangeiros naturalizados, excluía, no entanto, os protestantes enão-católicos.55

Um importante fator para a divulgação e a constante reinvenção da ideologiateuto-brasileira foi a imprensa de língua alemã existente nas colônias e toda umaliteratura teuto-brasileira produzida a partir da década de 1860.56Os artigos nosjornais de língua alemã chamavam a atenção dos seus leitores para a necessidadeda comunidade em manter a sua língua materna, seus costumes e instituições edefendiam o seu direito à especificidade como grupo dentro do Brasil. Osconceitos de pátria e de nação eram fundamentais para definir a especificidadeteuto-brasileira criada pelas lideranças locais, refletindo as ideias correntes entreos intelectuais alemães. Segundo os artigos publicados por essa imprensa no Suldo Brasil, a nova pátria era a colônia, a nova cidadania, a brasileira, mas a etniapermanecia sendo a alemã. Se, de um lado, a etnicidade supunha o pertencimentoao povo alemão pelo direito de sangue, por outro, a ideia de nova pátria no Brasil52Azevedo: Onda negra, p. 61-62.

53 Tramontini: A organização social, p. 4.

54 Ibidem, p. 173.

55 A naturalização de estrangeiros foi reassegurada dez anos após o início da colonização alemã no Rio Grande do Sul, mas seus altos custos e trâmites dificultaram o processo. Oscolonos alemães viviam em uma situação de subcidadania na sociedade escravocrata brasileira,ibidem, p. 3, 5. A naturalização maciça, sem restrição à confissão religiosa, foi possibilitadapela primeira vez com a Constituição Republicana de 1891.

56 Giralda Seyferth: A identidade teuto-brasileira numa perspectica histórica. In: Cláudia Mauch/ Naira Vasconcellos (org.): Os Alemães no Sul do Brasil: cultura, etnicidade, história.Canoas 1994, p. 15-16.

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238 Débora Bendocchi Alves afirmava a condição de brasileiro. Essas duas esferas se complementavam: oprincípio do jus sanguinis alemão e o do jus solis vigente no Brasil.57É importanteressaltar que o conceito étnico teuto-brasileiro, quando criado, definiaexclusivamente o colono alemão residente ou nascido no Brasil, excluindo amiscigenação com brasileiros ou mesmo com outros grupos de imigrantes.

Desde meados do século XIX já existia no discurso dos imigrantistas brasileirosa preocupação com a assimilação dos colonos europeus. Mas, com a unificaçãoalemã em 1871 e o desenvolvimento da Alemanha como potência imperialista nosanos seguintes, passou-se a falar do ‘perigo alemão’, da possibilidade da ocupaçãodo Sul do Brasil pelo Império Alemão devido à significativa presença germânicana sua população.58Apesar da imagem extremamente positiva desfrutada pelosimigrantes alemães, ligada às ideias da superioridade racial dos europeus, houve,a partir do final do século XIX, muitas críticas a eles por parte dos intelectuaisbrasileiros que os consideravam resistentes à ‘brasilidade’ atráves damiscigenação e assimilação.59De outro lado, com o sucesso econômico dasantigas colônias e com a unificação alemã, a nacionalidade teuto-brasileiraadquiriu uma nova conotação: a do pertencimento não só ao povo alemão mas àNação Alemã. A partir daí, observa-se a acentuação do caráter ideológico racialdessa identidade, o de superioridade da raça alemã em relação ao povo brasileiro.Surge o termo Deutschtum que ia de encontro às ideias de criação de uma raçabrasileira através da assimilação de um grupo grande de imigrantes europeus.60Tanto o discurso da superioridade da raça germânica quanto o discurso sobre obranqueamento da raça brasileira por parte dos intelectuais nacionais estavambaseados em preconceitos racistas que tiveram consequências graves para ambosos países algumas décadas mais tarde.

57 João Klug: A Imigração Alemã e a Construção de uma Identidade Teuto-Brasileira no Sul do Brasil. In: Ingrid Wehr (org.): Un continente en movimiento: migraciones en AméricaLatina. Francforte do Meno 2006, p. 343.

58 Regina Weber: Nacionalidade com prefixos: os teutos e o Estado Novo em Ijuí. In: Cláudia Mauch/ Naira Vasconcellos (org.): Os Alemães no Sul do Brasil: cultura, etnicidade,história. Canoas 1994, p. 106.

59 Seyferth: As identidades, p. 148.

60 Desde o período colonial, a ideia corrente no Brasil era o da miscigenação bio-cultural das três raças formadoras da nação - portuguesa, indígena e negra, ibidem, p. 171-172. A partirdo século XIX, com o fluxo migratório, passou-se a defender a assimilação dos imigranteseuropeus estabelecidos no país. Buscava-se a formação de um povo ideal, e mais ‘branco’, para

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239 C ONCLUSÃO

A formação teuto-brasileira no sul do Brasil deu-se pela articulação einterligação de três fatores principais. Primeiro, a política do governo imperial, apartir de 1824, para povoar a região de fronteira através da formação edesenvolvimento de núcleos coloniais e, com isso, constituir uma classe média depequenos proprietários rurais e artesãos. Junto a esses objetivos, havia ainda odesejo de aumentar a população considerada branca do Império para, no futuro,‘melhorar’ a raça do povo brasileiro. Segundo, a preocupação crescente por partedos intelectuais alemães com a perda de capital humano e, com ela, a perdaeconômica desencadeada pela emigração em massa dos territórios alemães. Comonão viam outra saída para contornar os problemas sociais correntes na época,acabaram desenvolvendo todo um discurso teórico na tentativa de “aproveitar”esses súditos para as causas nacionais. Se antes da unificação política não eraviável a expansão colonial alemã, então, na sua opinião, a solução era concentraros imigrantes em algumas localidades para que pudessem continuar sendoalemães e manter laços econômicos com o seu local de origem. É interessantenotar que a política do governo brasileiro para o Sul do país era bem vista pormuitos intelectuais alemães já que consideravam vantajosa essa concentraçãoétnica em um espaço territorial determinado. Além desses dois fatores, haviaainda o terceiro, os interesses, sonhos e desejos dos próprios atores, os imigrantes.Concentrados em núcleos coloniais relativamente afastados, em terras nãodisputadas pelo grande latifúndio, os alemães viveram momentos conflituosos nãosó entre eles, como com o novo meio ambiente e com as autoridades brasileiras.Tiveram que se organizar socialmente e lutar para conquistar espaço e direitoslegais na nova sociedade. Os colonos não escolheram essa situação, de início nãotinham o intuito de se isolar, pelo contrário, exigiam a presença do Estadobrasileiro, reivindicavam o que lhes havia sido prometido, procuravam exercer asua nova cidadania. Mas, em uma sociedade marcada pela estrutura escravagista,despreparada para lidar com trabalhadores livres e reivindicativos, foram osalemães obrigados a suprir as necessidades básicas de suas comunidades. Aocontrário do que afirma a historiografia tradicional, tinham sim contato com osbrasileiros, não só com as autoridades locais mas também com os caboclos,escravos e indígenas que, apesar de não possuírem lotes de terra nos núcleos

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240 Débora Bendocchi Alves coloniais, não estavam ausentes, haja visto a carta de Friedrich Weise.61Alémdisso, os colonos tiveram uma participação política intensa - se entendermospolítica como todo tipo de inserção ativa na formação e regulamentação decoletividades sociais - e construíram redes sociais e comerciais amplas. Contudo,eram pessoas que trouxeram consigo valores e ideias de sua época e, se nem todoschegaram cientes do ‘seu dever nacional’(alemão), frente à realidade imposta,acabaram sendo ‘conscientizados’ pelas elites coloniais e, mais tarde, a partir dosanos de 1860, pela imprensa de língua alemã. Nesse processo, construíram umanova identidade comunitária em oposição à sociedade brasileira e aos demaisgrupos de imigrantes. Como ressalta Tramontini, essa construção identitária foium fenômeno político, pois serviu para conjugar forças dentro das “comunidadesétnicas”, resistir, encaminhar soluções e fazer pressão junto às autoridades locaise mesmo imperiais.62Enfim, foi uma estratégia para que as ‘comunidades étnicas’passassem a ser reconhecidas pela sociedade dominante. Porém, no nosso modode ver, a criação de uma identidade teuto-brasileira na segunda metade do séculoXIX só pode ser entendida se forem consideradas as articulações, interferências einterrelações de todas as partes envolvidas - política imperial, ‘projeto’ dosintelectuais alemães e a ação dos próprios imigrantes.

61 Sobre o contato com grupos indígenas: Soraia Sales Dornelles: De Coroados a Kaingang: as experiências vividas pelos indígenas no contexto de imigração alemã e italiana no RioGrande do Sul do século XIX e início do XX. Porto Alegre 2011.

62 Tramontini: A organização social, p. 396.

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C ARMEN I BÁÑEZ

LA MIGRACIÓN INTERNA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL: EL CASO DE BOLIVIA

El concepto de identidad colectiva en Bolivia ha adquirido en los últimos añosuna alta implicancia política. La manera en que se ven los bolivianos a sí mismos,es decir, la respuesta a las preguntas “¿somos indígenas?”, “¿somos mestizos?,¿somos q’aras? es una cuestión que ha adquirido un alto sesgo político.

Según el censo del 2001, el 62% de los bolivianos se consideraba pertenecientea algún pueblo indígena,1y en el 2004, cuando la LAPOP realizó una encuestacon preguntas a este respecto, el 61% de los consultados se consideraron mesti-zos.2¿Cómo interpretar estas cifras? Es evidente que entre el 2001 (cuando selevantó el censo) y el 2004 (cuando se hizo la encuesta) el país pasó por la recon-figuración social y política más importante de su historia, pero también es evi-dente que ante la forma y el contexto de la pregunta, los bolivianos se autoidenti-fican de diferente manera.

La explicación a esto podríamos encontrarla en los trabajos de Zavaleta Mer-cado, quien piensa en la yuxtaposición de identidades como una característica dela sociedad boliviana. Es decir, Zavaleta entiende la identidad colectiva bolivianacomo un collage de culturas que se conjugan unas con otras, interfiriéndose aveces, imponiéndose e incluso dañándose mutuamente. A esta idea Zavaleta la

La autora quiere agradecer al Dr. Robert Stresing sus valiosos comentarios y reflexionesa lo largo de los últimos diez años, los mismos que se convirtieron en el sustento del presentedocumento.

1 Instituto Nacional de Estadística de Bolivia (INE): Censo Nacional de Población y Vi- vienda. La Paz 2001.

2 Latin American Public Opinion Project (LAPOP por sus siglas en inglés). En el censo del 2001 la pregunta era si el entrevistado se consideraba o no indígena, mientras que en la encuestade la LAPOP se dejaban cinco opciones en la respuesta. El resultado porcentual fue: mestizoso cholos (61%), blancos (19%), indígenas u originarios (16%), negros (1%) y no sabe o noresponde (4%), LAPOP: Auditoria de la democracia: Informe Bolivia. United States AgencyInternational Development 2004. <http://www.vanderbilt.edu/lapop/bolivia.php> (12.09.2013), p. 43.

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242 Carmen Ibáñez llama “forma social abigarrada”.3Así entonces, estudiosos sobre el concepto di-rán que:

La idea de forma social abigarrada nos permite pensar la coexistencia de varios tiempos histó-ricos, varios modos de producción, cosmovisiones, lenguas, procesos de reproducción y, sobretodo, estructuras de autoridad y formas de autogobierno. Esta noción refleja la idea de socieda-des sobrepuestas, como colores que coexisten sin mezclarse y que sólo se enlazan en variospuntos de mala manera.4

Actualmente el concepto zavaletiano ha sido rebautizado por Tapia como “so-ciedad multisocietal”,5que desde su perspectiva sería la sobreposición desarticu-lada de varios tipos de sociedad o, como el mismo autor lo explicita en una entre-vista:

[…] lo multisocietal se trata de un término que derivo de la noción de formación social abiga-rrada de René Zavaleta que, básicamente, consiste en pensar en la sobreposición desarticuladade varios tipos de sociedad, lo que implica tiempos históricos, modos de producción, lenguas yformas de gobierno, entre otros factores. Digo que Bolivia es multisocietal para describir aque-llos territorios donde se han marcado fronteras en la creación de un estado moderno, dentro delas cuales existen, de hecho, varios tipos de sociedad, producto de la colonización. Este con-cepto permite reflexionar acerca de la manera en que en un mismo territorio de fronteras polí-ticas modernas existen varios tipos de sociedad que se han mantenido casi como totalidades,aunque afectadas por todas las relaciones coloniales, las formas liberales y las nacionalistas.6

En este sentido, podríamos inferir que esta superposición de identidades, fre-cuentemente observada en los sujetos que conforman el tejido social boliviano,implica la interacción deliberada de sujetos provenientes de distintas matrices cul-turales, pero que no han disuelto plenamente su fuente original y producen unconjunto de prácticas prolongadas en el tiempo.

Por otro lado, los resultados del censo del 2012 muestran que la población in-dígena en Bolivia ha decrecido en un 50%. Si estos datos fueran ciertos, se trataríade casi un 12% menos que cuando no había un presidente indígena, lo cual deberíallevarnos a una profunda reflexión sobre lo que está pasando en el país. Bajo el

3 René Zavaleta Mercado: Las masas en noviembre. La Paz 1983; idem: Lo nacional-po- pular en Bolivia. La Paz 2008.

4 Giovanna Valenti: Palabras desde la FLACSO-México. En: Maya Aguiluz/ Norma de los Ríos (coords.): René Zavaleta Mercado. Ensayos, testimonios y re-visiones. Buenos Aires2006, p. 27.

5 Luis Tapia: La condición multisocietal. Multiculturalidad, pluralismo, modernidad. La Paz 2002, p. 4.

6 Marianela Diaz: Sociedad abigarrada. Repensando la democracia multicultural en Boli- via. Entrevista a Luis Tapia Mealla. En: RELACSO revista estudiantil latinoamericana de cien-

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243 argumento de la etnización de la política, a lo mejor podríamos pensar en unarelación con la identificación política. En todo caso no vamos a entrar en detallespues, por un lado, los resultados de este censo son aún polémicos y cuestionablesy, por otro, la diferencia de un 12%, aunque parezca significativa, se podría ex-plicar por desajustes –si es que los hubo– tanto en la metodología como en elalcance de ambos censos, o también por la no inclusión de la categoría ‘mestizos’en la parte dedicada a la autoidentificación.

A continuación, comenzaremos por el concepto de mestizaje como una formade entender el debate actual que se ha generado en el país, lo que nos servirá comoantesala al tema medular del artículo: la migración interna, pues nuestra intenciónes ofrecerle al lector una mirada sobre la construcción identitaria de los bolivianosa través de sus migraciones internas. 1. E L MESTIZAJE : LA MANZANA DE LA DISCORDIA

Dentro de la superposición de identidades, a la que tanto Zavaleta como Tapiahacen referencia (“somos bolivianos, pero también somo aymaras, quechuas ochiquitanos”) , ha surgido un punto que a simple vista resultaría homogeneizantey que encuentra dentro de esta caracterización su polémica: el mestizaje.7

En la teorización del mestizaje en Bolivia, encontramos tres autores con susrespectivas posturas, que por supuesto no son los únicos en el debate, pero a losque identificaremos como representativos de las grandes contradicciones genera-das en la discusión sobre el concepto. En primer lugar tenemos a Toranzo queaborda el mestizaje como la identidad colectiva tan ansiadamente deseada por losbolivianos.8Para Patzi, en cambio, el mestizaje es la abstracción ideada por losintelectuales occidentales para invisibilizar al indígena.9Y, finalmente, encontra-mos a Rivera quien, desde su opción por el concepto de etnicidad, nos habla delas paradojas de ésta y aborda el mestizaje como parte de una etnicidad estraté-gica.10

7 Zavaleta: Lo nacional popular; Tapia: Condición multisocietal.

8 Carlos Toranzo: Rostros de la democracia: una mirada mestiza. La Paz 2006.

9 Félix Patzi: Etnofagia estatal. Modernas formas de violencia. En: Boletín del Instituto francés de estudios andinos vol. 3, no. 8 (1999), pp. 535-549.

10 Silvia Rivera: Violencia e interculturalidad. Paradojas de la etnicidad en la Bolivia de hoy. En: Revista Willka vol. 2, no. 2 (2009), pp. 201-224.

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244 Carmen Ibáñez

Para dar sustento a nuestra presentación, vamos a recorrer brevemente las trespropuestas. Del trabajo de Rivera podemos inferir que la violencia cotidiana enlas clases medias nos permite una visión cruda del mestizaje que contrasta con laidealización nacionalista que ve en él un espacio de armonía entre clases y gruposétnicos.11El mestizaje no sería entonces la resolución de la contradicción colonialde fondo, ni tampoco un espacio libre de las relaciones de poder, sino un campomuy conflictivo basado justamente en los términos de dominación originales. Enla práctica sirvió para los comunarios o plebeyos que buscaban escaparse del es-tigma de ser ‘indio’ o ‘cholo’, dando la apariencia de una movilidad social libre yvoluntaria, pero encubriendo a la vez dolorosos procesos de ruptura con comuni-dades, parientes y redes territoriales. Tener que deshacer esas relaciones, ya seapor la acción de fuerzas externas o por autoimposición, como obligación o apren-dizaje de la lógica dominante, requiere negar aspectos de la propia identidad ycultura ancestral.

En cambio, para Toranzo, uno de los defensores acérrimos del concepto, elmestizaje es la cultura popular que la mayoría de los bolivianos vive, es decir, la“cholificación” como una versión bolivianizada del mestizaje. Toranzo enfoca elmestizaje como reconocimiento de la diversidad y agrega que “todas las identida-des son sumidas e introducidas dentro de una coctelera societal dando lugar amezclas sorprendentes que pueden llamarse mestizajes”. Es por el lado de la cul-tura, afirma el autor, que se ha explicitado la mezcla. Esa fineza de la multicultu-ralidad abrevia todo lo diferente que posee el país, y su resultado es la producciónde múltiples culturas, pero embarazadas mutuamente.12

Patzi representa sin duda la posición más crítica respecto al concepto de mesti-zaje.13En un artículo titulado “Miserable estudio sobre identidad”14dice que: “laautoidentificación no es la variable más objetiva para definir la identidad en paísesdonde prima la colonialidad” y define a la interculturalidad como “una simple11Ibidem.

12 Toranzo: Rostros, p. 635.

13 Félix Patzi es profesor de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz. Fue miembro activo del MAS (Movimiento al Socialismo) y se desempeñó como Ministro de Educación(2006-2007). También postuló bajo esta sigla como candidato a Gobernador de La Paz, pero,tras ser sorprendido conduciendo en estado de ebriedad, fue expulsado del partido y se retiró sucandidatura.

14 Artículo publicado por el periódico nacional La Razón (16.07.2007), como parte de un debate abierto a propósito de la publicación de los datos de las encuestas realizadas por laLAPOP en el año 2007. Vid. también Daniel Moreno: Sobre la identidad de los bolivianos. En:La Razón, 22.07.2007.

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245 ilusión colectiva”, por tanto, el mestizaje sería un mecanismo importado desde eloccidente para hacer sentir falsamente integrados a los indígenas.15Esta, según elautor, malintencionada construcción de las agencias de cooperación, con el fin dehomogeneizar al país en función de una ‘cultura mestizo-criolla blancoide’ ( sic ),origina una cultura dominante y ubica a la cultura indígena como una identidadsubsumida. De ahí que la multiculturalidad, promovida y financiada por los paíseshegemónicos en Bolivia, no sería más que una forma de violencia simbólica, ba-sada en una teoría de confraternización que no respeta la evolución histórica decada pueblo.

La posición oficialista sobre el tema, ante el debate surgido a causa de la noincorporación de la categoría mestizo en la boleta censal del último censo, man-tiene que el mestizaje no puede ser considerado una identidad, primero porquecarece de nación y segundo porque es una categoría colonial de tipo tributario.16Sin embargo, habría que subrayar que en la construcción identitaria oficial convi-ven dos nociones de nación: la moderna,17en el sentido de Estado-nación, y lacolonial, implícita en la consideración de las colectividades indígenas.18

Ahora bien, dentro de este interminable debate sobre la construcción identitariaboliviana, voy a referirme a un punto menos estudiado, pero no por ello menosimportante en el debate: la migración interna. Para ello, primero haré un repasode lo que significa la migración interna en la coyuntura actual del país, para pasardespués a ver su significación para la construcción del imaginario boliviano sobreidentidades. 2. L A MIGRACIÓN INTERNA EN LA CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA DE LOS BOLIVIANOS

En la década de los ochenta Bolivia acumuló un déficit sólo comparable al depaíses que han tenido que afrontar alguna guerra. La devaluación, la hiperinfla-ción y por ende la escasez de alimentos ocasionaron una nueva desilusión entrelos votantes que habían escogido en aquel entonces un partido autoidentificado15Patzi: Etnofagia estatal, pp. 537-544.

16 “García Linera: el mestizaje no es una identidad”. En: Los Tiempos, 07.08.2013.

17 Para mayor información, véase: http://www.vicepresidencia.gob.bo/IMG/pdf/que_es_la_ nacion-1.pdf

18 François-Xavier Guerra: La nación moderna: nueva legitimidad y viejas identidades. En: Tzintzun. Revista de estudios históricos vol. 36 (2002), pp. 101-103.

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246 Carmen Ibáñez con la izquierda: la Unidad Democrática yPopular.19En este contexto, en 1985asume la presidencia del país Paz Estenssoro (Movimiento Nacionalista Revolu-cionario), quien en su posesión presidencial pronunció la sentencia emblemática“¡Bolivia se nos muere!”, lo cual fue la manera de justificar la implementación delo que, años más tarde, sería conocido como “uno de los programas de reestruc-turación neoliberal más radicales de Sudamérica”, la denominada Nueva PolíticaEconómica (NPE) puesta en práctica a través del polémico Decreto de Ley:21060.20

La estabilización antiinflacionaria fue un éxito y la inflación siguió en nivelesbajos después de 1985; esta supuesta proeza fue bautizada como el ‘milagro boli-viano’. El apoyo fuerte y visible de las instituciones financieras internacionales(IFI) a la implementación de la NPE también incrementó su validez ante los ojosde la población, acostumbrada por la herencia colonial a identificar a lo extranjerocomo más competente, más desarrollado y más moderno.21Mientras tanto, las IFIy, sobre todo, Estados Unidos renovaban sus acuerdos de crédito ( stand-by ) conBolivia, previa obligación de poner en marcha una ofensiva militarizada en contrade los cultivos de coca. El financiamiento de las IFI se volvió esencial para que elgobierno pudiera cumplir sus obligaciones básicas; por eso, aunque la deuda bi-lateral disminuía, la deuda multilateral creció, principalmente con el Banco Inter-americano de Desarrollo (BID).22

Esta proeza, milagro, éxito o cualquiera de los calificativos que las IFI le dieronal caso, le costó a la sociedad boliviana más de lo que la mayoría de los analistaseconómicos quieren reconocer: 23.000 mineros de un total de 30.000 perdieronsu empleo sólo durante el primer año, mientras que en el sector fabril se perdieronunos 35.000 empleos en el transcurso de cinco años.23El gobierno redujo susgastos congelando o recortando los salarios al sector público y, al abrirse por en-tero a la lógica del libre mercado, Bolivia se vio obligada a importar alimentos,una idea poco afortunada en un país donde, por entonces, un tercio de sus pobla-dores se dedicaba a la agricultura. Por todo ello, miles de campesinos tuvieron

19 Más sobre la crisis de los años 80 en Bolivia se puede encontrar en Jorge Lazarte/ Napo- león Pacheco: Bolivia: Economía y Sociedad, 1982-1985. La Paz 1992.

20 Benjamin Kohl/ Linda Farthing: El bumerán boliviano. La Paz 2007, p. 140.

21 Silvia Rivera: Chhiwinakax utwiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descoloni- zadores. En: Mario Yapu (comp.): Modernidad y pensamiento descolonizador. Memoria delSeminario Internacional. La Paz 2006, pp. 3-16.

22 Kruse citado en Kohl/ Farthing: El bumerán, p. 118.

23 John Crabtree: Perfiles de protesta. Perfiles y movimientos sociales en Bolivia. La Paz

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247 que abandonar sus campos y pasaron a engrosar los cinturones de pobreza de lasciudades capitales. Éste es, sin embargo, un tema poco discutido y poco investi-gado: el costo humano de la NPE. Un caso emblemático es el de las minas y de loque se conoce bajo el eufemismo de la ‘relocalización’. El Decreto 21060 tuvocomo objetivo, aunque no de forma explícita, la destrucción del poderoso movi-miento obrero nacional, representado por la Central Obrera Boliviana (COB), me-diante la desarticulación de aquellos sectores económicos que históricamente lohabían encabezado, como los mineros o los fabriles.

Con el cierre de las minas, los campamentos mineros pronto se convirtieron enpueblos fantasmas, mientras capitales como Santa Cruz y Tarija, ciudades satéli-tes como El Alto o regiones de colonización como el Chapare, se transformabanen espacios de sobrevivencia para estos actores. Sería precisamente en estos es-pacios de sobrevivencia (zona Norte en Tarija, Plan 3000 en Santa Cruz, Ivigar-zama en el Chapare) a donde los exmineros trasladaran su memoria sindical, esdecir, a donde transfirieron sus lógicas de acción colectiva. En esta incursión, losexmineros fueron acompañados por los fabriles despedidos y los campesinos des-terrados, ambos grupos también a causa del Decreto 21060. Los fabriles perdieronsu trabajo porque muchos de ellos eran empleados de empresas estatales que tu-vieron que cerrar o de pequeñas empresas privadas que habían sido las primerasafectadas por la apertura del mercado. Y, en el caso de los campesinos, para losque el Decreto 21060 estipulaba, entre otras cosas, la importación de alimentos,hay que añadirle a esta crisis que, a mediados de los años ochenta, el Altiplano yel Chaco boliviano fueron castigados por una sequía hasta entonces sin preceden-tes para la región.

En la década de los ochenta y hasta mediados de los noventa, el sustento iden-titario en Bolivia vino predominantemente dado por el lado de la adscripción declase, es decir, la identidad se articulaba en torno a diferencias sociales generadaspor las distintas posiciones en el mundo del trabajo. Después de 1985, la matrizneoliberal despojó a las identidades colectivas de sus anteriores fundamentos.24El mercado y el consumo se convirtieron en el espejo de los individuos. El valorde la comida rápida es un símbolo de ello, es decir el consumo de comida rápidaotorga un cierto estatus a quien lo consume, pero a finales de los años noventa, ycoincidiendo con el ciclo de protestas del 2000, McDonald’s por ejemplo se vioobligada a dejar el país por causa de sus bajísimas ventas. Es decir, en aqueltiempo, no importaba lo que uno hacía o lo que uno era, sino más bien lo que uno

24 Isabel Crespo: ¿Todos indios o todos mestizos? La identidad de los bolivianos en debate. En: Temas Sociales vol. 28 (2008), pp. 208-218.

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248 Carmen Ibáñez consumía, lo cual hacía aún más palpable la brecha entre ricos y pobres y comenzóa generar identidades como lo ‘jailón’,25la ‘birlocha’,26lo ‘moderno’ o lo ‘rica-cho’. Es a partir de finales de los noventa cuando los movimientos sociales y conellos el tema identitario reaparecen en la escena política boliviana, pero esta vezla construcción identitaria estará dirigida hacia los lazos culturales, es decir, alcampo de las identidades étnicas. En este marco inscribimos, por ejemplo, lairrupción en el plano político del movimiento katarista, que emerge de la comu-nidad inmigrante aymara.

A lo largo de la historia, el tema de las identidades ha sido recurrente y la iden-tidad colectiva se ha convertido en un concepto a menudo traicionero que ha ser-vido de bandera para chauvinismos, nacionalismos, manipulación de grupos, re-gionalismos exacerbados, enfrentamientos armados y la imposición de discursosde exclusión. Sin embargo, a partir de que comenzasen las migraciones internas,los bolivianos que recorren su territorio con tanta intensidad y empeño desdicenel discurso del país de dualismos. Los desplazamientos poblacionales dentro deBolivia generan espacios fértiles de interculturalidad y convivencia. Contraria-mente al estereotipo del inmigrante como la encarnación de la miseria, vemos enél a un portador de prácticas y comportamientos inclinados necesariamente altrueque, lo cual nos permite asegurar que si Bolivia subsiste como idea colectiva,como territorialidad poblada, como imaginación compartida es, sin duda, graciasa sus migraciones internas.27

Aprovechamos este espacio para recordarle al lector que la migración es unacaracterística de la población andina; la movilidad y la utilización de diferentesespacios geográficos son asumidas como una constante en las prácticas de subsis-tencia y reproducción sociocultural ya desde la época del incario.28Dichas prác-ticas han producido un habitus , que lleva a sus habitantes a buscarse la vida por

25 Jailón es una palabra muy boliviana para definir al que puede permitirse lujos, en Tarija y Santa Cruz se usa también la palabra jailongo. Etimológicamente viene del inglés high , queen la pronunciación del español sonaría “jai” y se le sumó el aumentativo “lon”, “jai + lon”. Serjailón no implica tener los bolsillos llenos, el jailón es más bien un complejo tejido identitarioque cuenta con sus propios códigos y sus propias realidades, que corren de forma paralela a larealidad social y política que vive la mayoría en el país.

26 Rivera acota que el término birlocha es usado despectivamente, tanto por la mujer oli- garca como por la chola orgullosa que siente como una degradación el adoptar el vestido ovestimenta femenina de la criolla- q’ara , Silvia Rivera: Violencias (re) encubiertas en Bolivia.La Paz 2010, p. 79.

27 René Pereira: El país de las migraciones. En: Temas de Debate vol. 3 (2005), pp. 1-4.

28 Ramiro Condarco/ John Murra: La teoría de la complementariedad vertical-ecosimbió- tica. La Paz 1987.

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249 otras latitudes, ya no solamente como una estrategia de supervivencia familiar,sino como una forma intrínseca de reproducción comunitaria y societal.

El papel de la memoria en la recomposición y la capacidad de la articulaciónideológica-cultural de los actores sociales es un proceso complejo en el que seperciben no sólo continuidades sino también rupturas en las identidades respecti-vas, en la identificación de los adversarios, en los proyectos de transformación dela sociedad y en las formas de sus protestas y discursos;29es en esta construcciónde comunidad imaginada donde se matizan los componentes de identidad. Estoscomponentes están marcados por la herencia de luchas pasadas, lo que permitemantener viva la memoria colectiva de una historia en común por medio de ununiverso simbólico que se expresa en el uso del espacio, la puesta en escena derituales y costumbres, la lucha por la permanencia de los idiomas nativos y laconstrucción del discurso identitario.

Mucho de lo que se ha hecho en cuanto a la inclusión de actores en la partici-pación política, viene precisamente de las zonas de colonización, es decir, de zo-nas de inmigración. Entonces, como Rivera subraya, no es casualidad que impor-tantes líderes sindicales e incluso la posibilidad de un presidente indígena no ha-yan salido de uno de los ayllus del altiplano, sino de las zonas de colonización,porque es allí donde los inmigrantes han tomado conciencia de su situación comoactores políticos.30Es por ello que entendemos a la migración interna bolivianacomo una alternativa de reivindicación política de la diversidad y la heterogenei-dad de sus habitantes, como se demuestra con el caso tarijeño.

La corriente inmigratoria de las Tierras Altas trasladó a Tarija la organizaciónminero-sindical y con ello la territorialidad del espacio, un modus que sostuvo elderecho a ocupar la tierra para luego habitarla. En este ámbito, es como si la mina,la fábrica y la comunidad rural se hubiesen trasladado al barrio y ahora éste fungecomo lugar de política, base de las redes. La diferencia cultural sirve entoncescomo marca de fronteras entre dos grupos, los tarijeños (o quienes se consideranasí) y los inmigrantes. Estos últimos, que se concentran en la zona norte de laciudad y se dan cuenta en algún momento de que no vale la pena anteceder el temaétnico, lo usan, eso está claro, pero como variable transversal, ellos se autoidenti-fican y defienden ante todo su condición de inmigrantes y esto les permite ade-lantarse y superar muchos de los problemas del debate político nacional.31

29 Rivera: Violencias (re) encubiertas.

30 Idem: Violencia e interculturalidad.

31 Carmen Ibáñez: Consecuencias políticas de la migración interna en Bolivia. 2013 (iné-

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250 Carmen Ibáñez

En Bolivia, las identidades como elementos de reconocimiento colectivo, hoymás que nunca, son ajustadas según el propósito político y entran por ello al es-cenario de los cálculos, con el resultado de que en este momento existan en el paísdistintos proyectos de identidad colectiva y cada uno busque a su manera alcanzarla hegemonía y consumarse políticamente. En Tarija, por ejemplo, desde las éliteshay la propuesta de una identidad tarijeña, que en oposición a lo andino, enaltecela herencia española. Por otra parte, hay organizaciones como el Comité CívicoCruceño que hablan de la identidad camba, o indigenistas que reivindican la pu-reza de los grupos étnicos altiplánicos. 3. C OMENTARIO FINAL

De lo hasta aquí expuesto cabe extraer tres conclusiones principales:

1. En Bolivia las identidades son yuxtapuestas.

Identificarse con un pueblo comunitario no parece incompatible con sentirsemestizo, urbano y quizás incluso sindicalista. Cada identidad brotará en el mo-mento respectivo y asumirá un papel preponderante frente a las otras identidadesdependiendo del momento y la situación. Es por eso que en los procesos históricosy políticos que se dieron en el país, en cuanto a lucha por el poder se refiere, losactores han asumido identidades y proyectos diversos recurriendo a la abigarradamemoria y a las “múltiples fuentes de sentido sedimentadas en el devenir de ac-tores procedentes de múltiples procesos históricos”.32

Por esta razón, cuando seis de cada diez bolivianos se consideran pertenecientesa un pueblo originario, también es perfectamente válido que seis de cada diez seconsideren mestizos. El punto central es el carácter de las preguntas censales, puescada una de esas preguntas interpela, cuestiona o categoriza sobre aspectos dis-tintos de la identidad de los bolivianos del siglo XXI.

2. Migración interna: una apuesta por el debate sobre identidaden Bolivia.

Según Pereira, el “juzgar los tipos de interculturalidad como buenos o malostendrá, como mucho, utilidad para la moral; pero la interculturalidad simplementesucede, mostrando magníficos espacios que le permiten al país ser y desear.”33

32 Álvaro Zapata: Ciudadanía, clase y etnicidad. Un estudio sociológico sobre la acción co- lectiva en Bolivia a comienzos del siglo XXI. La Paz 2006, p.17.

33 Pereira: El país de las migraciones, p. 3.

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251 Bajo esta premisa, una mirada al mercado campesino en Tarija nos permite ate-rrizar las reflexiones sobre interculturalidad, pues al identificarlo como un labo-ratorio social de migración, un lugar que abastece y se abastece, identificamostambién su riqueza al estar más próximo a la interculturalidad que cualquier es-fuerzo teórico por describirla. Dentro de este espacio, identificamos también alinmigrante como “un alquimista social, un practicante innato o quizás hecho afuerza de las mezclas que la convivencia genera”.34Es cierto que, dentro de losesfuerzos por la convivencia, hay de por medio prejuicios, convicciones, retroce-sos, mediaciones y puestas en escena varias, pero también es cierto que la migra-ción interna genera un discurso de “homogéneos pero diversos” dando lugar a unaapuesta por el debate sobre identidad en Bolivia.

3. La identidad convertida en política, en ejercicio de poder.

El discurso político en Bolivia (como en muchas otras partes del mundo) insisteexageradamente en las identidades como una diferencia insalvable; sin embargo,las migraciones internas muestran un país cuya mayor fuente de vitalidad es ladiversidad cultural. La migración puede ser leída, entonces, como génesis de nue-vas identidades a partir de confrontaciones y asimilaciones, pero también de diá-logos y concertaciones.

En un ambiente de confrontaciones, de discursos extremos, nos quedaría, si-guiendo a Pereira, por preguntarles a las posturas ultrarregionalistas: ¿Qué es lotarijeño cuando el 30 % de los habitantes de Tarija son (y además se identificancomo tales) inmigrantes? O bien: ¿qué estrategias de pertenencia utilizará SantaCruz en su formulación de identidad respecto a los cruceños que nacieron en lasprovincias?

La dificultad de medir la identidad étnica en Bolivia está todavía latente, puesse percibe la tensión conflictiva entre los distintos discursos alrededor de la iden-tidad. Así, por ejemplo, vemos que durante los últimos años hay nuevas tonalida-des para categorías como lo indio, lo criollo, lo cholo… En todo caso, podemosconcluir que en el tema de la identidad de los bolivianos todo depende de cómose formule la pregunta y del contexto político y social que se viva en el momentode plantearla.

34 Ibidem, p. 2.

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IV. LA POPULARIZACIÓN DE VISIONES, SABORES Y PERCEPCIONES NACIONALES

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J ENS J ÄGER

LA POPULARIZACIÓN DE LA ‘CULTURA NACIONAL’

Nación, identidad nacional y políticas de identidad son conceptos clave en losprocesos de construcción del Estado propios de la modernidad. Remiten ante todoa definiciones ‘oficiales’ del ser nacional, tal y como las crearon discursivamentelos propios estados nacientes o las élites políticas que los controlaban. Entre estasdefiniciones pueden contarse narraciones maestras historiográficas, la respectivasimbología oficial (banderas, escudos, conmemoraciones festivas, rituales, etc.);también entran dentro de la misma categoría documentos normativos de inclusióny exclusión que definen la pertenencia ciudadana o reglamentan el trato de la ad-ministración con las minorías, manifestando de esa manera a quiénes se consideray desea como integrantes de la comunidad estatal, y a quiénes no. Desde hacealgunos años, la gran importancia de los contenidos visuales en estos procesos hadespertado un mayor interés entre los investigadores, y ello por cierto también enel caso latinoamericano.1

Con todo, lo habitual al tratar estos temas es adoptar una perspectiva desde‘arriba’. Hasta ahora, ha sido mucho más rara la necesaria mirada desde ‘abajo’.Es decir, la popularización de los discursos de identidad nacional no se puedeentender como un simple proceso de difusión ‘desde arriba hacia abajo’. Por elcontrario, han de tenerse en cuenta la interacción entre las ofertas ‘oficiales’ porparte de las instituciones estatales o las élites sociales y las muy variadas propues-tas provenientes de otros grupos de la sociedad en cuestión. Aun cuando los invo-lucrados no hayan intentado conscientemente crear una ‘cultura nacional’, sinomás bien abordar fenómenos específicos a nivel local o regional, en muchos casosel marco de referencia sigue siendo el nacional. A la vista de la considerable pro-liferación mediática característica de las sociedades modernas (o en vías de mo-dernización), se hace necesario investigar esos canales de transmisión en general,o bien su funcionamiento en algunos medios en particular. Se trata además de unTraducción del alemán: Antonio Sáez-Arance y Katharina Motzkau.

1 Jens Andermann: The Optic of the State. Visuality and Power in Argentina and Brazil. Pittsburgh 2007; Deborah Poole: Vision, Race, and Modernity: A Visual Economy of the An-dean Image World. Princeton 1997.

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256 Jens Jäger período marcado por un masivo avance de la visualización, de modo que las fuen-tes visuales ocupan un lugar privilegiado.2No sólo es relevante pensar las imáge-nes como actores importantes;3ellas mismas superan también en su contenidocomunicativo a lo expresado por otros medios.4Aparte de ello, las imágenes con-cretizan, son ilustrativas, operan como pruebas y muestran justamente más de loque el texto correspondiente o el contexto inmediato pudieran reflejar. A partir dela segunda mitad del siglo XIX se incrementó considerablemente la posibilidadde acceder a los medios y también a formatos visuales: las intervenciones discur-sivas transportadas mediante palabras o imágenes empezaron a alcanzar a gruposhumanos cada vez más amplios. Ilustrando las páginas de diarios y revistas, lafotografía generó un profundo cambio en el periodismo latinoamericano. A la vez,contribuyó a una difusión masiva de la prensa, iniciándose así lo que a menudo seha caracterizado como la era de los medios de comunicación de masas. El avancede la prensa ilustrada coincidió con la popularización de la tarjeta postal a finesdel siglo XIX y prosiguió a principios del siglo XX con el éxito de las imágenesen movimiento entre un público cada vez más numeroso. Incluso aquellos queaparentemente eran sólo objeto de miradas tenían ahora de vez en cuando la oca-sión de articular sus propias posiciones, interviniendo en el qué y el cómo de susrepresentaciones mediáticas. Sea la que sea la definición de ‘cultura nacional’, esimprescindible en todo caso ocuparse de su dimensión popular ya que ésta es ac-cesible para casi todos los actores. La cultura popular incluye tanto los medios decomunicación como las prácticas cotidianas, abarcando desde las costumbres ali-mentarias locales y regionales y los debates sobre cuestiones sociales hasta la cul-tura ceremonial y festiva, sin que este listado tenga en absoluto pretensiones deexhaustividad. De los estudios postcoloniales –y en general de las investigacionessobre cultura visual– hemos aprendido a tener en cuenta un aspecto analítico im-portante, como es el de no considerar la creación de imágenes como un procesounilateralmente dominado por los productores, por más que las posibilidades deinfluencia dependan fuertemente del estatus social. En este contexto entran enjuego prácticas cotidianas de apropiación y (re)definición de las imágenes, queponen de manifiesto otra vez la interacción en la que se negociaban identidadespor parte de los diversos actores.

2 Gerhard Paul: Visual History, Version: 3.0. En: Docupedia-Zeitgeschichte, 13.03.2014. <http://docupedia.de/zg/Visual_History_Version_3.0_Gerhard_Paul>(20.04.2016); idem: Dasvisuelle Zeitalter. Punkt und Pixel. Göttingen 2016.

3 Horst Bredekamp: Theorie des Bildakts. Frankfurter Adorno Vorlesungen 2007. Fráncfort del Meno 2010.

4 William J. T. Mitchell: Iconology. Image, Text, Ideology. Chicago/ Londres 1987.

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En los últimos años se ha indagado con creciente interés sobre la existencia depolíticas de identidad alternativas. ¿Qué formas de autorrepresentación circulabanaparte de los grandes metarrelatos nacionales? ¿Qué rol jugaban los diversos po-sicionamientos locales, regionales y socioculturales en el conjunto de la sociedad?A primera vista, se trata de un asunto bastante huidizo, al no expresarse por logeneral de forma programática, sino mediante diferentes prácticas cotidianas. Losestudios de ámbito local ( Locality Studies ) brindan referencias para tal investiga-ción: sobre todo ofrecen una perspectiva que no toma lo local como un fenómenoautónomo y claramente diferenciable, sino que determina sus límites siempre enrelación con ofertas de identificación regionales, nacionales e incluso globales.También las investigaciones sobre el costumbrismo entran en esta categoría: apesar de que se lo asocia principalmente con el ámbito literario-artístico, de hechoes lícito considerarlo como una discusión sobre las costumbres y tradiciones lo-cales, sobre las circunstancias y formas de vida, más allá de la literatura y las artesplásticas. En otras palabras, también en esta corriente se revela el discurso sobrela relación entre una cultura local (sea cual sea su grado de ficcionalidad) y lasnarrativas nacionales. Uno de los ejemplos más conocidos lo representa el mitonacional del gaucho en Argentina, cuya glorificación como ícono nacional y fi-gura de identificación colectiva se nutría de narrativas tanto elitistas como popu-lares y gozaba también de una fuerte mediatización visual.5No es casual que esacorriente se manifestase en Sudamérica a partir del siglo XIX y floreciese parale-lamente, o incluso con ligera anterioridad, a movimientos europeos análogos. Alfin y al cabo, se daban en este caso todas las condiciones: un proceso de construc-ción de un Estado y una nación ‘moderna’, y junto a él, el surgimiento de teoríasculturales y puestas en perspectiva históricas susceptibles de ser aplicadas paraapuntalarlo. Ello estimulaba a su vez a la población local, y también a la éliterespectiva, que acababan posicionándose culturalmente de las más diversas for-mas. Éstas podían incluir el costumbrismo, el folklore, el patriotismo local (aque-llo que los alemanes asociamos al concepto de Heimat , más o menos equivalenteal castellano ‘patria chica’), así como cualquier tipo de iniciativa que combinaseel progreso educativo con un enfoque socio-cultural local, sin olvidar las más sim-ples prácticas cotidianas de auto-posicionamiento colectivo. Se trataba en todocaso de distintas modalidades de reacción a las narrativas nacionales, con las cua-

5 Carlos Masotta: Representación e iconografía de dos tipos nacionales. El caso de las pos- tales etnográficas. En: Arte y Antropología en la Argentina. Buenos Aires 2005, pp. 65-114;Adolfo Prieto: El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna. Buenos Aires

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258 Jens Jäger les acababan interactuando. Sin embargo, lo ‘local’ no se entiende aquí simple-mente en clave geográfica, sino también como conjunto de conceptos culturalesdel espacio definidos principalmente por relaciones sociales. Así, los nuevos es-tudios sobre el movimiento alemán de Heimat demuestran que a éste no le impor-taba únicamente la visión del entorno inmediato, sino más bien el afán de posi-cionar lo propio en el marco de estructuras regionales, nacionales y globales. Yaun tratándose de un fenómeno típicamente alemán, el concepto revela un rasgoestructural de la modernidad.6Al mismo tiempo, y como demuestran investiga-ciones recientes, la Heimat (‘patria chica’) se relaciona con fenómenos como laglobalización, la cual interfiere, lo mismo que los procesos de construcción na-cional, en el desarrollo de las categorías locales de identidad.7El concepto de unanación homogénea (en el sentido étnico, lingüístico y cultural) se presenta comoun extraño conglomerado híbrido. Sin embargo, es lo suficientemente flexiblecomo para llegar a tolerar marcadas diferencias internas, siempre que, por un lado,en torno a la expresión de Heimat se plasme una similitud estructural suficienteentre las diversas variantes identitarias y, por otro, en ningún caso se llegue aponer en cuestión la unidad política del estado nacional que las engloba (véase denuevo en este contexto la contribución de Débora Bendocchi Alves acerca de laconstrucción de una identidad teuto-brasileña).

Sin pretender agotar la problemática, estas reflexiones demuestran que las vi-siones populares o popularizadas de lo que debía formar parte de una identidadnacional (y lo que no tenía cabida en ella) mantenían un intercambio constantecon los metarrelatos nacionales; reaccionaban, formulaban visual o verbalmentealternativas, reivindicaban determinados complementos o los ofrecían directa-mente. Y aquí también estaban presentes los grupos cuya ‘voz’ normalmente eramenos ‘audible’, por mucho que esa ‘voz’ pasase muchas veces por el filtro de lasobservaciones periodísticas.

El estudio de Vanessa Höse sobre el orden simbólico del espacio urbano mues-tra claramente que los medios de comunicación visibilizaban a grupos que habi-tualmente tenían poca presencia discursiva. Además, la marcada referencia bo-naerense muestra en qué medida la región metropolitana se ubicaba de una manera

6 Por ejemplo Ina-Maria Greverus: L’identité et la notion de ‘Heimat’. En: Ethnologie fran- çaise, nouvelle série vol. 27, no. 4 (1997) (= Allemagne. L’interrogation), pp. 479-490.

7 Hermann Bausinger: Heimat und Globalisierung. En: Österreichische Zeitschrift für Volkskunde vol. 104 (2001), pp. 121-135; Beate Binder: Beheimatung statt Heimat. Translo-kale Perspektiven auf Räume der Zugehörigkeit. En: Manfred Seifert (ed.): Zwischen Emotionund Kalkül. ,Heimat’ als Argument im Prozess der Moderne (Schriften zur Sächsischen Ge-

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259 específica dentro del Estado argentino. Fuera de eso, se definían y se marcabanmediáticamente grupos sociales marginados, con lo cual se creaba –en parte lite-ralmente en forma de fotografías– una ‘imagen’ de la futura sociedad argentina;ésta se presentaba compuesta de múltiples grupos, de los cuales algunos se retra-taban como una suerte de especie en vías de extinción, mientras que otros apare-cían como objeto potencial de una deseable política de integración y reformas.

De la misma forma, el texto de Maximiliano Salinas demuestra que las carica-turas constituyen indicadores muy apropiados para rastrear aquellos discursos al-ternativos a la imposición vertical de ‘mitos nacionales’, porque además contri-buyen a expresar aquello que, al margen o fuera del mito, también tenía que per-tenecer a la nación. La extraordinaria variedad de las políticas de identidad sepone también de manifiesto en el análisis de Tim Wätzold acerca de la formaciónde una ‘cocina nacional’ brasileña. En este caso, el marco nacional creó una ideatanto delimitadora como integradora de la cultura alimentaria: en recetarios apa-rentemente intrascendentes dejaba translucir todas las influencias actuantes sobreuna imaginaria identidad brasileña plasmadas en tradiciones regionales específi-cas, y viceversa.

En síntesis, el campo de la popularización de la cultura nacional transciendeampliamente el análisis de los procesos clásicos de construcción nacional; cons-tituye el núcleo de políticas sociales de identidad que apuntaban al individuo, de-finían lealtades, las desafiaban y resignificaban.

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V ANESSA H ÖSE

LAS MÚLTIPLES CARAS DE LA MARGINALIDAD SOCIAL. LA PRENSA ILUSTRADA Y LA SUBALTERNIDAD URBANA EN LA ARGENTINA, 1900-1920

“En nombre de la patria se deben corregir los errores cometidos por ella.” Asícomentaba un reportaje de la revista ilustrada Fray Mocho del año 1912 las desas-trosas consecuencias sociales que habían resultado de la llamada Ley de DefensaSocial de 1910.1Aquella ley, promulgada en el año del Centenario y del apogeodel conflicto social en la Argentina, había posibilitado la criminalización y la ex-pulsión del país de “extranjeros indeseables”,2especialmente de anarquistas y so-cialistas revolucionarios que –según el entender de los legisladores– significabanun peligro en términos nacionales.3No obstante, el reportaje, publicado dos añosdespués, evocó una preocupación diferente: Se dedicaba a las “horribles conse-cuencias de la Ley Social”4para las familias de los deportados que habían que-dado en la Argentina en absoluta miseria, pasando a formar parte de las crecientesmasas de pobres en las zonas urbanas del país. En ocho páginas, ilustradas con 37fotografías, el periodista Juan José Soiza Reilly exploraba los destinos de los pa-dres, esposas e hijos de los deportados, quienes se habían quedado en la Argentinasin recursos y apoyo familiar o institucional. Las imágenes fotográficas mostraban

1 Juan José Soiza Reilly: Las víctimas de la Ley Social. En: Fray Mocho vol. 1, no. 12 (19.07.1912), p. 70.

2 Tobias Schwarz: Políticas de inmigración en América Latina. El ‘extranjero indeseable’ en las normas nacionales, de la independencia hasta los años 1930. En: Revista Ecuatoriana deHistoria vol. 36 (2012), pp. 39-72.

3 Ricardo H. Martínez Mazzola: ¿Cuestión social o cuestión nacional? Los debates en torno al naciente movimiento obrero. En: Susana Villavicencio et al. (eds.): Los contornos de la ciu-dadanía. Nacionales y extranjeros en la Argentina del centenario. Buenos Aires 2003, p. 104.En 1902, ya se había promulgado la llamada Ley de Residencia Social, permitiendo la expulsiónde extranjeros que perturbaban seriamente el orden social. La Ley de Defensa Social de 1910fue una reacción a la proliferación de las acciones violentas de los anarquistas e incrementó lasmedidas exclusionistas. La ley criminalizaba el movimiento anarquista en general y posibilitóasí la deportación de sus activistas. Véase también Gabriela Constanzo: Los indeseables. LasLeyes de Residencia y Defensa Social. Buenos Aires 2009.

4 Soiza Reilly: Las víctimas, p. 70.

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262 Vanessa Höse viviendas apretadas y sucias, mujeres forzadas a trabajar y niños abandonados,reivindicando la intervención política en estos ámbitos sociales. De esta manera,el reportaje se incorporaba a un discurso y a un imaginario visual sobre la margi-nalidad social en el espacio urbano que se solidificó en la agenda de las revistasmodernas durante las primeras dos décadas del siglo XX. En estas representacio-nes periodísticas se ve que la idea de la defensa social, expresada en la Ley del1910, estaba en plena transformación: El peligro social ya no se detectaba en pri-mer lugar en la combatividad del proletariado, sino en las existencias precarias ylas conductas de las clases subalternas. Se descubría a los pobres, a los delincuen-tes y a los marginados como problema nacional que demandaba soluciones cien-tíficas y políticas urgentes, sobre todo en el área de la higiene, de la planificaciónurbana, la educación y la prevención del crimen.

A continuación, me ocuparé del surgimiento de esos discursos e imágenesacerca de los “márgenes de la nación”, los mismos que comenzaron a tener unaintensa cobertura en la prensa ilustrada de principios de siglo XX en la Argentinay llegaron a circular entre amplios sectores de las clases populares y las clasesmedias. Mi interés es mostrar que las producciones periodísticas no fueron unmero “registro del cambio de ideas, vidas y costumbres”,5ni los magazines merostestimonios del progreso y sus sombras,6sino que éstos desempeñaron un rol ac-tivo en la construcción de la marginalidad social y la auto-imagen de una sociedadnacional que se encontraba en plena formación. La prensa ilustrada contribuyó aformar una imagen de cómo estaba constituida la población, a generar relacionese identificaciones sociales, y además intervino directamente en la sociedad. Losreporteros de las revistas que estaban de moda se dedicaron a identificar, visuali-zar y problematizar los supuestos márgenes de la sociedad. Influenciados, a lavez, por los discursos expertos de las élites liberales que, desde fines del sigloXIX, giraban en torno a la alteridad social, mezclaron esta mirada con sus pers-pectivas a veces sensacionalistas, despectivas o empáticas, para multiplicarla me-diante los exitosos medios. Desde esta posición mediadora, las producciones pe-riodísticas establecieron una mirada hacia los ‘otros’, los marginalizados o losgrupos o individuos problematizados, mediante la cual se reaseguró qué era lopropio, lo normal y en consecuencia lo nacional.

5 Carlos Ulanovsky: Paren las rotativas. Una historia de grandes diarios, revistas y perio- distas argentinos. Buenos Aires 1997.

6 Howard Fraser: The wit and witness of a ‘Belle Epoque’. En: Américas vol. 32, no. 4

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263 E L IMPACTO SOCIAL DEL NUEVO PERIODISMO MAGAZINE

La prensa magazine –el nuevo medio masivo por excelencia– había surgido conla revista Caras y Caretas en vísperas del siglo XX, en lo que Sandra Szir llamael “punto de partida de la revista moderna argentina”.7 Caras y Caretas sirvió demodelo a otras revistas nuevas, de formato pequeño, con portada coloreada, altoporcentaje de imágenes y un panorama amplio de temas y géneros periodísticos,como PBT (1904), El Hogar (1904), Vida Moderna (1907), Mundo Argentino (1911), Fray Mocho (1912) y Revista Popular (1917).8Lo que las calificaba comorevistas modernas en comparación con sus precursoras del siglo anterior, era su“estructura miscelánea”, es decir, su amplia gama de temas informativos y de en-tretenimiento y el estilo con el que unían lo sensacional y lo cotidiano así comolo problemático y lo humorístico.9Con este programa se dirigían a un públicolector que traspasaba los límites de clase, género y edad.10La nueva calidad quejustifica hablar de una transformación cultural provocada por la prensa fue lairrupción de lo visual en el mundo cotidiano. Las innovaciones técnicas sirvieronpara la reproducción industrial cada vez más optimizada de la fotografía y su im-presión fotomecánica, y posibilitaron la producción en masa de revistas ilustradas

7 Sandra Szir: De la cultura impresa a la cultura de lo visible. Las publicaciones periódicas ilustradas en Buenos Aires en el Siglo XIX. En: Marcelo H. Garabedian et al. (eds.): Prensaargentina siglo XIX. Imágenes, textos y contextos. Buenos Aires 2009, p. 27.

8 Para una discusión de la cultura de revistas desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX véanse también Néstor Tomás Auza: Un indicador de la cultura bonarense. Elperiodismo de 1877 a 1914. En: Investigaciones y Ensayos vol. 50 (2000), pp. 101-128; Ale-jandro C. Eujanián: Historia de revistas argentinas 1900-1950. La conquista del público. Bue-nos Aires 1999; José Luis Fernández: La ciudad y la prensa. Los medios gráficos frente a lastransformaciones de Buenos Aires. En: Margarita Gutman/ Thomas Ford Reese (eds.): BuenosAires 1910. El imaginario para una gran capital. Buenos Aires 1999, pp. 241-253.

9 Geraldine Rogers: Caras y Caretas. Cultura, política y espectáculo en los inicios del siglo XX argentino. La Plata 2008, p. 37.

10 William G. Acree destaca que las prácticas de lectura se habían desarrollado entre las clases populares a partir de la independencia en la región del Río de la Plata y contribuyeron aformar identidades colectivas. Acree analiza varios géneros de textos e impresos, abarcandofusiones entre cultura escrita y oral, las primeras producciones periodísticas, libros de textoescolares, literatura gauchesca y muchos más, William G. Acree: Everyday Reading. Print cul-ture and collective identity in the Río de la Plata, 1780-1910. Nashville, Tenn. 2011.

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264 Vanessa Höse a bajo costo.11Eduardo Romano describió el impacto de la imagen reproduciblecomo “revolución en la lectura” que significó una cesura para las estructuras co-municativas de la sociedad: “...la irrupción del periodismo ilustrado permitía aso-marse a algo distinto; al momento de convergencia entre palabras e imágenes queiba a distinguir, en cierto modo, toda la cultura del siglo XX.”12

Los cambios sociales de la época, es decir la inmigración, el surgimiento de lasclases medias y la amplia alfabetización de la población, contribuyeron a suenorme éxito. La lectura de periódicos y revistas surgió entonces como prácticasocial en espacios públicos y privados que vieron crecer un “público consumidorde lecturas populares”.13Eustaquio Pellicer, el primer editor de Caras y Caretas, describió la exigencia a su revista en la edición de su primer aniversario de lasiguiente manera: “que cualquiera persona que nos lea [...] goce con el periódicoá su gusto”.14La idea civilizatoria-pedagógica que había sido inherente a la prensadel siglo XIX cesó frente al nuevo mandato de un público anónimo y difuso cuyogusto se debía ahora interpretar.

Las revistas modernas tematizaron –aparte de sus secciones dedicadas a lamoda, el teatro y las fiestas de las élites– las vidas y los espacios ‘marginales’ delámbito urbano. Informaban sobre los asentamientos en las periferias de las ciuda-des, los barrios de obreros e inmigrantes, la calle o aquellas zonas donde pululabanlos desamparados y los niños callejeros, el hogar pobre y también sobre las cár-celes, los asilos y los manicomios. Se crearon formas y formatos de representaciónque iban desde caricaturas y notas humorísticas hasta crónicas sociales ilustradascon un serio tono de preocupación. Aquellas ‘vidas liminales’ fueron problemati-zadas por ser primitivas, peligrosas y rebeldes, pero también a menudo auténticasy nostálgicas. Como Kopp y Müller-Richter lo demostraron para el Londres definales del siglo XIX, la ciudad sirvió como espacio modelo, donde la dicotomía

11 Verónica Tell: Reproducción fotográfica e impresión fotomecánica. Materialidad y apro- piación de imágenes a fines del siglo XIX. En: Laura Malosetti Costa/ Marcela M. Gené (eds.):Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires. Buenos Aires2009, pp. 141-164.

12 Eduardo Romano: Revolución en la lectura. El discurso periodístico-literario de las pri- meras revistas ilustradas rioplatenses. Buenos Aires 2004, p. 15.

13 Eujanián: Historia de revistas, pp. 18-19.

14 Eustaquio Pellicer: Caras y Caretas 1898 – octubre – 1899. En: Caras y Caretas vol. 2, no. 53 (07.10.1899), p. 16.

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265 entre civilización y barbarie se validaba, se representaba y se tornaba visible.15Buenos Aires sirvió para la nueva prensa magazine como un espacio representa-tivo con el que ilustrar las dinámicas de la sociedad nacional moderna, así comosus fisuras y rupturas.

La historiografía argentina ha tratado extensamente el tema del control socialde las clases subalternas y populares, especialmente en el ámbito de las cienciasinfluidas por el positivismo.16En este contexto de inmigración de masas, urbani-zación y combate social en el Río de la Plata, la población subalterna devino unobjeto de estudio para las ciencias que se estaban estableciendo con cada vez ma-yor prestigio:

It was in this highly charged atmosphere that the nation’s prominent physicians, psychiatrists,sociologists, and legal reformers assumed the tasks of diagnosing and curing the myriad socialpathologies: dirt, disease, crime, prostitution, vagrancy, and violent class conflict.17

Las intervenciones en la vida subalterna que emprendieron los expertos junto alas instituciones caritativas y estatales fueron calificadas –particularmente en tér-minos de control y exclusión social– en relación con los intereses e intencionesde las élites económicas y políticas. Desde una perspectiva de historia cultural queanaliza las producciones periodísticas de la época, se abren dos formas diferentesde acceso al tema de la marginalidad social. En primer lugar, no se trató solamentede un proyecto intencional de una “élite médico-político-intelectual”,18sino queexistió un dispositivo de poder que implicaba la multiplicidad de los actores: losmedios de prensa, los lectores y, por último, pero no menos, los representados

15 Kristin Leigh Kopp/ Klaus Müller-Richter: Einleitung: Die ‘Großstadt’ und das ‘Primi- tive’. Text, Politik, Repräsentation. En: Idem (eds.): Die ‘Großstadt’ und das ‘Primitive’. Text,Politik, Repräsentation. Stuttgart 2004.

16 El positivismo influyó notablemente en la ‘generación del ochenta’, siendo a su vez una corriente extremadamente heterogénea que coincidía en el afán de detectar la naturaleza de losocial e intervenir en favor de su regulación. Su apogeo había pasado ya con el cambio delsiglo; sin embargo, sus fundamentos metodológicos e interpretativos se mantuvieron hasta lasprimeras décadas del siglo XX. Véanse Oscar Terán: Positivismo y nación en la Argentina.Buenos Aires 1987; Eduardo Zimmermann: Los liberales reformistas. La cuestión social en laArgentina, 1890-1916. Buenos Aires 1995.

17 Julia Rodríguez: Civilizing Argentina. Science, Medicine, and the Modern State. Chapel Hill 2006, p. 27.

18 Gabo Ferro: Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y re- presentaciones en el caso argentino. Buenos Aires 2010, p. 21.

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266 Vanessa Höse mismos participaron en la “invención de lo social” como lo entiende Jacques Don-zelot.19En segundo lugar, las representaciones periodísticas interrelacionaron dis-cursos excluyentes e integradores. La definición social de lo marginal, lo peli-groso, lo reformable, era un proceso complejo y dinámico que las propias revistasemprendían.

En este proceso de redefinición de la cuestión social, como se puede notar enel ejemplo introducido, la prensa ilustrada era un actor que se inscribía en un dis-positivo de poder caracterizado por Foucault como biopolítico. Según Foucault,el término de biopolítica (o biopoder) abarca nuevas técnicas de poder que sedesarrollaron con el surgimiento de los Estados nacionales.20Se comenzaron atener en cuenta los procesos vitales de la población: la fecundidad y la mortalidad,las enfermedades, el envejecimiento, la debilidad, los accidentes, las anomalías,así como los factores que afectaban la constitución biológica de la población ensu conjunto.21Con el fin de aumentar el bienestar de la población entera, de pro-mover sus fuerzas vitales y fortalecer la raza, se desarrollaron entonces medidaspara primero estudiar y diagnosticar, y luego curar y aminorar los males consta-tados. El acercamiento biológico a la problemática social se ha descrito como mo-delo médico de la sociedad en defensa contra las enfermedades sociales,22y alrevés como “descubrimiento de la enfermedad como problema social”.23Par-tiendo de una idea de poder descentralizado que no se limita a ‘los poderosos’,hay que tomar en cuenta una multiplicidad de actores que participaron en la cons-trucción de la marginalidad social como problema nacional que afectaba a todo elcuerpo social. La prensa ilustrada jugó un rol importante en la producción de unsaber popular sobre la problemática social, utilizando prácticas biopolíticas: Los

19 Jacques Donzelot: L’invention du social. Essai sur le déclin des passions politiques. París: 1994.

20 Foucault desarrolla su análisis del poder biopolítico en: Sicherheit, Territorium, Bevöl- kerung. Geschichte der Gouvernementalität. Vol. I. Fráncfort del Meno 2006; Idem: Der Willezum Wissen. Geschichte der Sexualität. Vol. I. Fráncfort del Meno 2008; Idem: In Verteidigungder Gesellschaft. Vorlesungen am Collège de France (1975-76). Fráncfort del Meno 2009. Parauna discusión del concepto de la biopolítica de Foucault en comparación con el uso del términopor otros autores véase Edgardo Castro: Lecturas foucaulteanas. Una historia conceptual de labiopolítica. Buenos Aires 2011.

21 Michel Foucault: Vorlesung vom 17. März 1976. En: Idem: In Verteidigung der Gesell- schaft, pp. 280-283.

22 Rodríguez: Civilizing Argentina, p. 28.

23 Diego Armus: El descubrimiento de la enfermedad como problema social. En: Mirta Lo- bato (ed.): El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916). Nueva Historia Argentina.Vol. V. Buenos Aires 2000, pp. 507-551.

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267 reporteros de la nueva prensa magazine observaron, estudiaron y representaron ala población subalterna para exigir su regulación y su gobernación. Dentro de undispositivo de poder biopolítico que abarcaba instituciones sociales, políticas ycientíficas, la prensa funcionó como bisagra entre los discursos científicos, losnuevos públicos lectores y la población subalterna en cuestión.

La intervención en la vida subalterna tenía que ver con el cambio del trabajoperiodístico, su profesionalización y el surgimiento del reportero. Hasta fines delsiglo XIX, el periodismo era considerado como una actividad literaria o partidariaque gozaba de prestigio artístico-social y éxito político. Los periodistas de losgrandes diarios del siglo XIX eran en su mayoría hombres de Estado, militares,juristas, médicos y otros intelectuales conocidos, pero para quienes el periodismoera una actividad secundaria. El Anuario de Prensa del año 1897 sostuvo inclusoque “no había un solo hombre notable que no fuese periodista”.24Pero a medidaque se iban comercializando los órganos de la prensa, una nueva generación deperiodistas asalariados reemplazó a la antigua “generación del ochenta”.25Mu-chos de los periodistas del nuevo siglo pertenecían a las clases medias en forma-ción, y no pocas veces eran inmigrantes de primera o segunda generación quebuscaban un ascenso social.26En muchos países, la prensa significó en esta épocauna “rueda de la fortuna” como carrera poco segura pero muy prometedora.27Fueentonces cuando la profesión del reportero empezó a tener la connotación de unavida venturosa y de una vocación a la que se debe seguir.28De esta manera, aprincipios del siglo XX, se amplió el espectro social, tanto del público lector comoel de los periodistas, incorporando a las clases bajas y medias.

Natalio Botana, el entonces redactor del diario Crítica , reveló en un reportajepara el magazine PBT cómo funcionaba “por dentro” una redacción de prensamoderna. En contraposición al redactor sentado en el escritorio, destacaban losreporteros “que se caracterizan por sus facultades locomotivas”.29Es decir, la pro-fesión del reportero consistía en moverse por las calles de la ciudad, penetrar en24Jorge Navarro Viola: Anuario de la Prensa 1896. Buenos Aires 1897, p. 5.

25 Eduardo Romano: Revolución en la lectura, p. 50.

26 Eujanián: Historia de revistas, p. 43.

27 Gunter Paul Barth: City People. The Rise of Modern City Culture in Nineteenth-Century America. Nueva York/ Oxford 1980, p. 59.

28 Véanse por ejemplo las memorias de un periodista del diario Crítica , Roberto A. Tálice, quien describe sus esfuerzos de hombre joven para llegar a Buenos Aires y volverse periodista,y “ser y vivir como mi vocación lo ha dispuesto”, Roberto A. Tálice: 100.000 ejemplares porhora. Memorias de un redactor de Crítica el diario de Botana. Buenos Aires [1977] 1989, p. 10.29Botana, Natalio: Un diario por dentro. En: PBT vol. 9, no. 399 (20.07.1912), p. 26.

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268 Vanessa Höse los diferentes ámbitos sociales, entrevistar a los habitantes, detectar a personajespopulares y, en suma, estar en el lugar de los hechos. Como pinta Botana, el re-portero callejero debería conocer la llegada de personajes importantes, frecuentarlos music-halls , hasta hablar guaraní y quechua, “por las dudas”. El reportaje deBotana ofrece un cuadro de la nueva actividad periodística y su intercalación enla sociedad urbana. Junto con fotógrafos ambulantes, los reporteros entraron enlos espacios públicos y privados de las ciudades para conseguir informaciones eimágenes de temas de interés común. En su mayoría, pertenecían a la masa anó-nima de periodistas cuyos nombres no figuraban en los diarios y revistas. Otroseran bien populares, como José Álvarez, quien publicó sus artículos bajo el pseu-dónimo de Fray Mocho: el editor de Caras y Caretas era conocido por retratar ala sociedad porteña de principios de siglo en un estilo costumbrista. Entre los pe-riodistas figuraron también muchos literatos quienes, buscando un ingreso adicio-nal, escribían reportajes. Las revistas se adornaban con los nombres de Juan JoséSoiza Reilly, Roberto Payró y Francisco Grandmontagne. Estos reporteros, tantolos conocidos como los anónimos, serían los antecesores de los periodistas críticosde los años 20 y 30, como Roberto Arlt y el grupo Boedo,30a los cuales se lesatribuyó la tarea de “ensayar una nueva crónica de la vida porteña”.31A principiosde siglo ya había reporteros que practicaban un periodismo social crítico investi-gativo y comprometido con temas sociales. Éstos fueron los primeros que busca-ron reportear desde la perspectiva de los marginados, explorar los lugares limina-les, y por fin intervenir en las esferas subalternas. Geraldine Rogers caracterizalas nuevas prácticas del reportero moderno de la siguiente manera:

Reporteros y fotógrafos ambulantes enviaban sus informes desde localidades alejadas o desdelos recovecos de la ciudad, transformándose en guías de los lectores, que a través de la revistavisitaban territorios desconocidos sin exponerse a riesgos o incomodidades. ... La alteridad re-presentada era la contraparte oscura de la vida civilizada e higiénica a la que los lectores aspi-raban.32

Estas prácticas reporteras no solo se correspondían con las intervenciones cien-tíficas y políticas, sino que significan por sí mismas una intervención en la vida

30 Roberto Arlt (1900-1942) trabajó como periodista para los diarios Crítica y El Mundo y también como autor de varios relatos y novelas. Se dedicó intensamente a la vida de los descla-sados y los marginalizados. El grupo de Boedo, que heredó su nombre del así llamado barrioobrero de Buenos Aires, era considerado un círculo de escritores comprometidos y de críticossociales.

31 Jaime Rest: El cuarto en el recoveco. Buenos Aires 1982, p. 62.

32 Rogers: Caras y Caretas, p. 171.

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269 subalterna. La exploración, la investigación y la acción social en torno a lo ‘mar-ginal’ eran prácticas biopolíticas que se inscribieron en el discurso sobre la mar-ginalidad en Buenos Aires y generaron una necesidad y una legitimación paraactuar sobre ella.

Con el uso de la fotografía, las revistas ilustradas se adelantaron en el panoramade la prensa en Argentina. Los periódicos grandes como La Nación , El Diario y La Prensa intentaron competir con las revistas de mayor éxito incorporando ensus ediciones suplementos ilustrados con fotografías y contenidos populares paraatraer un público más amplio. El editorial de El Diario declaró su primer suple-mento de 1902 como “transformado, rejuvenecido, modernizado [...que] llegasonriente, vestido de colores, á hablarnos de todo lo que alegra, de todo lo queinteresa, de todo lo que ilustra”.33El periódico Crítica que se describía a sí mismocomo “contestatario y popular”, fue el primer diario que implementó la fotografíade manera masiva en sus páginas.34La función de la fotografía, como lo observa-ran sus contemporáneos, fue por un lado la ilustración de lo escrito, añadiendo asíun aspecto visual que entretuviera al público, como lo propagó El Diario . En esteaspecto, posibilitó una experiencia de lectura que funcionaba sin necesidad de unaprofundización intelectual en el texto.35Sin embargo, la fotografía era más queuna mera decoración gráfica del texto: poseía la capacidad de generar verdadesdiscursivas y significados sociales mediante su función documental, otorgandouna ilusión de autenticidad a la representación visual.

Los periodistas de la prensa ilustrada en Argentina se sirvieron extensamentede la credibilidad fotográfica, sobre todo cuando se trató de la vida subalternaurbana. En sus reportajes, la imagen fotográfica fue utilizada para mostrar la au-tenticidad del viaje emprendido por parte del periodista, enseñar el mundo de lamiseria a sus lectores y despertar su compasión o su asco.

33 El Diario. En: El Diario. Suplemento Ilustrado vol. 1, no. 1 (12.01.1902), p. 1.

34 Silvia Saítta analiza la novedad del modelo periodístico introducido por la Crítica con mucho éxito en el mercado de prensa argentina. Lo explica con la “proliferación desmesuraday excesiva de noticias, reportajes, crónicas, secciones, ilustraciones, fotos, títulos, polémicas,personajes, campañas, géneros y formatos [...que...] sedujo a todos sus lectores”, Silvia Saítta:Regueros de tinta. El diario “Crítica” en la década de 1920. Buenos Aires 1998, p. 23.

35 Romano: Revolución en la lectura, p. 11.

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270 Vanessa Höse Fray Mocho: Las víctimas de la Ley Social.

Fray Mocho vol. 1, no. 12 (19.07.1912), p 70.

Una de las fotografías del reportaje sobre los efectos sociales de la ley de de-fensa social comentados al principio, muestra la funcionalidad de la imagen pe-riodística. Se trata de un retrato de dos mujeres en el ámbito doméstico, posandopara la cámara fotográfica, una sentada y la otra de pie. Se nota el estado de dete-rioro del lugar – el enlucido desconchándose de las paredes de un cuarto obscuroy angosto. Las mujeres parecieran inmóviles, con una expresión de sufrimiento yresignación en las caras. Esta fotografía se añade en el reportaje como pruebatestimonial de los estados de miseria descritos en el texto. Se trata de una repre-sentación de la miseria conectando víctimas pasivas y espacios contagiosos. Lafotografía encajaba en un discurso sobre higiene y pobreza que ya desde los años1870 tendía a identificar las viviendas de las clases pobres, sobre todo el conven-tillo, como un peligro para la salud y la seguridad, que requería de la intervenciónestatal y de medidas de exclusión y vigilancia.36Desde principios de siglo, estediscurso se tradujo en la cuestión de una domesticidad moderna promoviendo laedificación de barrios obreros con casas propias que ofrecieran un “sentido deintimidad y reposo, un lugar a donde el trabajador volviese placenteramente luegode una ardua jornada, sobre todo que lo mantuviese alejado de los espacios de36Armus: Descubrimiento de la enfermedad.

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271 tentación.”37La fotografía de las mujeres pobres condensa justamente el discursoque conecta la idea del espacio contagioso con las clases pobres empobrecidascomo fenómeno de masas, llamando a la intervención social. Este tipo de fotogra-fía se usó muy profusamente en los reportajes sociales sobre la cuestión de lavivienda y demuestra un conocimiento profesional de cómo emplear los imagina-rios sobre la pobreza para generar ciertos mensajes. La misma fotografía de lasmujeres pobres había aparecido ya en otro reportaje de Caras y Caretas en 1905,en este caso se discutían “tragedias reales, dramas vividos en teatros sin especta-dores”,38es decir en los conventillos, así como la cuestión de reforma social. Lamanipulación en el uso de fotografías por parte de las revistas demuestra su inter-cambiabilidad y su instrumentalización como fuentes testimoniales. Como lopone de manifiesto John Tagg, la fotografía documental forma parte de una estra-tegia para crear significaciones e identidades, y más específicamente para generarsentidos sociales en tiempos de crisis.39En la Argentina de principios de siglo, lafotografía empieza a usarse dentro del género híbrido de las crónicas sociales dela prensa ilustrada, otorgándole, por un lado, un alto grado de referencialidad yactualidad, y por el otro dejándola vinculada a las tradiciones narrativas ficciona-les.40

Las prácticas periodísticas que empleó esta nueva generación de reporteros acomienzos de siglo, no sólo eran modernas –en el sentido de ser técnicamenteavanzadas– sino que también se caracterizaron por anunciar un proyecto de mo-dernidad basado en técnicas biopolíticas. Éstas consistían en detectar y visibilizarla población subalterna, estudiarla en su medio social y definir la cuestión socialcomo problema nacional. La exploración de la vida subalterna y su resignificaciónrespecto a la marginalidad social pueden verse en los ejemplos siguientes, quemuestran espacios urbanos liminales, y más concretamente las orillas fluvialescon sus asentamientos informales y efímeros.

37 Patricia Aguilar: Gobernar el hogar. La domesticidad y su problematización en los deba- tes de la cuestión social en la Argentina (1890-1940). En: Ciencias Sociales vol. 135-136(2012), p. 107.

38 Candileja Agapito: En las regiones de la miseria. La progenie de Job. En: Caras y Caretas vol. 8, no. 345 (13.05.1905), p. 40.

39 John Tagg: The Disciplinary Frame. Photographic Truths and the Capture of Meaning. Minneapolis 2009, p. 32. El autor analiza las estrategias y los efectos del poder de la fotografíadocumental en la era del New Deal en Estados Unidos. En este contexto, la funcionalidad de lafotografía social de Walker Evans, Dorothea Lange, Gordon Parks y otros fotógrafos, emplea-dos de instituciones del gobierno, se mostró claramente en su apoyo en demostrar la necesidadde amplias reformas sociales por parte del Estado.

40 Susana Rotker: La invención de la crónica. México, D.F. 2005, p. 116.

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272 Vanessa Höse R EPORTEAR DESDE LOS MÁRGENES

Las prácticas periodísticas modernas se caracterizaban por un nuevo enlace en-tre el espacio urbano y el reportero. La tarea del reportero, como lo describió Bo-tana, consistía en frecuentar las múltiples zonas centrales y marginales que ofrecíala ciudad para localizar, registrar, visibilizar e interpretar en sus reportajes lo quese consideraba como los márgenes sociales. En las múltiples representaciones ur-banas que produjeron las revistas y otros medios, la ciudad se volvió, como lodice Geraldine Rogers, “inseparable del orden simbólico construido por suprensa”.41Frente a una dinámica social y espacial resultante de los procesos deinmigración y urbanización masivas, la prensa adquirió un rol importante en hacerinteligible estos espacios en transición, construyendo de tal manera un mapa men-tal del espacio urbano. Según Henri Lefebvre, no son tanto los “espacios de re-presentación”, es decir los lugares físicos reales que fueron escenarios de aconte-cimientos históricos, sino más bien la “representación del espacio” lo que interesacuando se trata de analizar relaciones de poder que se manifiestan en la construc-ción y percepción del espacio social.42La marginalidad de individuos y gruposdentro de su medio social fue construida como una categoría social y espacial a lavez. Las representaciones periodísticas del espacio urbano marginal no solo visi-bilizaron la vida subalterna, sino que relacionaron su impacto con el bienestar y/oel peligro de la población urbana en su conjunto.

En su afán de detectar lugares desconocidos por sus lectores, los periodistasretrataron espacios que Jorge Liernur ha caracterizado como partes de la “ciudadefímera”.43Se refiere a los domicilios más o menos temporales del “nomadismourbano”: cuevas, casillas improvisadas, ranchos de paja y adobe y otras edifica-ciones artesanales ubicados en barrios informales en la periferia de la ciudad, enpredios baldíos y en las orillas de los ríos. Estos lugares fueron estratégicos parala supervivencia de los subalternos. Las orillas del río Riachuelo que limita laciudad de Buenos Aires hacia el sur, así como las costas del Río de la Plata ofre-cían tales espacios para vivir, pescar, lavar la ropa, bañarse y distraerse. Al mismo

41 Geraldine Rogers: Caras y Caretas en la ciudad miscelánea de 1900. Afinidades de un semanario popular con el espacio urbano de Buenos Aires. En: Iberoamericana vol. 4, no. 14(2004), p. 29.

42 Henri Lefebvre: The Production of Space. Malden 2011.

43 Jorge Francisco Liernur: De las ‘nuevas tolderías’ a la ciudad sin hombres. La emergencia de la ‘villa miseria’ en la opinión pública (1955-62). En: Registros vol. 6, no. 6 (2009), pp. 7-24.

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273 tiempo, las zonas orilleras fueron también objeto de masivas transformacionesurbanísticas que propulsaron el cambio de la “gran aldea” a la metrópolis.44Allíse edificaron puertos, líneas férreas y estaciones, fábricas, centrales de gas y deelectricidad. Contrariamente a lo que suele narrar la historia urbanística, que sitúalos grandes proyectos de infraestructura e industria en áreas baldías y despobladasde Buenos Aires, la prensa magazine muestra una y otra vez cómo se trataba cla-ramente de espacios habitados.45Así, a principios del siglo XX, estas zonas ori-lleras se ubicaron en un campo de tensión entre las aspiraciones modernizadorasde las autoridades, quienes buscaban crear y regular los espacios públicos, y lasformas de vida subalterna que implicaban un aspecto irregular dentro del ámbitourbano.

Las orillas del Río de la Plata, así como del Riachuelo y del arroyo Maldonado,devinieron objeto de exploraciones periodísticas en las que se trataba de retratara los pescadores, a los llamados ‘atorrantes’ y a otros habitantes de aquellas zonas.Los reportajes finales de estas exploraciones (cuya veracidad sin embargo en mu-chos casos es dudosa) las caracterizaron como viajes pesados y largos a tierrasdesconocidas que requerían cautela e implicaban riesgos para los reporteros. Eldiario Crítica publicó en el año de 1915 en su sección “Gente selecta” una crónicasobre la investigación que los reporteros hicieron en “la Siberia” –una zona ubi-cada en la antigua zona portuaria de Buenos Aires y cuyo sobrenombre hizo pen-sar en un territorio lejano e inhóspito. Se la descubrió como “región excluida delmapa por ahora, no obstante, radicada de la ciudad de Buenos Aires, a 15 cuadrasde la calle Florída”.46La ubicación geográfica sugería una gran cercanía pero estacontrastaba fuertemente con la lejanía social que los reporteros destacaban res-pecto a la comunidad de 50 a 60 personas ahí encontrada. Se describía a sus miem-bros de la siguiente manera:

Allí está reconcentrado todo lo bajo, lo infecto, lo inmundo [...] Dos horas hemos habitado estemundo ‘exótico’ para nosotros, donde la higiene es desconocida y la moral rebasa en los límitesde lo muy lejano.

44 Alicia Novick: El espejo y la memoria. Un siglo de proyectos para la Costanera de Buenos Aires. En: Seminario de Crítica vol. 116 (2001); Agustina Martire: Leisure Coast City. A Com-parative Study of the Urban Leisure Waterfront. Barcelona, Chicago, Buenos Aires. 1870-1930.Tésis de Doctorado. Delft University of Technology 2008; Graciela Silvestri: El color del río.Historia cultural del paisaje del Riachuelo. Buenos Aires 2003.

45 La suposición de que las zonas orilleras eran terrenos deshabitados la comparte también Martire: Leisure Coast City, p. 260.

46 Dos horas en la Siberia. En: Crítica vol. 5, no. 648 (03.07.1915), p. 5.

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274 Vanessa Höse

El fin declarado de la expedición según los periodistas era abrir un acceso me-diático a este lugar, despertar el interés público y señalar la inmediata relevanciade la vida marginalizada para la sociedad mayoritaria.

El aislamiento de los espacios efímeros se demostraría también a través de lasfiguras intermediarias que aparecieron en las crónicas. Bajo el pseudónimo deSargento Pita, un reportero de Caras y Caretas describe cómo “baj[ó] hacia losmalecones y penetr[ó] en el curioso país de los atorrantes”,47guiado por un guardade aduana que conocía bien esa zona. En el 1906, Juan José Soiza Reilly publicóun reportaje titulado “Una costa misteriosa” en Caras y Caretas que describe elentorno de los pescadores del Río de la Plata.48Su exploración periodística estádescrita de manera venturosa, haciendo comparación con los viajes de CristóbalColón:

Acabo de penetrar en la soledad de una selva que, envuelta en el misterio de su virginidad, haenvejecido junto al inmenso río de cóleras felinas y mansedumbres humanas. Avanzo... Y alavanzar, mis pasos tienen el prestigio de las carabelas de Colón... [...] no es extraño que el tristealmirante de Isabel la Católica, con su sabia locura dentro del cerebro, haya sentido al descubrirla América lo que yo siento al penetrar aquí... Vagar por una tierra de arcanos, de delitos, desombras, en donde el espíritu de las viejas leyendas flota como un ensueño [...]

El espacio penetrado por el periodista está descrito como un área virgen y mis-teriosa que es difícil de descubrir, pero a la vez valiosa. Produce de esta maneraparalelos entre la conquista europea del continente americano y la expedición pe-riodística en las orillas fluviales poco pobladas. Se establece una clara dicotomíaentre el centro y la periferia, una relación marcada por una diferencia de poder ysaber. El reportero se mueve así desde un supuesto centro de la sociedad hacia susafueras aún por descubrir e incluir en la sociedad nacional. Allí, encuentra el re-portero a un hombre, al que describe como “viejo selvático” llevando ropa depescador. Éste se enoja cuando el reportero se le acerca y, siendo él el “rey de estacosta”, le prohíbe el acceso a esta zona. La zona fluvial es caracterizada como unárea sustraída a la gobernación por parte del estado argentino y/o de sus órganos.Las fotografías adjuntas subrayan el aspecto independiente del área: se ven per-sonas realizando sus primitivas actividades cotidianas como lavar ropa en el río ypreparar la comida sobre el fuego. A nivel visual, se complementa el encuentrocon “el rey” con las representaciones de vida cotidiana de la pequeña comunidad

47 Sargento Pita: Paseos fotográficos por el municipio. La atorrantocracia. En: Caras y Ca- retas vol. 5, no. 201 (09.08.1902), pp. 32-33.

48 Juan José Soiza Reilly: Una costa misteriosa. En: Caras y Caretas vol. 9, no. 385

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275 de pescadores. Usando una mezcla de técnicas periodísticas y literarias, el repor-taje presenta la vida marginal como auténtica, atrasada y primitiva, así como ajenaa la sociedad normal.

Las fotografías de los reportajes sobre el espacio urbano marginal muchas ve-ces mostraron no sólo a personas en sus domicilios y alrededores, sino también alos reporteros en acción. Así se consiguió dotar al relato de una vivacidad quefungía a su vez como una autorreferencia al trabajo periodístico. La ilustración dereportero y retratado uno al lado del otro en conjunto remitía a la figura del des-cubridor y el conquistador, encarnada por el periodista. Esta relación se puedenotar en la fotografía del reportaje “Con el viejo Luciano Vargas”, publicada enel año 1907 en La Vida Moderna , y que muestra al reportero junto con Vargas, uncriollo borracho que desde hacía 20 años vivía en las orillas del río –no lejos delbarrio Belgrano– en una casilla autoconstruida.

Con el viejo Luciano Vargas

La Vida Moderna vol. 1, no 18 (15.08.1907), p. 14.

Las representaciones de los espacios fluviales, habitados por individuos aisla-dos o comunidades pequeñas, invocaban en primer lugar la automarginación y lavida en rebelión contra las leyes de la sociedad argentina. La zona del bajo, detrásde las dársenas de Puerto Madero en Buenos Aires, sirvió repetidas veces para

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276 Vanessa Höse demostrar la marginalidad social dentro del espacio urbano. En el año 1904, Caras y Caretas publicó un reportaje sobre un “pueblo desconocido” que había “con-quistado” un refugio a las afueras del Puerto Madero de Buenos Aires.49Según ladescripción del reportero Mirlo Blanco, se trataba de una comunidad de pescado-res y ladrones que habían elegido una exclusión voluntaria fuera de la sociedadmetropolitana de la capital. Describe la “plácida tranquilidad del ambiente”,donde la “mezcla curiosa de individuos” gozaba de una existencia en libertad sinpreocupaciones ni obligaciones:

Verdaderos sibaritas de la holgazanería, participan de ella en toda su amplitud, avaros y egoístasde la posesión de ese envidiable dolce far niente, no se apuran por nada, ni nada les preocupa.

Otra zona marginal, y también uno de los destinos de los periodistas, fue la“Tierra del Fuego”, ubicada en la costa del Río de la Plata, a las orillas de losparques de los barrios nortes de Buenos Aires. Se ubicaba cerca de la PenitenciaríaNacional y había obtenido su nombre en alusión a la famosa cárcel de Ushuaia enel extremo sur del país, evocando de esta manera su lejanía del mundo civilizadoy a la vez su conexión con el mundo del crimen. Bajo el título “De contrapuntocon la crisis: Tipos del arrabal”, Caras y Caretas informó en 1916 sobre los habi-tantes de aquel espacio que éstos se habían instalado en esa zona del “pícaromundo” para apartarse de los problemas de la sociedad:

Los muros del ferrocarril, entre Palermo y el río, forman una frontera para esos estoicos quehan dejado atrás el mundanal ruido. Junto a los juncales y sobre el mullido césped [...], hanedificado su población que ostenta los grises gallardetes de la rebelión de unos hombres queprotestan de lo que hemos dado en llamar mala situación. Viven libres. Comen cuando pueden.No sienten los odios que envenenan a los hombres arrastrados por ingentes egoismos. Para ellosla Constitución es amplia. Y el Derecho importa lo que puede importar la voluntad individualde cada uno de ellos...50

Se interpretaba la vida en las orillas como un acto de autodeterminación libreque no se discutía en términos de necesidad y pobreza. El reportaje más bien sub-raya el establecimiento de una zona propia extra-jurídica, fuera de las relacionesdel Estado y la sociedad, que había sido elegida desde un ímpetu rebelde y sepa-ratista. Topográficamente, la zona de los costeros rebeldes limitaba por un ladocon la costa del río, y por el otro, con los carriles de la línea ferroviaria que co-nectaba los barrios nortes con los del sur. En esta representación se distingue asíentre dos espacios enteramente separados: el centro metropolitano, bullicioso ymoderno, por una parte; la periferia irregular y remota de la sociedad, por otra.

49 Mirlo Blanco: Dolce far niente. En: Caras y Caretas vol. 7, no. 321 (25.11.1904), p. 41. 50Del contrapunto con la crisis. Tipos del arrabal. En: Caras y Caretas vol. 19, no. 910

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En tales reportajes, el espacio vital de los subalternos supuestamente autóno-mos se presentaba como un territorio no acaparado por el Estado nacional y, porende, excluido de su orden jurídico, económico y social. Se explicaba esta exis-tencia –en cierto modo pre-estatal– por la conexión entre una marginalidad geo-gráfica y una social. La idea de la marginalización social que englobaba la inde-pendencia económica, el aislamiento y la alteridad cultural, se explicaba por elhecho de estar geográficamente separados y escondidos. La representación de laszonas y escondites mediante la prensa magazine significó ya una primera inter-vención biopolítica con el fin de incluir a la población subalterna en el cuadrosocio-topográfico del espacio urbano. Los asentamientos liminales devinieron asíparte integrante de la problemática pública y sus intentos de erigir un orden socialdesde los márgenes. E L FUTURO DE LA NACIÓN

Otro aspecto de la marginalidad social urbana que se manifestó en las páginasde la joven prensa magazine en Argentina, fue la infancia subalterna, categorizadabajo el término de la minoridad. Como demuestra Sandra Carli, a principios delsiglo coexistieron dos conceptos dicótomos de la infancia: la de los niños y niñasy la de los menores.51El concepto de los niños/niñas se refería a característicasdel ámbito pedagógico, siendo alumnos/-as, y del ámbito familiar en su calidadde hijos e hijas. En cambio, los menores se caracterizaban por ser pobres, aban-donados, delincuentes, huérfanos o viciosos, perteneciendo a las clases (sub)pro-letarias. Las supuestas correlaciones entre relaciones familiares irregulares y com-portamientos peligrosos alimentaban estrategias de intervención por parte del re-formismo social, las ciencias positivistas y las primeras políticas de Estado. Elproblema de la infancia que se propagó de manera masiva en la prensa magazine,no se limitaba a estrategias de exclusión social o de alivio de la miseria social,sino que se vinculaba a la cuestión de calidad de los futuros ciudadanos de lanación argentina.

De forma abreviada, se puede decir que el proyecto biopolítico de la prensamagazine en cuanto a la infancia subalterna consistió en transformar a los menoresen niños, promoviendo su bienestar material, sus lazos familiares y sobre todo su

51 Sandra Carli: Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los discursos acerca de la infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955. Buenos Aires 2002; véasetambién María Marta Aversa: Infancia abandonada y delincuente. De la tutela provisoria alpatronato público (1910-1931). En: Daniel Lvovich/ Juan Suriano (eds.): Las políticas sociales

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278 Vanessa Höse involucración en instituciones pedagógicas y caritativas. El tema de la delincuen-cia precoz estaba en el enfoque de las preocupaciones por la minoridad. El opti-mismo con el que se llevaron adelante los proyectos para la infancia, surgió juntocon una revisión de las ideas degeneracionistas sobre el “criminal nato” de la es-cuela lombrosiana de la criminología que, sin embargo, seguía teniendo un pesoen la representación del delincuente por parte de la prensa argentina.52En la cri-minología moderna, y también dentro de los medios de prensa más progresivos,el determinismo biológico estaba cediendo a la idea de que los factores de la de-lincuencia precoz involucraban a las circunstancias sociales y especialmente al“desenvolvimiento moral y físico del niño”, como se explicó en un artículo de larevista Mundo Argentino .53Con esta predisposición, se vinculó un fuerte opti-mismo a las posibilidades para intervenir en estos ámbitos sociales y cambiar tem-pranamente el rumbo de la ‘infancia desviada’. Desde esta perspectiva, la prensa-magazine revalorizó profundamente el trabajo de las organizaciones filantrópicasy a la vez exigió la intervención estatal y municipal a través de la reforma y fun-dación de instituciones modernas. Sin embargo, las exigencias de intervención nofocalizaban el bienestar del niño individual, sino que apuntaban a la constituciónde la sociedad en general, incluyendo el sistema laboral, el trabajo de las mujeresy el sistema educativo.

Uno de los casos ejemplares de la infancia en peligro al que se refirió la prensauna y otra vez fueron los niños de la quema de basuras en Buenos Aires. En estelugar se había consolidado un barrio informal de recogedores de basuras –los lla-mados cirujas– y se lo puede considerar como una de las primeras villas miseriade Buenos Aires.54La quema de basuras, junto al surgimiento del legendario “ba-rrio de las ranas”, se volvió el emblema de la vida urbana irregular y perniciosa,

52 Lila Caimari: Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina, 1880- 1955. Buenos Aires 2004, p. 190. En la obra L’uomo delinquente que se publicó por primeravez en Italia en 1876, Cesare Lombroso desplegó su teoría sobre el determinismo de anormali-dades físicas y psíquicas en los ‘criminales natos’ que podían ser examinados empíricamente.

53 Vicente D. Sierra: El Estado, la familia y el menor. En: Mundo Argentino vol. 6, no. 305 (08.11.1916), p. 8.

54 Véase Celia Guevara: Pobreza y marginación. El Barrio de las Ranas, 1887-1917. En: Gutman/ Reese: Buenos Aires 1910, pp. 281-293. El término villa miseria se difundió desdeuna serie de artículos del periodista Bernardo Verbitsky en Noticias Gráficas del año 1953 ysiguió siendo el eje de los debates acerca de la vivienda informal. Véase Liernur: Nuevas tol-derías; Lidia de la Torre: Buenos Aires: Del conventillo a la villa miseria (1869-1989). BuenosAires 2008. Sobre la historia de la quema y el barrio de las ranas véase también Ángel O. Prig-nano: Crónica de la basura porteña. Del fogón indígena al cinturón ecológico. Buenos Aires1998.

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279 no solo por el miedo a enfermedades infecciosas sino también a la delincuencia,las tentaciones sexuales y la falta de gobernabilidad. Mientras que las representa-ciones de los habitantes del barrio de las ranas eran en general extremadamentedespectivas, llegando a negarles su condición humana, a los chicos allí nacidos selos ubicaba en el ámbito de lo reformable.

Caras y Caretas informó sobre una nueva “escuela patria” en el Parque de losPatricios, que funcionaba bajo la tutela del Patronato de la Infancia de BuenosAires.55Como se explicaba en el artículo, esta institución no sólo se dedicaba a laenseñanza de la lectura, escritura, aritmética, geografía, las ciencias naturales, his-toria, moral, higiene, ejercicios físicos y militares, sino que también brindaba gra-tuitamente los utensilios para los estudios, tres comidas diarias y vestidos. Susdestinatarios fueron sobre todo los chicos de la quema y sin hogar. Se elogió suesfuerzo en no depender de la voluntad de los padres o de los mismos chicos, así,se les “da caza en la calle” mediante la “desinteresada ayuda” de personas quecolaboraban con el Patronato. La “transformación” anhelada se visualizó en dosfotografías que (entre otras) ilustraron la crónica. La primera los muestra en sucalidad de menores: descuidados en su aspecto físico, agrupados uno al lado delotro, sin la presencia de autoridades mayores. En cambio, la segunda foto muestraa los chicos después de su “transformación”: sentados en filas en el aula escolar,con el pelo cortado y uniformados y bajo la custodia del pedagogo. El reportajedescribía la escuela como un “verdadero paraíso” para los chicos y como una al-ternativa para salir de la vagancia y de sus existencias miserables. Dentro de lasrepresentaciones periodísticas, la escuela se había establecido no sólo como unainstancia pedagógica, sino que también se perfilaba como un espacio ideal para laintervención higiénica moderna que, como lo expresa La Vida Moderna en el1907, va haciéndose cada vez más afectuosa, más amorosa, más simpática” encomparación con la “antigua escuela-castigo, hostil al espíritu del niño y despreo-cupada de su salud”.56Las representaciones de las revistas promovieron en gene-ral una lógica asistencialista que llamó a la acción institucional para llenar el vacíomaterial y social de sus hogares.

55 Los chicos de la quema. En: Caras y Caretas vol. 11, no. 522 (03.10.1908), pp. 71-72.

56 Revoloteo infantil. En: La Vida Moderna vol. 1, no. 7 (31.05.1907), p. 14.

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280 Vanessa Höse Los chicos de la quema

Caras y Caretas vol. 11, no. 522 (03.10.1908), pp. 71-72.

Las revistas ilustradas fungieron también como consejeros familiares, especial-mente para las madres, que constituían una parte importante de su público lector.Informaron sobre aspectos pedagógicos, recomendaron medidas higiénicas y pro-movieron fuertemente la difusión de los saberes de la puericultura, una corrientede proveniencia francesa que desarrollaba métodos científicos para el cuidado yde la crianza de niños. Su fundador, Auguste Pinard (1844-1934), acabaría con-virtiéndose, en los años 1920, en presidente de la Société française d’eugénisme .57En su afán por favorecer la protección de los niños desde temprana edad, las re-vistas adelantaron las ideas eugenésicas que empezaban a popularizarse e institu-cionalizarse internacionalmente.58La Asistencia Pública asumió así la tarea deocuparse de los niños. Caras y Caretas la describió de siguiente manera:

57 Yolanda Eraso: Representing Argentinian Mothers. Medicine, Ideas, and Culture in the Modern Era, 1900-1946. Amsterdam/ Nueva York 2013, pp. 30-38.

58 Para el desarrollo de la eugenesia en la Argentina véase: Marisa A. Miranda: Eugenesia en Argentina: Aportes para una comprensión epistemológica. En: Idem/ Álvaro Girón Sierra(eds.): Cuerpo, biopolítica y control social: América Latina y Europa en los siglos XIX y XX.Buenos Aires 2009, pp. 139-164; Eraso: Representing Argentinian Mothers.

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281 La Asistencia Pública de Buenos Aires protege los niños de primera infancia – de cero a dosaños – de las clases proletarias, por humanitarismo, por caridad y por exigirlo así las verdaderasconveniencias del Estado, vivamente interesado en asegurar el vigor de la raza.59

La intervención institucional por parte del Estado y de las asociaciones carita-tivas se valoró especialmente cuando se trataba de inculcar medidas de higienesocial como los programas de alimentación en las escuelas, la educación al airelibre y sobre todo la introducción de ejercicios físicos en el ámbito de la pedago-gía. A partir de la constitución física y biológica de los alumnos se buscaba influiren sus circunstancias sociales y en su condición de futuros ciudadanos y ciudada-nas de la nación argentina.60

El abandono de los niños que vivían en la calle fue uno de los problemas másdiscutidos por la prensa-magazine.61La revista Mundo Argentino lanzó variascampañas que abordaban el problema de la infancia abandonada. Las fotografíasque cubrían las portadas de la revista mostraban en muchos casos imágenes demiseria social, y especialmente niños en situaciones irregulares, como se ve en laportada del 27 de mayo de 1914. La fotografía fue tomada de noche y muestra asiete muchachos sentados en el piso, dentro y delante de una caja grande, unosestán durmiendo, otros leyendo. El subtítulo explica que se trata de una escenaque muestra “cómo pasan la noche centenares de niños en esta capital”, confir-mando que se trataba de una escena real y sorprendente e indicando el lugar y lahora exacta del momento en que se efectuó la toma fotográfica.

59 La protección a la lactancia. En: Caras y Caretas vol. 20, no. 961 (03.03.1917), p. 18.

60 Pablo Scharagrodsky muestra cómo la introducción de ejercicios físicos en el ámbito es- colar funcionó también, estableciendo límites de género, para fortalecer a las niñas en su futurafunción reproductiva, y a los niños en su futura función productiva, Pablo Ariel Scharagrodsky:Entre la maternidad y la histeria. Medicina, prácticas corporales y feminidad en el Buenos Airesdel fin de siglo XIX. En: Idem (ed.): Gobernar es ejercitar. Fragmentos históricos de la educa-ción física en Iberoamérica. Buenos Aires 2008, pp. 105-136.

61 Desde el 1868, un decreto municipal ordenó la detención de todos menores en la calle, que resultó, en muchos casos, en su reclusión dentro de la Penitenciaría Nacional y la CarcelCorrecional de Menores, una práctica que ya en los años 1890 había sido criticada por varios

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282 Vanessa Höse La infancia abandonada. Cómo pasan la noche centenares de niños abandonados

Mundo Argentino vol. 4, no. 177 (27.05.1914), p. 1.

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El tema de los niños en las calles se volvió un escándalo mediático, fortalecidopor la imagen perpetuada de los niños durmiendo en las calles de la ciudad. Laescandalización de la infancia abandonada se refería especialmente al ámbito ins-titucional y llamó a la intervención de las autoridades. La imagen de la infanciaentre rejas, es decir, de niños y jóvenes que se encontraban bajo custodia policialpor motivos de vagancia, abandono familiar y/o delincuencia, se lanzó como es-cándalo nacional en la década de 1910. Ahí también fue la revista Mundo Argen- tino la que reclamó más fuertemente contra las condiciones de custodia de meno-res. Llamó a los casos de reclusión de menores “injustificables olvidos del es-tado”,62“monstruoso anacronismo”,63“una afrenta para la cultura argentina”,64“un crimen que llama al cielo”,65y “una vergüenza nacional”.66Sobre todo a nivelvisual se transportó el mensaje de la inaceptable legislación de menores, utili-zando fotografías de gran formato y composiciones de imágenes en las seccionesde actualidades gráficas que mostraban a los menores tras las rejas como víctimasindefensas de un sistema injusto.67

Muchos artículos promocionaron la creación de reformatorios modernos quedispusieran de un medio ambiente sano y propio y con un fuerte énfasis en laenseñanza escolar y profesional, descalificando a la vez la disciplina y el castigo.Mostraron ejemplos internacionales para contrastar la imagen de la infancia entrerejas con una visión reformadora, modernizada y civilizada para el futuro de lanación. El discurso de promoción y educación de los menores delincuentes yabandonados muestra el tránsito de la construcción social de la minoridad amena-zadora a la de la infancia en peligro.

62 Los injustificables olvidos del Estado. En: Mundo Argentino vol. 7, no. 339 (03.09. 1917), p. 11.

63 Monstruoso anacronismo. Los niños en las prisiones argentinas. En: Mundo Argentino vol. 4, no. 176 (20.05.1914), p. 14.

64 Lo primero que debe suprimir el Ministerio de Justicia. Una perrera policial para menores que es una afronta para la cultura argentina. En: Mundo Argentino vol . 6, no. 303 (25.10.1916),p. 14.

65 Para los poderes públicos – Para las madres argentinas – Para los hombres de bien. Cri- men que llama al cielo y de cual todos somos responsables. En: Mundo Argentino vol. 6, no.305 (08.11.1916), pp. 12-13.

66 Reformatorio que urge reformar. La Colonia de Marcos Paz. En: Mundo Argentino vol. 6, no. 308 (29.11.1916), pp. 12-13.

67 Véase por ejemplo Juan José Soiza Reilly: Las miserias de la infancia. En: Fray Mocho

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284 Vanessa Höse Fray Mocho: Las miserias de la infancia

Vol. 3, no. 107 (15.05.1914), p. 15.

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285 C ONCLUSIONES

A los ejemplos y los tópicos analizados como producciones periodísticas bio-políticas se pueden añadir muchos más que representaron el mundo de los subal-ternos urbanos y crearon imágenes constitutivas de la marginalidad social. La ma-sividad con que el nuevo medio comercializado de la prensa-magazine se com-prometió con el tema de la marginalidad social debe ser entendida no como unamera reacción a los procesos sociales ocurridos. Más allá de esto, la prensa mismaactuó como creadora y multiplicadora de imágenes y discursos sociales. Su im-pacto en las políticas sociales y en las conductas de sus lectores es difícil de eva-luar, y más aún de distinguir de la de otras fuerzas y actores biopolíticos de laépoca. No obstante, la prensa-magazine dispuso de métodos y prácticas únicospara producir un saber popular sobre la vida subalterna: la exploración de espaciosmarginales, el acercamiento a los subalternos, su representación textual y visualpara los lectores y la articulación de propuestas sociales y políticas. Los subalter-nos aparecieron como víctimas o como responsables de su situación, ambas va-riantes significaban un peligro para la constitución biológica y social de la pobla-ción entera, entendida en términos de nación. Muchos reporteros reclamaron lareforma de la marginalidad social como parte del asistencialismo estatal; sin em-bargo sus exigencias no coincidían con las reivindicaciones del movimientoobrero. La marginalidad social no se concebía como una falta de derechos socialesen el entender de la prensa ilustrada, sino como falta de intervención social porparte de las autoridades. En conclusión, la marginalización social de los subalter-nos permitió la identificación nacional, no solo de las clases medias que se estabanformando, sino también de la clase obrera y su inclusión en lo nacional -específi-camente del trabajador productivo, la familia obrera intacta, la madre preocupaday los niños educados para ser buenos ciudadanos en el futuro. El discurso sobrela marginalidad social atravesó una fase decisiva a principios del siglo XX, y siguesiendo hasta hoy parte de la cuestión de cómo imaginar la sociedad nacional y decómo sus irregularidades intrínsecas cuestionan siempre de nuevo el proyecto denación.

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M AXIMILIANO S ALINAS

EL CHILE DE JUAN VERDEJO: DISCURSOS IDENTITARIOS Y ESTEREOTIPOS NACIONALES EN LA PRENSA HUMORÍSTICA DE CHILE EN EL SIGLO XX

En la historia cultural chilena del siglo XX es de singular importancia la prensahumorística como literatura recurrente para comprender los discursos identitarioscolectivos en la figuración y configuración del imaginario de la nación. Particu-larmente, entre 1930 y 1970 le cupo un papel considerable en el establecimientode los estereotipos públicos a la revista de humor político Topaze . Por la revistapasaron generaciones de figuras políticas de primer orden. Y, por supuesto, todoslos presidentes de la República desde Arturo Alessandri Palma a Eduardo FreiMontalva. Con todo, el estereotipo más instigante fue el que representó al propiopueblo chileno: el desenfadado Juan Verdejo, su compañera Domitila, y todos susamigos. Verdejo encarnó los valores de una cultura plebeya, crítica y exterior alestablecimiento de una república apenas democrática. Su expresiva mirada repre-sentó el cuestionamiento a un orden elitista y santiaguino que dejaba afuera porcompleto la vida y las necesidades del pueblo común. La importancia de la revistaresulta manifiesta. Entre sus entusiastas lectoras chilenas se contó a Gabriela Mis-tral, Premio Nobel de Literatura en 1945.

El período que transcurre en Chile entre 1930 y 1970 se ve especialmente gra-ficado por la revista Topaze . El Chile de entonces buscó instalar un imaginarionacional modelado por las elites burguesas y mesocráticas, tras el decaído ordenaristocrático de principios de siglo. Estas nuevas elites no lograron ni pretendierondesmontar el acostumbrado orden conservador decimonónico. Éste, tras los em-bates revolucionarios de Salvador Allende y la Unidad Popular, volvió con todossus fueros y desafueros con la dictadura militar de 1973.

Este trabajo aborda en un primer momento una presentación del Chile conser-vador, paradigma republicano de larga duración. En su parte central analiza lafigura emblemática de Juan Verdejo, lugar de enunciación de la crítica a la comu-nidad imaginada conservadora. En este apartado se presentan las dos expresionescentrales de Verdejo: su calidad de víctima del orden establecido, y su condiciónhistórica y utópica como arquetipo de la vida indestructible: una condición de

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288 Maximiliano Salinas Dionisos chileno. Por último, en las observaciones finales, apuntamos al contra-punto arquetípico entre dos representaciones básicas que recorren la larga historiade Chile. De un lado el principio de realidad y de otra el principio del placer. JuanVerdejo reivindica este último, ante la forzada modernización que explica el pri-mero. Como señaló el artista chileno Roberto Matta, Verdejo es un mito emanci-pador.1 1. E L DISCURSO IDENTITARIO DEL C HILE CONSERVADOR

A partir de la década de 1930 se comenzó a pensar a Chile desde una militanteperspectiva conservadora, como una forma de superar la crisis de la dominaciónoligárquica, y afrontar los trastornos impredecibles del socialismo revolucionario.

Bajo el gobierno y los auspicios del presidente Arturo Alessandri Palma se co-menzó a implementar un proyecto ideológico en este sentido. Entre las principalesiniciativas culturales, un grupo de intelectuales asociados a la Academia Chilenade la Historia, fundada en 1933, se preocupó de configurar la identidad nacionalconservadora característica del siglo XX. Esta comunidad imaginada se funda-mentó en el protagonismo incontrarrestable de una elite predestinada, de razablanca. Este fue el discurso nacional de historiadores clásicos como Francisco A.Encina, Jaime Eyzaguirre, Guillermo Feliú Cruz, y Raúl Silva Castro, que dierona luz sus obras en las décadas de 1940, 1950, y 1960.2

Este ideal racista estaba en la elite un poco por todas partes. Lo expresaba demanera tajante el ministro de hacienda de Arturo Alessandri, Gustavo Ross Santa1Eduardo Carrasco: Matta conversaciones. Santiago de Chile 1987.

2 Francisco A. Encina: Historia de Chile. Santiago de Chile 1940-1952; Jaime Eyzaguirre, Fisonomía histórica de Chile. México/Buenos Aires 1948; idem: Historia de Chile. Génesis dela nacionalidad. Santiago de Chile 1965; Guillermo Feliú Cruz: Patria y chilenidad: ensayohistórico y sociológico sobre los orígenes de estos sentimientos nacionales afectivos. Santiagode Chile 1966; Raúl Silva Castro: Notas sobre el método de la historia. Santiago de Chile 1936;idem: Historia crítica de la novela chilena. Madrid 1960; idem: Balmaceda. Santiago de Chile1969. Estos historiadores construyeron la impecable imagen del establishment conservador enChile en el siglo XX. Jaime Eyzaguirre dijo de Encina: “[Se] empeñó en señalar a las nuevasgeneraciones una ruta auténtica, liberada de espejismos, de claudicaciones, de risibles utopías”,Jaime Eyzaguirre: Historia e imaginación en don Francisco A. Encina. En: Boletín de la Aca-demia Chilena de la Historia vol. 73 (1965), p. 146. La relevancia de Encina para la elite con-servadora se prolonga en el presente. En 2011 el presidente del partido Renovación NacionalCarlos Larraín declaró que descifraba las raíces chilenas a partir de Encina: “[Allí] encontré lagénesis del país en que vivimos con todos sus detalles”, Carlos Larraín: Los libros que hanmarcado mi vida. En: El Mercurio. Santiago de Chile (23.4.2011), p. A 18.

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289 María. Según Ross, el pueblo chileno estaba incapacitado para desempeñar un rolen la imprescindible sociedad capitalista avanzada. Así lo expresó en 1935:

No hay en el pueblo ansias de elevar su propio vivir. Somos fatalistas. A lo más una mayorprodigalidad en la cantina, en el bar, en la taberna. Y poco más. […]. Hay una experiencianotable hecha en los pueblos del norte de África, de raza hermana de los del sur de España, quecolonizaron nuestras Américas. No se logró con aumentos de salario un mayor trabajo, ni unmejor standard de vida. Todo se iba en flojera, proporcional al mejor salario, y en vicios usuales[…]. El remedio estaría en poder gastar mil millones de pesos en una tupida inmigración blanca.Se habla de la escuela. Palabras, sermones, ideas. Poco adentran en la vida. Se necesita unamedida biológica: traer trabajadores de costumbres recias y eficaces, de vida elevada, y entron-carlos –en el trabajo, en la sangre- con este pueblo que tan excelentes cualidades tiene por otraparte […].3

El programa conservador llamaba a alterar por completo la identidad popularde Chile. Desterrar sus connotaciones no-europeas (norte de África, sur de Es-paña) como incompatibles con la seriedad competente del trabajo capitalista, pro-pio de un Norte central, blanco, legítimo.4Este complejo racista lo expresó tam-bién Eduardo Frei Montalva, futuro presidente de la República en 1964, cuandoen 1937 escribía sobre la composición social de Chile:

Estamos formados por la suma de dos capas sociales de composición étnica diversa, pues arribaencontramos al europeo, pero con características especiales de un pueblo sobrio, inimaginativo,tenaz, mientras que en las capas profundas tenemos un tipo de mestizaje poco veraz, imagina-tivo, vicioso, con todas las tendencias normales del indígena y del andaluz oriental, imprevisor,sin sentido del orden y de la disciplina, sin hábito de economía, ni espíritu de continuidad ensus esfuerzos. […]. Mientras las capas superiores reflejan un tipo evolucionado, las de abajo secomponen de hombres sin ningún desarrollo mental y sin tradición como pueblos […]. No seles ha enseñado [a las capas inferiores] la sobriedad, no se les ha instruido, no se les ha inculcadolas virtudes que deben formar la armazón misma de su vida […]. Tampoco se le ha impreso elsentimiento del deber, ni de la disciplina.5

De manera más general y evolucionista se expresaba otro intelectual local, elacadémico alemán Guillermo Mann, en 1935: “El proletariado chileno se halla

3 Joaquín Blaya: Hablando con el hombre que salvó a Chile del derrumbe económico. En- trevista a Gustavo Ross. En: El Mercurio. Santiago de Chile (7.6.1935).

4 En la década de 1930 era común en la elite ver de este modo la evolución histórica de Chile: “Poco a poco, una raza más fuerte y apta para la lucha, los españoles del norte –navarros,vizcaínos y sobre todo, vascosvan dominando a los andaluces y extremeños de la conquista,gente del sur, sensual, perezosa, despreocupada.”, Manuel E. Hübner: Nuestra evolución polí-tica y social desde 1810 hasta 1924. Santiago de Chile 1933, pp. 7-8.

5 Eduardo Frei Montalva: Chile desconocido. Santiago de Chile 1937, pp. 78, 82-83.

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290 Maximiliano Salinas todavía en las primeras etapas del progreso. Gran parte de su masa sigue viviendoen situación de primitividad.”6

El diagnóstico de Frei en 1937, o de Mann en 1935, era el mismo de Ross en1935. Se hacía imprescindible una reforma cultural conservadora que cambiara elrostro del Chile popular. Hacer del pueblo algo completamente distinto al exis-tente. El real era, sobre todo, una negatividad: ocio, imprevisión, vicio, indisci-plina. La juventud conservadora de la década de 1930 soñaba con una reformaintegral de la sociedad chilena. Mario Góngora, figura clave del pensamiento his-tórico conservador del siglo XX, decía, con un prurito aristocratizante, en 1935:“Quisiera luchar, y quisiera ver en Chile, como por todas partes, el triunfo de laverdadera contrarrevolución conservadora, antiliberal en su espíritu y en sus for-mas. […]”7

En la década de 1940 la política cultural conservadora se volvió más agresiva.En 1941, ya precisamente contra el personaje popular Juan Verdejo, inmortali-zado en la revista de humor Topaze desde 1931, Raúl Silva Castro, de la AcademiaChilena de la Historia y crítico de El Mercurio , expresó con vehemencia que Ver-dejo, como símbolo de la plebe, era una expresión dañina a Chile:

Dentro de las fronteras nacionales es dañino, porque eleva a la categoría de doctrina nacionalel abandono, el desgreño y la mugre; porque crea y fomenta el complejo de inferioridad, yporque envuelve en una sola estampa, caprichosa de suyo, la imagen mucho más varia que elpueblo chileno ofrece a la vista de todos.

Silva Castro apuesta por una identidad nacional de “clase media”, donde Ver-dejo no tiene lugar:

Lo distintivo de la vida chilena de hoy es el predominio de la clase media. […]. Y Verdejo noforma parte en esta clase media que triunfa y se abre paso con denuedo vigoroso. Si puedehablarse de clases, pertenece sólo a la turbamulta del suburbio, triste desecho de la sociedadque se alimenta más de vicios que de pan y que no aspira a otra cosa que a un día de jolgorioentre tantos de vagancia, de frío, de abandono y de pringue.

El verdadero Chile, dice Silva Castro, está “bastante lejos del andrajoso y es-pectral Verdejo, en cuya boca, para mayor afrenta, los creadores ponen sólo frasescanallas de burdel y de arrabal.” Raúl Silva Castro concluyó que Verdejo no debía

6 Wilhelm Mann: Chile. Luchando por nuevas formas de vida. Vol. I. Santiago de Chile 1935, p. 76.

7 Mario Góngora: Diario. Santiago de Chile 2013, pp. 312-313. El 29 de junio de 1935 dice contra las tendencias democráticas: “Profundo interés por la historia colonial, por nuestra ver-dadera historia que no es la de los textos oficiales imbuidos de democratismo, sino la de nuestrarealidad, esencialmente aristocrática”, ibidem, p. 229.

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291 ser tolerado más como representación del pueblo chileno. Debía ser radicalmenteextirpado:

Debemos, pues, hundir cuanto antes a Verdejo en la nada […]. [Ese] Verdejo que no cree ennada y nada aguarda, no puede ser compatriota nuestro, partícipe de nuestra sangre, porque enesa actitud parece haber perdido hasta la estatura de hombre. […] Lo que sí urge es cancelarcuanto antes al Verdejo que a todos nos asfixia con el asqueroso relente de sus harapos deaquelarre.8

La misma voluntad de extirpación de lo popular mestizo la manifestó el escritorBenjamín Subercaseaux en 1945:

Pero ocurre en que en el mundo actual, lo queramos o no, todo marcha y se valoriza sobre elpadrón occidental, adulto, blanco y civilizado […]. La conclusión es obvia: todo lo que pretendaarrastrarnos hacia las modalidades primarias, americanas, aborígenes, debe ser extirpado a todacosta […]. La otra mitad (tercio o cuarto…) de modalidad occidental, adulta y civilizada, debetriunfar, porque si no el país, a su vez, debería morir. […]. Así, pues aunque parezca una con-tradicción, salvar a Chile es combatir con Chile; […]. Es una tarea dolorosa, como la de ope-rarse a sí mismo en la carne propia y palpitante.9

Durante la década de 1960 la reforma cultural conservadora continuó su pro-puesta, a contracorriente de la enérgica, burlesca y explosiva irrupción de la esté-tica y la sociabilidad populares (el arte poético y musical, de raíz campesina, deVioleta Parra, Víctor Jara). Para las clases medias, el folklore era mirado como‘cosa de rotos’, en 1962.10Tanto la elite como la clase media estimaban a JuanVerdejo como algo impropio. En 1958 uno de los ideólogos del proyecto políticode la democracia cristiana, Jorge Ahumada, decía: “[En] Chile, Juan Verdejo sólorepresenta al ‘roto’. El roto es la mayoría, pero hay un gran número de personasque se jacta de no tener con él ninguna semejanza”.11En 1964 llegó a la presiden-cia de la República Eduardo Frei Montalva, un político precisamente de escasa8Raúl Silva Castro: Estampas y ensayos. México 1968, pp. 103-106.

9 Benjamín Subercaseaux: Reportaje a mí mismo. Notas, apuntes, y ensayos. Santiago de Chile 1945, pp. 198-200. Sobre el racismo conservador hacia 1940 en Chile: “Algunos de miscompañeros de colegio, la gran mayoría, fueron recuperados por el ambiente social, el de la‘gente como uno’, y por sus prejuicios, sus ignorancias, sus insolencias, sus portentosas insen-sibilidades; por sus lenguajes clasistas, racistas, xenófobos, cuya brutalidad no alcanzábamos acaptar o no queríamos captar: el de los ‘rotos de pata rajá’, los ‘indios brutos’, los ‘judíos as-querosos’, los ‘cholos’ peruanos o bolivianos, los ‘macacos’ brasileños o ecuatorianos; es decir,todos excepto nosotros, los inteligentes, los blancos, los ingleses o los suizos de América delSur”, Jorge Edwards: Los círculos morados. Memorias. Vol. I. Santiago de Chile 2012, pp. 132-133.

10 Semana del folklore musical. En: El Diario Ilustrado Santiago de Chile (10.12.1962).

11 Jorge Ahumada: En vez de la miseria. Santiago de Chile [1958] 2000, p. 12.

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292 Maximiliano Salinas sintonía con las culturas populares, mestizas e indígenas.12Su llegada a La Mo-neda fue posible, además, gracias al apoyo de la derecha conservadora, presa delmiedo ante la inminencia del triunfo del socialismo revolucionario.13En 1964Raúl Silva Castro llamó a desterrar la expresión ‘roto’ del vocabulario chileno. Lapalabra era sólo un insulto degradante:

Se dice de un hombre que comete rotadas , o roterías , cuando su comportamiento es sucio,cuando el individuo revela cobardía y mala intención, y si carece de franqueza y de conceptode la responsabilidad. […]. La rotada , como sustantivo que denota a la multitud, señala sindudas a la plebe, a la gente menos culta y más soez.

Se trataba de homogenizar al conjunto de los chilenos bajo el concepto de ciu-dadanos, donde los más ricos ayudan a los más pobres. Este podía ser perfecta-mente el programa político de la derecha y la democracia cristiana unidas bajoFrei en 1964:

No hay rotos en Chile. Hay sólo ciudadanos, y si es verdad que algunos de éstos quedan muybajo, lo propio de los que se hallan más alto es tenderles la mano para que suban. El ideal esque todos se entiendan; la doctrina cristiana nos dice, además, que deben todos amarse.14

En efecto, el gobierno de Frei Montalva recurrió a las políticas de la “promo-ción popular”, una manera de incorporar a la plebe a los ideales culturales de lamodernidad norteamericana y occidental. Con todo, en 1966 Benjamín Suberca-seaux volvía a advertir acerca de la compleja identidad cultural de Chile, con suinfluencia indígena y mestiza amenazante:

[Este] continente fue ocupado sobre todo por razas asiáticas, mongoloides. […]. Si no enfren-tamos e interpretamos al chileno desde el ángulo mongoloide, estamos perdiendo el tiempo,[…]. [De] la transculturación de ambos (europeos y aborígenes) ha resultado un producto estérilmoralmente: sin vertebración ni estructuración moral de ninguna especie; […].15

Finalmente, la reforma cultural conservadora tuvo que imponerse a todo nivelpor las armas en 1973. El gobierno militar del 11 de septiembre procuró eliminar–físicamente, simbólicamente– a los rotos, o “hundir en la nada a Juan Verdejo”,para decirlo en el lenguaje de Silva Castro en 1941. Éstos no eran verdaderos seres

12 “Si penetramos en la Historia de Chile y de ella extraemos todo lo que hay de positivo, lo que ha constituido su saldo favorable, podríamos anotar como un signo esencial el que este paísno ha tenido un destino indígena”, Eduardo Frei Montalva: La verdad tiene su hora. Santiagode Chile 1955, p. 82.

13 Sobre la estrategia conservadora de apoyo a Eduardo Frei Montalva véase: Finis Terrae vol. 44 (1964), pp. 31-33.

14 Silva Castro: Estampas, pp. 117-120.

15 Benjamín Subercaseaux: Dificultades para lograr una psicología del chileno. En: Atenea vol. 412 (1966), pp. 77-90.

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293 humanos. Apenas ‘humanoides’, como dijera el lenguaje militar de la época, parareferirse a la plebe rebelde.16En 1976, a pocos años del golpe, en la misma direc-ción que hubiera señalado Raúl Silva Castro, otro escritor y ensayista nacional,también de El Mercurio , Enrique Lafourcade, expresó la convicción que los rotos,y Juan Verdejo, no pertenecían a la esencia del chileno. La identidad del chilenoera, al fin, ser de clase media:

Cuando digo ‘roto’ pienso en un flacuchento con algo de rata y de conejo, que anda en andrajos,fétido, chico, patiflaco, […]. ¿Qué tiene que ver con Chile? ¿Es que alguna vez tuvo algo quever? No es la esencia del chileno. Nunca lo ha sido. […]. Somos más clase media que lumpen proletariat . Clase media de más altos o de más bajos ingresos, pero clase media, alfabetizada,con trabajo estable, con residencia permanente, con valores éticos, políticos, sociales. El ‘roto’es el hombre sin esperanzas. […]. Abundan los argumentos para sacarnos ya a este Juan Verdejode encima.17

Desde la década de 1930 a la de 1970 la reforma cultural conservadora intentósepultar la identidad plebeya, cercándola con la “seriedad de la muerte” (MaxWeber). Era mejor inventar a Chile en la comunidad imaginada de una universalclase media, “hombres de gris”. El sociólogo Pablo Huneeus reconoció esta iden-tidad en la clase media oficinesca del centro de la capital en 1968:

Al interior de ese campo de concentración de poder, hecho de cemento, vidrio y humo. Ahímiles de hombres de terno gris, mirada gris, pensamiento gris, e imaginación gris circulan ner-viosos, de oficina en oficina, moviendo facturas, decretos, billetes, conceptos, leyes, formula-rios, palabras y papeles. Muchas palabras y papeles.18

Los ‘rotos’, con todo, difícilmente podían desaparecer. Extirparlos, menos.Cuando en 1993 el académico y sacerdote conservador Osvaldo Lira fue consul-tado acerca del antipoeta Nicanor Parra (Premio Cervantes 2011), contestó: “Porfavor no me nombre a ese roto blasfemo, que no lo soporto”.19

16 Tras el golpe se inició no sólo una represión política a la izquierda, sino una persecución indiscriminada al mundo popular, como vendedores callejeros, trabajadores indocumentados,niños, etc., véase: Razzia policial dejó ‘limpio’ el barrio Matadero. En: La Tercera Santiago deChile (24.3.1974).

17 Enrique Lafourcade: No, al roto chileno. En: El Mercurio. Revista del Domingo, (18.1.1976). Acerca del sentido elitista de la reforma cultural conservadora en el post 1973véase: Pablo Huneeus: Cambios estructurales de la mentalidad chilena. En: Revista Universi-taria vol. 1 (1978).

18 Pablo Huneeus: Hombres de gris. En: Hernán Godoy (ed.): El carácter chileno. Santiago de Chile 1977, p. 422.

19 Vicente Parrini: Matar al minotauro. Chile: ¿crisis moral o moral en crisis? Santiago de Chile 1993, p. 101.

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294 Maximiliano Salinas 2. E L C HILE DE J UAN V ERDEJO : MUERTE Y CONTRAMUERTE DEL PUEBLO MESTIZO [El] verdadero Chile histórico, la comunidad que verdaderamente necesita que Chile exista, yque ha sudado cuatrocientos años para realizar el país, es el pueblo perseguido y castigado, elque no tiene opción ni siquiera imaginaria en el mundo sino su lugar, su tierra, su trabajo.20

La imagen sonriente de Juan Verdejo

Topaze (18.5.1932)

La reforma cultural conservadora intentó, como hemos presentado, el discipli-namiento y la extinción en lo posible de la vida plebeya de Chile. Éste fue elobjetivo histórico diseñado desde la década de 1930 hasta el levantamiento militarde 1973. Fue ésta una tarea lenta y costosa, que implicaba domesticar y aún borrardel imaginario nacional la figura inquietante y rebelde de los ‘rotos’, la poblaciónmestiza en lo que tenía de libertad, autonomía e insubordinación. Los ‘rotos’ eranun desafío mayúsculo para una elite que se había embarcado en el proyecto de laburguesía conservadora. Los triunfos del Frente Popular en 1938 y de la UnidadPopular en 1970 significaron hechos políticos y sociales que concedieron especialy clara visibilidad a esa inmensa población que vivía por su cuenta, sin hacer grancaso de los marcos culturales y espirituales de la elite. Benjamín Subercaseauxmostraba todo su asombro ante los ‘rotos’ en 1939:

20 Armando Uribe: ‘Caballeros’ de Chile. Santiago de Chile 2003, p. 131.

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295 Viven al día, y no tienen concepto claro y consciente de cosa alguna. Nos dan la impresión deun caos eterno e inmortal; de una suprema coquetería del vivir, lleno de sentido irónico, livianoo cruel, unido a una indiferencia musulmánica por todos los valores que agitan al pobre serangustiado y perecedero que llamamos el hombre blanco, adulto, civilizado.21

Con cierta inquietud política escribió Mariano Latorre en 1947:

Se advierten, […], desde la Colonia en el chileno dos características contrarias, separadas casisiempre en tipos distintos, […]. Una está enraizada en la tierra y es conservadora; la otra esindeterminada y casi siempre anárquica. La primera, predomina en el huaso; la segunda, en elroto.22

En 1949 el académico Augusto Iglesias definió al roto con el Diccionario de laAcademia de la Lengua: “Se aplica al sujeto licencioso, libre y desbaratado en lascostumbres y modo de vida; y también a las mismas costumbres y vida de seme-jante sujeto”.23

Con un espíritu de observación más acucioso, otros curiosos de la vida chilenaadvirtieron la especial dimensión humana y ética de los rotos. Para el escritor JuanGodoy, la característica fundamental era su desbordante vitalidad. Dijo en 1939:“El roto no deja nada en el plato de la vida. Se lo come todo en un día. Come enexceso; bebe en exceso; ama en exceso; muere en exceso […]. Para él, lo inma-nente se ha hecho trascendente por el vivir pleno del instante.”24

El investigador y folklorista Oreste Plath, asociando al roto a la riqueza de lanaturaleza chilena, expresó en 1946:

Ansía el dinero, pero no tiene el hábito del ahorro: es ‘mano abierta’; es platicador, conversaen grupo, en filas; come siempre rodeado, en círculo; bebe dándose. Lleva dentro de él el climade Chile, el variado paisaje: las nieves de la cordillera, los valles, los lagos, el océano inmenso,los bosques del Sur, la luz, los vinos, las frutas, las cazuelas, las empanadas y el ají. El roto esasí; de aliento cordial; gana el corazón, es bullicioso y retozón como la cueca. La imagen de lamontaña, las pasiones del mar, forman su virtud telúrica.

Los ‘rotos’ se habrían identificado con Pedro Aguirre Cerda, el abanderado delFrente Popular en 1938, por su entrañable cordialidad con el mundo plebeyo, en-carnada en el apelativo de ‘Don Tinto’, velada alusión a los apetitosos vinos deChile: “[Aguirre Cerda] entró muy hondo en la ruralidad, en la gañanía, y al cual

21 Benjamín Subercaseaux: Contribución a la realidad. Santiago de Chile 1939, pp. 152- 158.

22 Mariano Latorre: Chile país de rincones. Buenos Aires 1947, pp. 11-12.

23 Augusto Iglesias: Origen de la expresión roto chileno”. En: Boletín de la Academia Chi- lena correspondiente de la Academia Española vol. 10, no. 37-38 (1949), p.18.

24 Juan Godoy: Breve ensayo sobre el roto. En: Atenea vol. 163 (1939), p. 34.

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296 Maximiliano Salinas el pueblo llamó, sabrosamente, por los caldos de sus viñas, por el buen vino queél cosechaba, ‘Don Tinto’, estrechándolo confianzudamente junto a su corazón, asu gozar y a su sentir.”25En 1957 agregó Oreste Plath a propósito de las raícesibéricas del humor en el roto:

En lo que se refiere al humor, a la gracia, hay una innegable proporción andaluza en el pueblochileno, que se manifiesta en su hablar, en su manera de mirar la vida y la muerte […]. En elhumor, en la gracia del pueblo chileno, hay una innegable levadura española, […]. Este ante-cedente arranca desde los moros en la Península, y son los mismos que le han dado sangre yespíritu a la gitanería española.26

Quien percibió con especial perspicacia la identidad cultural del roto, expre-sado en la figura gráfica y literaria de Juan Verdejo en la revista Topaze , fue pre-cisamente el escritor español Miguel Delibes, en 1956:

El ‘roto’, […], es la expresión de una actitud ante la vida; […] El ‘roto’ no es sino un filósofodel buen vivir […]; un ser consciente del maravilloso don de la vida, a la que estruja y le sacael zumo de una manera personalísima […] Topaze , el semanario de humor más leído de San-tiago, es la válvula de desahogo de Juan Verdejo gráfico, del ‘roto’ […]; es decir, la críticapolítica del país, la feroz crítica política del país echa mano de él para explayarse impunemente.El fondo de ‘roto’ que en general tiene el chileno se manifiesta en esta revista en toda su inten-sidad […]. Los tremendos críticos políticos que hoy existen en Chile se aprovechan de JuanVerdejo […]. El ‘roto’ callejero, el auténtico ‘roto’, no tiene tampoco pepitas en la lengua; esun pillo de siete suelas, capaz de cantarle las verdades al lucero del alba.27

Juan Verdejo, encarnación del sentido popular de la vida en Chile, famoso porsu representación cómica en las páginas de la revista Topaze , de amplia circula-ción nacional entre 1931 y 1970, alcanzó una figuración y un prestigio a nivelnacional. En dos sentidos. Por una parte, como víctima del proyecto político ycultural conservador. Por otra, como expresión de una libertad insobornable. Enel primer sentido, lo recordó Violeta Parra:

En este mundo moderno/ qué sabe el pobre de queso,/ caldo de papa sin hueso/ menos sabe loque es terno./ Por casa, callampa, infierno/ de lata y ladrillos viejos./ ¿cómo le aguanta el pe-llejo?,/ eso sí que no lo sé/ pero bien sé que el burgués/ se pit’ al pobre Verdejo.28

En el segundo sentido apuntó el artista surrealista Roberto Matta:

25 Oreste Plath: Baraja de Chile. Santiago de Chile 1946, pp. 12-14.

26 Idem: Epopeya del roto chileno. En: Nicomedes Guzmán (ed.): Autorretrato de Chile. Santiago de Chile 1957, pp. 133-147.

27 Miguel Delibes: Un novelista descubre América. Madrid 1956, pp. 101-103.

28 Violeta Parra: Décimas. Autobiografía en verso. Santiago de Chile 2011, p. 36.

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297 Hay que perforar para pasar al otro lado y ver qué pasa verdaderamente al otro lado. Hay estosmuros por todas partes, sin ventanas, y hay que perforar y ver que del otro lado hay ríos o mareso en fin, cosas. Esta es la función de Perogrullo o de Urdemales o de Verdejo. Esta clase depersonajes son mitos emancipadores, […].29 2.1. V ERDEJO , VÍCTIMA DEL ORDEN CONSERVADOR

El dibujante Pepo muestra en 1952 a un Juan Verdejo militarizado durante el gobierno de Gabriel González Videla, fiel ejecutor de la Guerra Fría norteamericana

Topaze (1.2.1952)

A lo largo de cuarenta años, el roto chileno fue representado en la revista dehumor político Topaze como víctima del proyecto identitario conservador, ini-ciado en la década de 1930, con el auspicio y la presión de los Estados Unidos deNorteamérica. En una imagen diseñada por el director de la revista Jorge Délano,Coke, y publicada el 23 de marzo de 1932, Verdejo aparece en el suelo, mientraspor encima de él pasan los poderes conservadores del momento, representados enunos jinetes montados a caballo, entre ellos el Tío Sam, Arturo Alessandri Palma,y Carlos Ibáñez del Campo.30La dependencia de Verdejo con respecto al Tío29Carrasco: Matta conversaciones.

30 Coke: El quinto jinete. En: Topaze (23.3.1932).

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298 Maximiliano Salinas Sam, fundamento internacional del orden conservador local, vuelve a aparecer enotra imagen realizada por Jorge Délano, el 4 de julio de 1937. Verdejo, con losatuendos del Tío Sam, recibe un saludo de éste en el día de la Independencia delos Estados Unidos: “To my darling John Verdejo in one day of his dependenceof mine. […]. Uncle Sam”.31

La subordinación de Juan Verdejo a los intereses norteamericanos fue ilustradapor la revista Topaze de manera muy clara durante la administración conservadorade Harry Truman, entre 1945 y 1953. Ésta sometió política y militarmente a Amé-rica Latina, mediante un anticomunismo febril. El 18 de abril de 1952 la revistamuestra a Verdejo alarmado ante el Tío Sam porque éste intenta confeccionarleun traje de militar. El roto prefiere, y se lo dice a Eduardo Yrarrázaval Concha,hacendado conservador y canciller de Gabriel González Videla, “una ropita depaisano” [de civil].32El mismo año, aparece el propio presidente González Videlaprobándole un uniforme militar a Verdejo. Con su dentífrica sonrisa falsa, el pre-sidente de la República le dice, aludiendo al lema olvidado del Frente Popular de1938: “Disculpa, Verdejo; no te he podido dar pan ni techo, pero en cambio, tedoy abrigo.” Verdejo mira espantado la casaca “Made in USA”.33

Gabriel González Videla […] firmó en 1952 con Estados Unidos el Pacto de Ayuda Militar,PAM. Hacerlo no le resultó muy fácil. Tuvo que poner en práctica una represión violenta ymasiva contra la muchedumbre de trabajadores y estudiantes que decían ‘no’ al Pacto Militaren las calles de Santiago y de todo el país, mientras en el Congreso diputados y senadores dederecha y de centro votaban que ‘sí’.34

Juan Verdejo fue víctima de las instituciones sociales, políticas, económicas ypoliciales del proyecto conservador, desde la presidencia de Arturo Alessandri en1932 hasta la de Eduardo Frei Montalva en 1970. Una caricatura magistral, publi-cada el 25 de marzo de 1938, parodia del monumento ecuestre a BernardoO´Higgins en la Alameda de Santiago, muestra a Verdejo en el suelo aplastadopor el sable del director de Carabineros durante la administración Alessandri, elgeneral Humberto Arriagada Valdivieso. El propio O´Higgins decide bajarse dela estatua y dejar que el cuerpo de Carabineros reprima a la plebe chilena. Arria-31Coke: En el día del tío Sam-arreado. En: Topaze (4.7.1937).

32 Sastrería El Pacto Mutuo. En: Topaze (18.4.1952).

33 Topaze (13.6.1952).

34 Eduardo Labarca: Chile invadido. Reportaje a la intromisión extranjera. Santiago de Chile 1969, p. 37.

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299 gada estuvo vinculado a la masacre campesina de Ranquil y a los sucesos luctuo-sos de la Caja del Seguro Obrero.35El director de la revista Topaze , Jorge Délano,imaginó en 1936 la nueva estatua que presidiría el ‘barrio cívico’ de Santiagoproyectado por Alessandri Palma: una réplica de la norteamericana Estatua de laLibertad, donde el ministro de hacienda Gustavo Ross aparece castigando a Ver-dejo. El ministro porta en su mano derecha un garrote y en la izquierda la Ley deSeguridad Interior del Estado, instrumento de la política conservadora de Ales-sandri, que serviría para disciplinar a la población chilena en el largo siglo XX.36Gustavo Ross fue mostrado ese año como un policía al servicio de los intereseseconómicos imperialistas. Como tal, no administra justicia en favor del pueblo,sino al contrario, persigue a Verdejo por protestar ante el robo, a la luz del día, dela producción del salitre chileno. Vestido de carabinero, Ross increpa a Verdejo:“¡Cállate, pedazo de moledera! Como que sigas chillando te rajo la cabeza a palosy más encima te condeno a perpetuo”.37Gustavo Ross fue representado en 1938bajo las apariencias de Hitler y Mussolini.38

En la década de 1950, según la revista Topaze , Verdejo fue víctima de las po-líticas conservadoras a nivel nacional e internacional. En 1951 fue atrapado porel Banco Mundial, el organismo creado en 1944 desde Estados Unidos para ayu-dar a los pueblos pobres. Representado por un clásico y obeso burgués de frac ysombrero de copa, el Banco le aprieta el cinturón a Verdejo hasta hacerlo aullar.39A nivel nacional, la administración conservadora de Carlos Ibáñez lo dejó com-pletamente indefenso. El célebre dibujante René Ríos, ‘Pepo’ –autor de la histó-rica tira cómica Condorito –, mostró a Verdejo en dos caricaturas notables el año1957. Con ocasión de la represión policial a las protestas populares del mes deabril, donde resultaron varias víctimas fatales, Verdejo es atropellado por un busque lleva la imagen de Carlos Ibáñez en el parachoques. El bus es conducido porel general Horacio Gamboa Núñez, jefe de la plaza de Santiago, y responsablemilitar de la conducta oficial del Gobierno.40En otra caricatura, del 10 de mayo

35 Juan Verdejo muestra en su pantalón la palabra ‘oposición’. Es la oposición plebeya al gobierno conservador de Arturo Alessandri. En: Topaze (25.3.1938).

36 Maquette de la Estatua de la Libertad que la gente de orden levantará en la nueva plaza garage de la Alameda. En: Topaze (13.11.1936).

37 Topaze (4.12.1936).

38 Topaze (28.1.1938).

39 Topaze (9.3.1951).

40 Topaze (5.4.1957).

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300 Maximiliano Salinas de 1957, Verdejo es aplastado por seis descomunales sacos, que llevan como ró-tulos “alzas”, “desconfianza económica”, “gabinete con botas”, “comentariosprensa extranjera”, “proceso por asalto imprenta Horizonte”, e “investigación porsemana trágica”, aludiendo a los hechos del mes de abril. El país marcha a laderiva, y el gobierno de Ibáñez acumula su peso de muerte sobre el cuerpo esmi-rriado de la plebe. Exhausto, Verdejo apenas puede decir, con toda sorna, “VivaChile, mier[da]”.41

La situación de Verdejo no la alteró tampoco el proyecto de la democracia cris-tiana unida a la derecha conservadora. El 8 de enero de 1965 Verdejo, ante lamirada asombrada de Frei Montalva, dice: “Sigo siendo víctima de los explotado-res”. Una explosión hace volar por los aires al roto.42En 1969 la amenaza de unavuelta a los principios conservadores más clásicos se volvió una pesadilla. El 2 demayo de ese año Topaze mostró a un Verdejo reventado prácticamente por el pesodel político y empresario derechista Jorge Alessandri, carta de la elite algo desas-trada para la elección presidencial de 1970.43La inalterable condición de Verdejoa lo largo de los experimentos conservadores desde la década de 1930 a la de1950, desde la primera administración de Ibáñez hasta su segunda administración,la mostró gráficamente Topaze en la figura idéntica del roto, año tras año, sinolvidar uno, desde 1931 hasta 1956, bajo el sugerente título de “25 años de con-quistas sociales”.44 2.2. V ERDEJO , UNA VIDA INDESTRUCTIBLE

Justamente la imagen invariable, y casi indiferente, de Juan Verdejo a lo largode los largos años del Chile conservador mostró la capacidad del roto o de la ‘ro-tada’ de afrontar las vicisitudes impuestas por la dominación social, política, cul-tural y estética de la elite. Esta elite intentó por todos los medios desdibujar lapresencia inquietante de un pueblo que no pudo ser doblegado. Tanto es así queen 1970 esos ‘rotos’ alcanzaron, aunque por escaso margen, la victoria que, anteel asombro mundial, llevaría a la Unidad Popular, con la “vía chilena al socia-lismo”, al gobierno de La Moneda.

La revista Topaze gozó mostrando esa indestructibilidad de la vida de los ‘ro-tos’. ¿Por qué pudo tener esa fuerza y ese empuje la vida plebeya? Por de pronto,41Topaze (10.5.1957).

42 Topaze (8.1.1965).

43 Topaze (2.5.1969).

44 Topaze (31.8.1956).

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301 porque representó la vida sin más, en toda su simplicidad y rotundidad. A pesarde todos los embates, los atropellos, las descalificaciones, la vida pudo seguirsiendo celebrada, festejada, en su condición más básica, elemental. En muchossentidos, los ‘rotos’ pudieron mantenerse apartados de los prejuicios y los acor-donamientos impuestos por el mundo conservador. Mientras este mundo quedabaencasillado en su propia área perimetral urbana, más que nada en la capital deSantiago, la vida de los ‘rotos’ abarcó todo el territorio chileno, con el ‘roto ma-rino’, el ‘roto pampino’, el ‘roto minero’, el ‘roto carrilano’, el ‘roto cargador’,junto al ‘roto milico’ y al ‘roto bandido’, por no hablar del ‘roto niño’ y el ‘rotochoro’, como los definiera Oreste Plath en 1957.45Ese abigarrado mundo popular,mayoritario y superlativo, había comenzado a emerger y a exigir con el FrentePopular de 1938. “Juan Verdejo, mundo arriba”, se llamó una revista cómica pre-sentada en los escenarios populares de los teatros Balmaceda y Politeama, a orillasdel Mapocho, o cerca de la Estación Central de Santiago, a principios de ese año,con la participación del actor Eugenio Retes y el poeta Víctor Domingo Silva.46Era toda una señal de los tiempos. En 1970, el escritor Hernán San Martín, en suobra Nosotros los chilenos volvió a reivindicar masivamente la figura de los ‘ro-tos’ como un arquetipo nacional más generalizado que el ‘huaso’, limitado exclu-sivamente al Valle Central, y de indudable cariz conservador. Con un sentido cla-sista, y en el horizonte de la vida chilena de 1970, San Martín reivindicó especial-mente a los ‘rotos’ trabajadores, con una ética vital y solidaria, en el contextopolítico y social del momento: “Yo soy roto ladino / nieto de Caupolicán / contodos comparto el vino / con todos comparto el pan”.47

El Verdejo de la revista Topaze recalcó sobre todo en las décadas de 1930 y1940 la imagen de un roto gozador y derrochador de la vida. Esto, en medio de laprofunda crisis social y económica que asolaba al país como consecuencia de laGran Depresión mundial. Sin abandonar en ningún momento su sonrisa impeca-ble, Verdejo recuerda el necesario principio inclaudicable del placer. En 1933, enuna caricatura del dibujante ‘Pekén’, el roto se alegra de veras cuando un amigo45Plath: Epopeya, pp. 133-147.

46 El Mercurio. Santiago de Chile (18.2.1938) y (24.2.1938). Véase también Maximiliano Salinas: El teatro cómico de los años treinta y las representaciones de Topaze y Juan Verdejoen los escenarios de Chile. En: Polis. Revista de la Universidad Bolivariana vol. 5, no. 13, pp.435-453.

47 Hernán San Martín: Nosotros los chilenos. Santiago de Chile 1970, pp. 168-171.

302

302 Maximiliano Salinas le llena desde una damajuana un vaso considerable de chicha, el licor de uva re-cién exprimido de la vendimia.48

En 1937 el caricaturista ‘Alhué’ lo muestra solazado, con la llegada de la pri-mavera, recostado en un campo, con una flor en el sombrero, y feliz que un avecantora se pose en la punta de su pie.49En esa misma primavera de 1937 ‘Alhué’lo dejó retratado caminando satisfecho con una damajuana en la mano izquierday una guitarra en la mano derecha. Ahí la sonrisa va de oreja a oreja.50

Juan Verdejo y la esperanza de un feliz Año Nuevo

Topaze (7.1.1938)

Verdejo no advierte la ‘seriedad’, conservadora, de la muerte. Con ella su tratoes cotidiano, cordial, humano. En 1931 el caricaturista ‘Huelén’ muestra a Ver-dejo rodeado de un par de ‘rotos’ muy similares a él brindando sin problemas enun velorio.51Diez años después, en 1941, ya con el terremoto de Chillán del año1939 en el cuerpo, Verdejo, con mucho entusiasmo y buena compañía, compartela regocijada celebración del Día de Difuntos.52El regocijo de nuestro personajealcanza el culmen si lo acompaña una mujer que comparta sus alegrías y apetitos.Ahí sí se puede celebrar la Independencia de Chile a todo ritmo. Al respecto, es48Llegó la baya. En: Topaze (8.3.1933).

49 Topaze, (26.11.1937).

50 Topaze (8.10.1937).

51 Topaze (4.11.1931).

52 Topaze (31.10.1941).

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303 muy notable una caricatura de ‘Alhué’ en el Topaze del 10 de septiembre de1937.53

El contrapunto de Verdejo con el orden conservador es punzante, desde elFrente Popular hasta la Unidad Popular. Con el triunfo de Pedro Aguirre Cerdaen 1938, una multitud de Verdejos lleva en andas a ‘Don Tinto’, mientras el pre-sidente Alessandri Palma no oculta su rabia. Recuerda el apoyo popular a su can-didatura en 1920 como cosa de un pasado que ha quedado atrás. Dice el caudilloconservador: “¡Rotos de miéchica! ¡Quién iba a pensar que eran los mismos delaño 20!”.54El triunfo del Frente Popular ha significado, según Topaze , que Ver-dejo le ha propinado una patada en el traste al candidato Gustavo Ross en 1938.Un atento observador de la política internacional, Adolf Hitler, le comenta enton-ces a Verdejo: “Estamos de acuegdo, von Vegdejo, este hombge estar completa-mente judío”. Jorge Délano, Coke, autor de la caricatura, juega con las palabras.Estar ‘judío’ por decir estar ‘jodido’, embromado. Verdejo le aclara: “No le digatan feo, iñol [señor], y diga que está completamente fregao [embromado].” El re-chazo de Verdejo a Ross no puede asociarse a razones antisemitas, sino a la cons-tatación simple de su derrota electoral.55

A fines de la década de 1950 Verdejo se burló del político y empresario con-servador, convertido en presidente de la República, Jorge Alessandri, hijo de Ar-turo Alessandri. En 1959 una caricatura de René Ríos, ‘Pepo’, mostró a Verdejono tomando en serio la cuenta anual del presidente ante el Congreso Pleno. Mien-tras Alessandri sale del edificio del Parlamento vestido de impecable frac, el rotole dice: “Ahora lo comprendo, Paletísimo señor [Alessandri era llamado ‘El Pa-leta’]; en realidad para esto no valía la pena ponerse frac”.56

Durante la década de 1960 Verdejo no aguanta la risa frente a los políticos am-biciosos y escasamente democráticos. En 1965 Verdejo se burla del dirigente ul-traconservador Jorge Prat Echaurren, frustrado candidato presidencial en 1964.Con toda sorna, el roto le dice a Prat: “Terremoto grado 12 ¿ah?”.57En 1968, PratEchaurren, “arrogante vocero del pensamiento ultraderechista y antiguo nazi”, ex-hibió su teoría del ‘vacío de poder’, con un llamado a la acción política de las53Topaze (10.9.1937).

54 Topaze (4.11.1938).

55 Persecución de los judíos. En: Topaze (25.11.1938).

56 Topaze (22.5.1959).

57 Topaze (19.3.1965).

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304 Maximiliano Salinas Fuerzas Armadas.58Ante la crisis política de la derecha a mediados de la década,Verdejo le auguró un final sin salida al histórico Partido Conservador. Como unasuerte de ángel ante la tumba del Partido Conservador le expresa al ‘centurión’‘de Bulnes, el destacado dirigente Francisco Bulnes Sanfuentes: “En verdad osdigo, Centurión de Bulnes, que no resucitará en jamás de los jamases”. Efectiva-mente, el partido nacido en el siglo XIX no volvió jamás a llamarse de ese modo.59

Juan Verdejo se alegra con la promesa de una revolución con chicha y empanadas ofrecida por Salvador Allende

Topaze (6.7.1962)

58 “Hay dos fuerzas organizadas que pueden llenar ese vacío – dijo – Son las Fuerzas Ar- madas y el Partido Comunista. Entre ambas yo me quedo con las Fuerzas Armadas”, Labarca:Chile invadido, p. 31.

59 Topaze (16.4.1965).

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Así como se inclinó a favor del Frente Popular en 1938, Verdejo no ocultó susimpatía por la Unidad Popular en 1970. Era la forma de apartarse del proyectoconservador que lo explotaba e ignoraba culturalmente. El 6 de julio de 1962 Ver-dejo se entusiasma ante el lema socialista de Salvador Allende de hacer una revo-lución “con chicha y empanadas” (versión original de lo que después se llamarácon “empanadas y vino tinto”). En un diálogo con el dirigente socialista, éste dice:“Ya tenemos nuestro lema: ¡La revolución chilena será con gusto a chicha y em-panada!”. Verdejo, con fervor, le responde: “Ojalá, don Salva, porque ya estamoshasta la coronilla con el agua mineral y el arroz con leche”. La dieta cotidiana delpresidente conservador Jorge Alessandri, modelo de austeridad, era el agua mine-ral y el arroz con leche. Casi una comida de enfermo.60

Juan Verdejo y el triunfo de Salvador Allende

Topaze (17.9.1970)

60 Topaze (6.7.1962). Jorge Alessandri expresó en su programa presidencial para 1958: “Aquellos que nos juzgan por la seriedad de nuestro rostro, o por el retraimiento social de nues-tras vidas, tal vez olvidan que en la soledad surgen y maduran las grandes inquietudes del hom-bre.” La frase está impresa al pie del monumento en su honor en la Plaza de la Constitución, al

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306 Maximiliano Salinas

Una vez elegido Allende como presidente de la República, el 17 de septiembrede 1970, Juan Verdejo empina un cacho de chicha (la chicha servida en un astade buey) con la imagen, llena de picardía, de Salvador Allende. Con su mejor carasonriente, Verdejo comenta: “¡Pensar que tendré que tomarme este trago duranteseis años seguidos!” En ningún caso Verdejo pensaba en una interrupción autori-taria de la ‘vía chilena al socialismo’.61 3. O BSERVACIONES FINALES

Juan Verdejo fue una creación artística y literaria del grupo de periodistas, di-bujantes y escritores de la revista de humor político Topaze entre 1931 y 1970.Representó de modo ejemplar la capacidad de autonomía y resistencia de la plebefrente a las diferentes expresiones del proyecto identitario conservador chileno,desde Alessandri Palma, Ibáñez del Campo, González Videla, Alessandri Rodrí-guez, hasta Frei Montalva, con sus ideólogos, publicistas e historiadores.62

Topaze y Verdejo mostraron que la identidad chilena no se agotaba en la serie-dad del orden conservador. Esa era la seriedad, falsa e impostada, de los caballe-ros, de la privilegiada elite de raza blanca. La vitalidad del pueblo y su resistenciacultural indicaba que había otra nación, que pugnaba por emerger, que tenía cau-ces políticos y estéticos capaces de expresarla. La historia de esa vitalidad resis-tente del siglo XX no puede entenderse sin la figura cómica de Verdejo. Él no esni un bufón del poder, ni una figura popular meramente victimizada. Si bien caeen desgracia, soportando el duro peso de la dominación, vuelve a levantarse, aerguirse, a reír.

Su complacencia por el placer, el vino y las mujeres, y su identidad más cercanaa la naturaleza ( physis ) que a la cultura ( nomos ) –si tomamos esa diferenciaciónu oposición típica de Occidente– lo vincula a Dionisos, el principio de la vida quemuere y resucita. Ese fue, en muchos sentidos, su discurso identitario. Y el que lodistancia de modo increíble de la voluntad antidionisíaca de la elite conservadora,61Topaze (17.9.1970).

62 Para una visión general de la revista Topaze véase Maximiliano Salinas et al.: El Chile de Juan Verdejo. El humor político de Topaze 1931-1970. Santiago de Chile 2011.

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307 que exaltó por doquier, al menos de una manera formalizada y reprimida, su temora la liberación del principio del placer.63

63 Acerca de la cultura conservadora chilena de la década de 1950: “Un caballero serio [...] está representado por un adulto de cualquier clase social, que viste en forma ‘nada llamativa’,que no se aparta un ápice de ‘lo que hacen todos’, que sonríe con dificultad, y, cuando lo hace,procura que sea papabilmente, et urbi et orbi . Habla con lentitud; [...]. Camina con lentitud,como un monarca impedido por el exceso de fervor de la muchedumbre, y, al referirse a lasmujeres, las denomina: ‘damas’. Representa al futuro regidor, al futuro alcalde, diputado o se-nador”, Benjamín Subercaseaux: Los caballeros ‘serios’. En: Zig-Zag, Santiago de Chile

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T IM W ÄTZOLD

A PROCLAMAÇÃO DA COZINHA BRASILERIA COMO PARTE DA FORMAÇÃO DA IDENTIDADE NACIONAL NO IMPÉRIO DO BRASIL 1822-1889

A construção cultural da cozinha brasileira, principalmente por meio dos livrosde cozinha, acompanhou o processo de formação da identidade nacional no recémfundado Império do Brasil. Desde a época de muitas turbulências políticas da faseda Regência, a alimentação acompanhou a construção sociocultural de umaidentidade em um grande país com muitas diferenças regionais e sociais. Aalimentação, como um ato cultural diariamente praticado, serviu muito bemnaquele processo, porque ela é muito importante para a formação das váriasidentidades do ser humano e das relações sociais em geral de várias maneiras. Aformação da identidade nacional se desenvolveu no contexto histórico e nascircunstâncias socioculturais do país. Os livros de cozinha, especialmente as onzeedições do Cozinheiro Imperial, refletiam as mudanças e desenvolvimentosdaquele processo. O livro do Cozinheiro Nacional contribuiu com a proclamaçãode tal cozinha. Outro aspecto é o papel fundamental da produção e do consumode açúcar que se manifesta nas fontes que tratam de doces.

Umas das questões aqui tratadas são as circunstâncias culturais para o processoda construção de uma identidade nacional, além dos aspectos da história alimentare o uso dos livros de cozinha como fonte histórica para a desconstrução dessemito. A S FASES DA FORMAÇÃO DA IDENTIDADE NACIONAL

A história do Império do Brasil e, a seguir, da construção da identidade nacionalcomeçou com a invasão das tropas de Napoleão em Lisboa, em novembro de

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310 Tim Wätzold 1807, a transferência da corte portuguesa com Dom João VI para o Brasil e coma proclamação do Reino Unido do Brasil Portugal e Algarves em 1815.1

A primeira fase da formação da identidade nacional, propriamente dita,começou com a declaração da Independência e a proclamação do Império doBrasil em 1822 pelo filho de Dom João VI, o novo imperador Pedro I.2Nos anosseguintes, ele conseguiu o reconhecimento internacional e a consolidaçãonacional do Império do Brasil.3Nessa primeira fase, a identidade era vinculada àideia do Império e tinha base prática na exclusão do outro, dos vizinhosrepublicanos, e do antigo “dono colonial”, Portugal, o que gerou um climaantiportuguês no Brasil.

Na segunda fase, tendo em vista a sucessão monárquica portuguesa, Pedro Idecidiu partir em 1831 para Portugal. Ele deixou seu filho de cinco anos, PedroII, no Brasil, enquanto o Senado formou um governo provisório na forma de

1 Sobre os efeitos políticos, culturais e estruturais da chegada e da permanência da monarquia portuguesa no Rio de Janeiro ver Kirsten Schultz: Versalhes Tropical. Rio de Janeiro2008. Sobre os efeitos da proclamação do Reino Unido ver Walther Bernecker/ HorstPietschmann/ Rüdiger Zoller: Eine kleine Geschichte Brasiliens. Francoforte do Meno 2000, p.129. No tocante à formação de uma primeira identidade brasileira, que se contrapunha às atéentão dominantes identidades regionais, no contexto da proclamação do Reino Unido, verIstván Jancsó (org.): Brasil: Formação do Estado da Nação. São Paulo 2003, p. 26.

2 O contexto da Independência é um tema trabalhado intensivamente na historiografia brasileira. Ver, por exemplo, Manuel Oliveira Lima: O Movimento da Independência/ OImpério Brasileiro. São Paulo 1965, p. 272-289; Iara L. Souza: Pátria coroada: o Brasil comocorpo político autônomo 1780-1831. São Paulo 1998; Alexandre J. de Mello Moraes: AIndependência e o Império do Brasil. Brasília 2004; Jancsó: Brasil, p. 15; aqui são salientadosa cooperação de diversos fatores para o complexo da Independência. Também na pesquisainternacional, ver, por exemplo, Anthony J. R. Russell-Wood (ed.): From Colony to Nation.Baltimore 1975.

3 J. P. Calógeras: A Política Exterior do Império. O Primeiro Reinado. In: Revista do IHGB, Tomo Especial II (1928), p. 359-396. O também complexo processo da consolidação nacionaldependia, sobretudo, da unidade da elite mantenedora de escravos, que podia superar asdiferenças regionais. Nesse aspecto, o medo de um possível desenvolvimento, como no Haiti,teve um papel importante. Ver Ricardo Salles: Nostalgia Imperial: A Formação da IdentidadeNacional no Brasil do Segundo Reinado. Rio de Janeiro 1996, p. 52-57. Sobre a importância damanutenção do sistema escravocrata e da união da elite brasileira ver Celia M. Azevedo: OndaNegra, Medo Branco. O Negro no Imaginário das Elites no Século XIX. Rio de Janeiro 2004.Outro aspecto importante da transição sem atritos para o Império independente foi a assunçãono Brasil de todos os contextos institucionais criados. Ver José Murilo de Carvalho: AConstrução da OrdemTeatro de Sombras. Rio de Janeiro 1996, p. 30. Sobre as especificidadesda Independência brasileira, ver também Carlos Mota (org.): Viagem Incompleta. São Paulo1999, p. 177-197.

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311 regência.4Essa fase da Regência, de 1831 a 1840, foi o mais sangrento econturbado período do Império brasileiro. Ao lado dos conflitos e lutas pelo poderdas facções políticas, no Rio de Janeiro ocorreram inúmeras rebeliões regionaisde escravos e também muitas insurreições separatistas no Norte e Sul, de formaque a integridade do Império via-se seriamente ameaçada.5A elite, que reagiu àsvárias revoltas com repressão física, necessitou criar um conceito ideológico paramanter o Império. Foram fundadas várias instituições nesse sentido, como oImperial Colégio de Pedro II (1837), o Arquivo Nacional (1838) e, entre outros,o Instituto Geográfico e Histórico Brasileiro que funcionou como um think-tank para a formação de uma identidade nacional.6

O grande número de revoltas que se transformaram em longas guerras civis,sobretudo no Rio Grande do Sul e no Pará, combinado com as disputas de políticainterna das classes dominantes, levou, em 1840, a uma campanha dos liberais, naqual Pedro II deveria ser emancipado.7Na idade de 14 anos, Pedro II foiemancipado pelo Parlamento e assumiu a regência na noite de 23 de julho de 1840.Pela segunda vez na história brasileira um monarca havia conseguido conservar aintegridade territorial do país intacta.8No mesmo ano, o primeiro livro de cozinhabrasileira, o Cozinheiro Imperial , foi publicado.

Com Pedro II como imperador, começou a terceira fase, na qual a identidadeera ligada à pessoa do Imperador e durante os anos seguintes ele conseguiu aconsolidação do Estado imperial. A última grande revolta ocorreu em 1848, emPernambuco,9entretanto, o jovem imperador conseguiu manter a integridade do

4 Roderick Barman: Citizen Emperor, Pedro II and the making of Brazil, 1825-1891. Stan- ford 1999, p. 28-31.

5 Na verdade, já no governo de Pedro I haviam ocorrido muitas revoltas. Entretanto, as revoltas na fase da Regência foram mais abrangentes e mais sérias, Bradford Burns: A Historyof Brazil. Nova Iorque 1993, p. 168-175. Quanto às disputas políticas, ver Carvalho: AConstrução da Ordem, p. 50-51, e sobre as diversas revoltas, ibidem, p. 230-234. Sobre asrevoltas dos escravos, ver Alberto Silva: Um Rio chamado Atlântico, A África no Brasil e oBrasil na África. Rio de Janeiro 2003, p. 189-215.

6 Lucia M. B. Neves: O Império do Brasil. Rio de Janeiro 1999, p. 258-263.

7 Bernecker et al.: Kleine Geschichte, p. 155-157; Barman: Citizen Emperor, p. 71-73.

8 Na historiografia brasileira, a proclamação do Império e a defesa do território nacional são vistas como o primeiro fato. Burns comenta nesse contexto “a strong reaction against themounting chaos prompted the elites fearful of the very unity of the empire, to turn to the throneas the instrument and symbol of national unity, to duplicate the miracle it had wrought in 1822”,Burns: History of Brazil, p. 174-175.

9 Caio Prado Jr.: Evolução Política do Brasil e Outros Estudos. São Paulo 1977, p. 73-77.

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312 Tim Wätzold Brasil e fortalecer seu papel político central.10No decorrer dos anos seguintes, osviolentos conflitos internos puderam ser dissolvidos. Além disso, estabeleceu-seum equilíbrio entre as facções políticas dos conservadores e dos liberais.11

Na quarta fase, de 1850 até 1865, influenciada pelo desenvolvimentointelectual de Pedro II e a percepção das mudanças no mundo moderno, o discursoda identidade mudou do imperador e do Império ao conceito de Nação. Na políticaexterna, em 1850, ocorreu uma rápida guerra com a Argentina e houve conflitoscom a Inglaterra por causa da proibição do tráfico de escravos.12O períodocaracterizou-se internamente por uma estabilidade política e um crescimentoeconômico.13

Na última fase, o processo da vinculação da identidade ao Estado Nacional doBrasil foi concluído. Um importante papel nesse processo teve a guerra contra oParaguai (1865-1870),14porque a construção “do outro” no estado de guerra ajudamuito na construção de uma identidade nacional na forma “de nós”, incluindo atéos escravos. Nos anos seguintes, então, o que ocupava a política brasileira eraprincipalmente a questão da escravatura e da abolição,15a instalação e a10Carvalho: A Construção da Ordem, p. 137.

11 A consolidação do Estado nacional e do papel central do imperador deu-se pela doutrina do “Poder Moderador”. As reformas descentralistas do período regente foram anuladas pelofortalecimento do poder central. Um ano importante foi o de 1850, quando a Guarda Nacionalfoi criada, o direito agrário modificado e a proibição do tráfico de escravos foi oficializada.Além disso, Pedro II erigiu muitas elites regionais ao título de nobreza e concedeu novos àaristocracia existente, Carvalho: A Construção da Ordem, p. 235-238. Um instrumentoimportante neste sentido foi o Conselho de Estado, criado em 1841, ibidem, p. 327-329.

12 Ver Neves: O Império, p. 252; sobre a crise Christie com a Inglaterra, ver também Sérgio Buarque de Holanda: História Geral da Civilização Brasileira. V. 6. Declínio e Queda doImpério. Rio de Janeiro 2004, p. 167-172. Sobre o complexo da crise e o papel de Pedro II, verBarman: Citizen Emperor, p. 122-126.

13 Ibidem, p. 192-193.

14 Ao longo dessa guerra, também conhecida como Guerra da Tríplice Aliança, ocorreram mudanças sociais importantes, especialmente no tocante à participação dos escravos comosoldados no Exército brasileiro, que, após a guerra, foram libertados. Da mesma forma, de sumaimportância é o desenvolvimento do Exército com relação ao imperador. Sobretudo, depois daguerra, o Exército se desenvolveu crescentemente em direção republicana e foi, por fim,também determinante na Proclamação da República, Wilma Peres Costa: A Espada deDâmocles, o Exército, a Guerra do Paraguai e a Crise do Império. São Paulo 1996; FranciscoDoratioto: Maldita Guerra, a Nova História da Guerra do Paraguai. São Paulo 2002.

15 Carvalho: A Construção da Ordem, p. 291-328; Silva: Um Rio chamado Atlântico.

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313 organização da imigração europeia,16a função do Exército17e o movimentorepublicano18, bem como o conflito entre a Igreja e a Maçonaria.19Além disso,aspectos econômicos, como o ciclo da borracha e do café e a construção de umarede de comunicação e de transportes e a industrialização incipiente, foramimportantes desenvolvimentos no fim do período imperial.20Ao todo, os esforçospor uma modernização marcaram a fase mais tardia do Império Brasileiro.

No período de 1885 até 1889, os debates em torno da abolição da escravaturaaumentaram e o movimento republicano fortaleceu-se, sobretudo através da crisedo governo desde a Guerra do Paraguai.21Por ocasião de uma ausência de PedroII, sua filha, a Princesa Isabel, que estava como regente, promulgou em 13 demaio 1888 a Lei Áurea, que abolia definitivamente a escravatura no Brasil.22A16Boris Fausto (org.): Fazer a América. São Paulo 2000.

17 Holanda: Declínio e Queda, p. 275-319.

18 Já um ano após a Guerra do Paraguai, surgiu no Rio de Janeiro um manifesto republicano. De fato, já existia no período imperial um movimento republicano, no entanto, este só ganhousignificado depois da guerra. Isso estava relacionado a dois aspectos: por um lado, a revoluçãona França, depois da guerra de 1870 e, por outro lado, com a mudança de geração na sociedadebrasileira e, sobretudo, da elite. Esta nova geração, formada em universidades brasileiras,diferenciava-se de forma determinante da de seus pais em sua visão de mundo. Aceitavam aunidade da nação brasileira como dada e não eram tão tradicionalistas, Barman: CitizenEmperor, p. 240-244.

19 Holanda: Declínio e Queda, p. 392-423; Barman: Citizen Emperor, p. 253-257; José Mu- rilo de Carvalho: Pedro II. São Paulo 2007, p. 150-156.

20 De fato, o desenvolvimento que, em geral, era bom, também foi freado pela economia mundial, por exemplo, com o fim da Guerra Civil Americana ou com a crise econômica de1875, Barman: Citizen Emperor, p. 269. Ver, quanto ao desenvolvimento econômico relativoao mercado mundial, força de trabalho, infraestrutura e industrialização incipiente no períodoimperial, Lapa Szmrecsányi (org.): História Econômica da Independência e do Império. SãoPaulo 2002. Com relação à infraestrutura e modernização, ver também Lilia Moritz Schwarcz:As Barbas do Imperador. São Paulo 2003, p. 128-131. Com relação à economia cafeeira,Vassouras Stein: A Brazilian Coffee Country, 1850-1900, The Roles of Planters and Slaves ina Plantation Society. Princeton 1985. Uma boa visão sobre o desenvolvimento econômico, nasdiferentes áreas, em Holanda: Declínio e Queda, p. 13-163. Ver também EmiliaViotti da Costa:Da Monarquia à República. São Paulo 1998, p. 197-233.

21 Ver Burns: History of Brazil, p. 240, sobre o contexto com o fortalecimento do movimento republicano desde a Guerra do Paraguai; ver também Barman: Citizen Emperor: p.347-349, apesar de aqui o papel do positivismo ser acentuado como ideologia influenciadorado movimento republicano brasileiro. Quanto à Abolição, ver José Murilo de Carvalho: Pontose Bordados. Belo Horizonte 1998, p. 65-79; Mota: Viagem Incompleta, p. 331-358.

22 Roderick Barman: Princess Isabel of Brazil: gender and power in the nineteenth century. Wilmington 2002; Manuel Oliveira Lima: Formação histórica da Nacionalidade Brasileira. Riode Janeiro 1997, p. 226-229; Carvalho: Pedro II, p. 186-191.

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314 Tim Wätzold abolição da escravatura foi, no entanto, também o início do fim da monarquia, jáque a elite conservadora que apoiava o imperador se dirigira para o lado domovimento republicano.23Assim foi que, na noite de 14 para 15 de novembro,ocorreu um golpe militar e a República foi proclamada.24Pedro II deixou o Brasiljuntamente com sua família em 17 de novembro de 1889. I DENTIDADE E COZINHA NACIONAL

Nesse processo de formação da identidade nacional, influenciado pelosprocessos políticos, ocorreu a proclamação da cozinha brasileira que acompanhouas mudanças da formação identitária. O meio mais importante da proclamação dacozinha brasileira eram os livros de cozinha.

Pensamento fundamental para esse processo é o papel das áreas da vidacotidiana na formação da identidade, bem como roupa e língua, especialmente ofator alimentação é de grande importância.25Como ato de sobrevivência realizadopor uma pessoa diariamente e uma das ações mais antigas do ser humano em geralé uma necessidade essencial, profundamente ancorada na cultura do ser humano.

A alimentação desenvolveu uma simbologia, que toca e influencia muitas áreasda cultura humana e tem efeito nas diferentes formas de identidade do homem.Isso se mostra na importância da preparação de alimentos no âmbito familiar; porexemplo, o cozido da mamãe ou o bolo da vovó ficam ancorados na memória decada um, seja de forma boa ou ruim. Outro exemplo é a preparação de alimentosno encontro de imigrantes no exterior, quando os ingredientes da pátria sãopreparados com cuidado especial.

Por meio da alimentação, produz-se uma comunidade e também umadiferenciação social. Assim, os comensais, a ingestão de alimentos em um grupo,influenciam a identidade do grupo e geram ligações sociais. Nesse sentido, oconceito cultural de alimentação serve também para a construção de uma

23 Caio Prado Jr.: The Colonial background of modern Brazil. Berkeley 1969, p. 90; Car- valho: Pedro II, p. 191; Leslie Bethell: The Decline and Fall of Slavery in Nineteenth CenturyBrazil. In: Transactions of the Royal Society v. 6, n. 1 (1991).

24 Barman: Citizen Emperor, p. 357-369; Costa: Da Monarquia à República, p. 387-492.

25 Ver para os vários aspectos sociológicos ligados à alimentação Stephen Menell: Sociology of Food, Diet and Culture. Londres 1992; idem: All Manners of Food, Eating andTaste in England and France from the Middle Ages to the Present. Oxford 1996; um resumo donível da pesquisa internacional em Tim Wätzold: Proclamação da cozinha brasileira como partedo processo de formação da identidade nacional no Império Brasileiro. Belo Horizonte 2012,p. 25-35, 50-53.

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315 identidade nacional, mas, na verdade, uma cozinha nacional não existe, além deser uma construção cultural, inspirada pela política e os discursos dominantes.26Mas é importante ressaltar que a relação geográfica é determinante naclassificação dos conceitos alimentares na forma de cozinhas. Produtos regionais,costumes e técnicas determinam a cozinha regional. Essas condições universaislevaram ao surgimento de cozinhas regionais no mundo todo. Especialmente noBrasil, com suas diferenças determinadas em virtude das grandes dimensõesespaciais e nuances culturais, climáticas e da flora e fauna, as cozinhas regionaissão muito variadas.

Assim, devem ser diferenciadas as tradições culinárias de uma região, por umlado, e, por outro, a postulação de tal cozinha regional como reação a processosde centralização política. Outro resultado seria, então, a proclamação de umacozinha nacional, ligada ao processo de construção de nações. Hoje em dia, apercepção de uma cozinha é comum no âmbito nacional. Mas uma cozinhanacional como tal não existe, mas, sim, apenas a união de diferentes cozinhasregionais, que deve sugerir o sentimento de pertencimento. O conceito de umacozinha nacional surgiu, segundo o entendimento moderno, no contexto daRevolução Francesa. Ponto decisivo para a fundação tanto de cozinhas regionaiscomo nacionais é a impressão de livros de culinária, que serviam para a postulaçãoe divulgação de tal cozinha. A LGUNS ASPECTOS SOBRE A ALIMENTAÇÃO E CULINÁRIA NO I MPÉRIO DO B RASIL

A abordagem cultural da culinária portuguesa influenciou a alimentação noBrasil, tendo sido exercida de várias maneiras durante o domínio português pormeio da permuta de plantas, animais, técnicas e ideias de paladar. Os portuguesestrouxeram várias plantas que são hoje típicas para o Brasil, como cana-de-açúcar,coco, banana, limão, laranja, manga, arroz, etc. E eles aprenderam também a usaros produtos nativos.

26 Ver ibidem, p. 75-80. Outro estudo sobre esse contexto no exemplo do México é Jeffrey M. Pilcher: Que vivan los tamales! Food and the making of Mexican identity. Albuquerque1998. Ver também Gerhard Neumann/ H. J. Teuteberg/ A. Wierlacher: Essen und kulturelleIdentität. Série: Kulturthema Essen. V. 2. Berlim 1997; Donna R. Gabaccia: We are what weeat, Ethnic food and the making of Americans. Londres 1998; Eva Barlösius: Soziologie desEssens. Eine sozial- und kulturwissenschaftliche Einführung in die Ernährungsforschung. Mu-nique 1999; Alison K. Smith: National Cuisines. In: Jeffrey M. Pilcher (ed.): The Oxford Hand-

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316 Tim Wätzold

As refeições cotidianas da população brasileira baseavam-se geralmente nofeijão, toucinho, farinha de mandioca ou de milho, carne ou peixe seco,complementados com produtos da flora e fauna regionais.

Além disso, o resultado observado foi que, no interior, a diferença entre aalimentação cotidiana da classe alta, média e baixa era mais uma questão daquantidade. O papel dos produtos regionais era muito importante. O característicoconsumo de feijão era uma manifestação típica da alimentação cotidiana noBrasil. Feijão era apreciado igualmente por escravos, pobres e ricos.

Havia também uma diferença entre cidade e campo: enquanto os habitantes dascidades, principalmente das cidades costeiras, eram abastecidos pelo mar e pelosprodutos importados, a população do campo ficava mais submetida às influênciasdo clima, solo, vegetação e da caça. Como refeições em ocasiões especiais, eramusados aves e arroz no país inteiro. Em algumas regiões, como o Sul, a carnebovina era mais acessível à população, em outras regiões, como Minas Gerais, acarne de porco era preferida, mas já era um produto fora do consumo diário dapopulação geral.

A alimentação da alta sociedade no Império brasileiro já se havia transformadocom a chegada da corte portuguesa. Os hábitos à mesa, os ideais alimentares e depaladar haviam se europeizado. Chegaram também cozinheiros e livros dereceitas, bem como produtos em grande quantidade no Brasil. Este processo foiaumentando com o uso da navegação a vapor.

A partir da Independência, como que rejeitando a dominação colonialportuguesa, passou-se a orientar-se pela cultura da mesa francesa e europeia emgeral. Os europeus que viviam no Rio de Janeiro também forçaram a criação deum mercado que absorvesse produtos europeus, bem como o surgimento dagastronomia. Surgiram restaurantes chamados casa de pasto. O número de hotéisaumentou, os quais serviam ao mesmo tempo refeições. Cozinheiros europeuseram mão de obra valorizada, procurada por meio de anúncios em jornais. Napropaganda, a imprensa, os comerciantes, até do interior, mostravam os produtoseuropeus, com frequência, vinhos e cerveja.

O desenvolvimento da cozinha da alta sociedade brasileira se mostrouprincipalmente no âmbito das festas. Estas serviam como oportunidade parademonstrar prestígio à mesa. Em particular a elite no Rio de Janeiro se encenavaem tais momentos. Os cardápios dessas festas eram, em geral, escritos em francêscom pratos da alta gastronomia internacional. No estudo desses cardápiospercebe-se também uma mudança no aspecto da nacionalidade, sobretudo nadécada de 1870, quando entraram os pratos brasileiros nos banquetes como, por

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317 exemplo, o famoso e obrigatório dindon a la bresilienne , o peru à brasileira, queera o prato mais servido nessas ocasiões.27 O S L IVROS DE COZINHA

Os livros de culinária, juntamente com o pessoal especializado e produtos,serviam como meio para a divulgação do modelo cultural da alimentação comoparte de um estilo de vida regular até no interior do país.28No ano em que o jovemPedro II foi nomeado imperador, surgiu o primeiro livro de culinária editado noBrasil, o Cozinheiro Imperial , que chegou até 11 edições em 1900. O livro, queprestigiou no prefácio as riquezas culinárias do Brasil, queria diferenciar-se dosantigos livros da cozinha portuguesa: Arte de Cozinha e Cozinheiro Moderno, masera um conjunto de receitas desses dois livros.29Assim era difícil organizar muitosdos ingredientes das receitas. Nos pratos entraram os produtos locais:

O Bacalhau cozido a Brasileira leva quiabos, cebolas fendidas, machiches,gilos e bananas da terraquase maduras, e come-se com um molho de azeite,vinagre e pimenta cumari. O Bacalhau cozido a Portugueza leva batatas, cebolasfendidas e um molho decouves, que servem também para atrahir o sal. Come-secom um molho de azeite, vinagre, alhos e pimenta do reino: e alguns deitao nonolho cebolas cruas picadas miudamente.30

27 Ver Wätzold: Proclamação da cozinha brasileira, p. 195-200, com mais detalhes sobre as festas e os cardápios.

28 Ver sobre o papel dos livros de cozinha os estudos de Arjun Appadurai: How to Make a National Cuisine: Cookbooks in Contemporary India. In: Comparative Studies in Society andHistory v. 30, n. 1 (1988); e Tim Wätzold: Die Kochbücher des brasilianischen Kaiserreichs.Quellen zur nationalen Identität, materiellen Kultur und der Proklamierung der brasilianischenKüche 1840-1889. In: Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte v. 98, n. 4(2011).

29 Isso se mostra na comparação dos livros, mas poucas pessoas da época devem ter percebido esse fato. Então, o livro serviu para criar uma ligação do leitor com a pessoa doimperador e criou assim um tipo de identificação. Da mesma maneira, fica claro como esseconceito é uma construção cultural, porque o livro nas primeiras edições, orientado nos pratosportugueses, tinha pelos ingredientes pouco a ver com a alimentação no Brasil. Para maisdetalhes, ver Wätzold: Proclamação da cozinha brasileira, p. 217-242.

30 Nesta classificação, mostra-se clara a importância desses ingredientes típicos como parâmetro da identificação. É interessante que a batata seja considerada, nesse sentido, comoum ingrediente português, enquanto, na versão brasileira, a banana de cozinhar forma a base decarboidrato. Percebe-se, também, a contraposição da pimenta cumari brasileira à pimenta doreino. Ver Cozinheiro Imperial. 1859, p. 214.

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318 Tim Wätzold

De outro lado aconteceu que o que era português virou brasileiro, isso semostrou muito bem no exemplo dos pratos de bacalhau. A receita de bolinhos debacalhau fechou com seguinte frase: “Nos os Brasileiros e Portuguezes fazemosestas almôndegas ou bolos do modo que se segue, que não deixa de ser mais gratoao paladar: Bolos ou almôndegas de bacalhau à Brasileira.”31

A partir da 4ª Edição, 1859, o livro foi aumentado com a parte: A Guia Do Criado, que foi também copiado de um livro português de mesmo nome, de 1851.Outro aspecto importante nas primeiras edições era a utilização dos produtoseuropeus. A partir da quinta edição, entraram pratos brasileiros como o tutu à minera .32Interessante notar que muitos dos pratos brasileiros, que entraram nasseguintes edições, tinham uma forte influência afro-brasileira mostrada, porexemplo, no uso de ingredientes como leite de coco ou azeite de dendê.33Desdeentão, com cada nova edição, entravam novas receitas, algumas europeias,influenciadas pela culinária burguesa e outros pratos com denominação regional.Mais importante no sentido da proclamação da cozinha brasileira eram os pratoscom a autodeclaração brasileira. Esse processo foi aumentado nas ediçõesseguintes e no livro entraram mais receitas brasileiras para facilitarem aidentificação do leitor com o conteúdo, por exemplo, com o angu à brasileira .34

Depois surgiu o livro Doceira Brasileira ,35da mesma editora, Laemmert,seguido da Doceira Doméstica ,36que fazia parte da biblioteca da casa brasileira,como era mencionado no prefácio dos editores Azevedo. Esses livros de doceirasão a parte mais autêntica da cozinha brasileira, em que os doces e as sobremesas,devido à cultura do açúcar, em comparação internacional, eram e são muitoimportantes. No processo da proclamação de uma cozinha brasileira, os livros dedoces e sobremesas também usam a autodeclaração de comidas à brasileira, cujoprefácio não é tão marcante como nos livros da cozinha salgada.37

31 Ibidem , p. 213-214.

32 Ibidem, p. 239.

33 Ver Wätzold: Die Kochbücher, p. 444-445, sobre a metodologia e análise de receitas, ingredientes, técnicas e nomes das comidas.

34 Ver, por exemplo, a receita angu à brasileira no Cozinheiro Imperial. 4 1859, p. 61.

35 1 ed. 1851 - 9 ed. 1896.

36 1 ed. 1875 - 4 ed. 1895.

37 Ver a interpretação detalhada dos dois livros em Wätzold: Proclamação da cozinha brasileira, p. 242-252.

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Poucos anos depois da Guerra do Paraguai, o livro O Cozinheiro Nacional ,38da editora francesa Garnier, que tinha se estabelecido no Rio, refletiu o discursonacional sobre a identidade brasileira com a proclamação da cozinha nacional,pela primeira vez assim mencionada.39O prefácio era um manifesto nacional amostrar muito bem a utilização da alimentação na formação da identidadenacional:

Cozinheiro Nacional tal é o titulo que escolhemos para esta nossa obra; e quão grandes são asobrigações ele nos impõe! Não iremos por certo copiar servilmente os livros de cozinha quepululam nas livrarias estrangeiras, dando-lhes apenas o cunho nacional, pela linguagem em queescrevemos; nem tampouco, capeando a nossa obra com um rótulo falso, iremos traduzirliteralmente livros que se encontram em todos os países, tomando a estranha vereda de umplagiato vil que venha cortar pela raiz a importância que ligamos ao nosso trabalho e à utilidadeque o público tem direito de esperar dele. Nosso dever é outro; nosso fim tem mais alcance; euma vez que demos o titulo „nacional“ à nossa obra, julgamos ter contraído um compromissosolene, qual o de apresentarmos uma cozinha em tudo brasileira, isto é: indicarmos os meiospor que se preparam no país carnes dos inúmeros mamíferos que povoam suas matas epercorrem seus campos; aves que habitam seus climas diversos; peixes que sulcam seus rios emares; répteis que se deslizam por baixo de suas gigantescas florestas, e finalmente imensosvegetais e raízes que a natureza com mão liberal e pródiga; espontaneamente, derramou sobreseu solo abençoado; […], plantas e raízes inteiramente diferentes dos da Europa, em sabor,aspecto, forma e virtude, e que por conseguinte exigem preparações peculiares, adubos eacepipes especiais, que somente se encontram em que abundam aquelas substâncias, e que sãoreclamados pela natureza, pelos costumes e ocupações de seus habitantes.40

Para que “ este paiz se emancipe da tutela europeia ”, o prefácio ofereceu umalista de ingredientes vegetais, em que os ingredientes brasileiros foramcontrapostos aos equivalentes europeus, que poderiam ser substituídos, porexemplo: batata pela mandioca ou a pimenta do reino pela pimenta nativacumari.41

O livro contém várias receitas que fizeram a parte prática dessa proclamação,inclusive vários pratos regionais. Importante eram os títulos dos pratos, como“ Vaca de grelha à brasileira ” ou “ Vatapa à bahiana ”. Além dos títulos, tambémos ingredientes eram uma parte com que o leitor poderia identificar-se. O capítulo“ Caça de cabelo ” tratou de pratos de 23 animais, incluído cobra, gambá, lontra,381 ed. 1875 -7 ed. 1910.

39 Cozinheiro Nacional. 1884, p. 1-2.

40 Ibidem.

41 Ibidem, p. 3-4.

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320 Tim Wätzold lagarto, anta, tatu e capivara que viviam no Brasil e que faziam parte daalimentação rural brasileira no século XIX, como “ Guisado da onça ”.42Assim, o Cozinheiro nacional era o único livro a tratar de animais brasileiros. Hoje algunspratos parecem muito exóticos, mas, na época, eram bichos que faziam parte daalimentação rural, sendo até muito valorizados, por exemplo, o tatu. Maisimportante é o fato de que esses animais são do Brasil e seus nomes conhecidosde todo mundo. Assim, o leitor poderia se identificar com o livro.43

Interessante é também o capítulo sobre grãos e sementes que trata de muitasreceitas de feijão, como o “ Feijão preto à moda brasileira ”.44No mesmocontexto, apareceu, pela primeira vez, a receita em um livro de culinária, hojeconsiderada prato nacional “a Feijoada ”.45A receita era muito simples, quatrolinhas entre mil outras receitas. Em geral, o livro, não se diferencia do Cozinheiro Imperial , não foi mudado ou adaptado durante as edições seguintes, além da corda capa. Estranho no Cozinheiro Nacional era a estrutura do livro, que colou osimportantes doces e o capítulo das sobremesas no capítulo XV junto com saladase compotas. Entre as 36 receitas havia muitas estranhas, como Raviole ou Empadade Pombos e Empadas de Peixes Miúdos, que nada tinham a ver com a famosadoceria do Brasil.

O livro fechou com o vigésimo primeiro capítulo, “ Os Almoços entre Amigos, que compreende recomendações alimentares para ocasiões informais, como oAlmoço Brazileiro para 16 pessoas. Com um leitão à mineira, como pratodecorativo, e dez galinhas assadas ao lado da mesa, deveriam ser servidas oitoentradas diferentes. Seguindo as entradas, cinco diferentes pratos quentes, quatrotábuas com pratos frios, como, por exemplo, um lombo de boi ou um perurecheado. Na sequência, deveriam ser servidos quatro pratos quentes, entre outrosum pernil assado e um tatu cozido no casco. Por fim, tinha queijo de Minas e umqueijo holandês, um prato de bananas, um prato de laranjas, quatro pratos comdoces secos, bem como outros oito pratos com outros doces, como, por exemplo,42Ibidem, p. 221.

43 Mas também vale mencionar que essas comidas não faziam parte da alimentação trivial no Brasil, e a grande maioria dos leitores nunca deve ter comido um desses animais, mas todomundo conhecia.

44 Cozinheiro Nacional. 1884, p. 370.

45 Ver Wätzold: Proclamação da cozinha brasileira, p. 266-268, sobre o mito e as circunstâncias da Feijoada no Brasil.

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321 dois pratos com goiabada.46Na sequência dos alimentos, mostra-se a importânciados produtos locais para uma comida brasileira.

O vigésimo primeiro capítulo, “ Os Jantares ”, tratava de jantares em ocasiõesfestivas, sugeria, com isso, sequências de cardápios muito mais trabalhosas. OBanquete Brazileiro era concebido para 40 convidados. Neste, deveriam serservidos em grandes quantidades 56 pratos, que tinham todos a denominação doprato e para os quais as quantidades correspondentes foram indicadas, entreoutros, “ macacos grelhados ”, e “ papagaios cozidos com arroz ”.

Como o livro Cozinheiro Nacional decepcionou na importante parte de doces,a Editora Garnier lançou o livro Doceiro Nacional 47logo depois. Enquanto oprimeiro livro de culinária da editora, Cozinheiro Nacional , parecia inovador eautêntico, o livro Doceiro Nacional se orienta pelas receitas com base no Cozinheiro Nacional . Este foi completado com receitas dos livros Doceira Brasileira e Doceira Doméstica , contudo, sem copiar as receitas literalmente.Foram nomeadas receitas que, por exemplo, também foram utilizadas nos livrosde doces dos concorrentes Laemmert. Mas isso pode ser atribuído à natureza dospratos. Por exemplo, na Doceira Brasileira , foram citadas várias receitas demanuês e também no Doceiro Nacional foram colocadas respectivamente essasreceitas, juntamente com as variações regionais de Minas, Pernambuco ouBahia.48As receitas que foram colocadas em um determinado âmbito em virtudeda denominação eram originárias do Cozinheiro Nacional , como, por exemplo,“ pastéis de passarinhos à brazileira ”.49

No ano 1886, o livro: O Porco, Charcuteiro Nacional também foi lançado pelamesma editora. O Charcuteiro Nacional era mais um tratado de criação de porcodo que um livro de cozinha, e as poucas receitas eram receitas internacionais deembutidos como “ Leberkäse ” ou “ Mortadella ”. Além do título nacional, o livronão tinha vínculo temático com o Brasil.

O último livro de culinária do Império do Brasil foi o Diccionario do Doceiro Brasileiro , da editora Azevedo. O ano da primeira publicação é desconhecido atéhoje, mas, mesmo assim, com a terceira edição de 1892 deve-se presumir quesurgiu no final do Império. O prefácio acentua a utilização de muitas receitasnovas. Uma relação nacional não pode ser percebida, a não ser pelo fato decompatriotas terem sido mencionados como grupo alvo. Não foram usadas as46Ibidem, p. 444.

47 1 ed. 1883 - 9 ed. 1912. O Doceiro Nacional tinha o mesmo papel como os outros livros de doceira.

48 Doceiro Nacional, p. 221-222.

49 Ibidem, p. 163.

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322 Tim Wätzold palavras Brasil e nacional. Em ordem alfabética, foram colocadas milhares dereceitas de doce ao longo de 612 páginas. C ONCLUSÕES

A proclamação da cozinha brasileira durante o Império Brasileiro se deu pormeio de livros de culinária.50Já com a publicação do primeiro livro de culináriano Brasil, o Cozinheiro Imperial , iniciou-se um desenvolvimento no sentido daproclamação de uma cozinha brasileira. Ao mesmo tempo, o livro de culinária foiinstrumentalizado como uma das pedras culturais para a formação de umaidentidade brasileira. O surgimento do livro com esse nome, no mesmo momentoem que ocorria a coroação de Pedro II, deve ser entendido como parte desseprocesso, com o qual a elite dominante no Rio de Janeiro tentava manter aintegridade do Império.51Na fase da Regência, caracterizada por diversasrebeliões internas e revoltas separatistas, a integridade política e territorial doImpério estava seriamente ameaçada. Junto da agressiva repressão dessastendências, a classe dominante reconheceu a necessidade de criar modelosculturais, a fim de alcançar uma identidade que ligasse todos os brasileiros. Paraisso, foram utilizados diferentes instrumentos para a construção de umaidentidade. Dentro desse processo, ocorreu a emancipação do jovem príncipe.

Em 1840, Pedro II foi então declarado imperador do Brasil, a fim de se criaruma figura de integração. O livro Cozinheiro Imperial foi um apoio cultural eculinário para reforçar a identidade nacional com base no imperador. Isso deveser entendido em especial pela escolha do título do livro.

A instrumentalização do Cozinheiro Imperial mostrou-se pelo fato de asprimeiras edições do livro não terem constituído uma coleção de receitasgenuinamente brasileiras, mas, sim, muito mais uma coletânea de ambos os livrosde culinária portuguesa conhecidos. Além disso, no prefácio, fez-se remissão aofato de que ambas as obras da época da cozinha portuguesa estariam superadas e

50 Ver, como comparação sobre o surgimento da cozinha nacional no período pós-colonial da Índia e a importância fundamental dos livros de cozinha nesse processo, Appadurai:Cookbooks in Contemporary India.

51 Os editores do Cozinheiro Imperial , Laemmert, estavam muito perto dessa elite e já haviam publicado séries de escritos com o título Manual do Cidadão Brasileiro , que continhadiversos volumes, como, por exemplo, A Constituição Política do Brasil (1851), ou O Novo manual Eleitoral (1856). A Editora Laemmert publicou também o Almanaque Anual , quecontinha como parte importante a denominação do título e do signatário, bem como da

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323 que o livro de culinária deveria ser útil ao leitor para que este pudesse conhecerpor meio da culinária as riquezas do Brasil.

Apenas nas edições posteriores foram introduzidas receitas que tinham umarelação com o Brasil. Nesta adaptação à realidade alimentar brasileira é que olivro desenvolveu seus pontos fortes.

Pratos regionais foram integrados e receitas com um contexto afro-brasileiroforam introduzidas. Além disso, iniciou-se, nesse desenvolvimento, uma relaçãocom a cozinha nacional, na qual os pratos foram caracterizados como à brasileira.Como outra pedra fundamental para a sintetização literária da cozinha do Império,surgiu, pela mesma editora, onze anos mais tarde, o livro de receitas de doces Doceira Brasileira . Tanto a escolha do título quanto seu conteúdo foram um passoimportante para a cozinha brasileira e também para a identidade. Muitas receitasse baseavam em ingredientes locais, permitindo, desta forma, uma identificaçãodos leitores com o Brasil, no contexto de uma alimentação local típica, em que odoce tinha um prestígio especial.

Durante quase 35 anos, a Editora Laemmert dominou o mercado de livros deculinária brasileira do Império. Apenas em 1875, agregaram-se mais dois outroslivros de culinária de outros editores. A Editora Azevedo publicou o livro de cu-linária A Doceira Domestica , em que, pelo receituário, se estabelece uma relaçãocom o Brasil, sem, no entanto, inserir o livro no discurso nacional.

No mesmo período surgiu, então, pela Editora Garnier, o livro de culinária O Cozinheiro Nacional . Com este livro a suposta cozinha brasileira foi resumida deforma impressa. Surgiu uma obra autêntica, que podia ser entendida como pri-meira obra padrão da cozinha brasileira dentro das possibilidades e percepçõesdaquela época. Apesar de alguns erros, como, por exemplo, a relativa sub-repre-sentação das características cozinhas regionais do Brasil, e a fraca parte de doces,foi possível com esta obra realizar um passo importante para a sintetização davariedade culinária do Império. Especialmente relevante, era o discurso nacionaldo prefácio. Tratava-se de uma proclamação consciente da cozinha brasileira esurgia em seguida à Guerra da Tríplice Aliança, um período importante para aformação da identidade nacional.

Poucos anos mais tarde, surgiu, pela mesma editora, o livro de receitas de doces Doceiro Nacional . Ao lado de uma relação nacional, este livro deve ser entendidotambém no contexto da parte de doces falha do livro Cozinheiro Nacional . Alémdisso, havia também o não menos importante fator financeiro, já que a grandeEditora Garnier queria atender o lucrativo mercado dos livros de doces. Por essasrazões, a Editora Azevedo publicou um outro, muito mais complexo, livro de do-ces com o nome Diccionario do Doceiro Brasileiro . Como último livro com uma

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324 Tim Wätzold relação culinária surgiu no Império o livro O Porco, Charcuteiro Nacional , daEditora Garnier. Mas, nesse caso, tratava-se menos de uma contribuição à tradiçãoculinária brasileira, mas muito mais de uma parte de um guia de aconselhamentosagrários. A titulação do livro, sem uma relação contextual com a cozinha local,por um lado, deve ser entendida como parte de uma coleção, na qual todos oslivros traziam Brasil ou nacional no título,52assim como o livro de culinária e olivro de doces da editora. Todas essas obras surgiram ao final do Império e combase na criação desta relação nacional fica claro também o discurso da sociedadeda época, pelo qual a escolha do título se orientava. Assim, no caso do livro O Porco, Charcuteiro Nacional , parecia ser de menos importância o fato de o con-teúdo do livro corresponder ou não ao título, enquanto, ao contrário dos outroslivros, como o Cozinheiro Nacional , de fato, forneceram uma contribuição dura-doura para a construção da relação nacional pela alimentação.

Os títulos dos livros da cozinha (imperial, brasileira, nacional) acompanharamos processos e mudanças na formação da identidade nacional. Importante emtodos os livros de cozinha e também nos cardápios era a nominação das receitascom a autodeclaração “ à brasileira ” e o uso de ingredientes típicos.

A proclamação da cozinha brasileira como uma cozinha nacional era (e é) umaconstrução cultural porque um dos aspectos mais importantes em um país tãogrande e diferenciado é a regionalidade da alimentação. A alimentação do Pará,no Norte do Brasil, com pratos típicos como Tacacá é muito diferente da cozinhaafro-brasileira da Bahia, como, por exemplo, o Acarajé, ou de um ChurrascoGaúcho, no Rio Grande do Sul. Mas essa complexidade das cozinhas regionais éum aspecto fundamental que cria um eixo na cozinha brasileira. O ponto maisimportante na proclamação da cozinha brasileira era o consumo de doces esobremesas, sobretudo a hegemonia do açúcar em geral.53

E assim, esse aspecto reflete aspectos importantes da cultura brasileira até hojee foi um aspecto relevante para os leitores e consumidores poderem identificar aalimentação e culinária do lugar com o conceito do estado-nação Brasil:

Nossas cidades foram fundadas com os lucros do assucar; em uma palavra, tudo quantopossuímos de melhor é devido á cultura da canna, a esse doce sal que para nós tem sido tãomaravilhoso como a lâmpada d’Aladino.54

52 Ver em relação aos outros livros e o Charcuteiro Nacional , Wätzold: Proclamação da cozinha brasileira, p. 274-275.

53 Ver também o estudo de Gilberto Freyre: Açúcar, uma Sociologia do Doce com Receitas de Bolos do Nordeste do Brasil. São Paulo 2007.

54 Monographia da Canna D’Assucar. 1862, p. 18-19.

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Na Monografia da Cana de Açúcar (1862), um estudo contemporâneo, o Brasilficou em segundo lugar, depois da Inglaterra no consumo internacional de açúcar.Um fenômeno internacional é que dos sete livros de cozinha no Brasil só quatrotratam de doces e nos livros de receitas de dona de casa, escritos a mão, 95%tratam de receitas de doces. Isso também tem a ver com a prática na cozinha, ondevocê cozinha os pratos do dia a dia sem receitas e medidas mas para um bom docea medida certa é muito importante.

O paladar doce dos brasileiros já fazia parte das anotações nos relatos deviagens. Esse é um fenômeno que sobrepôs as diferenças de classes e regiões,porque todo mundo gosta e gostou de doce. O que varia são as frutas das regiõesque faziam parte das receitas, e os doces dos ricos eram muito mais elaborados doque a rapadura ou os doces simples de venda na rua. E para não esquecer, o pedaçode cana na boca do escravo quando ele trabalhava no campo e, para mencionar, oimperador Pedro II tinha diabetes também.

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SOBRE LOS AUTORES

Débora Bendocchi Alves , Universidad de Colonia, Alemania

Débora Bendocchi Alves es investigadora y docente en el Instituto de HistoriaIbérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia. Su principal tema deinvestigación es la historia de la emigración alemana a Brasil en el siglo XIX. Ensu tesis doctoral, presentada en 1999, investigó la representación de Brasil en lapublicidad de las agencias de emigración alemanas. Actualmente trabaja sobre losprocesos de transculturación fronteriza en el contexto del Contestado Franco- Brasileiro entre 1840 y 1888.

David Grewe , Universidad de Münster, Alemania

David Grewe completó su doctorado en Historia en la Universidad de Münster,formando parte del equipo de investigadores de la Red de Investigación sobreAmérica Latina. Su especial interés por los procesos de construcción y negocia-ción de la ciudadanía desde la perspectiva de comunidades multiétnicas se plasmóen su tesis doctoral “‘Ethnicity’ y ‘Citizenship’ en el proceso de formación de la Nación mexicana: afromexicanos y población indígena entre la esclavitud, el sis- tema de castas y la ciudadanía” .

Silke Hensel , Universidad de Münster, Alemania

Silke Hensel es catedrática de Historia Extraeuropea en la Universidad deMünster. Está especializada en México y el Cono Sur. Sus temas de investigaciónabarcan la formación de estados y naciones, etnicidad, racismo, migración, ladiáspora africana en América Latina, la iglesia católica y la violencia política.Entre sus trabajos en el ámbito temático de este volumen destaca su tesis de habi-litación Leben auf der Grenze (Francfort del Meno, Vervuert, 2004) centrada enla evolución de las identidades colectivas entre los chicanos y los puertorriqueñosen los EE.UU.

Vanessa Höse , Universidad de Colonia, Alemania

Vanessa Höse se dedica a la historia de los medios en la Argentina, habiéndoseespecializado en los discursos y las visualizaciones de la marginalidad social enel contexto de la inmigración masiva y la urbanización. Formó parte del proyecto

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328 Sobre los autores de investigación “Integración, exclusión, excepción: Discursos de Identidad Na-cional en Argentina y Chile” en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericanade la Universidad de Colonia. Se doctoró con una tesis sobre la “cuestión social”en el periodismo ilustrado bonaerense de comienzos del siglo XX.

Carmen Ibáñez Cueto , Universidad de Colonia, Alemania

Carmen Ibáñez Cueto es socióloga, especializada en migraciones internas, ciu-dadanía, etnicidad, movimientos sociales y conceptos de modernidad y desarrollo.Se doctoró en la Universidad de Rostock con un trabajo acerca de las consecuen-cias políticas de la migración interna en Bolivia. Como miembro del Global South Studies Center de la Universidad de Colonia, desarrolla actualmente un proyectode investigación sobre “Negociaciones de ciudadanía en las áreas de minería enla región montañosa de Bolivia”.

Jens Jäger, Universidad de Colonia, Alemania

Jens Jäger es historiador y catedrático becado por el programa Heisenberg delConsejo Alemán de Investigación Científica (DFG). Se dedica a la historia de losmedios y particularmente al género de la fotografía, donde ha llegado a ser una delas referencias principales en el campo de la historiografía visual. Ha publicadoampliamente sobre el papel de la fotografía en el colonialismo europeo, en la cri-minología y el aparato policial, así como sobre periodismo transnacional y su im-portancia en el contexto de la formación de los estados nacionales. Sus contribu-ciones al debate teórico y metodológico sobre la historia visual han tenido granrepercusión internacional.

Katharina Motzkau , Universidad de Colonia, Alemania

Katharina Motzkau es docente en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoame-ricana de la Universidad de Colonia. Formó parte del proyecto de investigación“Integración, exclusión, excepción: Discursos de Identidad Nacional en Argentinay Chile”. En el marco de su proyecto de doctorado está investigando la represen-tación de la población indígena en libros de texto de Historia desde una perspec-tiva comparada (Argentina y Chile).

Xosé Manoel Núñez Seixas , Ludwig-Maximilians-Universität Múnich, Alema-nia

Desde 2012, Xosé Manoel Núñez Seixas es profesor de Historia del Sur deEuropa durante los siglos XIX y XX en la Universidad Ludwig Maximilian deMúnich. Anteriormente ha completado una larga carrera como profesor titular y

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329 después como catedrático en la Universidad de Santiago de Compostela. Su acti-vidad docente e investigadora abarca, entre otros temas, la historia cultural delnacionalismo en perspectiva comparada, tomando en cuenta los imaginarios, sím-bolos y mitos nacionales. Aparte de ello, se dedica a la historia de la emigracióneuropea a América Latina en los siglos XIX y XX, y también a la historia culturalde la guerra. Uno de sus proyectos actuales de investigación es “La Nación en susraíces. La identidad nacional española en el siglo XX”.

Florian Petersen , Universidad de Colonia, Alemania

Florian Petersen ha sido becario de ARTES, la “Graduate School” de Humani-dades de la Universidad de Colonia. Completó su Maestría con un trabajo sobreel proceso constitucional en la democratización de Guatemala a finales del sigloXX que fue distinguido con el premio Erhardt-Imelmann de la Universidad deColonia. En su proyecto de doctorado aborda el tema de la cultura conmemorativaguatemalteca desde los inicios del estado nacional.

Irina Podgorny , CONICET, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Irina Podgorny es investigadora principal del Consejo Nacional de Investiga-ciones Científicas y Técnicas (CONICET) y directora del Archivo Histórico yFotográfico de la Facultad de Ciencias Naturales y del Museo de la UniversidadNacional en La Plata. Disfruta de reputación internacional como historiadora dela ciencia con gran experiencia en la historia de la arqueología y la paleontología,y es especialista en la historia de las colecciones científicas y museos de HistoriaNatural de América del Sur. En 2014, fue galardonada con el premio GeorgForster de la Fundación Alexander von Humboldt por el conjunto de su obra cien-tífica.

Antonio Sáez-Arance , Universidad de Colonia, Alemania

Antonio Sáez-Arance trabaja en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoameri-cana de la Universidad de Colonia. Durante veinte años de docencia e investiga-ción en el ámbito de la historia social y cultural de la Monarquía Española y deAmérica Latina, ha publicado, entre otros temas, sobre humanismo, confesionali-zación, nacionalismo, cultura de memoria y políticas de la historia. Su libro Simón Bolívar. El libertador y su mito (Madrid, Marcial Pons Historia, 2013) trata delimpacto continuo de las narrativas heroicas de la Independencia sobre la culturapolítica latinoamericana. Actualmente escribe una monografía sobre discursos deidentidad (proto)-nacionales en Chile entre 1780 y 1870.

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330 Sobre los autores Maximiliano Salinas Campos , Universidad de Santiago de Chile

Maximiliano Salinas Campos es historiador en la Universidad de Santiago deChile. Su principal área de interés es la historia de las culturas populares, de lafiesta, las religiones, el amor y el humor. Obtuvo su doctorado en Teología en laUniversidad Pontificia de Salamanca. Desarrolló ampliamente el tema del humorgráfico que analiza en este volumen, en su libro El Chile de Juan Verdejo (San-tiago de Chile, USACH, 2011). Su última publicación, aparecida en 2015, se titula Lo que puede el sentimiento. El amor en las culturas indígenas y mestizas en Chile y América del Sur, siglos XIX y XX.

Carlos Sanhueza Cerda , Universidad de Chile

Carlos Sanhueza Cerda, Profesor Titular de la Universidad de Chile, se dedicaa la historia cultural del siglo XIX y XX, siendo experto en el tema de la circula-ción de viajeros y saberes entre América Latina, Europa, y América del Norte. Haestudiado especialmente la historia del intercambio intelectual entre Chile y Ale-mania, que forma el eje de su libro Geografía en acción. Práctica disciplinaria de Hans Steffen en Chile (1889-1913) (Santiago de Chile, Universitaria, 2014).Actualmente está desarrollando una investigación referida a la formación del Mu-seo de Historia Natural de Santiago de Chile entre fines del siglo XIX y comienzosdel XX.

Tobias Schwarz , Universidad de Colonia, Alemania

Tobias Schwarz es antropólogo, especializado en las prácticas y los discursostanto actuales como históricos en el ámbito de la inmigración, la ciudadanía y lapertenencia nacional. Se doctoró en el Instituto de Antropología Europea en laUniversidad Humboldt de Berlín con una tesis sobre la construcción de la dife-rencia y las expulsiones de extranjeros en Alemania entre 1996 y 2007. Comomiembro de la Red de Investigación sobre América Latina y del Global South Studies Center de la Universidad de Colonia, ha orientado en los últimos años elfoco de sus investigaciones hacia América Latina, con especial énfasis sobre eltema de la ciudadanía y las políticas de pertenencia en Venezuela y la RepúblicaDominicana.

Ignacio Telesca , CONICET, Universidad Nacional de Formosa, Argentina

Ignacio Telesca cursó estudios de Historia en la Universidad de Oxford y sedoctoró en la Universidad Torcuato di Tella. Entre 2010 y 2012 realizó un post-doctorado en la Universidad de Colonia en calidad de Fellow de la FundaciónAlexander von Humboldt. Actualmente es Investigador del Consejo Nacional de

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331 Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), y docente en la UniversidadNacional de Formosa, Argentina. Especializado en la historia de la Compañía deJesús en América del Sur y en la historia del Paraguay, su actual proyecto de in-vestigación se concentra en los orígenes y la evolución del nacionalismo para-guayo.

Tim Wätzold , Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil

Tim Wätzold es especialista en la historia social de América Latina, abarcandoun amplio espectro temático que incluye tanto la historia del movimiento obrero,las transformaciones socioculturales, la historia de la cocina y la alimentación yla historia del comercio global de comestibles. En su tesis doctoral estudió elvínculo existente entre la formación de identidades colectivas y el surgimiento deuna “cocina nacional” en Brasil. Ha publicado recientemente una monografía so-bre el “Atlántico libertario” ( Der libertäre Atlantik , Hamburgo, Barrikade, 2015).Actualmente, persigue un proyecto de investigación que trata del impacto de com-pañías comerciales holandesas en la globalización de alimentos y bebidas en elsiglo XVII.